Capítulo 8 ¡Niño!

El molesto despertador no paraba de sonar, pero a Leandro nunca le había costado tanto abrir los ojos.

Soltando un fuerte suspiro estiró su mano para apagarlo y se quedó un momento más tirado en su cama mirando el techo.

Se sentía fatal, el dolor de cabeza era insoportable y eso que no había tomado tanto. Su malestar se debía a otra cosa.

Finalmente se puso de pie, tomando fuerzas de quien sabe dónde y se dirigió al baño para darse una ducha, buscando sentirse mejor.

El agua fría lo alivia un poco, sin embargo no es suficiente para hacer desaparecer su mal humor.

Sale de su baño envuelto en la toalla y comienza a buscar ropa que ponerse pero en eso escucha su teléfono sonar arriba de la mesa de noche.

Entonces se da cuenta de algo.

Maldiciendo corre hasta el teléfono y efectivamente cuando lo prende se da cuenta de que sus amigos le han dejado montones de llamadas y mensajes, preguntándole si estaba bien, que por qué los había dejado así la noche anterior, que estaban preocupados por el.

Leandro se siente un poco mal por no haberles dado ninguna explicación pero la verdad era en lo que menos había pensado luego de todos los sucesos.

A pesar de que todos le escribieron por separado el decide contestar en el chat grupal para tener que escribir una única vez.

Leandro: estoy bien, nos vemos en la uni y les cuento.

Envía el mensaje y vuelve a dejar su teléfono.

Se acerca a su espejo para acomodarse el cabello, se lo mueve hacia atrás para luego ponerse un pañuelo, una vez listo solo me queda tomar su mochila, su móvil y salir de la habitación.

Baja las escaleras hasta el primer piso, dónde cuando va llegando abajo puede escuchar las voces desde la cocina.

- que los pankeiks no se hacen así menso.- dice una voz chillona en forma de regaño.- los rompes todos y no quedan bonitos.

- amor... Se te van a deshacer en la boca, ¿Que importa la forma?

- que excusa más tonta para justificar que no sabes dar vuelta unos tontos pankeiks.- suelta una risita.

Leandro no pudo evitar sonreír, caminó hasta la entrada de la cocina y desde allí pudo ver a los dos hombres en la cocina, los cuales discutían en forma de broma por cualquier tontería, mientras intentaban cocinar, o bueno... Uno intentaba enseñar a cocinar al otro.

Eran sus padres.

Los observó durante unos minutos más y podría haberse quedado ahí todo el día mirándolos conversar, reír y pelear. Los adoraba.

Pero entonces el delicioso olor a tocino lo invadió y se dió cuenta que no tenía mucho tiempo para desayunar o llegaría tarde a la universidad.

- Buenos días.- saludó terminando de entrar en la cocina.

Ambos hombres se voltearon hacia el recién llegado y sonrieron apenas lo vieron.

El de cabello rubio, que traía un delantal de cocina fue quien se acercó primero con una sonrisa.

- oh mi bebé.- llegó hasta su hijo para tomarlo de las mejillas y llenarlo de besos en la frente y las mejillas.- buenos días pequeño.

Leandro le devolvió la sonrisa y también dejó un beso en su frente. Lo pasaba por algunos centímetros pues su padre Jack no era realmente alto y el había pegado un gran estirón a los quince años.

- Buenos días pa.- le saludó, después se dirigió a su otro padre.- hola papá.

- ¿Cómo estas campeón?- Leo, su otro papá le dedicó una sonrisa pero en eso empezó a salir humo de la sartén.- ay... Cariño se van a quemar.

- dios, hombres...

Jack se dió vuelta para ir a encargarse de la comida, mientras que Leo se acercó a su hijo para revolverle un poco el cabello.

- siéntate a desayunar hijo, preparé unos pankeiks deliciosos.

- ¿Preparé?- pregunta incrédulo el rubio.

- bueno, yo los puse en la sartén al menos.- admitió Leo.

Leandro no pudo evitar reír mientras iba a la mesa a sentarse. Mientras sus padres traían las cosas el se dedicó a servir jugo de naranja para el y para su padre Leo, ya que su padre Jack no podía vivir sin su café en las mañanas.

- ¿Que tal te fue ayer cariño?- le preguntó el rubio mientras le ponía miel a unos pankeiks.

