Luna de Traicion
img img Luna de Traicion img Capítulo 5 Una Noche de Lujuria
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Capítulo 10 Fuego Cruzado img
Capítulo 11 Secretos en la Oscuridad img
Capítulo 12 El Lobo Solitario img
Capítulo 13 El Arte de la Manipulación img
Capítulo 14 Entre Dos Fuegos img
Capítulo 15 Una Propuesta Oscura img
Capítulo 16 Pasión Prohibida img
Capítulo 17 El Juego de Cass img
Capítulo 18 La Visión de Amara img
Capítulo 19 La Rebelión Se Acrecienta img
Capítulo 20 Decisiones Peligrosas img
Capítulo 21 Ecos del Pasado img
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Capítulo 5 Una Noche de Lujuria

Elena Castillo se encontraba en su oficina en las altas esferas de Manhattan, rodeada de las luces parpadeantes de la ciudad que nunca dormía. El reloj marcaba casi la medianoche, pero ella apenas lo notaba. Había pasado las últimas horas sumergida en la preparación de una presentación crucial para una próxima fusión. Las líneas de código y las cifras de los informes brillaban en la pantalla de su computadora, pero su mente estaba en otra parte, aún atrapada en los eventos de la noche anterior.

El encuentro con Lucian D'Arcy y Damien Wolfe había dejado huellas profundas. La tensión palpable entre los dos hombres, sus insinuaciones veladas y el creciente peligro que sentía alrededor de ellos, todo parecía haber cambiado la dinámica de su vida. Pero lo que más la perturbaba era la conexión innegable que sentía hacia ambos, aunque de formas muy diferentes.

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió lentamente y Damien entró en la oficina, sin esperar una invitación.

"Damien," dijo Elena, su voz controlada pero con un toque de sorpresa. "Es tarde, ¿qué haces aquí?"

Damien cerró la puerta tras él, su presencia llenando el espacio con una intensidad que no podía ignorar. "No podía esperar hasta mañana para hablar contigo," dijo, su voz grave. "Hay cosas que necesitamos aclarar."

Elena sintió cómo su pulso se aceleraba ligeramente, aunque mantuvo su compostura. "¿No podía esperar? Hemos estado aclarando cosas desde que nos conocimos, Damien. ¿Qué es tan urgente esta vez?"

Damien se acercó a su escritorio, sus ojos grises brillando con una mezcla de determinación y algo más, algo más profundo que ella no podía identificar del todo. "No quiero que tengas dudas sobre lo que está pasando entre nosotros, Elena."

Ella lo miró, sintiendo la tensión aumentar. "¿Qué es lo que está pasando entre nosotros, Damien? Porque hasta ahora, solo parece que estoy atrapada entre dos hombres que quieren jugar a ser los dueños del tablero."

Damien se inclinó ligeramente hacia ella, apoyando las manos en su escritorio. La proximidad hizo que Elena se sintiera acorralada, pero también algo más: una corriente de deseo que recorrió su cuerpo, tan inesperada como intensa.

"No estamos jugando, Elena," dijo Damien, su voz baja y cargada de emoción contenida. "Lo que está en juego es demasiado importante para mí, y no se trata solo de poder. Se trata de ti."

Elena sintió cómo sus defensas comenzaban a flaquear. Había algo en la manera en que Damien la miraba, como si pudiera ver a través de cada una de sus barreras cuidadosamente construidas. Sin embargo, no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. "¿De mí? ¿Y qué es lo que quieres de mí, Damien?"

"Quiero protegerte," dijo Damien con una intensidad que la dejó sin aliento. "Quiero asegurarme de que no te conviertas en una pieza más en este juego peligroso. Y sí, quiero que confíes en mí, aunque sé que no te he dado muchas razones para hacerlo."

Elena mantuvo su mirada fija en la suya, tratando de descifrar la verdad detrás de sus palabras. "Confianza es algo que se gana, Damien. Y hasta ahora, todo lo que he visto es que estás dispuesto a luchar por mi lealtad, pero no estoy segura de que eso sea lo mismo que protegerme."

Damien cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando contra algo en su interior. Cuando los abrió de nuevo, su mirada estaba cargada de una emoción que Elena no había visto antes. "No quiero perderte, Elena."

La confesión, aunque sencilla, cayó sobre ella con un peso inesperado. No era una simple declaración de posesión; había algo más, algo que resonó en lo más profundo de su ser. La tensión en la sala se intensificó, y antes de que pudiera detenerse a pensar, Elena se levantó de su silla, acortando la distancia entre ellos.

"Entonces no me pierdas," susurró, sintiendo cómo su voz temblaba ligeramente, traicionando el tumulto de emociones que la invadía.

Damien la miró, sus ojos grises oscureciéndose con deseo. En un movimiento rápido y decidido, la rodeó con sus brazos, acercándola a él. El contacto fue eléctrico, como si ambos hubieran estado esperando este momento desde el día en que se conocieron.

