Capítulo 9 09: ꧁ Elianne Rosevelt ꧂

El día había comenzado exactamente como lo había planeado. Era raro tener un respiro entre tantos encargos de pasteles, pero hoy era mi día.

Solo mío.

El sol entraba por la ventana de la sala, iluminando el espacio con una luz cálida que contrastaba con el suave olor a café recién hecho que inundaba el apartamento.

No es que me gustara el café, no. Pero el aroma... me traía una sensación de hogar, de paz. Lo había dejado reposar en la mesa, mientras yo me acomodaba en mi sillón favorito, envuelta en mi manta preferida, lista para perderme entre las páginas de un buen libro.

La tranquilidad me envolvía, y por un momento, sentí que el mundo entero se había detenido. Solo estábamos el libro y yo.

Justo cuando sonreía ante uno de los diálogos sarcásticos de los personajes, un timbre agudo rompió la armonía.

Ding-dong.

Mis ojos se movieron hacia la puerta, dudando por un segundo si debería ignorarlo. Mi primer instinto fue fingir que no había nadie en casa. Después de todo, este era mi día libre, y no tenía ninguna intención de interrumpirlo.

Pero el timbre sonó de nuevo. Esta vez más largo, más insistente.

Ding-doooong.

"¿En serio?", murmuré, dejando el libro sobre mi regazo. El café en la mesa emitía un leve humo que me tentaba a quedarme ahí e ignorar a quienquiera que estuviera detrás de esa puerta.

Por tercera vez, el timbre resonó.

Solté un suspiro frustrado, dejando el libro de lado. El café seguía humeando en la mesa, y una parte de mí quería volver corriendo a mi sillón, ignorar la puerta y retomar mi paz. Pero quien estuviera ahí no parecía dispuesto a rendirse.

Me levanté, arrastrando los pies hacia la puerta. Cuando la abrí, me encontré cara a cara con Derek, la última persona que esperaba ver.

Llevaba puesta una camisa blanca perfectamente planchada, con las mangas arremangadas hasta los codos, dejando ver sus brazos bien definidos. Los pantalones oscuros combinaban con sus zapatos de cuero, y aunque su atuendo ya llamaba la atención, fueron sus lentes para leer los que realmente me detuvieron.

No sabía que usaba lentes.

Se los acomodó mientras me veía, y no pude evitar notar lo bien que le quedaban. Le daban un aire serio, casi elegante, que combinaba perfectamente con su aspecto siempre pulcro.

"Buenos días, Elianne", saludó con voz firme, mientras sostenía una caja en una mano.

Yo alcé una ceja al ver la caja en su mano, pero pronto me di cuenta que estaba tardando en responder.

"Buenos días, Derek", saludé, sonriendo un poco como compañía del saludo. "¿En qué puedo ayudarte tan temprano?"

"Dejaron esto en mi puerta", dijo, estirando su mano hacia mí, "tiene tu nombre, te equivocaste con el número de apartamento."

Miré la caja que me ofrecía, sintiendo una ola de vergüenza. Me sonrojé al darme cuenta de lo tonta que había sido al poner mal la dirección. Había sido un descuido que, aunque menor, me hacía sentir incómoda.

"Oh, claro. Debo haber escrito mal el número. Lo siento mucho por la molestia", dije, tomando la caja de sus manos. Me sentí avergonzada, pero intenté mantener la compostura.

Derek asintió, sin una pizca de simpatía en su rostro. Su actitud era profesional y directa, y aunque no se mostró molesto, no era del tipo que se quedara para charlas innecesarias.

"Solo asegúrate de revisar bien la dirección la próxima vez. Que sea la primera y última vez que pasa esto", comentó, su tono carecía de calidez, pero era educado.

"Lo haré, lo prometo. Gracias por traerla", respondí, intentando sonar más segura mientras cerraba la puerta tras él.

