Luna de Traicion
img img Luna de Traicion img Capítulo 2 Sombras en el Horizonte
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Capítulo 10 Fuego Cruzado img
Capítulo 11 Secretos en la Oscuridad img
Capítulo 12 El Lobo Solitario img
Capítulo 13 El Arte de la Manipulación img
Capítulo 14 Entre Dos Fuegos img
Capítulo 15 Una Propuesta Oscura img
Capítulo 16 Pasión Prohibida img
Capítulo 17 El Juego de Cass img
Capítulo 18 La Visión de Amara img
Capítulo 19 La Rebelión Se Acrecienta img
Capítulo 20 Decisiones Peligrosas img
Capítulo 21 Ecos del Pasado img
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Capítulo 2 Sombras en el Horizonte

La sede de Lycanis Corporation se alzaba en las afueras de Nueva York, un coloso de acero y vidrio que reflejaba la fría eficiencia y el poder que su líder, Damien Wolfe, representaba. En su interior, las oficinas funcionaban como una maquinaria bien engrasada, donde cada empleado conocía su papel y lo cumplía con precisión militar. Sin embargo, solo unos pocos sabían la verdadera naturaleza de la empresa, el núcleo de la manada que Damien lideraba, un grupo de hombres lobo que controlaba la tecnología de seguridad y defensa privada a nivel global.

Damien caminaba por los pasillos amplios y minimalistas de la sede, con una calma que contrastaba con la intensidad de sus pensamientos. Había pasado la noche repasando en su mente su encuentro con Elena Castillo, sintiendo todavía el impacto de su breve pero eléctrico intercambio. Sabía que ella era clave, pero también que acercarse a ella requería una delicada combinación de sutileza y fuerza.

Llegó a una sala de reuniones privada, donde ya lo esperaban los miembros más cercanos de su manada. Izzy Moreau, su beta y mano derecha, estaba sentada en la cabecera de la mesa, con una expresión que mezclaba expectación y preocupación. A su lado, Aiden Blackwood, el lobo rebelde que recientemente había comenzado a cuestionar el liderazgo de Damien, observaba todo con su habitual desconfianza. Otros miembros importantes de la manada, cada uno con su rol claramente definido dentro de la corporación, completaban el grupo.

Damien tomó su lugar en la mesa, y el murmullo de las conversaciones cesó inmediatamente. Él siempre había sido un líder que inspiraba respeto y obediencia, pero también sabía que la tensión entre algunos miembros de la manada estaba aumentando. El equilibrio de poder era frágil, y cada decisión que tomaba podía inclinar la balanza en direcciones impredecibles.

"Anoche asistí a la conferencia de Innovación Global," comenzó Damien, su voz baja pero cargada de autoridad. "Y tuve un encuentro con Elena Castillo."

Hubo un leve movimiento entre los presentes. Izzy entrecerró los ojos, esperando escuchar más. Aiden cruzó los brazos, claramente desconfiado.

"¿Cuál es la situación con ella?" preguntó Izzy, con una mirada que denotaba tanto preocupación como interés.

"Es más peligrosa de lo que parece," dijo Damien, recordando la intensidad en los ojos de Elena. "No solo es una líder formidable en el mundo de los negocios, sino que también tiene una conexión que podría complicar nuestras operaciones."

"¿Qué tipo de conexión?" Aiden intervino, su tono cortante. Nunca había sido alguien que evitara el conflicto, y su desafío hacia Damien había crecido en los últimos meses.

Damien lo miró fijamente, manteniendo su compostura. "Hay algo en ella, algo que aún no he podido identificar completamente. Pero puedo sentirlo. Y si yo puedo, otros también lo harán. Lucian D'Arcy, por ejemplo."

El nombre de Lucian provocó una reacción inmediata en la sala. La Alianza Sanguínea, liderada por Lucian, era el mayor rival de la Corporación Lycanis en todos los sentidos. Los vampiros que conformaban la Alianza habían estado en conflicto con los hombres lobo durante siglos, y aunque se había mantenido una tregua tensa en los últimos años, la situación era inestable.

"¿Crees que intentará acercarse a ella?" preguntó Izzy, aunque la respuesta ya era obvia.

"Lo sé," respondió Damien. "Lucian no perderá la oportunidad de utilizar a Elena para sus propios fines. Ella es una pieza clave en este tablero, aunque aún no lo sepa."

Aiden resopló con desprecio. "¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Atraerla a nuestro lado? ¿O simplemente usarla como un peón más en este juego?"

