Capítulo 8 SUEÑO PROFUNDO

―¿Ha envenado a sus compañeras de celda? ―le preguntó Violeta a Andrómeda en cuanto entró a la celda ―La mujer arrugó la frente y se cruzó de brazos

―Cuidado con lo que preguntas mocosa ―le advirtió. El maestre Néros le había dicho que tuviese cuidado, pero Violeta no podía guardase algo como eso.

―¿Las mató o no? ―preguntó acercando su rostro al de la mujer ―las ha envenado con algo que sale muy rápido del cuerpo.

―¿Eso te ha dicho ese maldito viejo desquiciado? ―la mujer la miró inquisitiva y se cruzó de brazos.

―El maestre Néros es un hombre respetable ―replicó Violeta, aunque acababa de conocerlo.

―Bah... ―vociferó Andrómeda levantando los brazos en un gesto exagerado ―respetables mi tetas ―bramó mientras se alejaba hacia su cama. Se sentó

―¿Quieres saber lo que realmente le ocurrió a esas chicas? ―preguntó Andrómeda y Violeta le lanzó una mirada expectante, aunque dudaba mucho que fuese a decírselo ―primero tendré que ver si eres digna de confianza.

La puerta se abrió y el mismo guardia que las había escoltado hacia el estudio del maestre Néros, se asomó.

―Hora de su paseo ―dijo abriendo la puerta por completo. Violeta no sabía a qué se refería, Andrómeda por lo visto sí, porque antes de que el guardia terminara de hablar, ya había caminado a la salida. Violeta vio como Andrómeda abandonaba la celda, el guardia no la siguió, Violeta lo miró en silencio y él le hizo señas de que saliera, ella lo hizo y miró a ambos pasillos, de las celdas vecinas salían mujeres que vestían igual, todas se mezclaban en el corredor, pero la maraña de pelo negro veteado de blanco, era inconfundible, Violeta caminó a zancadas para alcanzarla.

―¿Nos dejan Salir? ―le susurró cuando estuvo a su lado.

―Claro, todos los días, cuando el sol está en su punto más alto, como para que nos rosticemos.

Recorrieron los corredores como en una procesión. A medida que dejaban atrás las celdas, más mujeres se sumaban.

Llegaron a un gran patio cercado, sonó una trompeta y el portón se abrió de par en par, todas las prisioneras empezaron a salir sin ninguna prisa. Violeta estiró el cuello para mirar hacia afuera del portón, por encima de todas las mujeres que iban delante de ella. Eran unas treinta, más o menos pero no había más de media docena de guardias.

Violeta no podía creer lo que veían sus ojos cuando salió por el portón.

―No hay muros ―le dijo a Andrómeda como si le diera una noticia de última hora, ella la ignoró ―¿como es que nos dejan salir así? no hay muros, no hay muchos guardias; cualquiera podría escapar

―¿Y a dónde irías? ―preguntó Andrómeda con tono misterioso

―A casa, buscaría a mi padre, o a...

―No me refiero a eso. ¡Escucha! ―se tocó el lóbulo de la oreja

―¿Escuchar qué? ―No entendía.

―Concéntrate en lo que escuchas ―Violeta rodó las pupilas hacia arriba, le sacaba de sus casillas que le hablaran con acertijos y rodeos, dejó salir un suspiro y trató de concentrarse. Escuchó un bramido lejano. Cerró los ojos y trató de concentrarse, sintió el calor del sol quemando su piel y las caricias del aire frío en sus mejillas, había un olor particular, olía como el puerto de Mérinton; olía a mar. Entonces lo comprendió.

―Es una isla ―afirmó ―no podemos ir a ningún lado porque la prisión es una isla.

―Las orillas están repletas de guardias, no podrías salir nadando a menos que fueras invisible y aun si lo lograses, tendrías que nadar miles de kilómetros, estarías durante días en el mar, expuesta al sol, soportando hambre, sed, frio. No sobrevivirías. Aquí tenemos comida y cobijo ¿para qué arriesgarse?

―Tú podrás conformarte con comida y cobijo, yo preferiría morir intentando salir de este lugar, que conformarme con comida y cobijo ―se limpió las lágrimas en cuanto las sintió quemar sus mejillas, odiaba que la vieran llorar.

―Eso era justo lo que quería escuchar.

―¿A qué se refiere?