Me quedé un momento de pie, mirando la caja en mis manos. Sentía vergüenza y alivio al ver que el paquete estaba aquí.

Volví a mi sillón, el café y el libro me esperaban. Pero mientras me acomodaba, no pude evitar pensar en lo seco que había sido Derek.

"¿Qué le molesta en sí?", me pregunté. "¿Quizás que haya sido interrumpido? ¿O que haya sido específicamente mi paquete la causa de su interrupción?"

"¡Que estrés!", pensé viendo el paquete sobre la mesa, más tarde lo revisaría, por ahora, seguiré leyendo el libro que tan atrapada me tenía.

⋅───⊱𓇬⊰───⋅

"Entonces me dijo: Que sea la primera y última vez que pasa esto...", dije, dejando el vaso de cerveza con un golpe seco sobre la mesa, tratando de imitar lo seco y serio que había sido Derek.

Sam, que llevaba el vaso a medio camino de su boca, solo levantó una ceja mientras tomaba un trago. No era de reírse a carcajadas, pero su mirada lo decía todo: estaba disfrutando de la historia.

"¿En serio te dijo eso?", preguntó sin ninguna emoción especial, pero se notaba que estaba procesando lo que le acababa de contar.

"Sí, tal cual", resoplé, rodando los ojos. "¿Te imaginas? Sólo vino, me dejó la caja como si yo hubiera cometido un crimen, y se fue. Yo entiendo que sea reservado, pero... ¡un poco de amabilidad no le costaba nada!"

"¿Y qué hiciste?", preguntó, con su tono neutral de siempre, como si no acabara de soltar un bombazo. Ella era así, calmada, pero su forma de hacer las preguntas, siempre me sacaba una sonrisa.

"Pues, nada", dije, tratando de mantener la compostura, pero al recordar la escena volví a reírme. "Ahí estaba yo, con mi pijama de conejitos y él, con esos lentes que... Dios mío, se veía tan bien. Como si hubiera salido de una revista, ¿sabes? Todo serio, elegante, y yo solo quería que la tierra me tragara."

Sam asintió despacio, apoyando el vaso en la mesa.

"Eso es seco", dijo con la misma calma de siempre. "¿Y qué le dijiste?"

"¿Qué le iba a decir?", respondí, frustrada. "Apenas logré decir "gracias" sin parecer más torpe de lo que ya estaba. No sé qué le pasa, pero ¿por qué es tan frío? O sea, entiendo que tal vez no le gusta hablar, pero, por Dios, ¡estaba haciendo un favor!"

Sam me miró.

"Tal vez solo no es de los que se preocupan por ser agradables", dio otro trago, como si fuera lo más sencillo del mundo.

"Lo sé, pero... ¿cómo puede ser así?", continué, gesticulando más de la cuenta. "¡Es que parecía un robot! A mí me daría algo si tuviera que ser tan... no sé, tan cerrado. Ni siquiera cuando me dio la caja me miró realmente, solo lo hizo todo rápido, como si quisiera largarse cuanto antes."

Sam alzó una ceja.

"Bueno, es mejor que te dieran el paquete, ¿no?"

Suspiré, sintiendo que la frustración seguía ahí.

"Sí, claro. Pero al menos que hubiera sido amable, ¡eso no lo iba a matar! Ni siquiera sabía que estaba esperando este pedido hoy, me agarró por sorpresa. Pero en lugar de hacer de esto algo más... no sé, normal, él solo me dio la caja como si hubiera sido una molestia total."

Sam me miró por un segundo más, pensativa, antes de asentir lentamente.

"A veces la gente es así. Quizá tenía prisa o no le importa mucho ser agradable."

Levanté el vaso de cerveza y me eché un trago, tratando de calmarme.

"Bueno, si va a seguir siendo así cada vez que nos crucemos, mejor me preparo. Porque me dejó ahí, de pie, pensando, ¿en serio? ¿Eso fue todo? Al menos podría haber sonreído..." Me reí, aunque frustrada. "¡Una sonrisa no mata a nadie!"