Elena sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. Todo lo que importaba en ese instante era la cercanía de Damien, el calor de su cuerpo, el latido acelerado de su corazón. Cuando él inclinó la cabeza hacia ella, no hubo duda ni vacilación; sus labios se encontraron en un beso que fue tanto una declaración como una rendición.

El beso fue feroz, cargado de pasión contenida que había sido reprimida durante demasiado tiempo. Elena se aferró a Damien, sintiendo cómo él la sostenía con una fuerza que hablaba de su desesperación por no dejarla ir. Era un beso que no solo transmitía deseo, sino también una profunda necesidad, una conexión que ambos sentían pero ninguno estaba dispuesto a admitir.

Damien la levantó ligeramente, haciéndola sentarse en el borde del escritorio mientras continuaban besándose con una intensidad que solo aumentaba. Elena sintió el calor subir por su cuerpo, su piel ardiendo bajo el contacto de las manos de Damien, que exploraban con urgencia cada rincón de su espalda, su cuello, su cabello.

Cuando finalmente se separaron para tomar aire, ambos estaban jadeando, sus miradas entrelazadas en un entendimiento tácito. Pero en lugar de palabras, lo que siguió fue una oleada de lujuria que los envolvió a ambos. Damien deslizó sus manos por las caderas de Elena, levantando ligeramente su falda mientras sus labios volvían a encontrarse, esta vez con una suavidad que contrastaba con la urgencia anterior.

Elena no podía pensar con claridad; cada pensamiento racional había sido reemplazado por el deseo puro que la consumía. Sabía que esto era peligroso, que había mucho en juego, pero en ese momento, nada más importaba que la conexión que compartía con Damien. Una conexión que se había estado construyendo, sin que ella se diera cuenta, desde el primer día.

Damien la sostuvo firmemente, sus labios descendiendo por su cuello mientras ella inclinaba la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y dejándose llevar por las sensaciones. El fuego en su interior solo crecía, alimentado por cada caricia, cada beso. Sus manos comenzaron a desabrochar la camisa de Damien, ansiosa por sentir su piel contra la suya, por explorar cada músculo tenso bajo su tacto.

Cuando finalmente se deshizo de su camisa, Elena dejó que sus manos recorrieran el torso de Damien, sintiendo la fuerza contenida bajo la piel. Su respiración era errática, pero su determinación solo aumentaba. Quería más de él, quería todo de él, y en ese momento, estaba dispuesta a tomarlo.

Damien pareció leer sus pensamientos, porque en un solo movimiento la levantó del escritorio y la llevó hacia el sofá que estaba al otro lado de la oficina. La dejó caer suavemente sobre los cojines, y sin decir una palabra, se arrodilló frente a ella, sus ojos llenos de una mezcla de adoración y lujuria.

Elena sintió que su corazón latía con más fuerza mientras Damien deslizaba sus manos por sus muslos, apartando lentamente el vestido. La expectación se mezclaba con el deseo, y cuando finalmente sus labios comenzaron a explorar su piel, un gemido escapó de sus labios, un sonido que fue como un catalizador, desatando todo lo que ambos habían estado conteniendo.

La noche continuó en una danza de cuerpos entrelazados, susurros entrecortados y una pasión que parecía no tener fin. En ese instante, el mundo exterior dejó de existir. No había vampiros ni hombres lobo, ni alianzas ni traiciones. Solo estaban ellos dos, entregados el uno al otro en un momento de puro deseo.

Horas después, cuando finalmente se recostaron juntos, el sudor enfriándose en sus pieles y sus respiraciones lentamente volviendo a la normalidad, Elena sintió una calma que no había experimentado en mucho tiempo. Pero con la calma vino también una sensación de vulnerabilidad que no podía ignorar.

Damien la sostuvo cerca, como si temiera que se desvaneciera si la soltaba. Pero Elena sabía que lo que acababan de compartir no era solo una cuestión de lujuria. Había una conexión profunda entre ellos, algo que iba más allá de lo físico, algo que ambos sentían pero ninguno estaba dispuesto a admitir.

Mientras la noche avanzaba y el sueño comenzaba a vencerlos, Elena se permitió un momento de debilidad, apoyando su cabeza en el pecho de Damien. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentirse protegida, aunque fuera solo por esa noche.

Pero sabía que la mañana traería consigo nuevas decisiones, nuevos desafíos. Y aunque había encontrado una chispa de consuelo en los brazos de Damien, también sabía que la batalla por su alma, su lealtad y su destino estaba lejos de haber terminado.

Por ahora, sin embargo, se permitió disfrutar del momento, de la intimidad que compartían, aunque ambos sabían que era solo un respiro en medio de la tormenta que se avecinaba. El sonido de la respiración profunda de Damien, el latido rítmico de su corazón bajo la mejilla de Elena, crearon una ilusión de paz, una burbuja donde todo lo demás parecía quedar suspendido.

