Capítulo 10 Volver a verlo

Leandro se lo queda mirando sin poder creérselo aún. Pero cuando este se gira para mirarlo también, y ve su rostro una sensación extraña recorre su cuerpo.

Sin dudarlo, cruza la calle rápidamente, sin dejar de mirarlo, con el temor a que si lo perdía de vista por un segundo, el chico desaparecería.

Cuando llegó frente a el, Aaron aún no se había movido, solo lo miraba totalmente sorprendido, con los ojos bien abiertos.

Apenas estar cerca, Leandro pudo notar que su rostro tenía aún más golpes que la vez anterior.

Por un momento solo se miraron el uno al otro, Leandro no sabía que debería decir, simplemente fue un impulso el ver al chico y correr hacia el.

Desde que lo había visto no había podido sacárselo de la cabeza y la idea de no volverlo a ver por alguna razón lo había estado molestando.

Despegó sus labios para decir algo, sin embargo no tuvo tiempo de hacerlo porque entonces vió como el cuerpo del menor se tambaleó y comenzó a inclinarse hacia un lado, mientras cerraba levemente los ojos. Cuando Leandro se dió cuenta ya estaba sosteniendolo en sus brazos para evitar que se cayera.

- oye.- lo llamó un poco preocupado al ver que le costaba mantener los ojos abiertos.- ¿Que te pasa? Mierda.- al ver que al chico le costaba tanto reaccionar se preocupó aún más.- maldita sea, ven. Te llevaré a un hospital.

- ¡No!- con todas sus fuerzas Aaron abrió los ojos y trató de apartarse de Leandro.- estoy... Estoy bien.- pero su engaño fue evidente cuando al intentar apartarse volvió a sentirse mareado y casi cae, de no ser porque el mayor nuevamente lo sostuvo.

Leandro apretó los labios, al parecer lo último que quería ese chico era ir al hospital, ya que la reacción fue bastante brusca ante la sola mención.

- está bien, pero al menos vamos a sentarnos, te vas a romper la cabeza si ni siquiera puedes sostenerte.

Esta vez Aaron no se quejó, permitió que el mayor lo llevase unos pasos hasta el pequeño parque que había por esa avenida. Lo acercó hasta unos bancos y ahí lo sentó.

Aún así el mareo no lo abandonó, se llevó una mano al rostro y trató con todas sus fuerzas de mantener los ojos abiertos, pero su mente se seguía sintiendo nublada.

- ¿Estás mejor?- oyó la voz del pelinegro.- Negó lentamente intentando enfocar su vista. Leandro lo pensó un momento y luego apoyó una mano en el hombro del chico.- espérame aquí un momento, ya vuelvo.

Aaron no contestó, ni siquiera sentía las fuerzas suficientes para hablar. Esperó unos pocos minutos hasta que volvió a sentir los pasos de Leandro volver, no vió lo que estaba haciendo, pero pudo sentir como su rostro era mojado con agua helada. Dió un pequeño salto de inmediato y abrió por fin los ojos, para mirar a Leandro, entre confundido y asustado.

No se atrevió a protestar, estaba acostumbrado a aguantarse cuando algo le molestaba por lo que solo lo miró en silencio.

- no me mires así, solo estoy tratando de ayudarte.- tras decir eso Leandro volvió a tirarse agua en las manos y escurrirla por el rostro del chico.

La neblina de su consciencia, lentamente se fue disipando, pero entonces empezó a sentir frío y sus dientes empezaron a castañear.

- ¿Te metes muy seguido en peleas?- inquiere el mayor, como es costumbre no recibe respuesta alguna del castaño.- te recomiendo dejar de hacerlo.

Lo dice como una especie de broma, pero no provoca ningún cambio en el rostro de Aaron. Al notar esto suspira y lo observa un poco mejor.

Está temblando, su piel se ve demasiado pálida, observa también sus ropas harapientas. Apenas lleva puesta la misma chaqueta fina del otro día, los mismos guantes con cortes en la parte de los dedos que los dejaban expuestos y el pantalón igual de fino.

Leandro no comprendía como aún no le había dado una hipotermia.

Se tomó el atrevimiento de llevar una mano al rostro del menor, claramente estaba congelado pues acababa de tirarle agua fría, pero lo había visto como algo necesario para despertarlo. Sin embargo tenía que esto fuera lo último que necesitaba para matar al chico de frío.

Se vió en la obligación de resolver el problema. Además, el ver a ese chico nuevamente solo en la calle, le provocó una sensación desagradable.

Entonces se le ocurrió la idea. La última vez que lo había visto, tenía mucha hambre, tal vez eso funcionara nuevamente.

