Capítulo 5 ¿Hamburguesas

Aaron no paraba de observar a ese hombre con curiosidad. Por alguna razón le llamaba la atención, tanto que no podía dejar de mirarlo, aunque procuraba no ser muy obvio pues no quería que se fuera a enojar.

No podía creerlo cuando le dijo que lo llevaría a comer. Al principio creyó que era una broma malvada, que solo lo estaba molestando como hacían muchos, pero no vió que se riera en ningún momento así que no se atrevió a preguntar, simplemente dejó que volviera a arrancar.

El estómago le sonaba del hambre y la sola idea de que comería algo hacía que quisiera saltar en el lugar de la alegría.

Pasearon por la ciudad, dónde a pesar de la hora, las personas parecían no descansar. Aaron los observó distraído hasta escuchó la voz del chico a su lado, haciéndolo dar un saltito.

- ¿Cómo te llamas?- le preguntó mientras se estacionaba a un lado, Aaron pudo ver que estaban frente a un restaurante que se veía caro y elegante.

Se distrajo tanto observando el lugar que se le olvidó responder, Leandro no se desesperó ni se molestó por eso pues había notado que sacar palabras de la boca del chico era bastante difícil.

El castaño lo vió apagar el coche y bajarse para rodearlo e ir a abrir su puerta.

- abajo anda.- ordenó y el menor no tardó en obedecer.

El pelinegro se dió vuelta comenzando a caminar y Aaron lo siguió desde atrás como un perrito.

Ya estaba un poco nervioso por la presencia del hombre, sin embargo, en el momento en que cruzó la puerta de el restaurante todo aumentó más y sintió ganas de retroceder de inmediato.

Pudo darse cuenta por las miradas despectivas que todos los presentes le dirigieron, que no pintaba nada en ese lugar, mucho menos al lado de una figura como la de aquel chico.

Mientras el pelinegro estaba completamente arreglado, con buena ropa, peinado y limpio, el era todo lo contrario. Su rostro, bastante mal por los golpes que Patrik le había dado y su ropa vieja y rota. Se sentía una pulga horrorosa alado de el. Sintió vergüenza.

Sin darse cuenta se pegó más al hombre con el que había ido hasta allí y bajó la mirada, tratando de ignorar las del resto. Supo que si pudieran sacarlo a patadas de allí lo harían.

Solo pudo salir de sus horribles pensamientos cuando escuchó la voz que lo sacó de su cabeza.

- vamos a sentarnos.- dijo el mayor dirigiéndose a una mesa.

Estaba alado de la ventana y no muy lejos de la puerta, Aaron agradeció eso pues no se sentía muy seguro estando en un lugar cerrado. No tenía idea de quien era el hombre con el que estaba y aunque lo único que le importaba ahora era comer, no podía confiarse tanto. Patrik se lo había advertido muchas veces, había personas muy peligrosas, personas que realmente podrían hacerle daño y tenía que saber identificarlas. Pero al mirar el rostro del tipo supo que no de parecía en nada a ellos, lo sabía porque conocía uno. Uno de esos que tomaban personas, sobre todo a los putos que ya no servían para hacer su trabajo. Se los llevaban y los ponían encima de una camilla para abrirles el cuerpo y sacarles los órganos. Uno de los amigos de Patrick lo hacía. Cuando se lo contaron Aaron sintió mucho miedo, tanto que quiso salir corriendo de solo pensarlo, pero Patrik lo tranquilizó diciéndole que eso no iba a pasarle a el, porque el le pertenecía e iba a cuidarlo, no dejaría que ese hombre lo lastimara.

Dió un respingo en el lugar al ver como el pelinegro chasqueaba los dedos delante de su rostro. Lo miró confundido.

- ¿Estás aquí?- inquirió con el entrecejo fruncido.- te preguntaba que quieres comer.

Aaron mantuvo la mirada quieta por un momento y luego se fijó en el menú que el pelinegro le había extendido. De manera curiosa lo abrió y observó el contenido de este. Se fijó en los dibujos de toda esa comida que se veía deliciosa, se le hacía agua la boca de solo verla y pudo escuchar como sus tripas protestaban también, exigiendo algo de alimento.