- bien...- fue lo único que pudo responder pues la pregunta automáticamente lo llevó a la noche anterior, en la que se había pasado gran parte de la noche pensando.

Por alguna razón no se podía sacar a ese chico de la cabeza y eso le molestaba demasiado.

- ¿Solo bien? - esta vez fue el se cabello oscuro quien preguntó.

- bueno... La fiesta no estuvo mal.- dijo pues no era una mentira.- aunque tampoco estuvo muy entretenida.

- no te oí llegar, creí que habías dormido dónde Aisha.

- no, es que llegué un poco tarde.- admitió llevándose el último trozo de tocino a la boca para luego ponerse de pie.- y hablando de tarde... Debo darme prisa, ya tengo que irme.- se acercó primero al rubio.- adiós pa, te amo.- dijo dándole un beso en el cabello.- adiós papá.- también le dió un beso hacia otro padre.

- adiós bebé, te queremos.

- que te vaya bien.

Luego de despedirse salió de su casa y tomó su coche para dirigirse a la universidad.

Al llegar al campus pudo ver a toda la gente que se encontraba fuera de este, buscó un lugar para estacionar el coche y luego se bajó.

Su clase empezaba en cinco minutos por lo que no tenía mucho tiempo, así que luego de pasar por la máquina expendedora a buscar una bebida fue directo a clases.

Apenas entrar al salón buscó con los ojos a alguno de sus amigos. No recordaba bien con quién le tocaba cada clase, pero comprobó que esta era con Tino cuando lo vió sentado al final del salón, a un lado de la ventana con unas gafas de sol y recostado contra la pared como si se estuviera muriendo. Estaba claro que la resaca le estaba pegando peor que a él.

Con una pequeña sonrisa y listo para burlarse se dirigió hacia el fondo, dejó su mochila a un lado y se sentó junto a su amigo.

- buenos días estrellita.- le susurró en el oído haciendo que este diera un salto del susto.

- ¡Maldita sea Leandro!- se llevó la mano al pecho.- me está por explotar la cabeza y tú vas a hacer que me explote el corazón.

Leandro soltó una risita.

Tino se sacó las gafas de sol tras un momento para mirarlo con seriedad, arqueó una ceja.

- ¿Que?- el pelinegro lo miró de reojo.

- ¿A qué estás esperando para darme una explicación de por qué me abandonaste ayer cuando estaba a punto de vomitar mis tripas?

Leandro hizo una mueca de asco.

- eres un asqueroso.

- ajá, pero es la verdad, no sé por qué rayos tomé tanto, pero no volveré a hacerlo, me siento fatal.

- yo sí sé por qué lo hiciste.- confirma a su amigo.- Amores imposibles.

Tino rodó los ojos y volvió a ponerse las gafas, claramente no quería mirarlo porque tenía razón.

- cállate Lean, es muy temprano para que te pongas a intentar hacer de psicólogo.

- no importa la hora que sea, siempre te molestará escucharlo. Te sentiste mal porque Felipe volvió a hablarse con chicas en tus narices.

- el es libre de hacer lo que quiera.- susurró el otro con voz amarga.

- si, pero eso no significa que no te duela.- concluyó.- te duele porque te gusta pero sabes que no puede ser, pero el amor no es algo que puedas controlar, no puedes evitar sentirte mal cuando habla con chicas.

- y me siento egoísta por eso.

Leandro llevó una mano a su hombro en forma de consuelo.

- ya pasará en algún momento, encontrarás a un chico que te corresponda y te haga muy feliz.- hizo una pausa.- aunque sigo pensando que deberías decirle.

- ¿Y arruinar todos nuestros años de amistad? No gracias.

Leandro decidió no insistir pues era un tema bastante complicado para su amigo, y poniéndose en sus zapatos sabía que era horrible lo que estaba sintiendo.

Desde que se lo había contado, hace apenas unos meses no había podido evitar sentirse mal por Tino.

Su mejor amigo le había confesado una noche en qué lo había encontrado llorando, le preguntó que le pasaba y aunque al principio se negó a hablar al final terminó cediendo. Le dijo que había estado enamorado de Felipe desde hacía muchos años, desde que eran unos adolescentes puertos de unos trece o catorce años. Pero jamás se había atrevido a abrir la boca, ni tampoco pensaba hacerlo ya que por lo que sabían de su amigo, todo gritaba que era el más heterosexual de los heterosexuales.