Sam bebió otro sorbo de su cerveza y me observó con una ligera sonrisa en los labios, su versión de apoyo emocional.

"Puede que no sea su fuerte. A ti tampoco te mata que sea seco", dijo, sin perder su calma.

La miré por un segundo, dejé el vaso de cerveza en la mesa y sonreí, negando con la cabeza.

"Tienes razón. Pero, vamos, ¡podría poner un poco de esfuerzo!"

Ella alzó el vaso hacia mí.

"Por los vecinos que no hacen ningún esfuerzo."

Sonreí, levantando mi vaso para brindar.

"Y por los días de descanso... que nunca salen como esperamos", dije, tomando un largo trago.

Brindamos y quedamos en silencio un rato, un silencio cómodo que siempre podía compartir con ella.

Después de un rato, Samantha hizo una pausa breve, como siempre hacía antes de decir algo más.

"Así qué... los lentes le quedaban bien, ¿eh?", el tono que usó fue más bien como un interruptor para continuar hablando de Derek.

"¡Bien no, geniales!" Solté sin pensar, y luego bajé la voz, después de ver a varias personas teniendo su atención en nosotras, o en mí, mejor dicho. "¿Te puedes imaginar? Yo ahí, toda despeinada, y él... con esa camisa ajustada, pantalones perfectamente planchados y esos lentes que lo hacían ver... no sé, como si fuera mucho más interesante de lo que ya es. O sea, si ya es guapo sin ellos, con lentes es una trampa mortal."

Sam alzó las cejas, su expresión permanecía impasible, pero me conocía lo suficiente como para entender la magnitud de cómo me sentía.

"¿Te quedaste mirándolo?", preguntó, casi con indiferencia, pero noté el toque sutil de curiosidad en su tono.

"Bueno, no es como si hubiera podido evitarlo...", dije, encogiéndome de hombros. "Él estaba ahí, en la puerta, con esos lentes, y yo solo podía pensar en cómo no parecer una loca mirándolo fijamente."

Sam asintió, tomando otro trago de su cerveza antes de hablar.

"Interesante", se quedó en silencio un momento, como siempre hacía cuando estaba pensando en algo. Finalmente, volvió a hablar. "¿Y qué pasó después de que te quedaras como una fan mirando a su idol?"

"Nada emocionante", respondí, sintiendo que el entusiasmo bajaba. "Se fue, y yo, ahí, con mi pijama y mi cara de, por favor, no mires mi desastre de vida. Creo que jamás me había sentido tan ridícula."

Sam se limitó a mirarme con una leve sonrisa en los labios, esa típica sonrisa que solo ella sabía poner cuando no hacía falta decir mucho. Luego, se encogió de hombros.

"Pasa."

Reí ante su sencillez. Sam nunca adornaba nada, pero era justo lo que necesitaba. Levanté mi vaso de cerveza y ella hizo lo mismo, chocando suavemente el cristal contra el mío.

⋅───⊱𓇬⊰───⋅

"¡Oh, vamos, Rosé!", exclamó Samantha, tratando de ayudarme a ponerme de pie, pero casi cae junto conmigo.

"¡Espera! ¡Espe-... es-pérate!", balbuceé, tambaleándome mientras intentaba levantarme de la silla. "¡No... no me puedo parar! ¡La tierra está... como... inclinada!"

Samantha soltó un suspiro, intentando mantener el equilibrio mientras me agarraba del brazo. Yo solo podía ver su cara volviéndose borrosa y luego enfocada, borrosa y enfocada, como si tuviera un filtro de esos raros que ves en Instagram.

"Rosé, te tienes que levantar", insistió, pero su voz sonaba como si viniera de muy lejos. "No puedo cargarte."