Pasó unas cuantas páginas, guiándose solo por los dibujos que veía pues no entendía las letras. No sabía leer. No se dió cuenta que se había entretenido por demasiado tiempo hasta que escuchó al mayor suspirar, haciéndolo estremecerse. Se apresuró a decidirse por algo aunque la verdad era que cualquier cosa que comiera se le haría deliciosa con el hambre que tenía.

Señaló una de las comidas con el dedo. Leandro observó curioso la comida escojida.

- ¿Hamburguesa?- el menor asintió no muy seguro.- Muy bien, ¿Acompañada de papas?- volvió a asentir.

Se quedó quieto viendo como el pelinegro levantaba una mano y enseguida pudo ver cómo una chica vino con una libreta en su mano. Aaron pudo notar la mirada de reojo que le envió y eso lo hizo encogerse más en su lugar, queriendo hacerse pequeñito.

- buenas noches señor, ¿Que desea ordenar?- preguntó amablemente y mostrándole una gran sonrisa al mayor.

- buenas noches.- Leandro apenas le dedicó un pequeño gesto por cordialidad.- me gustaría pedir una hamburguesa con papas.- señaló el menú.

- muy bien y, ¿Que le gustaría tomar?- la chica anotó en su libreta mientras volvía a preguntar.

El mayor le dedicó una mirada y Aaron no tenía idea de que decir. No conocía de bebidas, siendo sincero el agua era lo que más se le antojaba pues tenía mucha sed, pero en lugar de responder volvió a abrir el menú y llegó rápidamente a la página de las bebidas. Señaló la que se le hizo más llamativa.

- una coca cola porfavor.- el mayor volvió a dirigirse a la mujer que asintió.

- muy bien, ¿Se le ofrece algo más?

- un café negro, sin azúcar.

- bien, pues en un momento le traemos su pedido.- la chica le volvió a sonreír.

- muchas gracias.

El oji-verde volvió a dedicarle la misma mueca antes de que la chica se marcharse, ignorando completamente a la otra persona en la mesa.

Aaron se removió incómodo en su asiento cuando volvió a sentir la penetrante mirada del mayor sobre el.

- ¿Te gustan mucho las hamburguesas?- preguntó.

El menor levantó levemente la mirada.

Se encogió de hombros.

- n-no lo sé, nunca he comido una.

Aaron pensó que los ojos del hombre iban a salirse de sus órbitas.

- ¿Nunca has comido una hamburguesa?- preguntó tan sorprendido que Aaron pensó que había dicho algo muy malo.

Negó.

- vaya... Eso sí que es raro.- y aunque se sintió un poco molesto por las palabras del mayor, no se atrevió a decir nada, solo se dedicó a hacer una pequeña mueca. Tras unos segundos pensó que no volvería a hablarle pero no podía estar más equivocado pues el hombre tenía muchas ganas de hacer preguntas.- ¿Cómo te llamas?- volvió a repetir la que le hizo en el coche.

- Aaron.- respondió.

- Aaron.- repitió el hombre como si estuviera analizando cada letra de su nombre. No le dió mucho tiempo pues volvió a soltar una pregunta.- ¿Sabías que eres un pésimo ladrón Aaron?

El rostro del más chico se puso rojo de la vergüenza y bajó lo más que pudo la cabeza, provocando que algunos mechones de su crecido cabello se le cayeran en el rostro.

- no soy un ladrón.- susurró bajito.

El pelinegro torció un poco la cabeza y entrecerró los ojos.

- ¿Ah no?- Aaron negó.- pues a mí me parece que si lo eres. Así se le llama a las personas que roban y tú lo has hecho.

- no soy... Un ladrón.- repitió.

- ¿Y entonces por qué tenías dos carteras que no te pertenecían? Eso se llama robar niño.

- pero yo...- no sabía que decir, no había excusa que lo justificara y lo que decía ese chico era verdad, pero por alguna razón el que lo llamara de esa manera lo hacía sentir horrible.- no quería hacerlo.- admitió.

- ¿El qué?

- r-robar...

- ¿Y entonces por qué lo hiciste?- pero silencio fue lo único que Aaron pudo darle pues no sabía que decir.