Pero antes esto no le afectaba tanto a Tino, ya que, aunque vivía amando a su amigo en secreto, siendo unos niños lo tenía solo para el. Tino siempre fue el niñito caprichoso del grupo, todos los querían mucho pero la conexión que tenía con Felipe era especial y para Tino fue un golpe fuerte pasar de tener toda la atención de su amigo a tener que compartirlo con montones de chicas con la que este se acostaba cada semana o cada día.

Podría parecer algo estúpido pero no lo era para el, lo que hacía que tampoco lo fuera para Leandro, quien se preocupaba mucho por el menor de sus amigos.

Había tratado de apoyarlo de todas las maneras posibles cuando lo descubrió y hasta ahora lo llevaba bastante bien, aunque aveces se le iba de las manos y terminaba de esa manera.

- pero bueno...- suspiró el pelirrojo volviendo a mirar a su amigo.- deja de cambiarme el tema y dime a dónde coño te fuiste ayer.

Leandro suspiró dudoso de si debería o no contarle a su amigo.

Sería extraño, ¿Que le diría?

Un callejero me robó a mi y a otros chicos que lo persiguieron para golpearlo, pero yo lo evité y además de eso lo llevé a comer. Luego se fue sin siquiera darme las gracias y ahí terminó todo.

No. Definitivamente no era una buena idea.

- tuve un inconveniente, ví una pelea que fue hacia afuera y quería asegurarme de que no fuera alado de mi coche, luego me llamaron mis padres y tuve que irme de apuro.

Pudo percibir la duda en la mirada de su amigo, sin embargo no siguió preguntando.

- la próxima vez avísanos. Nos quedamos esperando un buen rato a ver si volvías y nos preocupamos porque no contestabas nuestros mensajes.- luego hace un pequeño silencio y corrige.- o bueno... Eso fue lo que me dijeron los chicos, la verdad es que yo estaba muy ebrio como para recordar si eso es cierto o no.

Leandro sonríe y después de eso ambos se dispones a prestar atención a la clase.

O al menos lo intentan.

***

- ¿Tus padres están bien?- inquiete Felipe mientras ambos se encuentran en los vestidores poniéndose el equipo para salir a las prácticas.

Le había contado exactamente la misma historia que a Tino.

- si, tranquilo, solo fue un pequeño problema, nada más.

Felipe se sentó en el banco para atarse las agujetas de los zapatos mientras que Leandro se colocaba su short.

- hubieras avisado cabrón, tuve que cortar un polvo a la mitad.- contó con tristeza.- y era uno bueno.- susurró al final sacudiendo la cabeza.- pero bueno, Tino estaba muy mal. No sé por qué se pone a tomar tanto si sabe cómo le pega.

Leandro miró de reojo a su amigo pero no dijo nada.

Salieron al campo poco después, eran los últimos y sus compañeros ya estaban calentando alrededor de la cancha. Se les unieron comenzando a correr juntos.

- ¿Que harás esta noche?- le preguntó Felipe.

- no lo sé, tal vez estudie. Se acercan los exámenes, tu deberías hacer lo mismo.

- claro.- asintió con sarcasmo su amigo.- yo voy a ir a estudiar a la casa de una rubia hermosa que me ha invitado. Esperaba que pudieras acompañarme. Tiene una amiga bonita.

Leandro rodó los ojos.

- no gracias, paso.

- que aguafiestas.- se rió el de cabello color chocolate.

- además hoy trabajo en la librería.

- ese trabajo tuyo, tantas ganas tienes de trabajar. Ni siquiera lo necesitas.

- no lo hago porque lo necesite o no. Aunque me gusta tener mi propio dinero pero más bien es para ayudar, el dueño está grande ya para trabajar tantas horas. Solo le doy una pequeña ayuda.

- lo que digas.

Las prácticas empezaron pronto, sin embargo por alguna razón no estaba concentrado.

Normalmente era quien sobresalía bastante en el equipo, se le daba muy bien pero hoy... Su mente estaba en otro lado.

Deja de pensar en el estúpido, lo viste una sola vez en tu vida.

