Los ojos de Sophia, de un verde profundo que capturaba la luz de una manera inquietante, observaban un retrato antiguo que colgaba sobre la chimenea. El hombre en el retrato tenía una expresión severa, pero su rostro estaba marcado por una belleza feroz, casi salvaje. Ese hombre era Damien Wolfe.
Con un suspiro suave, Sophia se acercó al retrato, su mano rozando la pintura como si pudiera tocar el pasado. Recordaba vívidamente los primeros días con Damien, cuando ambos eran jóvenes y rebeldes, dispuestos a conquistar el mundo juntos. Fue durante la Revolución Francesa que se conocieron, en medio del caos y la violencia que los acercó de una manera que ninguno de los dos había anticipado. Sophia, una vampira recién convertida, había estado luchando por encontrar su lugar en un mundo que de repente se había vuelto mucho más grande y peligroso. Damien, un licántropo con una fuerza y liderazgo innatos, la encontró cuando ella estaba en su punto más bajo, y juntos formaron una alianza que rápidamente se transformó en algo más.
La relación entre ellos era intensa, marcada por una pasión que desafiaba la razón y una lealtad que, en su momento, parecía inquebrantable. Sin embargo, a medida que pasaban los años, la ambición de Damien por proteger a su manada y a aquellos que consideraba suyos comenzó a chocar con los propios deseos de poder de Sophia. Mientras él buscaba estabilidad y control, ella ansiaba caos y expansión. La ruptura llegó de manera inevitable, pero no sin dejar cicatrices profundas en ambos.
Sophia apartó la mano del retrato, sus ojos endureciéndose al recordar la traición que nunca había superado del todo. Damien había elegido a su manada sobre ella, había puesto a su gente por encima de su relación, y esa decisión fue algo que Sophia nunca pudo perdonar. Ahora, después de tantos años, el destino le había dado una nueva oportunidad para ajustar cuentas.
Sabía que no podía enfrentarse a Damien de manera directa; él era demasiado fuerte, demasiado inteligente para caer en una trampa simple. Pero había una debilidad en él que Sophia estaba decidida a explotar: su creciente interés por Elena Castillo. La humana era inteligente, ambiciosa y, lo más importante, había capturado la atención de Damien de una manera que pocos otros lo habían hecho.
Sophia sonrió para sí misma, un gesto frío y calculador. Sabía que Elena podría ser la llave para finalmente destruir a Damien desde dentro. Si podía manipular a Elena, hacerla dudar de Damien, sembrar la discordia entre ellos, entonces podría desmoronar todo lo que Damien había construido, pieza por pieza.
Sophia giró sobre sus talones y salió del salón, avanzando hacia su biblioteca privada, donde guardaba registros y documentos antiguos. Sabía que su primer paso debía ser ganar la confianza de Elena, y para hacerlo, necesitaba estar bien informada. Elena era una mujer cautelosa, alguien que no se dejaba engañar fácilmente, pero Sophia había perfeccionado el arte de la manipulación a lo largo de los siglos.
Tomó un libro antiguo de la estantería, uno que contenía información sobre las alianzas pasadas entre vampiros y licántropos, y se sentó en un sillón cercano. Mientras pasaba las páginas, su mente trabajaba rápidamente, formulando los primeros pasos de su plan. Sabía que la clave estaba en acercarse a Elena en un momento de vulnerabilidad, hacerle creer que tenía un aliado en ella, alguien que entendía el peligro que Damien representaba.
Sophia no tenía prisa. Había aprendido que la venganza era un plato que se servía mejor frío, y estaba dispuesta a esperar todo el tiempo que fuera necesario para asegurarse de que Damien pagara por su traición.
Después de horas de planificación, Sophia se levantó y se dirigió a su vestidor. Eligió un atuendo que exudaba poder y elegancia, un vestido largo de terciopelo negro que abrazaba su figura esbelta, combinado con un collar de esmeraldas que realzaba el brillo de sus ojos. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su maquillaje estaba perfectamente aplicado, destacando la belleza sobrenatural que la caracterizaba.
Con un último vistazo en el espejo, Sophia salió de su mansión y se dirigió hacia el centro de la ciudad. Su destino: la sede de Castillo Technologies. Sabía que Elena estaría trabajando tarde, como siempre, y era el momento perfecto para hacer su primer movimiento.
Cuando llegó al imponente edificio, Sophia caminó con confianza hacia la recepción, donde fue recibida con sorpresa por la recepcionista. Sin necesidad de muchas palabras, logró que la condujeran directamente a la oficina de Elena.
Las puertas del ascensor se abrieron, revelando el despacho de Elena, quien levantó la vista al escuchar el suave golpe en la puerta. Cuando vio a Sophia, su expresión se endureció, pero no mostró sorpresa. "Sophia," dijo Elena, con un tono que mezclaba curiosidad y precaución. "¿Qué te trae por aquí a estas horas?"