Pero a medida que los primeros rayos de luz comenzaban a filtrarse por las ventanas de la oficina, esa burbuja comenzó a desvanecerse. Elena abrió los ojos lentamente, dándose cuenta de que la realidad estaba a punto de irrumpir con toda su fuerza.

Se apartó suavemente de Damien, levantándose del sofá con cuidado de no despertarlo. Su cuerpo aún ardía con el recuerdo de la pasión que habían compartido, pero su mente ya estaba empezando a trabajar, intentando ordenar los pensamientos dispersos que se arremolinaban en su interior.

Mientras recogía su vestido del suelo y comenzaba a vestirse, sintió una mezcla de emociones que la dejó inquieta. Había algo profundamente satisfactorio en lo que había ocurrido entre ellos, una sensación de haber derribado una barrera, de haberse permitido ser vulnerable, aunque fuera por un momento. Pero al mismo tiempo, sabía que esto complicaría aún más las cosas.

Damien se movió ligeramente en el sofá, sus ojos abriéndose lentamente. Al ver a Elena vestirse, un destello de preocupación cruzó su rostro. "Elena..." comenzó, su voz ronca por el sueño, pero cargada de un peso que no necesitaba ser explicado.

Ella lo miró, su expresión volviendo a la máscara de calma controlada que había perfeccionado durante años en el mundo empresarial. "Damien, anoche... fue algo que no esperaba, pero no podemos permitir que nuble nuestro juicio."

Damien se levantó, acercándose a ella con un gesto que mezclaba ternura y determinación. "No estoy arrepentido de lo que pasó, Elena. Pero entiendo lo que quieres decir. Esto no cambia la realidad de lo que enfrentamos."

Elena asintió, apreciando que él comprendiera sin necesidad de más explicaciones. "Tenemos que ser claros sobre lo que esto significa. No puedo permitirme distracciones, no con todo lo que está en juego."

"Lo sé," dijo Damien, su voz suave pero firme. "Pero tampoco podemos ignorar lo que sentimos. Esto no es solo lujuria, Elena. Hay algo más entre nosotros, algo que no podemos negar."

Elena lo miró a los ojos, sintiendo que la intensidad de su conexión estaba a punto de arrastrarla de nuevo. Pero se forzó a mantener la claridad. "Damien, si vamos a trabajar juntos, si voy a confiar en ti, necesitamos mantener esto separado. Hay demasiadas vidas en juego, demasiados factores que no podemos controlar."

Damien sostuvo su mirada, su mandíbula apretándose ligeramente antes de asentir. "Entendido. Pero quiero que sepas algo, Elena. No importa lo que pase, no te dejaré sola en esto. Te protegeré, incluso si eso significa que debo mantenerme a distancia."

Elena sintió una punzada de algo parecido a la tristeza, pero también alivio. Sabía que Damien estaba siendo sincero, y en ese momento, eso era lo único que podía pedir. "Gracias, Damien. Lo que pasó entre nosotros... no lo olvidaré. Pero ahora tenemos que concentrarnos en lo que realmente importa."

Damien dio un paso atrás, respetando su decisión, aunque la conexión entre ellos seguía siendo palpable. "Tienes razón. Pero recuerda, Elena, estoy aquí para ti, sin importar lo que decidas."

Elena terminó de arreglarse, sintiendo que el momento había llegado a su fin. Sabía que volver a la realidad sería duro, pero no había otra opción. La vida que había construido, las responsabilidades que había asumido, todo estaba en juego, y no podía permitirse flaquear ahora.

Cuando ambos se dispusieron a salir de la oficina, la atmósfera entre ellos había cambiado. La tensión seguía presente, pero ahora estaba teñida por un entendimiento mutuo, una promesa no dicha de que, a pesar de lo que fuera a ocurrir, lo que habían compartido quedaría entre ellos, un secreto que ambos guardarían en lo más profundo.

Mientras se dirigían al ascensor, Elena no pudo evitar preguntarse qué significaría realmente esa noche para el futuro. Sabía que la guerra entre las facciones sobrenaturales continuaría, que las decisiones que tomara en los próximos días serían cruciales. Pero también sabía que, de alguna manera, Damien Wolfe ya había dejado una marca en ella, una que no desaparecería fácilmente.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron detrás de ellos, Elena y Damien intercambiaron una última mirada. No hubo necesidad de palabras; ambos sabían que su relación acababa de entrar en un nuevo territorio, uno lleno de peligro, pasión y una incertidumbre que los seguiría como una sombra.

Elena respiró hondo, preparándose para lo que vendría. La batalla por el poder, la supervivencia, y quizás algo más, había comenzado. Y mientras las puertas del ascensor se abrían al lobby, ella sabía que no importaba lo que ocurriera, no se permitiría perder el control.

No, no esta vez.

            
            

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