Damien sostuvo la mirada de Aiden sin parpadear. "No tengo intención de usarla. Si puedo evitarlo, prefiero mantenerla fuera de esto. Pero si se convierte en un peligro para nosotros, no dudaré en tomar las medidas necesarias."

Izzy intervino antes de que la tensión entre Damien y Aiden aumentara. "Lo que está claro es que necesitamos estar preparados para cualquier movimiento de la Alianza Sanguínea. No podemos permitir que Lucian la manipule."

Damien asintió. "Por eso necesitamos estar vigilantes. No solo sobre Lucian, sino sobre todos los que puedan intentar acercarse a ella. Elena Castillo debe ser monitoreada, pero de manera que no se dé cuenta. Cualquier error podría ser costoso."

"Yo me encargaré," dijo Izzy, asumiendo su papel con naturalidad. "Nos aseguraremos de que no haya sorpresas."

Damien dio por concluida la reunión, aunque el ambiente seguía cargado de tensión. Mientras los demás se levantaban para salir, Aiden se quedó atrás, mirando a Damien con una mezcla de desafío y algo más, algo que Damien no podía identificar claramente.

"Damien," comenzó Aiden, con un tono menos agresivo pero igualmente firme. "Si sigues jugando con fuego, eventualmente te vas a quemar."

"Es un riesgo que estoy dispuesto a tomar," respondió Damien con frialdad, antes de salir de la sala, dejando a Aiden solo con sus pensamientos.

Mientras tanto, en un lujoso penthouse en el corazón de Manhattan, Lucian D'Arcy observaba la ciudad desde su balcón, con una copa de vino en la mano y una sonrisa enigmática en su rostro. La Alianza Sanguínea, a diferencia de la Corporación Lycanis, no necesitaba una fachada corporativa. Su poder residía en la sutileza, en la manipulación de las finanzas globales y en el control de la información que fluía a través de los medios y las redes.

Lucian era un maestro en ese arte, un vampiro antiguo con siglos de experiencia en la manipulación de humanos y sobrenaturales por igual. Pero incluso él sabía cuándo una nueva pieza entraba en juego, y Elena Castillo era una de esas piezas. Lo que la hacía interesante no era solo su poder en el mundo humano, sino algo más profundo, algo que resonaba en Lucian de una manera que pocos seres lo hacían.

El suave sonido de la puerta del balcón abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Sophia Devereaux, su amante intermitente y aliada, apareció, su figura esbelta envuelta en un elegante vestido de seda. Sus ojos verdes lo observaban con una mezcla de curiosidad y desdén, como siempre lo hacían.

"¿En qué piensas, Lucian?" preguntó Sophia mientras se acercaba a él, tomando un sorbo de su propia copa de vino.

"En el futuro," respondió él sin apartar la vista de las luces de la ciudad. "Y en cómo una simple humana podría cambiarlo todo."

Sophia arqueó una ceja. "¿Te refieres a Elena Castillo?"

Lucian asintió. "Hay algo en ella que va más allá de lo que parece. Damien Wolfe ya ha sentido la misma curiosidad que yo. Y eso significa que debemos actuar rápidamente."

"¿Vas a intentar seducirla?" preguntó Sophia, aunque su tono sugería que ya conocía la respuesta.

Lucian sonrió, girándose finalmente para mirarla. "No todo se trata de seducción, querida Sophia. A veces, es cuestión de mostrarle a alguien el poder que podría tener si se une al lado correcto."

Sophia se acercó más a él, deslizando su mano por el pecho de Lucian. "Tienes cuidado, Lucian. No sería la primera vez que subestimas a alguien por considerarlo solo un peón."

Lucian rió suavemente, pero no había alegría en su risa. "Subestimarla sería un error, lo sé. Pero también sé que ella tiene un deseo de poder que podemos utilizar. Es solo cuestión de mostrarle lo que podemos ofrecerle."

"Y si se resiste?" preguntó Sophia, sus ojos brillando con una mezcla de interés y advertencia.

"Entonces tendremos que persuadirla," dijo Lucian, su voz bajando a un susurro. "Y si eso no funciona, siempre hay otras maneras de hacer que una persona vea la razón."

Sophia sonrió, pero había una frialdad en sus ojos que Lucian no ignoró. Ella también tenía sus propios planes, pero eso era parte del juego que ambos jugaban. La Alianza Sanguínea siempre había sido un nido de serpientes, donde las alianzas cambiaban con el viento y el poder era la única constante.

