Los ojos de la mujer estaban abiertos de par en par e inyectados en sangre, la parte blanca estaba moteada de rojo y las pupilas parecían cubiertas de una neblina celeste, su boca estaba entre abierta y su piel tenía un tono glauco.
―¡¿Qué es esa peste?! ―preguntó la otra mujer acercándose a Violeta ―¡Agh! ― se cubrió la boca con la palma de la mano y se alejó.
Violeta no podía quitarle los ojos de encima al cadáver, escuchó golpes en la puerta.
―¡Guardia! ―grito la mujer y volvió a golpear la puerta ―guardia, tiene que venir, la pequeña ventanilla de metal en la puerta se abrió y la mitad superior de un rostro se asomó en ella.
―¿Qué es lo que quieres, Andrómeda? ―una voz grave se escuchó
―Caelum ha muerto ―respondió la mujer de extraño nombre ―tienen que sacarla, ya ha empezado a apestar.
―¡Mierda! ―espetó el guardia ―que mal momento para morirse ―se quejó ―tendrán que sacarla ustedes, abriré la puerta y si esto se trata de algún estúpido plan para huir, les sugiero que desistan ahora ―la voz del guardia se mezcló con el sonido de la cerradura al abrirse ―Vamos, sáquenla, una la coge de las manos y la otra la coge por los pies.
El guardia era alto, de piel curtida y abundante barba gris que le cubría la mitad inferior del rostro, iba todo de negro, llevaba una pantalón y chaqueta, ambos con un símbolo estampado; el escudo de Merintong. En la cintura llevaba un revolver, un cuchillo, un rolo y un radio, todo enganchado en un cinturón. Las botas le cubrían hasta la mitad de la pantorrilla, parecían pesadas, Violeta se preguntó si podría alcanzarla si echaba a correr en ese momento, quizás no, pero aun así hacia donde correría, prefirió aprovechar la oportunidad para conocer el lugar.
Hicieron lo que el guardia les ordenó; sacaron a Caelum de la cama. Andrómeda le sostenía los pies y Andrómeda; los brazos.
―¿A dónde? ―preguntó Andrómeda
―Con el maestre Néros ―contestó el guardia ―creo que quiere abrir algunos cadáveres para su investigación.
―Si a follarse a los muertos ahora se le llama "investigación" ―susurró Andrómeda y torció el gesto.
El guardia abrió una puerta y les indicó que entraran, el lugar era amplio, pero estaba abarrotado, había una gran cantidad de cosas todas revueltas. Había estantes llenos de libros. Había plantas dentro de botellas, frascos con ojos y otras partes del cuerpo, o con animales o con pequeños bebés sin nacer. Un caldero, Mesas con herramientas punzantes, instrumentos musicales y mucho más. Violeta había visto muchas de esas cosas en las ilustraciones de los libros que solía leer (no todo era novelas de amor) pero la mayoría de los objetos, le resultaban desconocidos.
―Por aquí ―dijo un hombre acercándose a una de las mesas, quitó algunos platos con restos de comida ―Pónganla aquí ―indicó, Andrómeda y Violeta hicieron un gran esfuerzo por levantar el cadáver a la altura de la mesa, el hombre las ayudó y el guardia les observó de lejos.
En cuanto pusieron el cuerpo en la mesa, Violeta sintió que todo a su alrededor se oscurecía, se sostuvo de la mesa apoyando ambas manos, le era difícil respirar.
―¿Estás bien niña? ―preguntó el hombre que debia ser el maestre. Violeta cogió aire de golpe, la imagen del hombre de baja estatura estaba borrosa, era un hombrecillo todo gris de los pies a la cabeza; sandalias de cuero gris, túnica gris ceñida en la cintura con una cuerda gris, barba y cabello grises.
―Sí ―respondió Violeta ―solo un poco mareada ―sintió arcadas y el vómito le subió hasta la garganta y se le devolvió, produciendo un ruido gutural y asqueroso.
―Déjame que te examine ―le ofreció el hombre, su voz era suave y su rostro afable, a Violeta no le parecía un pervertido como para tener sexo con cadáveres como Andrómeda había insinuado.
―Me llevaré a esta de regreso a la celda y volveré por la otra en unos minutos ―anunció el guardia. El maestre asintió mientras acercaba una silla de madera a Violeta.
―Es una pena ―dijo el maestre mirando el cuerpo ―es la tercera este año ―agregó cruzándose de brazo ―hace cuatro meses fue Lacerta, antes de ella ya había muerto Canis y ahora; Caelum
―Lacerta, Canis, Caelum, Andrómeda ―susurró Violeta ―son nombres peculiares
―Sí, todos son nombres de...
―Constelaciones, lo sé ―interrumpió Violeta
―Ah, veo que eres una muchacha estudiada.
―No. solo soy una campesina con suerte, supongo ¿quién les da esos nombres? ―preguntó
―La idea de las constelaciones ha sido mía. Desde que entran aquí, pierden por completo la identidad, ya no tienen nombre ni apellido, solía dárseles un número, pero me parecía tan frío que hice una solicitud al comandante, acompañé la solicitud de un buen vino añejo adulterado con hongos de la felicidad y ahora, todas tienen nombre de constelaciones, cada quien escoge el suyo, pero tiene que estar en la lista. Ya tendrás tiempo de escoger, por ahora, nos concentraremos en tu salud ¿qué sientes?
