Capítulo 5 05: ꧁ Elianne Rosevelt ꧂

"¡Gracias por su compra! ¡Regrese pronto!", dije con mi voz más alegre mientras entregaba una pequeña caja de magdalenas al último cliente de la tarde. Apenas la puerta se cerró, me dejé caer sobre el mostrador, exhalando con cansancio.

"¿Otra tanda de magdalenas?", la voz de Samantha resonó desde el fondo del local, mientras se secaba las manos tras lavar unos platos. Caminó hacia mí con una mirada firme. "No me digas que es por Derek otra vez."

"¡No, no! Estas eran para el cliente", me apresuré a aclarar, sintiendo el calor subir a mis mejillas. "Y solo fue una caja, Sam. Como agradecimiento."

Samantha no se movió y cruzó los brazos.

"Rosé, hemos hablado de esto. No haces agradecimientos así, a menos que haya algo más detrás. ¿Qué es lo que realmente está pasando con este nuevo vecino?"

"Nada", dije rápidamente, evitando su mirada. "Solo fue un gesto. Me caí, él me ayudó, y quise darle algo para agradecerle. Es todo."

Samantha soltó un pequeño suspiro, pero no apartó su mirada.

"Y eso de que es muy guapo, ¿lo olvidas?", preguntó, sus palabras directas, sin rodeos. "No suelo escucharte decir eso de un chico, y mucho menos de alguien que acabas de conocer."

Me mordí el labio, buscando qué responder. Sí, lo había dicho, pero... no significaba nada, ¿verdad?

"Es solo que me sorprendió, no lo conocía... y bueno, sí, es guapo, pero no es nada más", dije, aunque mi voz sonaba menos segura.

Samantha bajó los brazos y se apoyó en el mostrador, su rostro más cercano al mío, sus ojos fijos.

"Elianne, sabes que no quiero sermonearte. Pero tienes un patrón. No quiero que confundas amabilidad con algo más. Tal vez te sientes atraída por él, y eso está bien, pero quiero que seas honesta contigo misma. Porque ya has estado ahí antes, y no ha terminado bien."

Me quedé en silencio, sus palabras penetrando esa ligera capa de negación que estaba intentando mantener.

"Lo sé...", susurré. "No quiero repetir los mismos errores."

Samantha asintió, su tono más suave, pero no menos serio.

"Solo quiero que lo pienses. No te apresures a dar demasiado de ti otra vez, ¿vale?", concluyó Samantha, mirándome con tranquilidad.

Antes de que pudiera responder, la puerta del local se abrió de golpe, y Lucas entró con una sonrisa radiante, agitando las manos.

"¡Chicas, no saben lo que me pasó de camino a entregar el pedido!", exclamó con entusiasmo, dirigiéndose hacia nosotras mientras dejaba su gorra en el mostrador. "¡Tienen que escuchar esto!"

Samantha me lanzó una mirada rápida, consciente de que no quería que Lucas se enterara del nuevo vecino, y sin perder un segundo, desvió la conversación.

"¿Qué pasó, Lucas?", le preguntó, fingiendo interés mientras se volvía hacia él, como si la conversación anterior no hubiera existido.

Lucas, emocionado, ni siquiera notó el cambio. Se apoyó en el mostrador y comenzó a hablar rápidamente.

"Bueno, ya saben a Marta, la dueña de la boutique al lado, ¿verdad?", dijo, con una sonrisa de complicidad. "Pues resulta que hoy hizo un escándalo enorme. ¡Sacó toda la ropa de su esposo y la tiró en plena calle! ¿Adivinen por qué? Porque lo cachó con otra mujer en su tienda. ¡Imagínense! En su propia tienda. Dicen que hasta los vecinos salieron a grabar con sus teléfonos."

Samantha soltó un leve silbido, y yo me quedé mirándolo con los ojos bien abiertos.

"¿Estás seguro?", le pregunté, incrédula, aunque sabía que Lucas rara vez traía información equivocada.

"¡Claro que sí! Lo vi todo cuando pasé. El tipo ni supo qué decir. Marta estaba hecha una furia, gritando cosas como: "¡Lárgate con ella!", mientras le tiraba las camisas y los pantalones. Es más, dicen que se enteró porque la otra mujer llegó a comprar algo... ¡y ahí fue cuando todo explotó!", Lucas terminó de contar, claramente disfrutando cada segundo de su relato.

"Bueno, eso sí que es un drama de primer nivel", comentó Samantha.

Aproveché el momento para concentrarme en mis tareas. Saqué unas tartaletas de limón y unas galletas de avena, tratando de alejar cualquier pensamiento sobre Derek. Lo último que quería era que Lucas añadiera a su repertorio de chismes que yo le había estado llevando magdalenas a un vecino nuevo. Eso seguramente sería el tema de conversación por semanas.

"Oye, jefa", dijo Lucas, repentinamente cambiando de tema, "¿ya tienes listas las tortas de zanahoria que pidieron para mañana?"