Pero era inútil, por más que intentara decirse a si mismo que era estúpido y que debía sacarselo de la cabeza no podía. No podía dejar de pensar en ese chico todo mugroso y de rostro golpeado, con esos ojos azules tan vacíos y tan llenos de emociones a la vez.

Le había hecho muchas preguntas pero no le preguntó que le había pasado en el rostro. Aunque tenía una pequeña idea y era que quizás lo habían atrapado intentando robar en algún otro lugar.

¿Que carajos me importa a mi?

Se cayó varias veces debido a su destrucción, cada vez que lo tacleaban aterrizaba en el suelo de manera violenta. Felipe le preguntó un par de veces que le pasaba pero el lo convenció de que no era nada.

***

Caminaba por las calles de la ciudad de manera tranquila.

Luego de salir de la universidad e ir hasta su casa a dejar el coche, pues le gustaba ir caminando por ahí, se dirigía hacia un lugar bastante recurrente para el.

La librería.

Había recibido una llamada de su jefe poco después de salir de la práctica, diciéndole que hoy se tomara el día libre pues pensaba cerrar un poco temprano por alguna razón personal.

Aún así, aunque no tenía que ir a trabajar, decidió que iría a buscar algún libro para leer pues estaba bastante aburrido.

Llegó finalmente, se detuvo un momento en los vidrios que se bajan ver hacia adentro, hacia las enormes estanterías llenas de libros, con una luz bastante opaca que le daban un aspecto rústico y bonito al lugar.

Le encantaba ir ahí.

Las campanillas de la puerta sonaron cuando la abrió, llamando la atención del hombre mayor, de cabello canoso, detrás del mostrador.

- buenos días señor Pedro.- saludó con una sonrisa mientras entraba.

- oh mocosín.- sonrió el hombre apenas lo vió llegar.- tu si que eres terco, te dije que no vinieras.

- me dijo que no viniera a trabajar, pero no que no viniera en lo absoluto.- replicó acercándose al mostrador.- vine a buscar un libro para llevarme.

- oh claro querido, toma el que quieras y llévatelo.- ofreció amable.

Pedro era literalmente el anciano más buena onda que conocía. Trabajaba con el desde hacía un año. El mismo fue quien se ofreció a hacerlo cuando, tras venir muchas veces a la tienda para buscar libros, se dió cuenta que el hombre se veía cansado muchas veces, o que ya se le dificultaba ordenar las estanterías más altas. Así que le dijo que podía ayudarlo y aunque no lo quería hacer como un trabajo sino como un favor, Pedro se negó a aceptarlo si el no aceptaba un pago. Tampoco le venía mal el dinero así que finalmente termino trabajando en el lugar que más amaba de toda la ciudad.

Fue hasta las estanterías y se puso allí a rebuscar entre los libros, trabando de encontrar uno que llamara su atención y que nunca hubiera leído. Cosa complicada ya que trabajando allí, lo que más hacía era leer los libros que tenía a su alrededor.

Miró varios títulos hasta que finalmente encontró uno que había visto un par de veces pero que nunca había decidido leer.

Un Triller.

Amaba los Triller, le encantaba todo el tema del misterio y esas cosas, así que lo tomó sin pensarlo y se lo enseñó a Pedro.

- ¿Que me dices de este?

- ¡oh! Muy buena trama.- asintió el hombre.- muchas vueltas que no te esperas y un final...

- no se atreva. - le advirtió antes de que siguiera.

- tendrás que descubrirlo por ti mismo.- sonrió al final.

- muy bien, me llevo este.

Luego se despidió del señor Pedro y salió de la tienda para seguir caminando por las calles. Ya tenía pensado irse a casa pero se le dió un antojo de café así que se dirigió al Starbucks mas cercano.

Iba caminando tranquilo y algo distraído cuando de repente, lo que vió lo hizo detenerse en seco.

Por un momento creyó que estaba soñando, que su mente ya se estaba volviendo loca de lo obsesionada que había quedado, pero se veía demasiado real.

Era el.

Iba en la vereda de en frente, se tambaleaba a cada paso que daba mientras se abrazaba a si mismo, tratando de protegerse del frío que estaba haciendo, con las mismas ropas harapientas y poco abrigadas

Su impuso fue más fuerte que su racionalidad así que antes de pensarlo ya estaba caminando hacia el.

- ¡Niño!

            
            

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