Sabía que nada de lo que dijera haría que ese hombre dejara de verlo de esa forma, aún así, tras pensarlo un poco decidió responder.

- tenía hambre.- confesó parte de la verdad.

- ¿Entonces por eso robaste?- el menor asintió dudoso. Vió al pelinegro pensar un momento.- ¿Y tus padres?- pero la pregunta cambió antes de que pudiera razonarla.- ¿Cuantos años tienes?

Aaron mantuvo los ojos fijos en el mayor y arrugó la nariz pensando, ¿Que edad tenía?

La verdad es que no lo sabía, su edad era algo que nunca había sabido con claridad, el tiempo no era algo que tuviera mucho en cuenta, no era algo en lo que pudiera pensar normalmente.

Pero no podía decirle eso, porque sabía que no era normal que una persona no supiera su edad, así que lo mejor que se le ocurrió fue inventarse una.

Una vez había escuchado a uno de los niños con los que pasaba el tiempo muchas veces cuando esperaban para dar servicios decir que cuando tuviera dieciocho manejaría un coche tan elegante y bonito como el de sus amos, los cuales recorrían las calles controlando que los chicos hicieran su trabajo. Aaron había sentido mucha curiosidad y no había podido evitar preguntarle que por qué a los dieciocho. Recordaba que el chico le había sonreído ampliamente y le había respondido con alegría y orgullo "porque cuando tienes dieciocho puedes hacer lo que quieras, así que tomaré un coche de esos y huiré muy lejos"

Esa idea le había quedado al castaño grabada en la cabeza.

"cuando tienes dieciocho puedes hacer lo que quieres

No volvió a ver al chico y luego de un tiempo se enteró que Zach, uno de los tantos chulos que controlaban a los prostitutos, lo había matado de una golpiza y solo se habían podido rescatar unos órganos pues muchos de ellos habían quedado deshechos.

Pero Aaron nunca se olvidó de esa pequeña conversación y desde ese momento soñó con el momento en el que cumpliera dieciocho. Miraba las estrellas todas las noches y se preguntaba si habría algún vehículo que lo llevara hasta ellas, si era así ya sabía que era lo que iba a hacer a los dieciocho.

Hubo un momento incluso en el que se animó a preguntarle a Patrik si sabía cuántos años tenía, fue un momento después de que este lo hubiera fallado. Estaban tumbados sobre la cama y el mayor le acariciaba el cabello con suavidad, estaba de buen humor así que Aaron pensó que era el mejor momento para hacerlo. La respuesta del hombre fue una pequeña risita y luego le preguntó que por qué quería saberlo, Aaron no supo que decirle así que Patrik simplemente me besó los labios una vez más y antes de levantarse le dijo. "no sé cuántos años tienes, pero sigues siendo tan hermoso como cuando eras una criaturita tan pequeña como un duende

Y eso fue todo.

- tengo dieciocho. - el mayor alzó una ceja, desconfiado.

- ¿Estás seguro?- inquirió para ver como el castaño asentía.

No tuvo más tiempo de hacer preguntas porque entonces llegó la mesera con la comida, la cual dejó sobre la mesa con cuidado. Los ojos de Aaron bajaron instintivamente hacia los alimentos y sus ojos se iluminaron al ver la hamburguesa y las papas humeantes, también vio como dejaban una tasa delante del mayor.

- gracias. - cuando la mujer se marchó Aaron volvió a elevar la mirada hacia el hombre frente a el, quien aún lo miraba. Al pasar unos segundos y ver que el menor no tenía intenciones de moverse le hizo una pequeña seña con la cabeza hacia la comida.- come anda.

Y no tuvo que decirlo dos veces, porque el menor se lanzó prácticamente hacia la comida y comenzó a devorarla en cuestión de segundos. Leandro se sorprendió al principio de la velocidad con la que el niño comía, como si no lo hubiera hecho en años.

- despacio niño, te vas a atragantar.- le advirtió.

Tomó un sorbo de su café mientras no podía dejar de mirar al menor que devoraba los alimentos como si no hubiera un mañana.

Primero fue por la hamburguesa y sus ojos se aguaron al sentir su sabor, cuando pudo sentir el queso en su boca, la carne, el pan suave y con pequeñas semillas.