"Sí, ya están en el refrigerador. Y también preparé unos brownies sin azúcar que pidieron para la tarde", le respondí, mientras me limpiaba las manos con un paño.

"Entendido, mañana temprano iré a entregar los pedidos", dijo Lucas, mientras se ajustaba la gorra.

Luego se dirigió a la parte de atrás del local, no sin antes decir que tenía algunas cosas que hacer allí. A los pocos minutos regresó con una expresión de emoción.

"Había olvidado contarles", dijo, acercándose de nuevo al mostrador mientras una sonrisa grande se dibujaba en sus labios. "Según los que me dijeron sobre Marta y su esposo, parece ser que él también usaba el dinero de Marta para comprarle cosas a la amante. Y eso no es todo. ¡Le daba dinero a ella para que fuera a la boutique de Marta y comprara cosas que le gustaban!"

Samantha soltó un suspiro de incredulidad, y negó con la cabeza.

"¡No puedo creerlo!", exclamó. "Eso es ser una basura de persona. Marta tenía toda la razón en hacer lo que hizo. ¿Qué clase de traidor es ese tipo?"

"Sí, parece que el tipo no solo estaba engañando a Marta, sino que también estaba usando sus recursos para mimar a la otra mujer. Es increíble", confirmó Lucas, mientras negaba de igual manera que Sam.

Mientras Lucas contaba los detalles, me dediqué a decorar unas tartaletas con una fina capa de glaseado y a agregar un toque final a algunas galletas. Aunque escuchaba atentamente, no podía evitar concentrarme en el trabajo.

"La verdad es que no me sorprende que Marta haya perdido los estribos. Debe estar devastada", dije, tratando de mantenerme involucrada en la conversación mientras seguía trabajando en los postres. "Es una pena que la gente se comporte así."

"Sí, totalmente", respondió Samantha, asintiendo. "Ella es la única víctima en todo esto. Cualquiera que esté en su lugar probablemente haría lo mismo. No puedo imaginar cómo debe sentirse."

Lucas asintió.

"Definitivamente, espero que ellos no se salgan con la suya y le regresen todo el dinero que le robaron", dice Lucas mientras hace puños con sus manos.

"Eso sería lo justo", digo, aún enfocada en decorar una bandeja de galletas. "Aunque, con cómo está el asunto, parece que Marta tendrá que luchar para que le devuelvan algo."

Samantha asiente, con una expresión de aprobación.

"Marta ha pasado por mucho. Al menos ahora, con toda la comunidad hablando del asunto, es más probable que su esposo y la amante enfrenten algún tipo de consecuencias. La gente se olvida de la justicia a veces, pero cuando hay chismes involucrados, las cosas tienden a moverse más rápido."

"Así es", añade Lucas. "Y si alguien sabe cómo sacarle provecho a una situación, es Marta. Seguro que no va a dejar que esto se quede sin resolver."

⋅───⊱𓇬⊰───⋅

"¿Ya vas a cerrar?", pregunta Samantha, mientras termina de acomodar unas sillas en la esquina del local.

"Sí, ya no creo que vengan más clientes. Ya son las siete menos cuarto", respondí, mientras cerraba la puerta de la cocina y le daba un último vistazo al lugar.

Justo cuando estaba a punto de cerrar, la campanita de la puerta sonó. Me volví, sorprendida de ver a un joven con una sonrisa amistosa.

"¡Hola!", dijo el cliente con tono cálido. "¿Todavía están abiertos?"

"Sí, aún estamos aquí. ¿En qué puedo ayudarte?", le respondí, mientras me acercaba al mostrador.

"Vi estos cupcakes desde fuera y no pude resistirme. Tienen un aire familiar, como algo que he visto hace poco. ¿Son de aquí?", preguntó, observando los cupcakes con curiosidad.

"Sí, son de aquí. Los hicimos esta mañana. ¿Te gustaría probar uno?", le ofrecí, mientras me preparaba para servirle.

"Claro, me encantaría", el hombre tomó un cupcake y miró alrededor del local con interés. "Me dicen que aquí hacen de todo, ¿no? ¿Qué más tienen?"

"Así es", dije con una sonrisa. "Además de cupcakes, tenemos magdalenas, tartaletas, croissants, y también hacemos galletas decoradas, brownies y tartas."

"¡Vaya, suena delicioso!", exclamó, mientras probaba el cupcake. "Definitivamente, esto me recuerda a algo que he probado antes."

Samantha, que estaba cerca, observó al hombre y notó que estaba siendo amigable y sociable sin ser demasiado directo. Se acercó con una sonrisa profesional, de las mismas que hace cuando la contratan para una sesión fotográfica.

"Sí, hacemos todo con mucho cuidado. ¿Hay algo más que te interese o que quieras saber?"

"No, solo el cupcake está perfecto por ahora", dijo, tratando de mantener una conversación casual. "Aunque, si tienes algún consejo sobre cuál es tu favorito, me encantaría escucharlo."

Samantha sonrió y respondió con amabilidad, aunque claramente no estaba interesada en seguir una conversación más personal.

