Capítulo 6 06: ꧁ Derek Leonardo ꧂

Ya no podía sentir mi pierna derecha. No sabía si era por la mala postura en la que estaba sentado o si era mi cerebro advirtiéndome que estaba entrando en un coma inducido por el aburrimiento. Ryan seguía hablando. Seguía hablando de ella.

Llevábamos, ¿qué? ¿Dos horas? Me daban ganas de mirar el reloj solo para confirmar cuánto tiempo había estado atrapado en este infierno personal, pero no quería darle pistas de que estaba perdiendo la paciencia. No quería ser cruel... pero Ryan lo estaba poniendo difícil.

"Y, entonces, le dije: "Me parece que disfrutaría mucho charlando contigo en otro contexto...", Ryan alargó la frase con ese tono que indicaba que había llegado a la parte más importante de su análisis exhaustivo de los dos segundos de conversación que había tenido con ella.

Sí, ella, porque ni siquiera sabía su nombre. Ninguno de los dos lo sabía, pero eso no impedía que Ryan estuviera seguro de que era la chica. Al parecer, dos frases de cortesía intercambiadas la noche anterior que llego de imprevisto a una pastelería eran suficientes para darle material para, no sé, una novela entera. Y yo ya había escuchado el primer borrador... varias veces.

"Dime que al menos respondió algo interesante", murmuré, sin mucho entusiasmo, mientras trataba de encontrar una posición más cómoda en la silla. Me había resignado hacía rato a la idea de que esta conversación no tenía fin.

"¡Claro!", Ryan se animó aún más, como si hubiera estado esperando mi intervención. "Me dijo... bueno, algo como: "Bueno, si alguna vez te apetece probar algo nuevo, ya sabes dónde encontrarnos", pero lo dijo de una manera que... no sé, había algo en su voz, ¿entiendes? Era como si me estuviera invitando, pero de manera sutil, ¿sabes?"

"No, no lo sé", pensé, pero asentí de todas formas. Por supuesto, lo había dicho de manera sutil, tan sutil que solo Ryan podía detectar esas señales inexistentes. Había sido, según lo que recordaba de esta misma historia, la primera vez que habían hablado en toda su vida. ¿Cómo podía alguien hacer tanto análisis de algo tan... breve?

"O sea, tampoco es que quiera adelantarme, pero creo que estamos empezando a conectar. Es que... no sé, fue como si con esas pocas palabras me dijera que podríamos hablar más, como que ella también lo sintió. No sé si me entiendes", continuó, mirándome con una mezcla de expectativa y emoción.

Me quedé en silencio un par de segundos, mirando por la ventana de mi oficina. El cielo se había vuelto de ese color entre naranja y violeta, y por un segundo pensé en lo irónico que era estar perdiéndome una tarde así atrapado en esta conversación. Pero ahí estaba Ryan, esperando que le diera algo, cualquier cosa que validara su fantasía.

"Claro, claro... lo sintió", dije, esforzándome por parecer interesado. No estaba seguro si era peor que él creyera eso o que yo estuviera alimentando la idea. Pero, ¿qué más podía hacer? El pobre tipo estaba enganchado.

Ryan sonrió, satisfecho, como si mi comentario le hubiera dado permiso para seguir. Y claro que lo hizo.

"¿Te das cuenta? ¡Es que fue tan casual, pero tan... intenso al mismo tiempo!", continuó, gesticulando como si la conversación de dos minutos hubiese sido el punto culminante de una historia épica.

Yo asentí de nuevo, mirando cómo el sol seguía bajando detrás de los edificios. Afuera todo parecía moverse tan rápido, mientras que aquí, con Ryan, el tiempo se había congelado.

"Ryan, permíteme matar un poco tu emoción", dije, deteniéndome para mirarlo directamente. "Hablaste con ella si acaso dos minutos, y prácticamente ya estás planeando una boda."