"Prepárate, Sophia," dijo Lucian finalmente, volviendo su atención a la ciudad. "Esta noche daré el primer paso para acercarme a Elena Castillo. Y no pienso fallar."

Sophia inclinó la cabeza en un gesto de acuerdo, aunque sus pensamientos eran mucho más complejos. Sabía que, aunque Lucian era un maestro en la manipulación, esta vez el juego podría ser más peligroso de lo que cualquiera de ellos anticipaba.

Y así, mientras las sombras de la noche cubrían Nueva York, las piezas comenzaban a moverse en un juego de poder y seducción que cambiaría el destino de todos ellos. Elena Castillo, sin saberlo, estaba en el centro de un torbellino de fuerzas sobrenaturales que pronto pondrían a prueba todo lo que creía saber sobre el mundo y sobre sí misma.

Lucian dejó que la brisa nocturna jugara con los mechones de su cabello, su mente ya maquinando los próximos pasos. No era común que un simple humano captara su atención tan rápidamente, pero Elena Castillo no era una humana común. Había en ella una chispa, una fuerza subyacente que resonaba con algo en lo profundo de su ser. Había pasado siglos aprendiendo a reconocer ese tipo de potencial, y no iba a permitir que Damien Wolfe lo aprovechara antes que él.

Entró de nuevo en su lujoso penthouse, donde las paredes de mármol blanco y las obras de arte antiguas hablaban de su estatus y longevidad. Su mirada se posó en Sophia, quien lo observaba con una mezcla de curiosidad y recelo. Su relación con Sophia siempre había sido complicada, una mezcla de poder, atracción y desconfianza que había sobrevivido a lo largo de los siglos. Aunque eran aliados, ambos sabían que la lealtad en su mundo era tan frágil como el cristal.

"Voy a necesitar tu ayuda, Sophia," dijo Lucian mientras se servía otra copa de vino. "Elena Castillo es una mujer astuta, y será difícil ganarse su confianza sin un enfoque más... persuasivo."

Sophia arqueó una ceja, su expresión tan enigmática como siempre. "¿Y cómo planeas acercarte a ella? No es una mujer que se deje engañar fácilmente, Lucian. Tiene un olfato especial para el peligro."

Lucian sonrió de lado, disfrutando de la pequeña chispa de desafío en la voz de Sophia. "La verdad, mi querida, es que las personas como Elena Castillo no necesitan ser engañadas. Necesitan ser seducidas con la promesa de poder. Y eso es algo que nosotros, más que nadie, podemos ofrecer."

Sophia dejó su copa de vino sobre la mesa con un movimiento lento y deliberado. "¿Y si ella decide que no necesita tu poder? ¿Qué harás entonces, Lucian? No creo que el típico juego de seducción funcione con alguien tan independiente como ella."

Lucian la miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con una intensidad peligrosa. "Si decide que no lo necesita, entonces será mi deber mostrarle por qué se equivoca. Pero estoy convencido de que una vez que vea lo que puedo ofrecerle, no tendrá dudas sobre el camino que debe tomar."

Sophia rió suavemente, un sonido que no era del todo alegre. "Como siempre, Lucian, tu arrogancia es tan grande como tu ambición. No subestimes a esa mujer. Podría ser tu perdición si no tienes cuidado."

Lucian se acercó a ella, tomando su rostro entre sus manos con una suavidad que contrastaba con la firmeza de su agarre. "Querida Sophia, he sobrevivido a siglos de guerras, traiciones y conspiraciones. He visto caer imperios y he derribado reinos con mis propias manos. ¿De verdad crees que una humana puede ser mi perdición?"

Sophia sostuvo su mirada sin pestañear, pero detrás de sus ojos brillaba una emoción que Lucian no había visto en mucho tiempo: una mezcla de preocupación y celos. Finalmente, apartó la mirada, retirándose del agarre de Lucian con un suspiro.

"Solo espero que no estés cegado por algo que aún no comprendes completamente, Lucian," murmuró ella antes de girarse y salir de la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos.

Lucian observó cómo Sophia desaparecía en la penumbra de los corredores del penthouse, y luego dirigió su atención de nuevo a la ciudad que se extendía a sus pies. Elena Castillo era un enigma que estaba decidido a resolver, y sabía que la única manera de hacerlo era acercarse lo suficiente para desentrañar sus secretos. Pero también sabía que para lograrlo, necesitaría más que palabras suaves y promesas vacías.