En un momento se sintió realmente ahogado y supo que debía parar un poco a pesar de que no quería dejar de comer. Entonces vió el vaso que al parecer era la bebida que había pedido. Se apresuró a tomarlo y se lo llevó a los labios pero al parecer debería haberlo tomado más despacio pues tras darle dos tragos rápidos comenzó a toser. Su cara era de desconcierto total, la bebida tenía algo que hacía que su garganta se sintiera raro.

- pues claro, no puedes tomar así de rápido algo con efervescencia.- le informó el oji-verde un poco tarde al parecer.

Luego de toser un poco más volvió a atacar su hamburguesa.

- ¿Entonces, que me dices?- preguntó cansado del silencio.- ¿Que tal tu primera impresión de lo que es una hamburguesa?

- está ri...ca- respondió con la boca llena y aunque Leandro tuvo ganas de regañarlo por eso decidió no hacerlo.

Antes de siquiera terminar de tragar lo que ya tenía, pudo ver cómo seguía metiéndose más comida.

Suspiró y decidió aprovechar que estaba entretenido para seguir indagando.

- entonces me dijiste... Que no eres un ladrón y que no te gusta robar, que no eres un ladrón.- retomó el tema.

- no me gusta... Que me llames así.- confesó y se sorprendió a si mismo al no saber de dónde había sacado la valentía para decir aquello.

Toda su vida lo habían llamado de maneras despertantes y jamás se había atrevido a quejarse por ello.

- ¿Ladrón?- el chico asintió.- pero eso es lo que eres.- supo enseguida que lo incomodaba pues el chico que se había atrevido a levantar la mirada volvió a bajarla. Suspiró.- las personas de hoy pudieron haberte matado si no te ayudaba a escapar. Y estaban en todo su derecho de estar enojados porque les has robado, yo también me enojé.- pudo percibir que esas palabras lo pusieron aún más nervioso.- pero como ya te dije, yo no soy de andar por ahí golpeando a la gente, así que decidí tomarmelo con calma. Sin embargo... No todas las personas van a ser así. Un día te encontrarás con alguien peligroso de verdad y te harán daño realmente.

Aaron pensó que lo mejor sería disculparse aunque no parecía que eso fuera lo que el chico estaba esperando. Prefirió callar.

- prométeme que no vas a volver a robar.- esas palabras lo dejado petrificado, tanto que ni siquiera pudo seguir comiendo.

Llevó su mirada hacia los ojos contrarios, buscando un sentido a lo que acababa de pedirle. Pero parecía sincero, parecía que se lo estaba pidiendo realmente.

- si tienes hambre díselo a alguien, estoy seguro de que encontrarás a alguien que quiera ayudarte, hay lugares donde pueden darte comida, puedes decirle eso a tus papás, pero no tienes que seguir robando. Eso está mal.- el menor escuchaba con atención cada palabra que salía de la boca del contrario.- ¿Me lo prometes?

Y aunque Leandro no quería demostrarlo, la verdad es que me causaba mucha incomodidad y una extraña ansiedad pensar en que si ese chico seguía haciendo eso, terminaría muy mal. No era asunto suyo y lo tenía claro, tal vez ni siquiera debería haberse metido a ayudarlo, pero ya era tarde para eso.

Solo quería escuchar un si pero respuesta y aunque pasaron unos segundos antes de que llegara, el menor comenzó a asentir lentamente.

- si.

El pelinegro sonrió satisfecho y se terminó su café.

Unos minutos después el menor ya había terminado su comida, tenía las mejillas un poco manchadas de queso y ketchup.

Mete una mano en su bolsillo para sacar la cartera, y de ahí saca una de sus tarjetas. Mira al chico antes de ponerse de pie.

- voy a ir a pagar la cuenta, ¿Okay?- le dice.- espérame aquí sentado, en cuanto vuelva nos vamos y te llevo a tu casa.

No respondió, pero Leandro no se preocupó por eso. Debería haberlo hecho. Porque fue hasta el mostrador con su tarjeta y una vez pagó la comida volvió hacia su mesa listo para llevar al chico a su casa, sin embargo cuando llegó... Ya no había nadie en la mesa.

Se había ido.

            
            

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