Capítulo 7 07: ꧁ Elianne Rosevelt ꧂

Es temprano.

El sol apenas empieza a asomarse, lanzando un tenue brillo dorado a través de las ventanas de mi pequeña pastelería en Madrid. Este es mi momento favorito del día. La tienda está vacía, silenciosa, llena del aroma de los panes que horneé hace un rato. Antes de que los clientes lleguen y se pierda la paz, siempre me tomo un rato para mí. Y hoy no es la excepción.

Empiezo a limpiar, pero no puedo evitarlo. Una melodía se cuela en mi cabeza, suave al principio, y luego, poco a poco, va tomando fuerza.

"Con los ojos cerrados, iré tras de él,

con los ojos cerrados, siempre lo amaré..."

Comienzo a cantar en voz baja, aunque sé que pronto mi cuerpo pedirá más. Es inevitable. La música me invade como siempre lo hace, y mis pies empiezan a moverse, marcando un compás sobre el suelo frío. Me deslizo por la tienda, con el trapo en una mano y la escoba en la otra. El ritmo es perfecto, como si estuviera en un escenario.

Cierro los ojos y siento cómo mi cuerpo sigue la canción, mis labios pronunciando cada palabra con la misma certeza que aquella vez... esa vez que pensé que todo lo que decía era verdad.

"Le creo, le creo, le creo..."

Me río. Parece absurdo, pero es así. Como en la canción, yo también le creí. Creí cada palabra, cada promesa. Me dejo llevar por ese recuerdo, y bailo mientras limpio, disfrutando de esta sensación de libertad.

"Le creo cuando dice: 'te quiero',

Le creo que su amor será eterno..."

Sigo limpiando, pero mi cuerpo ya no está tan concentrado en la tarea. Mis caderas se mueven solas, siguiendo la melodía que canto una y otra vez. Mi voz se hace más fuerte, llenando el espacio vacío de la tienda. Doy vueltas entre las mesas, los pies descalzos sobre el suelo de madera, bailando como si nadie pudiera verme.

Aplaudo, como siempre hago cuando estoy emocionada, y no puedo evitar reír. Lo que más me gusta de estas mañanas es que no tengo que pretender. Puedo ser yo, sin filtros, sin preocupaciones.

"Con los ojos cerrados, yo confío en él

Con los ojos cerrados, yo le quiero creer..."

Me detengo un momento, dejando caer la escoba contra la pared y apoyando mis manos en el mostrador. Me quedo mirando por la ventana, viendo cómo la ciudad poco a poco comienza a despertar. Los primeros rayos de sol acarician las calles, y yo me permito unos segundos de paz.

A veces me pregunto por qué es tan fácil creer. Por qué a pesar de todo, sigo confiando, sigo pensando que las cosas serán diferentes. Quizás es solo una parte de mí, la parte optimista que no puedo dejar atrás. O tal vez simplemente me gusta sentirme así, como en la canción. Porque cuando canto esas palabras, siento que estoy segura de algo, aunque sea solo por un rato.

"Le creo que la luna es de queso y si él me diera otro beso,

¿Qué más da si me miente? Yo, ¡le creo!"

La música sigue resonando en equipo de sonido mientras vuelvo a girar y bailar por la tienda, como si fuera un escenario solo para mí. Cada paso, cada movimiento, lo hago con la misma intensidad, como si en ese instante todo estuviera bien. Y por un momento, realmente lo está.

Porque aquí, en esta pequeña pastelería, con la canción llenando cada rincón, me siento feliz. Me siento libre.

"¡Buenos días!", saluda un hombre entrando por la puerta, haciéndome dar un salto por el susto.

Estaba de espaldas a la puerta, completamente perdida en mi baile, y para cuando la campanilla sonó, él ya se había adelantado a hablar. Mi corazón dio un vuelco, y solté la escoba que se deslizó ruidosamente al caer al suelo.

"¡Ah!", exclamé, llevándome una mano al pecho. "¡Dios mío, qué susto me diste!"

Me giré rápidamente, aun recuperándome del sobresalto, y lo vi ahí, de pie, sonriéndome con una expresión entre divertida y disculpándose. Era un hombre joven, quizá de mi edad, o un poco mayor. Llevaba el cabello castaño claro ligeramente despeinado, una chaqueta de cuero negro y un aire relajado, como si su entrada repentina no hubiera roto por completo mi momento.

Me resulta conocido, pero no sé de dónde.