"¡Estoy de pie!", dije, aunque claramente no lo estaba. Estaba medio tirada en la silla, una pierna en el aire, la otra doblada de una forma que ni sabía que era posible. "¡Mira! Miraaa... ¡sin manos!", solté una risa tan fuerte que me asusté a mí misma.

"Eso no es estar de pie...", Samantha rodó los ojos, pero en lugar de regañarme, me sujetó con más fuerza. "Vamos, Rosé, dame una mano."

"¿Unaa?", dije, agitando ambas manos en el aire, como si fueran mariposas. "¡Tienes dooooos! ¿Por qué quieres solo una? ¡Toma las dos, llévatelas, están gratis hoy!" Me reí otra vez, sintiendo cómo el mundo empezaba a dar vueltas, pero de la manera divertida. Bueno, más o menos divertida.

Samantha luchaba por no caerse conmigo, pero yo no podía parar de reír. ¡Era todo tan gracioso! ¿Por qué? Ni idea. ¿Y qué? ¡Era todo tan gracioso!

"¡Por favor, deja de hacer esas tonterías! Estás borracha y no sabes ni lo que estás diciendo. Vamos a casa antes de que esto empeore", me reprendió, con esa voz seria que me hacía sentir como una niña regañada.

"¿Borracha? ¡No!", protesté con un tono completamente indignado. "Estoy... solo... ¡enferma de... burbujasss! ¡Son burbujas en el cerebro!", Me reí de mi propia estupidez, aunque Sam no parecía compartir la diversión.

"Elianne, basta", me cortó, su tono más firme que antes. "No hay burbujas en tu cerebro, solo tienes demasiada cerveza en el cuerpo. Vamos a salir de aquí antes de que hagas un espectáculo más grande del que ya has hecho."

Su tono me hizo quedarme en silencio por un momento, o al menos lo intenté.

"Sam... tú... tú eres como... como... ¡mi voz de la concieeeennnciaaa!", pronuncié las palabras de forma tan arrastrada que incluso a mí me sonaron mal. Samantha me lanzó una mirada tan seria que me hizo cerrar la boca por un segundo. "¡Pero es que... las estrellas... son como... las burbujassss en el cielo!"

Sam exhaló, exasperada, mientras yo seguía tropezando con mis propios pies, riendo y diciendo tonterías.

"No puedo contigo", me agarró con más fuerza, y yo me dejé llevar como si fuera un saco de patatas. "Vamos a pedir un taxi y a llevarte a casa."

"¡Siii!", dije, levantando una mano como si estuviera brindando. "¡Un taxi con... con alas! ¡Que vueleee!"

Sam se limitó a sacudir la cabeza, claramente harta de mi estado, y me siguió arrastrando hacia la salida del bar. Yo intenté enderezarme, pero cada paso que daba parecía más difícil que el anterior.

"¡Espera!", dije de repente, parando de golpe. "¡Olvidé mi... mi... mi cosa!", No tenía ni idea de qué cosa estaba hablando, pero sentí que había olvidado algo importante.

"No olvidaste nada", respondió Sam con ese tono paciente pero irritado. "Lo único que has olvidado es cómo caminar."

Me reí otra vez, porque en mi cabeza todo era gracioso.

"¡Cerveza... tiene burbujas!", dije de repente, con un tono que pretendía ser serio, pero salió todo torcido. "¿Sabías? ¿Sabías que las burbujas suben? ¡Como... como globos, pero en mini-mini-miniaturas!"

Sam intentó contener la risa. La vi mordiéndose el labio mientras trataba de mantenerme en pie.

"Sí, Rosé, sé que la cerveza tiene burbujas. Ahora, por favor, camina", me pidió, aunque era más un ruego a estas alturas.

"¡Camino, camino, caminoooo!", empecé a mover los pies, pero parecía que estaba nadando en tierra firme. "¡Mira, Sam! Estoy... ¡flotandooooo!"