Giró la cabeza ligeramente, percibiendo un leve movimiento detrás de él. Sin necesidad de volverse, habló en voz baja. "Estás aquí."

Una figura emergió de las sombras, moviéndose con la gracia de un depredador. Era Raphael "Rafe" Moretti, uno de los cazadores de recompensas más temidos en el mundo sobrenatural, y un aliado de Lucian en numerosas ocasiones. Su apariencia desenfadada y su sonrisa cínica contrastaban con la letalidad de sus habilidades.

"Siempre, cuando me llamas," respondió Rafe, su tono casual pero atento. "¿Qué necesitas esta vez, Lucian? ¿Otra cabeza? ¿O tal vez algo más interesante?"

Lucian sonrió, pero no había calidez en ese gesto. "Quiero que vigiles a Elena Castillo. No dejes que nadie, ni siquiera Damien Wolfe, se acerque a ella sin que yo lo sepa primero. Y si ves la oportunidad, acércate a ella, pero no la asustes. Debe sentirse segura, debe confiar en ti."

Rafe asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la tarea. "¿Y si ella descubre quién soy realmente?"

"Entonces asegúrate de que no lo haga," replicó Lucian, volviéndose hacia él con una mirada que no admitía discusión. "Elena es demasiado valiosa para perderla ahora. No te equivoques, Rafe. Este es un juego que no podemos darnos el lujo de perder."

"Entendido," dijo Rafe, con una sonrisa que mostraba más de lo que ocultaba. "Me encargaré de que esté segura... o al menos, de que piense que lo está."

Lucian lo observó desaparecer en las sombras, satisfecho de que al menos una parte de su plan comenzaba a ponerse en marcha. Elena Castillo sería suya, y con ella, un nuevo nivel de poder que podría cambiar el equilibrio entre las facciones sobrenaturales para siempre.

A kilómetros de distancia, en la sede de Lycanis, Damien se encontraba solo en su oficina, observando los informes de inteligencia que había recibido de sus contactos. Elena Castillo era un enigma que lo perturbaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Su atracción hacia ella iba más allá de lo físico; era una conexión que no podía explicar, pero que sabía que no podía ignorar.

Mientras repasaba los datos, su teléfono sonó. Era Izzy.

"Damien, tenemos información confirmada. Lucian ya está moviendo sus piezas para acercarse a Elena. Parece que está utilizando a uno de sus mejores hombres, Raphael Moretti."

Damien sintió que una ola de ira fría lo invadía. Sabía que Lucian no perdería tiempo, pero aún así, no esperaba que se moviera tan rápido.

"Vigila a Rafe. Quiero saber cada paso que dé, cada movimiento que haga," ordenó Damien, su voz tensa pero controlada. "Y asegúrate de que Elena no tenga ni la más mínima sospecha de lo que realmente está ocurriendo."

"¿Y si Lucian logra acercarse a ella antes que nosotros?" preguntó Izzy, su tono reflejando la preocupación que ambos compartían.

"No lo permitirá," dijo Damien, con una determinación que resonó en sus palabras. "Elena Castillo será protegida, pero también será nuestra aliada. Y si Lucian intenta usarla contra nosotros, lo lamentará profundamente."

Izzy asintió al otro lado de la línea, comprendiendo la gravedad de la situación. "Haré lo que sea necesario, Damien. No dejaré que Lucian tenga la ventaja."

Damien colgó el teléfono y se quedó en silencio por un momento, dejando que sus pensamientos fluyeran. El equilibrio de poder estaba cambiando, y sabía que Elena era la clave para controlar ese cambio. Pero también sabía que cualquier error, cualquier debilidad, podría significar el fin para todos ellos.

Se levantó y se acercó a la ventana, mirando las luces de la ciudad que nunca dormía. La guerra entre las facciones sobrenaturales estaba a punto de entrar en una nueva fase, y él no podía permitirse perder.

La luna llena brillaba intensamente sobre Nueva York, y Damien, en lo más profundo de su ser, sintió el aullido de su lobo interior, resonando con la promesa de sangre y poder. No importa cuán difícil fuera el camino, estaba decidido a proteger lo que era suyo.

Elena Castillo sería suya, no solo para protegerla, sino para desatar el verdadero poder que ella ni siquiera sabía que poseía.

Y mientras la noche se volvía más oscura, las sombras en el horizonte se hacían cada vez más profundas, presagiando la tormenta que estaba a punto de desatarse.

            
            

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