"Lo siento", dijo, aun sonriendo. "No era mi intención asustarte."

Intenté recomponerme, sintiendo mis mejillas arder. No era la primera vez que me pillaban cantando o bailando sola, pero no por eso dejaba de ser incómodo.

"No te preocupes", dije con una pequeña risa, recogiendo la escoba del suelo. "Solo que... no esperaba a nadie tan temprano."

"Llegué antes de tiempo, lo sé. Pero vi la luz y pensé que ya estabas abierta", respondió mientras daba un paso hacia el mostrador.

Lo observé más de cerca. Tenía esa mirada calmada, segura, y sus ojos brillaban con una curiosidad tranquila. No parecía alguien de la zona, o al menos nunca lo había visto, aunque eso no era raro. A veces los turistas entraban temprano buscando algo dulce para el desayuno.

"Bueno, oficialmente no abro hasta dentro de media hora, pero...", dije, echando un vistazo a los pasteles recién horneados que ya estaban listos en el mostrador. "Si no te importa esperar un poco mientras termino de preparar todo, puedo atenderte."

Él asintió, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta, como si el tiempo no fuera un problema para él.

"No tengo prisa. Además, me gusta tu música", añadió, con un gesto sutil hacia el lugar donde había estado bailando y el ligero sonido de la canción proviniendo del equipo de sonido.

"¿Mi... música?", pregunté, sin poder evitar reírme un poco más nerviosa ahora. "Oh, eso... No era nada. Solo me entretengo un poco cuando no hay nadie."

"Parecía que lo estabas disfrutando", comentó él, como si fuera lo más natural del mundo.

"Es que a veces es imposible no dejarse llevar", dije, encogiéndome de hombros". Pero, en fin, ¿puedo ofrecerte algo mientras esperas? ¿Un café quizás?

"Un café estaría perfecto, gracias", respondió, tomando asiento en una de las mesas cercanas.

Mientras preparaba su café, traté de calmar mi mente. Sentía su mirada sobre mí, aunque era una sensación extraña, no incómoda. Simplemente estaba ahí, presente, y había algo en su actitud relajada que me hacía sentir que no tenía que apresurarme ni impresionar a nadie.

Le dejé el café frente a él.

"Aquí tienes, espero que te guste."

Él tomó la taza con una sonrisa agradecida, pero antes de llevarla a los labios, me miró directamente a los ojos, y con un tono ligero, casi juguetón, dijo:

"Tienes buen gusto en canciones. Con los ojos cerrados, ¿no?"

Me quedé helada por un segundo, mi corazón saltando una vez más, pero esta vez por un motivo completamente distinto.

"¿Tú conoces esa canción?", pregunté, algo incrédula.

Él asintió, tomando un sorbo de café como si fuera lo más común del mundo.

"Por supuesto. Crecí escuchándola. Mi hermana es muy fan de Gloria Trevi."

"Tu hermana tiene muy buenos gustos", comenté, sonriendo mientras iba a por la escoba para terminar lo poco que faltaba. Volví a barrer, distraída por la conversación. "¿Eres turista? Nunca te había visto por aquí", añadí, mirando de reojo en su dirección.

Él dejó la taza en la mesa, cruzando los brazos con una sonrisa que me dejó un tanto intrigada.

"Bueno, no exactamente", respondió con una ligera pausa. "Estuve aquí hace unos días, pero llegué justo cuando estaban a punto de cerrar."

Lo observé por un momento, tratando de ubicar ese "hace unos días" en mi cabeza. No era raro que algunos clientes pasaran solo una vez, especialmente si venían de fuera. Sin embargo, su rostro no me parecía familiar. Fruncí el ceño ligeramente, buscando algún recuerdo.

"¿En serio?", pregunté, deteniendo mis manos sobre la escoba. "No lo recuerdo. ¿Cuándo fue exactamente?"

Él se inclinó hacia adelante, con una expresión divertida, como si supiera que me costaría hacer memoria.

"Era tarde, muy cerca de la hora de cerrar. Tú y tu compañera ya estaban recogiendo todo cuando llegué."

Me quedé en silencio por un momento, y entonces lo recordé. Claro, esa noche en la que Samantha y yo estábamos a punto de terminar el día. Habíamos estado agotadas y a punto de irnos cuando alguien entró en el último minuto. Lo vi claramente en mi mente, diferente a como anda hoy: él, con un traje de vestir muy formal, pero manteniendo ese aire relajado, hablando con nosotros con una confianza que en ese momento me había parecido exagerada.