Negué con la cabeza, agarrando el montón de papeles que había dejado olvidados en la mesa y comenzando a revisar los documentos, cualquier cosa para mantenerme ocupado y distraído.

"¿Quieres que te dé mi opinión sincera o quieres que sigamos siendo amigos?"

Hubo un silencio. Lo miré de reojo, esperando a que la realidad le golpeara un poco. Pero, por supuesto, Ryan no se rindió tan fácil.

"Vas a decirme que estoy exagerando, ¿verdad?", respondió, casi ofendido, pero con una sonrisa de incredulidad. "Sabía que lo dirías, pero, ¿y si no lo estoy? A veces las conexiones así simplemente... suceden."

Dejé caer los papeles en la mesa con un golpe suave y volví a mirarlo, esta vez con las manos entrelazadas sobre los documentos.

"Mira, Ryan, no digo que no puedas haber sentido algo. Pero, ¿de verdad crees que una conversación de dos minutos significa que algo está por pasar?" Suspiré, tratando de no sonar demasiado duro. "No te estoy diciendo que no te guste o que no intentes hablarle otra vez, pero... estás construyendo un castillo con dos granos de arena."

Ryan se pasó la mano por el pelo, una señal de que estaba resistiéndose a lo que decía. No le gustaba escucharme cuando no le daba la respuesta que quería.

"Es que no entiendes", insistió. "Fue algo más que solo palabras. Su lenguaje corporal, la manera en la que me miró... había algo ahí. Lo sentí, Leo."

"Lo sé", dije, tratando de no poner los ojos en blanco. "Y no te lo estoy quitando, ¿vale? Lo sentiste, genial. Pero es que... no es la primera vez que te pasa algo así, y ya hemos visto cómo termina."

Ryan bufó, cruzándose de brazos.

"Ah, ¿sí? ¿Y qué tiene de malo ilusionarse un poco? ¿Qué es lo que siempre dices tú?", Si no lo intentas, nunca sabrás. "Pues eso estoy haciendo, solo intentando..."

"No, no, no", lo interrumpí, levantando una mano. "Lo que yo digo es que intentes hablarle más, no que te cases mentalmente con ella después de un encuentro. ¿Ves la diferencia? Solo estoy diciendo que vayas más despacio, antes de que te emociones tanto que termines decepcionado. Como la última vez."

Ryan me miró con una mezcla de frustración y molestia, claramente buscando la manera de negar todo lo que le estaba diciendo.

"No es igual que la última vez, Leo. Esta vez es diferente. Ella es diferente."

Me quedé mirándolo, viendo cómo su defensa se endurecía. Sabía que, en el fondo, él ya estaba comprometido con la idea de que esta vez sería especial, sin importar lo que yo dijera.

"Como quieras, Ryan", dije al final, encogiéndome de hombros mientras volvía a centrarme en los papeles frente a mí. "Solo no digas que no te lo advertí cuando termines dándote cuenta de que, en realidad, no sabes ni cómo se llama."

Antes de que Ryan pudiera decir algo más para llevarme la contraria, tres toques en la puerta detuvieron cualquier intento de respuesta. Ambos nos quedamos en silencio, y en ese instante supe que no me libraría de esa conversación tan fácil, pero al menos tendría un respiro momentáneo.

"Adelante", dije, sin levantar la vista de los papeles en mi escritorio, aprovechando la oportunidad para concentrarme en algo que no fuera Ryan y sus fantasías.

La puerta se abrió suavemente y escuché el inconfundible sonido de los tacones de Clarissa al entrar en la oficina.

"Abogado Miller, ¿podemos hablar un... minuto?", su tono era firme al principio, pero se fue desvaneciendo cuando notó que no estábamos solos.

Levanté la vista lo justo para mirarla y luego volví a los documentos, pretendiendo estar más ocupado de lo que realmente estaba.