- oye.- llamó su atención, el chico lo miró atento a lo que decía.- ¿Tienes hambre?- preguntó mirándolo con atención. El menor asintió, no comía desde hacía muchísimas horas, claro que estaba muerto de hambre.- está haciendo demasiado frío acá afuera y tú no estás abrigado, ¿Por qué no vamos a un lugar para que comas algo?

Los ojos de Aaron se iluminaron, su suerte nunca había sido tan buena como para encontrarse con alguien que quisiera darle de comer dos veces seguidas.

Por supuesto no se iba a negar. Asintió rápidamente.

- muy bien.- Leandro lo hizo ponerse de pie, aún ayudándolo por si acaso, aunque aún estaba un poco mareado, el agua había servido para despertarlo.- vamos, mi coche no está muy lejos, hay que darnos prisa. Si yo me estoy congelando no me quiero imaginar tu.

Obediente, Aaron lo siguió desde cerca hasta que llegaron al coche de Leandro, el mismo en el que se había subido la vez anterior.

El mayor le abrió la puerta del copiloto y el castaño se subió, luego lo vió subir a su lado.

Leandro puso la llave en el contacto, pero antes de encender el coche, miró de reojo a Aaron y luego se inclinó hacia el. El menor se asustó un poco, pero enseguida supo lo que el pelinegro quería hacer. Le pasó el cinturón por alrededor y luego lo abrochó para después volver a su asiento.

Anduvieron por la ciudad, alejándose bastante de dónde se habían encontrado. Leandro no le preguntó nada durante el camino y Aaron tampoco dijo nada. Estaba esperando que Leandro se detuviera en algún lugar para comer, sin embargo, dónde se detuvo no parecía un local y ahí fue cuando se encendieron sus alarmas.

Leandro se detuvo y de metió por una rampa, hacia un lugar oscuro que lo hizo tensarse en el lugar.

Miró a Leandro de reojo, este parecía bastante tranquilo mientras iba entre los otros coches, hasta llegar a un espacio libre donde se estacionó.

Cuando apagó el motor se giró por fin para mirar a Aaron, el cual estaba tieso en su lugar y lo miraba con esos ojos que había visto cuando lo encontró la vez pasada escondido en el callejón.

- ¿Que pasa?- lo miró con confusión.

El castaño miró hacia todos lados antes de volver a Leandro, tragó saliva y bajó un poco la cabeza.

- ¿P-por que... Por qué estamos aquí? - soltó con voz tímida y un tanto afónica.

- dijiste que querías comer, así que a eso venimos.

- si pero... ¿Por qué aquí?- parecía que cada palabra que decía le costaba horrible, como si tuviera miedo de que en cualquier momento Leandro fuera a atacarlo por decir alguna cosa equivocada.

- hace frío para estar en la calle.- aclaró pues no quería verlo así de asustado.- tu no estás abrigado, vas a enfermarte, además parece que no tarda en llover. Te pediré comida desde aquí.

Aaron no dijo nada más pero Leandro vió que sus hombros se relajaban un poco y eso fue suficiente para poder bajarse del coche. El menor no necesitó que le dijera nada, se bajó detrás y esperó a que asegurara el coche para luego seguirlo hacia el ascensor que estaba en la esquina del estacionamiento.

Cuando el ascensor se abrió, Leandro le hizo una seña al menor y este, medio dudoso, se subió, sintiendo como el pelinegro se subía detrás suyo.

Leandro marcó el piso siete, el ascensor se cerró y comenzó a subir.

El apartamento no era muy grande, pero estaba bien para una persona, que además, ni siquiera vivía ahí.

Aaron observaba todo con curiosidad, las paredes eran blancas, habían algunos cuadros pequeños en estas, unos pocos muebles, un sofá largo y una tele frente a este. Más allá estaba la barra de la cocina y al lado de la pequeña sala, un pasillo en el que habían dos puertas más.

- no es la gran cosa, pero es cómodo.- a pesar de que Aaron no preguntaba nada, Lean sentía la necesidad de contarle, al menos para matar el silencio que se le hacía insoportable.- está un poco descuidado porque la verdad es que no vivo aquí.- caminó hasta la pequeña barra y se sentó en el banco que estaba delante, sin quitarle la mirada al menor.- compré este apartamento el año pasado con la idea de independizarme, pero mis padres se volvieron locos cuando se enteraron, dijeron que no tenia que irme de casa y la verdad yo amo vivir con ellos y mi hermana así que decidí dejar este lugar para venir de vez en cuando.- sonrió al recordar la reacción de su papá Jack, el cual se volvió loco, diciendo que su bebé aún estaba muy chiquito para irse de la casa.- papá Jack aveces puede ser un poco exagerado, es muy sobreprotector, el cree que aún tengo siete años. Incluso tuve que decirle que ya no era necesario que me hiciera lonches para la universidad, porque si fuera por el aún los seguiría haciendo con las formitas de animales.