"Me gustan mucho las tartas y los brownies, pero todo aquí tiene su encanto. Depende de lo que te apetezca."

El hombre asintió, complacido con la recomendación.

"Genial, gracias por el consejo. Y, por cierto, tienes una forma muy natural de hablar. Me parece que disfrutaría mucho charlando contigo en otro contexto", dijo, con un tono ligero y relajado.

Samantha le dedicó una sonrisa educada, sin alentar el coqueteo.

"Gracias. Bueno, si alguna vez te apetece probar algo nuevo, ya sabes dónde encontrarnos."

Él aceptó su cupcake con una sonrisa.

"Lo tendré en cuenta. ¡Gracias por la atención!"

Con el hombre saliendo del local, Samantha y yo comenzamos a cerrar y organizar los últimos detalles del día. Aunque el encuentro había sido breve, había añadido un toque de sorpresa al final de la jornada. Sobre todo, porque él parecía querer coquetear con Samantha.

⋅───⊱𓇬⊰───⋅

"¡A mimir!", grité cuando entré a mi apartamento, soltando las llaves en la mesita de la entrada. Estaba agotada, mis pies ya no daban más.

Samantha entró detrás de mí, riéndose.

"¿En serio gritas eso cuando llegas a casa?", dijo, dejando su bolso en el sofá y quitándose los zapatos de un tirón. "Te ves tan tranquila en el trabajo, y luego llegas y te transformas."

"Oye, es que esta es mi zona segura", respondí mientras me tiraba de espaldas en el sofá. "Aquí puedo ser todo lo rara que quiera."

Samantha dejó escapar una carcajada, se sentó a mi lado y me dio un empujón suave con el pie.

"¿Zona segura? Parece más bien un campo de batalla. Mira este desastre, Elianne. ¿Cuánto tiempo llevas sin limpiar?"

Me incorporé, mirando a mi alrededor y encogiéndome de hombros. No estaba tan desordenado, teniendo en cuenta que soy una maníaca del orden, esto es decente.

"Es el caos organizado, Sam. Sé dónde está todo... más o menos."

"Sí, claro", respondió ella, levantando una pila de revistas que estaba en la mesa y dejándolas en una esquina. "Seguro. Y dime, ¿dónde está mi cama improvisada de esta noche?"

"Te preparé el sofá cama en la sala, pero cuidado con el resorte traicionero del lado izquierdo. Ataca cuando menos lo esperas."

Sam rodó los ojos.

"Ah, qué generosa. Lo de siempre, ¿no?"

"¿Y qué esperabas? ¿Una suite de hotel con vista al mar?", bromeé, levantándome perezosamente y yendo a la cocina. "Te ofrezco una taza de té de hierbas para compensar, cortesía de la casa."

"Si eso me ayuda a no morir en ese sofá, lo acepto", dijo, estirándose en el sofá como si se preparara para una larga batalla con el resorte.

Mientras calentaba el agua, la escuché suspirar.

"Dime algo, Elianne. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste más de cinco horas seguidas?"

"Mmmm...", hice una pausa, pensándolo realmente. "Creo que en 1998."

"Ja, ja, muy graciosa. Pero en serio, tienes que cuidarte. Entre la pastelería y ahora con ese vecino nuevo que te hace suspirar..."

La interrumpí lanzándole un cojín desde la cocina.

"¡No empieces con eso, Sam!"

Samantha esquivó el cojín riendo.

"Lo siento, lo siento. Pero ten en cuenta que, si empiezas a hacerle cupcakes a todos los guapos que te tropiezas, tu negocio se va a convertir en una cafetería de citas."

"¡Deja de decir tonterías y ven por tu té!", respondí, sirviendo las tazas.

Se levantó y caminó hacia la cocina, todavía sonriendo.

"No te preocupes, te dejaré tranquila... por esta noche. Pero ya veremos mañana."

Nos sentamos en el sofá, tomando nuestro té en silencio por un rato, disfrutando de la paz que seguía al ajetreo del día. El cansancio empezaba a notarse en nuestros ojos, y después de unos minutos de charla ligera, ya estábamos bostezando.

"Bueno, creo que es hora de que yo enfrente a ese famoso resorte", dijo Sam, estirándose con exageración.

"Buena suerte, valiente", le guiñé un ojo mientras recogía nuestras tazas.

"Nos vemos mañana, siempre y cuando no muera en esta cama asesina", respondió ella, riendo mientras se acomodaba en el sofá cama.

"No te preocupes. Si sobrevives a eso, sobrevivirás a todo", dije, mientras apagaba las luces y me dirigía a mi habitación.

"Buenas noches, Rosé", susurró Samantha, acomodándose finalmente.

"Buenas noches, Luci", respondí, antes de dejar que el agotamiento del día me venciera.

Ambas nos quedamos en silencio, el único sonido era el leve zumbido de la ciudad afuera. Un día más había terminado, y con suerte, mañana sería un poco menos agotador... o eso esperaba.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022