Samantha dejó escapar una carcajada, aunque estaba claramente tratando de mantener su compostura. Pero era inútil, yo seguía moviéndome como si fuera un pez fuera del agua, o una gallina, no lo sé. Todo estaba difuso.

"Rosé, en serio... si no te levantas ahora, nos quedamos aquí toda la noche."

La miré, o al menos lo intenté, porque tenía dos cabezas y las dos me miraban con desaprobación. Al final logré ponerme de pie y subir a un taxi que mágicamente apareció frente a nosotras.

Sam en todo el camino no dijo nada, yo parecía más bien una cacatúa, me encontré a mí misma diciéndole al taxista que le subiera a la radio o que cambiará el color de los asientos para que se viera más bonito, si no escuché mal, Sam le dijo algo sobre que lo sentía por mi imprudencia o algo así.

"¡Muchas gracias!", dijo Sam cuando bajamos del taxi.

Ahora, el mayor reto para Sam y para mí serían los dieciocho escalones que nos separaban del segundo piso. Unos escalones que, en mi estado, parecían multiplicarse hasta el infinito, como si cada paso que dábamos generara dos más.

"Dios, ¿qué pecado estoy pagando?", dijo Sam con una mezcla de resignación y exasperación. Yo, sin entender mucho de lo que decía, me limité a reírme. "Venga, vamos."

"¡Dieciochoooo!", grité, como si fuera algún tipo de cuenta regresiva para el lanzamiento de un cohete espacial. "Dieciocho escalerassss... ¡fácil!"

Sam me miró, pero no dijo nada. Me agarró por el brazo y empezamos la odisea.

El primer escalón lo subí con mucho entusiasmo, demasiado tal vez, porque casi me voy de espaldas.

"¡Cuidado!", dijo Sam, sujetándome de la chaqueta justo a tiempo. "No vamos ni por el primero y ya estás intentando tirarte."

"¡Pero si está... altooo!", me quejé, mirando el escalón como si fuera el Monte Everest. "¿Cómo lo hacen los... los humanos normales?" Intenté dar otro paso, pero mis pies decidieron que era mejor hacer un movimiento lateral en vez de hacia arriba, lo que me hizo tambalear peligrosamente.

"No es tan difícil, Rosé. Solo... pon un pie delante del otro", dijo Sam, esforzándose por no reír, aunque se le notaba la tensión.

"¡Ah, claro!", respondí como si acabara de recibir una revelación divina. "¡Primero uno... y luego el otro! ¡Fácil!" Intenté seguir sus instrucciones, pero en lugar de subir otro escalón, terminé pisando el mismo con ambos pies y luego retrocedí, perdiendo terreno.

Sam me sujetó fuerte antes de que bajara rodando.

"No, no, no... así no. Primero uno, después el otro, pero hacia adelante", Sam me corrigió con paciencia. Yo asentí, aunque no estaba muy segura de haberlo entendido.

Dimos otros dos pasos, o al menos Sam los dio, porque yo estaba más bien colgada de ella como un koala. En algún punto, sentí la necesidad de hacer un comentario profundo.

"¿Sabes qué?", dije, mientras luchaba por mantener el equilibrio en el cuarto escalón. "Estos... escalones... son como la vidaaaa..."

"¿En serio?", Sam resopló mientras tiraba de mí hacia el siguiente. "¿Cómo la vida?"

"¡Síííí!", afirmé, alzando un dedo como si fuera una filósofa. "Subessss uno y te caes... y... te vuelves a levantar... y luego... ¡otrooo escalón más, pero con drama! ¡Todo es drama!"

Sam se rió, pero trataba de contenerlo para no hacerme perder el equilibrio más de lo que ya estaba.

"Claro, claro, todo es drama contigo, Elianne. Ahora, sigue levantando esos pies, ¿vale?"

"¡Con dramaaaa!", grité, dando un paso más y casi tropezando de nuevo, pero esta vez Sam me sujetó tan rápido que no llegué a caer del todo. "¡¿Cuántos faltan?! ¿Ochooo mil?"