Leandro estaba tan absorto contando la historia que cuando se dió cuenta de que se había ido por las ramas se detuvo bruscamente, pensando que estaba hablando innecesariamente, sin embargo, cuando volvió a prestar atención al chico frente a el, lo que vió le dieron ganas de seguir hablando para siempre.

El miedo y la inseguridad se habían esfumado por completo de su rostro, ahora su expresión mostraba interés, escuchaba atentamente todo lo que Lean le decía, no parecía para nada aburrido, sino más bien concentrado.

Una sonrisa se le escapó al mayor.

- en fin- decidió concluir la charla sobre su familia. Miró al menor de pies a cabeza. Su rostro se veía muy mal.- puedes darte una ducha si quieres para sacarte la sangre y el frío. El baño está en la puerta al final del pasillo.- la señaló

Vió al chico titubear, se mantuvo en el lugar aún mirándolo precavido, entonces soltó un suspiro y se puso de pie, haciéndole una seña para que lo siga.

Lo llevó hasta el baño y dejó que entrara para mirarlo desde la puerta.

- date una ducha mientras yo pido la comida.- tras decir eso lo dejó solo.

Aaron no podía creer lo que le estaba sucediendo. Su suerte no podía estar siendo tan buena, eso nunca le pasaba a el.

Se miró al espejo un momento, su rostro estaba horrible, tenía un ojo hinchado y violeta, y algunas otras marcas en las mejillas de los golpes que le había dado ese hombre.

Pero el dolor en su rostro no se comparaba para nada con el de su cuerpo.

Sus caderas, sus piernas, su trasero, todo le dolía horriblemente.

Observó la ducha y comenzó a quitarse la ropa, cada tanto dándole una mirada a la puerta, con miedo a que esta se abriera en cualquier momento y Leandro entraste por fin a cobrar todo lo que le estaba dando.

Pero eso no iba a pasar, ¿Verdad?

Porque Leandro no sabía lo que hacía, no sabía que era un puto de la calle, si lo supiera no lo trataría así de bien, si lo supiera le tendría asco.

Se metió en la ducha y abrió la llave, el sentir el agua caliente caer sobre su cuerpo fue como estar en el paraíso.

Pasó demasiado tiempo debajo de ese chorro de agua caliente, se limpió la cara, vió como la sangre caía y manchaba el agua, también de su parte trasera cuando se atrevió a abrirla un poco para limpiarse. Pero a pesar de que refregó y refregó su cuerpo, la sensación de suciedad no lo abandonó, aún así ya estaba acostumbrado a vivir con ella.

Cuando salió volvió a ponerse su ropa mugrienta, se miró una vez más al espejo. Su rostro ahora se veía más claro, su piel lechosa no se apreciaba bien, ya que estaba llena de moretones pero aún así se percibía en partes la claridad de esta.

Salió del baño y se dirigió a la sala nuevamente, Leandro estaba allí, en el sofá, concentrado con su celular, pero apenas lo oyó llegar se volteó a mirarlo.

Sintió la mirada del mayor recorrerlo de arriba a abajo.

- ¿Te sientes un poco mejor?- le preguntó y Aaron asintió.- por cierto, soy Leandro.- aclaró levantándose para acercarse un poco a el.- ¿Tu eras Aaron no?

Volvió a asentir, mientras se grababa el nombre que acababa de decirme.

Leandro. Era un bonito nombre.

Parecía que Leandro iba a decir algo más pero el ruido del timbre los interrumpió.

- ah, creo que llegó la comida. Ponte cómodo, puedes sentarte en el sofá si quieres.- señaló mientras se iba caminando hacia la puerta.

Vuelve poco después con unas cuantas bolsas, y mira extrañado a Aaron, quien sigue parado a un lado del sofá.

- dios niño, siéntate, no tienes que tener miedo de dar cada paso, no voy a hacerte daño.

Al ver que la voz del mayor parece algo irritada, Aaron se apresura a hacer caso y se sienta en el sofá, el cual tiene una pequeña mesita en frente, dónde Leandro pone las bolsas que traía y el pequeño las mira con atención.

El delicioso olor le invade, haciendo que su estómago suene.

- esta vez pedí cosas más sanas, está bien comerse una hamburguesa de vez en cuando, pero es mejor que comas alimentos buenos de verdad. - sacó varias cosas, entre ellas un boul blanco, cuando le quitó la tapa pudo ver una deliciosa sopa, con verduras y carne, humeante.

Los recuerdos se dispararon.

                         

COPYRIGHT(©) 2022