"¡Ah! Ahora lo recuerdo", dije, levantando una mano, mientras una pequeña sonrisa cruzaba mis labios. "Sí, llegaste justo cuando íbamos a cerrar. Estábamos terminando de recoger todo."

Asintió, sin perder la sonrisa.

"Exactamente. No pude quedarme mucho tiempo, pero prometí que volvería a probar algo de lo que hacían aquí", dijo, inclinando levemente la cabeza. "Y, bueno, aquí estoy."

Había algo en su tono que me resultaba familiar, como si hubiera estado esperando este momento. En ese instante, un destello de aquella noche pasó por mi cabeza. Recordé cómo había intentado coquetear con Samantha, aunque ella, siempre tan educada, lo rechazó amablemente. Yo me había reído para mis adentros en ese momento, pensando en lo habitual que era que alguien intentara algo con ella.

"Me alegra que volvieras", dije, volviendo a concentrarme en la escoba, aunque mi atención estaba fija en él. "La mayoría de los que llegan tarde nunca regresan."

Él dejó escapar una pequeña carcajada, como si se divirtiera con mi comentario.

"Supongo que no soy como los demás", su tono tenía ese toque de humor ligero que parecía caracterizarlo.

No pude evitar sonreír, aunque no lo miré directamente. Había algo en él que no podía descifrar del todo. Un tipo de confianza que no resultaba arrogante, es algo nuevo de ver.

Terminé de barrer el último rincón de la tienda y apoyé la escoba contra la pared.

"Bueno, entonces tendrás que probar algo más ahora que no estamos cerrando", dije, volviendo al mostrador. "¿Te gustaría que te prepare algo más aparte del café?"

"¿Qué me recomiendas?", preguntó, apoyándose cómodamente en la silla.

"Yo podría recomendarte todos y cada uno de los postres que hago, pero si me preguntas por uno en especial, serían las galletas de brownies", murmuré como si le estuviera contando un secreto.

"¿Tan buenas son?", preguntó, y yo asentí. "Dame dos entonces", susurró, de la misma forma en la que yo había hablado.

Nos carcajeamos y yo me alejé para ir por las galletas y dejarlas frente a él. No perdió el tiempo, tomó una y le dio un suave mordisco.

"¿Qué opinas?", pregunté, cruzándome de brazos y apoyándome en el espaldar de la silla frente a él, esperando su veredicto con una mezcla de curiosidad y orgullo.

Él tomó su tiempo, masticando lentamente mientras cerraba los ojos, como si saboreara cada pedacito de la galleta. El silencio en el aire se volvió casi cómico, como si estuviera deliberando de forma exagerada solo para mantenerme a la expectativa. Finalmente, abrió los ojos y me miró con una sonrisa satisfecha.

"Es... increíble", dijo. "No estaba listo para esto."

No pude evitar soltar una pequeña risa ante su expresión.

"Te lo advertí", respondí, con una mezcla de diversión y orgullo. "Estas galletas son de otro nivel. La receta la perfeccioné después de varios intentos fallidos. El truco está en el equilibrio entre lo crujiente por fuera y lo suave por dentro, casi como un brownie, pero en forma de galleta."

Él me observaba mientras hablaba, y de repente me di cuenta de que me estaba poniendo técnica. Bajé la vista, un poco avergonzada por mi entusiasmo, pero no parecía molesto, al contrario, se veía entretenido con cada detalle que compartía.

"Bueno, creo que te has ganado un cliente fijo", dijo, levantando la otra galleta en un gesto de brindis antes de darle otro mordisco. "¿Es esto lo que más piden aquí?"

Asentí, sonriendo.

"Sí, las galletas de brownie son un éxito, pero también tenemos otras especialidades que vuelven locos a los clientes. Los pasteles personalizados son lo que más trabajo me da, pero también lo que más disfruto."

"¿Pasteles personalizados?", preguntó, con curiosidad en su mirada. "¿Como de bodas, cumpleaños, todo eso?"

"Exactamente. Me encanta cuando los clientes vienen con ideas extravagantes y puedo darles vida en azúcar, crema y fondant. Es un reto creativo, pero también una manera de conectarme con ellos, con lo que celebran."