"Lo siento, señorita Rodríguez, pero ahora no es un buen momento", dije con tono neutro, sin apartar la atención de los papeles que fingía revisar. "Estoy discutiendo un tema importante con el abogado Clark. Si puedes regresar más tarde, sería mejor."

Ella vaciló un instante en la puerta, claramente no satisfecha con la respuesta, pero también lo suficientemente profesional como para no insistir.

"Claro... lo hablamos después", respondió, y tras un breve silencio, cerró la puerta detrás de ella con un suave clic.

El aire en la habitación cambió. Sentí la mirada de Ryan en mi nuca, y supe que estaba a punto de cambiar de tema. Pude haberlo evitado, pero preferí dejarlo correr. Sabía a dónde iba.

"Ya es hora de que ustedes dos terminen con eso, ¿no crees?", dijo Ryan con tono casual, aunque en su mirada se notaba la preocupación disfrazada de curiosidad.

Mantuve la vista en los papeles un segundo más, pero ya no tenía caso seguir con el teatro. Solté un suspiro y dejé el bolígrafo sobre el escritorio, recostándome en la silla mientras lo miraba.

"No estamos en buenos términos, Ryan. Y no es algo que vaya a resolverse tan fácil como crees.

"Lo sé, lo sé", respondió, alzando las manos como si estuviera intentando calmarme antes de que me molestara, "pero eso no significa que deban seguir arrastrando esto. A mí me parece que ambos están dando vueltas al mismo asunto, y, honestamente, ninguno de los dos se ve mejor por eso."

No pude evitar soltar una risa seca. De todas las cosas que podía esperar de Ryan, que me diera consejos sobre relaciones, especialmente con Clarissa, era lo último que imaginaba.

"¿Tú me estás dando lecciones sobre cómo manejar esto?", pregunté, levantando una ceja con incredulidad y burla.

"No es una lección, hombre, solo digo lo que veo. A ver, llevas meses así. Y te conozco, Leo. Clarissa te afecta más de lo que quieres admitir."

"No es tan sencillo", repliqué, tensando la mandíbula. Ryan siempre veía las cosas de manera demasiado simplista, como si todo fuera cuestión de hablarlo y ya. Pero lo que había pasado entre Clarissa y yo... no era algo que se solucionara con un par de disculpas o conversaciones. "Las cosas entre nosotros están donde deben estar."

Ryan negó con la cabeza, apoyando los codos en las rodillas y mirándome con esa mezcla de preocupación y frustración que solo alguien como él podía mostrar.

"Vamos. Sabes que esto te está consumiendo."

Lo miré un momento, sin saber si darle la razón o simplemente evitar el tema. Clarissa y yo habíamos dejado de estar en buenos términos mucho antes de que Ryan lo notara, y aunque todos parecían pensar que era algo que podíamos arreglar, ninguno de ellos entendía la profundidad de lo que había pasado o de lo pasa actualmente.

Pero claro, Ryan no se rendiría tan fácil.

"Mira, lo que hagas es tu decisión", dijo, alzando las manos como si se rindiera, aunque claramente no lo hacía. "Pero si sigues así, va a ser difícil concentrarte en algo que no sea lo que pasa con Clarissa. Y lo sabes."

Solté otro suspiro, más cansado que antes. No me apetecía seguir dándole vueltas al tema.

Ryan me miró unos segundos más, como esperando que continuara con el tema de Clarissa. Pero cuando vio que no iba a darle más, decidió soltarlo... por ahora. De repente, su expresión cambió por completo, sus ojos se abrieron un poco más, como si hubiera recordado algo crucial.

"¡Espera, espera!", dijo, levantando un dedo en el aire como si estuviera a punto de revelar la gran verdad del universo. "¡Ya sé de dónde lo conozco!"

Lo miré, confundido.

"¿De qué hablas ahora?"