Sophia entró en la oficina, cerrando la puerta tras de sí. "Elena, pensé que era hora de que nos conociéramos mejor," comenzó, su voz aterciopelada y envolvente. "Después de todo, compartimos más de lo que podrías imaginar."
Elena entrecerró los ojos, claramente sopesando las palabras de Sophia. "¿En qué sentido? No creo que tengamos mucho en común."
Sophia se acercó lentamente al escritorio, inclinándose ligeramente hacia Elena. "Ambas somos mujeres fuertes, ambiciosas, que han tenido que abrirse camino en un mundo dominado por hombres poderosos. Pero hay algo más, algo que quizás no has considerado. Damien Wolfe no es lo que parece ser."
Elena mantuvo la calma, aunque Sophia pudo ver el destello de incertidumbre en sus ojos. "¿Qué quieres decir?"
Sophia sonrió, inclinando un poco más su cabeza, como si estuviera a punto de compartir un secreto. "Damien tiene una historia que nunca te contará. Una historia que podría cambiar la forma en que lo ves, en que confías en él. Yo puedo ofrecerte la verdad, Elena, la verdad que Damien ha estado ocultando."
Elena se cruzó de brazos, adoptando una postura defensiva. "¿Y por qué debería creerte? ¿Qué te hace pensar que necesito tu ayuda?"
"Porque, como tú, he estado cerca de Damien, lo he conocido de una manera que pocos lo han hecho," respondió Sophia con suavidad. "Y porque sé que, en este momento, necesitas respuestas. Respuestas que él nunca te dará."
Elena permaneció en silencio, claramente evaluando las intenciones de Sophia. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sentía la urgencia de descubrir más sobre el hombre que había comenzado a influir tanto en su vida.
"¿Y qué es lo que quieres a cambio de esta verdad?" preguntó finalmente Elena, manteniendo su tono firme.
"Solo una oportunidad para demostrarte que no soy tu enemiga," dijo Sophia, enderezándose. "Quiero ayudarte a ver la realidad, a tomar decisiones informadas. Nada más, nada menos."
Elena mantuvo su mirada fija en Sophia durante un largo momento, antes de asentir lentamente. "De acuerdo. Estoy dispuesta a escuchar lo que tienes que decir. Pero si descubro que estás mintiendo o manipulándome, esta será la última vez que hablemos."
Sophia sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos pero que proyectaba la confianza de alguien que sabía que ya había ganado la primera batalla. "No te decepcionaré, Elena. Te lo prometo."
Con esas palabras, Sophia dio media vuelta y salió de la oficina, dejando a Elena sola con sus pensamientos. Sabía que había logrado plantar la semilla de la duda, y ahora solo era cuestión de tiempo antes de que esa duda comenzara a crecer, consumiendo la confianza de Elena en Damien.
Mientras las sombras de la noche se alargaban sobre la ciudad, Sophia se alejó con una sensación de satisfacción. El primer movimiento había sido exitoso, y ahora, el tablero estaba preparado para el siguiente paso. La venganza estaba en marcha, y nada ni nadie podría detenerla.
Sophia salió del edificio de Castillo Technologies con una sonrisa apenas perceptible en sus labios. El aire frío de la noche acariciaba su piel, pero no podía disipar la cálida satisfacción que sentía por dentro. Sabía que había sembrado la primera semilla de duda en la mente de Elena, y que esa semilla crecería lentamente, envenenando la confianza que la humana podría haber tenido en Damien Wolfe.
Mientras se alejaba por las calles iluminadas de Manhattan, Sophia repasaba los siguientes pasos de su plan. Sabía que no podía apresurarse; había aprendido, a lo largo de los siglos, que la paciencia era su mayor aliada. Damien era astuto, pero también predecible en su deseo de proteger a Elena. Esa previsibilidad era lo que Sophia planeaba usar en su contra.
Sophia se detuvo frente a una joyería cerrada, admirando su propio reflejo en el vidrio, una figura imponente y elegante, que exudaba poder en cada movimiento. Su mente volvía una y otra vez al pasado, a los momentos que había compartido con Damien, momentos de pasión y conflicto que aún ardían en su memoria como brasas encendidas. Pero el pasado ya no importaba, solo el presente y la venganza que había trazado meticulosamente.
Sabía que Elena era la clave para desmoronar el control de Damien. La conexión que había visto entre ellos era poderosa, pero no inquebrantable. Si lograba romper esa confianza, Damien se volvería vulnerable, y entonces Sophia tendría su oportunidad de aplastarlo de la manera más dolorosa posible.