Noté que me observaba con atención, no solo escuchando, sino estudiándome de alguna forma. Aunque solía ser muy abierta con mis clientes, rara vez alguien mostraba tanto interés en lo que decía. Eso me hizo sentir una mezcla de nervios y emoción.

"Debe ser un trabajo increíblemente satisfactorio", dijo después de un rato. "Ver la cara de alguien cuando su idea se convierte en un pastel real."

"Lo es", admití, recordando algunas de las reacciones más emocionadas que había visto. "Es cansado, pero cuando ves cómo se iluminan los ojos de alguien al ver su pastel, todo el esfuerzo vale la pena."

Nos quedamos en silencio por un momento, y lo vi terminar la segunda galleta con la misma apreciación que la primera.

"Por cierto", empezó, después de unos segundos en silencio, "¿tu compañera no ha venido a trabajar hoy?"

Me sorprendió la pregunta.

"¿Compañera?", pensé unos segundos antes de que me cayera la ficha.

"¿Compañera? Oh, ¿hablas de Sam?", pregunté, aunque ya sabía de quién hablaba, porque aquí solo trabajamos Lucas y yo. Era obvio que se refería a Samantha, la única otra persona que podría haber llamado su atención. "Samantha no trabaja aquí."

"Oh...", su respuesta fue suave, y vi un destello de desilusión cruzar por su mirada, como si de repente la verdadera razón por la que había venido no fuera precisamente por un café y unas galletas, sino por verla a ella.

No pude evitar una pequeña sonrisa.

"Claro, ahora todo tiene sentido", pensé.

"Sí, ella es fotógrafa", expliqué, como si le estuviera dando una pista. "Trabaja en Visual Foto, el estudio que está un par de calles más abajo."

Él asintió, aunque su atención parecía estar más en sus pensamientos que en lo que estaba diciendo en ese momento. No era raro que alguien mostrara interés por Sam. De hecho, era algo que sucedía bastante seguido. Ella tenía ese aire seguro, independiente, y por supuesto, era hermosa.

"Samantha es increíble, de verdad", agregué, casi sin pensar. "Es súper talentosa con la cámara, tiene un ojo para los detalles que a veces me deja asombrada. Sabe capturar momentos, no solo fotos. Y, además, es un amor de persona, siempre dispuesta a ayudar. Aunque, eso sí, es muy seria con su trabajo. Le gusta que todo salga perfecto, y bueno, a veces puede ser un poco estricta consigo misma."

Me di cuenta de que estaba hablando demasiado, más de lo necesario, y frené de golpe. "¿Qué estoy haciendo?" Probablemente no necesitaba ni quería saber todo eso. Me aclaré la garganta, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

"Perdón, hablé demasiado, ¿verdad?", dije, soltando una pequeña risa nerviosa. "No le vayas a contar todo esto a Sam, ¿vale? No quiero que piense que ando hablando de ella a sus espaldas."

Él se echó a reír, levantando las manos en un gesto de rendición.

"Tranquila, no diré nada. Mi boca está sellada."

"Gracias", dije, sintiéndome un poco más relajada. "Pero sí, si tienes tiempo, deberías ir a su estudio. Es realmente buena. Aunque, si la vez, no le digas que te lo recomendé, porque me va a matar."

Su sonrisa era amable, y aunque claramente su interés por Samantha no me había pasado desapercibido, no parecía incómodo ni apresurado por salir corriendo a verla. Al contrario, se lo tomó con calma, lo cual me hizo pensar que tal vez no era tan malo que él y Sam se conocieran.

"Lo tendré en cuenta", dijo, mirando su reloj antes de volver su atención a mí. "Pero creo que por hoy me conformo con el café y las galletas."

Me sentí un poco aliviada de que la conversación no hubiera tomado un giro extraño. A pesar de que Sam había sido el centro de su atención, seguíamos en un ambiente relajado y agradable. Y aunque él había mostrado interés, tampoco parecía desesperado, lo que, en cierto modo, lo hacía más simpático.

"Bueno, si necesitas algo más, ya sabes dónde encontrarme", dije, con una sonrisa ligera mientras volvía a acomodar algunas cosas tras el mostrador.

"Lo sé", respondió él, devolviendo la sonrisa mientras se preparaba para salir. "Nos veremos pronto, Elianne."

Lo vi salir de la tienda, y por un momento me quedé pensando en la posibilidad de que él y Sam se conocieran más. Tal vez sería algo bueno... o tal vez no. Pero como siempre, el tiempo lo diría.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022