"Nos faltan unos diez", contestó Sam, que parecía estar empezando a sudar por el esfuerzo de cargarme y subir al mismo tiempo. "Vamos, ya casi."

Cuando llegamos al octavo escalón, mis piernas decidieron que era un buen momento para dejar de funcionar. Me desplomé sentada en el escalón con una risa tonta.

"¡Siiií! ¡Pausa de escalerassss!", dije, levantando las manos como si hubiera ganado una medalla olímpica.

"Elia, no hay pausas en las escaleras. Levántate", me ordenó Sam, pero sin mucho éxito, ya que yo estaba demasiado ocupada celebrando mi triunfo.

"¡Pero... pero Sammm!", me quejé. "¡Es... una tradición! ¡Tienes que hacer una pausa para apreciar la subidaaaa!"

"¿Apreciar la subida?", repitió Sam, incrédula. "Aprecio más la idea de terminar esto y llegar a casa."

"¡Cinco minutos más...!", le dije, tumbándome un poco más sobre el escalón. "O... ¿tres? Bueno... lo que tú digasss..."

Sam me agarró por el brazo, tirando de mí para levantarme.

"Cinco minutos no, Rosé. Solo faltan unos pocos escalones. Vamos, levántate."

Con mucho esfuerzo y muchas risas de mi parte, conseguimos subir otros tres escalones. Ahora solo quedaban cinco.

"¡Los últimos cinco!", dije, emocionada y agitando una mano. "¡Estoy... casi en la cimaaaa! ¡Comoeeen! ¡Quiero una medal... medallaaa!"

Sam se rió esta vez, pero no me dejó caer de nuevo.

"La medalla te la doy cuando lleguemos, ¿vale? Ahora sigue subiendo."

Al final, con más titubeos, risas y tambaleos, llegamos al último escalón. Yo lo celebré levantando ambos brazos en el aire, como si acabara de ganar una maratón.

"¡LO LOGRAMOS!", grité. "¡Dieciocho escalerassss! ¡Un logro épicoooo!"

Sam solo sacudió la cabeza con una sonrisa y me guió hacia la puerta.

"Sí, lo logramos, Rosé. Y ahora, por favor, entra antes de que te dé por filosofar sobre el pasillo."

"¡El pasilloooo... es como... la viiiida!", empecé, pero Sam me interrumpió.

"No. Ahora no."

Entramos a mi departamento y todo se apagó, parecía que había caído en coma tras que me lancé a la cama, Dios, había extrañado mucho mi cama. Cerré los ojos y me quedé dormida.

Cuando volví a abrirlos, todo estaba en silencio, todo estaba oscuro, y al darme la vuelta, vi a Sam en el sofá, dormida. Me encogí de hombros, verla ahí no era nada raro, me levanté sin hacer ruido. Mis pies se movían como si tuvieran vida propia, deslizándose por el pasillo hasta que, de repente, me encontré de pie frente a la puerta de Derek.

Mis manos actuaron antes de que mi cerebro pudiera procesarlo. Toqué el timbre una, dos veces.

Ding-dong.

"¿Qué... qué estoy haciendo aquí?", pensé, pero mi cuerpo seguía su propio plan, y la realidad estaba un poco... ¿borrosa?

Escuché pasos pesados desde el otro lado de la puerta. El sonido de una cerradura girando, y entonces apareció Derek, con los ojos entrecerrados y el cabello revuelto, claramente sacado de un sueño profundo. Llevaba una camiseta y pantalones de pijama, pero, aun así, de alguna manera, lucía ridículamente atractivo.

Y antes de que pudiera decir algo, antes de que él pudiera siquiera preguntar qué estaba pasando, me puse de puntillas, tambaleándome un poco, y presioné mis labios contra los suyos.

Un toque.

Un beso rápido.

Apenas un roce.

                         

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