Decidida, Sophia se dirigió hacia una de las entradas secundarias del Central Park. El parque, normalmente lleno de turistas y residentes durante el día, estaba ahora envuelto en una calma inquietante. Los árboles proyectaban sombras alargadas bajo la luz de la luna, y el aire estaba impregnado con el aroma terroso de la vegetación. Sophia siempre había encontrado consuelo en la oscuridad del parque, un lugar donde podía planear sin interrupciones.
Caminó hasta llegar a un claro donde se detuvo, cerrando los ojos y respirando profundamente. Se concentró, sintiendo las vibraciones de la ciudad, y luego, como si fuera un susurro en la mente, sintió la presencia de alguien más. No estaba sola.
Una figura emergió de entre las sombras, moviéndose con una gracia sobrenatural. Raphael "Rafe" Moretti, un cazador de recompensas conocido en el mundo sobrenatural por su habilidad para rastrear y eliminar objetivos, apareció ante ella. Su sonrisa era tan peligrosa como el filo de un cuchillo, y sus ojos oscuros brillaban con un interés depredador.
"Sophia," dijo Rafe, su voz suave y cargada de una curiosidad calculada. "No esperaba verte aquí esta noche. ¿Qué te trae a mi territorio?"
Sophia lo miró con un aire de superioridad que había perfeccionado a lo largo de los años. "Rafe, siempre es un placer verte. Estoy aquí porque necesito de tus servicios."
Rafe arqueó una ceja, su sonrisa ampliándose. "¿Y en qué puedo ayudarte, querida Sophia? Ya sabes que siempre estoy dispuesto a hacer un trato, por el precio correcto."
Sophia dio un paso hacia él, su presencia magnética capturando su atención. "Quiero que vigiles a Elena Castillo. Necesito saber cada movimiento que hace, cada persona con la que habla, especialmente si está con Damien Wolfe. Y si descubres algo que pueda servir para destruir la confianza que ella tiene en él, quiero que me lo informes de inmediato."
Rafe la observó por un largo momento, sopesando la oferta. "Elena Castillo, la humana que tiene a todos los grandes de este juego enloquecidos. Interesante. ¿Qué es lo que planeas hacer con esta información, Sophia?"
Sophia sonrió, pero sus ojos brillaron con una frialdad que hizo que la sonrisa pareciera casi cruel. "Eso es algo que solo necesitas saber si es necesario, Rafe. Lo que debes entender es que si me ayudas, te recompensaré generosamente. Pero no intentes traicionarme, o serás tú quien termine en el lado equivocado de este juego."
Rafe soltó una risa suave, su tono lleno de una confianza que solo alguien como él podría tener. "No te preocupes, Sophia. Sabes que soy leal... mientras el precio sea el adecuado."
Sophia asintió, satisfecha con la respuesta. Sabía que Rafe era un hombre de negocios en el fondo, alguien que valoraba más las oportunidades que las alianzas. Y en este caso, Sophia tenía todas las cartas.
"Entonces estamos de acuerdo," dijo Sophia, extendiendo una mano hacia él. "Quiero un informe diario de tus hallazgos. Y Rafe, asegúrate de que Elena no descubra que la estamos observando. Necesito que ella siga creyendo que está tomando sus propias decisiones."
Rafe tomó su mano, su agarre firme y seguro. "Tendrás toda la información que necesites, Sophia. Y si hay algo que pueda usar para crear una brecha entre ellos, lo sabrás antes que nadie."
Con ese acuerdo sellado, Sophia se despidió y se adentró nuevamente en las sombras del parque. Sabía que la primera fase de su plan estaba en marcha. Rafe era un maestro en lo que hacía, y estaba segura de que con él observando a Elena, no habría detalle que pasara desapercibido.
Mientras se dirigía de regreso a su mansión, Sophia se permitió un momento para disfrutar del sabor anticipado de la victoria. Damien no sabía lo que se avecinaba, y Elena, por muy inteligente que fuera, no tenía idea del papel que estaba a punto de jugar en este juego mortal.
Sophia sabía que la guerra estaba lejos de terminar, pero con cada movimiento, se acercaba más a su objetivo. Y cuando llegara el momento, Damien Wolfe se daría cuenta de que había subestimado a la mujer que una vez amó y traicionó. Y entonces, cuando todo lo que él valoraba se desmoronara, Sophia estaría allí, para verlo caer.
El susurro de las sombras comenzó a crecer en intensidad, envolviendo a Sophia en su oscuridad mientras planeaba su próximo paso. Sabía que la paciencia era clave, pero también que no tardaría mucho en ver los frutos de su venganza florecer. Y cuando lo hicieran, serían más dulces que cualquier victoria que hubiera saboreado antes.
La luna brillaba intensamente sobre Nueva York, y en las sombras, Sophia Devereaux estaba lista para dar el siguiente paso en su elaborado juego de intrigas.