"El cupcake", respondió, con una gravedad dramática que no pude evitar encontrar ridícula. "Ayer fui a esa pastelería, ya sabes, la que está en la esquina. Compré un cupcake, y desde el primer bocado se me hizo tan, pero tan familiar, Leo."

Lo miré sin decir nada, esperando a ver a dónde iba con esto. Ryan era el tipo de persona que podía convertir hasta lo más trivial en un momento muy dramático.

"Y no sabía por qué, pero el sabor, la textura... era como un déjà vu, tío. Estuve todo el día pensando en eso, ¿dónde había probado algo tan... perfecto?", se inclinó hacia mí, con una expresión de orgullo por su descubrimiento. "¡Y ahora lo entiendo! ¡Eran como los que probé en tu casa hace unos días!"

Tuve que detenerme para procesar lo que acababa de decir. Lo miré, esperando que estuviera bromeando, pero su cara lo decía todo: Ryan realmente creía que estaba a punto de descubrir algo trascendental. No pude evitar reírme, pero fue más por el cansancio que por el chiste.

"¿En serio, Ryan?", dije, tratando de no sonar exasperado. "¿Tu gran epifanía es que un cupcake te recordó a los que probaste en mi casa?"

"¡Exacto!", respondió, completamente serio. "Y no me digas que no sabes de lo que hablo. ¿Recuerdas esos cupcakes que tenías cuando fui antes de ayer? ¡Eran igualitos! ¡No me puedes decir que no te suena!"

Me froté los ojos, intentando no perder la paciencia.

"Ryan, esos cupcakes los hizo mi vecina, no son de ninguna pastelería", contesté, intentando ser paciente.

Pero Ryan, siendo Ryan, no se desanimó ni un poco.

"¡Eso explica todo!", exclamó, como si de pronto todo encajara. "Tu vecina debe conocer al pastelero de esa tienda. ¡Tiene que ser eso! Es la única explicación lógica."

Suspiré, sabiendo que esto iba a tomar más tiempo del que merecía.

"No tienen nada que ver con esa pastelería. Ella los hace en su casa. Así que, a menos que Elianne tenga una doble vida como pastelera, lo que probaste ayer es pura coincidencia."

Ryan se quedó en silencio, mirándome como si estuviera procesando la información. Sus ojos se entrecerraron, y pude ver cómo su mente intentaba cuadrar las piezas de este rompecabezas absurdo.

"¿Elianne?", repitió lentamente, como si el nombre de mi vecina hubiera caído del cielo. "Entonces... ¿me estás diciendo que esa mujer hace los mejores cupcakes que he probado en mi vida, y ni siquiera vende?"

"Exactamente", respondí, cruzando los brazos, sintiendo que al menos una parte de esta conversación estaba a punto de terminar.

Ryan se recostó en la silla frente a mi escritorio, claramente decepcionado.

"No puede ser...", murmuró para sí mismo, como si todo lo que acababa de descubrir fuera una injusticia. "¿Cómo puede hacer algo tan perfecto y no compartirlo con el mundo?"

"Bueno, técnicamente lo hizo", repliqué. "Me los regaló a mí, y te los di a ti. Así que el mundo fue compartido."

Ryan me miró, aún inmerso en su drama, y negó con la cabeza.

"No es suficiente, Derek. Esos cupcakes merecen más."

Lo miré, ya sin ganas de discutir.

"Si tanto te gustan, te invito a que hables con ella y le preguntes si te hace más. Pero no esperes que abra una pastelería solo para satisfacer tu obsesión."

Ryan se quedó en silencio, claramente considerando la posibilidad. Sabía que era capaz de aparecerse en la puerta de Elianne solo para preguntarle por una tanda especial de cupcakes.

"No lo descarto", dijo al fin, con una seriedad que me hizo reír por lo bajo.

"Buena suerte con eso", respondí, volviendo finalmente a los papeles en mi escritorio, mientras él seguía con la mirada perdida, probablemente soñando con cupcakes.

            
            

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