―No es nada, solo me he sentido mareada y con nauseas ―explicó Violeta y el hombre se acarició la barba con gesto pensativo.
―¿Hace cuánto no sangras?
―No lo sé ―he perdido la noción del tiempo, no sé cuando he llegado a este lugar.
―Está bien ―dijo el maestre Néros alejándose de Violeta, rebuscó en unos estantes ―necesito que orines aquí ―le dijo extendiendo hacia ella un frasco ―Necesitaré descartar un embarazo ―las lágrimas se le acumularon tras los párpados en cuanto escuchó esas palabras. La posibilidad de llevar en el vientre el hijo de Noah le producía sentimientos encontrados, se le revolvió de nuevo el estómago ―A menos que aún no hayas tenido coito, es muy probable que estés encinta ¿entiendes? ―Violeta asintió con la cabeza mientras cogía el frasco, las mejillas le quemaban, el aire de pronto se había vuelto muy pesado para ser respirado con facilidad ―me daré la vuelta ―el maestre le dio la espalda ―no importa si derramas un poco ―le dijo mientras se alejaba.
Violeta se fue a una esquina y se agachó, puso el frasco debajo de ella y orinó, el líquido caliente le empapó la mano.
―¿Cómo sabrá si estoy embarazada? ―preguntó Violeta entregándole el frasco al maestre - no había ningún tipo de aparato e aquel agujero, solo herramientas viejas -¿tiene un laboratorio? -el maestre soltó una carcajada.
-Ya quisiera un laboratorio - fruncio los labios -pero no estamos en Merintong. Ven conmigo ―le dijo sonriente ―te mostraré ―parecía emocionado de que alguien se interesase en su trabajo. Cogió el frasco y tomó parte del líquido con una jeringuilla que hizo a un lado. Se inclinó debajo de la mesa y se puso de pie cargando consigo un rectángulo de cristal, un sapo dentro. Abrió la tapa, sacó al asqueroso animal y le inyectó el contenido de la jeringuilla, volvió a poner al sapo dentro de la caja ―mañana tendré los resultados. Enviaré a un guardia por ti para que te enteres de primera mano.
―Se lo agradecería mucho, maestre. ¿Puedo elegir mi nombre ahora? ―preguntó. La idea de tener un nuevo nombre, le atraía, le parecía que le ayudaría a desprenderse un poco de su pasado, de la parte amarga, exactamente.
―¡OH! ¡Por supuesto! ―caminó a zancadas hacia uno de los estantes y sacó de estos dos libros grandes que apenas podía cargar, caminó arrastrando lo pies hasta una mesa cercana y soltó encima de esta, los dos libros, el impacto produjo un ruido seco. Abrió uno de los libros, lo hojeó hasta que dio con la página que buscaba, repitió el proceso con el otro libro ―ven aquí ―le dijo señalándole al primer libro- esta es la lista, los que están marcados con X, no están disponibles, no puede repetirse un nombre en el registro o sería un problema.
Violeta miró el libro y puso el dedo índice sobre la hoja amarillenta, lo deslizó hacia abajo conforme veía los nombres, buscaba uno en especial, frunció los labios para contener la sensación al ver que el nombre estaba disponible.
―Este ―dijo mientras golpeteaba sobre el nombre con el dedo ―quiero este ―el maestre entornó la mirada acercando el rostro al libro.
―¿Crater? ¿segura? ―preguntó ―no suena muy femenino ―le advirtió
―¿Conoce la historia de Crater? ―preguntó Violeta y el maestre entornó aun más la vista ―negó con la cabeza.
―Estoy segura de que la ha leído, le refrescaré la memoria. La ciudad de Eleusa, estaba siendo aquejada por una terrible peste. Demifón; su gobernante consultó al oráculo, este decretó que una doncella debía ser sacrificada cada año para poner fin a la epidemia. Demifón declaró que elegiría a la doncella por sorteo, pero no incluyó en él a sus propias hijas. Un noble, objetó y se negó a que su hija participase en la elección si no lo hacían también las de Demifón; este, contrariado, sacrificó sin más a la descendiente del descontento.
El hombre noble mató a las hijas de Demifón. Pero eso no le bastó; su sed de venganza no se apagó, le dio a Demifón una mezcla de la sangre de sus propias hijas y un poco de vino, se lo dio en una taza; una copa ceremonial. Al descubrirlo, el rey ordenó que el hombre y la copa fueran arrojados al mar. CRATER es el nombre de la copa que sirvió de instrumento para la venganza.
―Entonces serás la copa usada para la venganza. Te llamarás Crater ―anunció el maestre con tono solemne escribiendo el nombre en los registros. ―Ah, por cierto, muchacha, me has caído bien, por eso te advertiré de algo ―Violeta frunció el ceño ―corres peligro en esa celda ―susurró y se acercó a la puerta, la abrió, y asomó unos segundos y la cerró despacio; sin hacer ruido ―las tres mujeres fallecidas eran compañeras de Andrómeda, no he conseguido nada en sus cuerpos que indique envenenamiento, pero me parece que les ha dado algo. Lo averiguaré. Mientras tanto, no recibas nada que venga de ella. Evita incluso tocarla o tocar cualquier cosa que ella toque y sobre todo...
La puerta se abrió de golpe.
―Mucho tiempo con la paciente, maestre exclamó el mismo guardia que se había llevado a Andrómeda.