―Las mujeres muertas ―susurró ―mis antiguas compañeras de celda, ellas pensaban igual que tú, preferían morir antes que pasar sus días aquí.

―No lo entiendo ¿dice que las mujeres se suicidaron? ¿me está sugiriendo que me suicide?

―No, no, no... no lo estás entendiendo ―miró a su alrededor ―pero no puedo explicártelo bien, cuando estemos de vuelta en la celda hablaremos del tema ―Violeta asintió con la cabeza.

―¿A dónde van? ―preguntó Violeta señalando a un par de guardias ―¿qué crees que llevan ahí? ―le preguntó al ver un paquete envuelto en tela blanca.

―Un cadáver ―dijo Andrómeda con mucha seguridad.

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Violeta incrédula.

―Así se deshacen de los cadáveres aquí.

―¿Lo llevan a darle sepultura?

―No, claro que no, este lugar no daría abasto para eso

―Entonces, ¿qué hacen con los cadáveres? ―preguntó achicando la mirada, Andrómeda levantó las cejas y la miró como esperando a que ella misma razonara la respuesta, lo comprendió ―los arrojan al mar ―dijo respondiendo la pregunta que ella misma había planteado.

―Se embarcan en un pequeño bote a remo, se adentran un poco en el mar y ahí arrojan los fardos.

―¿Cuánto tiempo llevas aquí? ―preguntó Violeta. Aunque todavía no se fiaba de Andrómeda, sentía curiosidad por saber más de ella. Le parecía que era una mujer astuta, hasta empezaba a agradarle.

―Me enviaron aquí cuando tenía veintiséis, dentro de poco cumpliré sesenta y seis ―el rostro se le ensombreció, apuntó la mirada hacia la nada, parecía que de pronto se había transportado a otra época, a algún lugar lejano con algún querer que ya no era ―por evasiónde impuestos―agregó desviando la mirada, Violeta supo que mentía

―¿Estás en este lugar por evasion de impuestos? ― el ceñonde Andrómeda se frunció, igual que sus labios - ¿que eras? ¿Una especie de heredera multimillonaria? -aquello era solo.una broma, pero Andromeda asintió con la cabeza con toda seriedad

-Lo era -dijo -tenía much o poder e influencias y los usé contra las personas equivocadas.

Violeta laimaginó unas décadas más joven, vistiendo ropa cara. El recuerdo de Margot y Debahni le asalto la mente y le apuñaló el pecho -le llevé la contra a la élite de Merintong por un buen tiempo, fui activista por los derechos de los menos favorecidos, descubrí secretos horribles y los expuse

―Debió ser emocionante -una sonrisa se le escapó

―Lo fue―Andrómeda le devolvió la sonrisa -pero no solo me costó la libertad ―su gesto cambió, ya no emanaba nostalgia sino rabia; ira. Sonó de nuevo la trompeta ―Vamos ―le dijo ―Andrómeda.

Recorrieron el camino de vuelta a la celda en completo silencio. Al llegar, Andrómeda le indicó que no hablara poniéndose el dedo índice en la mitad de su boca, acercó la oreja a la puerta durante un buen rato. Luego caminó a zancadas hasta su cama, que estaba en un rincón, se agachó para coger algo, le mostró una hoja.

―¿Qué es? ―preguntó violeta

―Se llama sueño profundo ―le susurró ―una pequeña planta empezó a salir en la esquina, desde entonces, he compartido con ella mi ración de agua, la he regado, la he cuidado y la he mantenido oculta. No sé nada de plantas ―rodó las pupilas hacia arriba ―pero reconocí esta en cuanto la vi ―dijo mirando la pequeña hojita con fulgor ―una vez, cuando era pequeña, mi hermana se metió en la boca una de estas hojas, en minutos se desmayó, la llevamos a donde el maestre del pueblo, la declaró muerta. Cuando íbamos a enterrarla en su pequeña urna de madera, mi hermana se levantó como si nada. Todos pensaron que éramos hechiceras; fue lo mejor que nos pudo pasar, todos nos temían, disfruté mucho esa época. Esta hojita, puede hacer que parezcas muerta ―Violeta aun no comprendía a donde iba Andrómeda con toda aquella historia ―y si los guardias piensan que estás muerta ¿cómo se desharán de tu cuerpo?

Violeta se cubrió la boca abierta con la palma de la mano. Aquella planta era su salida de prisión.

            
            

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