Capítulo 3 Parte 3

-¡Cariño! ¡Cariño! ¡Anna!

-¡Edgar! -respondí, sobresaltada.

-Te llevo llamando un rato, pero no me escuchabas.

-Lo siento, estaba distraída, pensando en cosas.

No le conté a Edgar lo que había pasado en el restaurante, ni lo que sentía. Llevábamos cuatro años juntos, pero aun así, había momentos en los que sentía que no lo conocía del todo. Apenas llevábamos dos meses viviendo juntos, y ya se dice que no conoces realmente a alguien hasta que convives con esa persona.

-¿Qué te apetece cenar? -me preguntó, intentando animarme.

-No sé, lo que sea está bien.

-¿Pizza?

-Sí, está bien.

-Te noto extraña desde que te encontraste con tu amigo ayer. ¿Te pasa algo?

-No me pasa nada, tranquilo. Estoy bien.

Fuimos a comprar la pizza, y aunque Edgar intentaba mantener la conversación, yo apenas hablaba. Estaba en silencio, perdida en mis pensamientos, convenciéndome de que olvidaría a Liam mientras estuviera cerca de Edgar.

-Por cierto, ¿tienes planes para este fin de semana? -me preguntó de repente.

-No, nada especial. ¿Ver una serie, quizás? -respondí, tratando de distraerme de los pensamientos que rondaban mi cabeza.

-Pensaba en hacer una escapada juntos, ¿qué te parece?

-Está bien.

-Ni siquiera preguntas adónde.

-Bueno, supongo que será una sorpresa.

-Venga, dime, ¿a dónde vamos?

-Te he dicho que solo lleves ropa ligera y un par de bikinis, de esos que tanto me gustan.

-¡Está bien! -Llevaba cinco días intentando sacarle alguna pista sobre el destino, pero Edgar no había flaqueado ni un momento.

El sábado por fin llegó, y nos pusimos en marcha hacia lo desconocido, o al menos hacia un lugar a 220 kilómetros de casa. Me vendría bien para desconectar, para dejar mi mente en blanco. Conecté el Bluetooth del coche, subí el volumen y empecé a cantar a todo pulmón, como si necesitara soltar todo lo que tenía dentro. Después de dos horas de viaje y una parada urgente "por una llamada de la naturaleza", llegamos. El destino era impresionante: un hotel precioso en medio de la nada, con un lago enorme, rodeado de árboles verdes y una cascada que me dejó sin aliento. Edgar sabía que las cascadas siempre han sido mi debilidad.

Hicimos el check-in y subimos a nuestra habitación en el tercer piso, con una vista directa al lago. Todo era perfecto.

-Tiene jacuzzi -dijo Edgar, arqueando una ceja, con esa sonrisa que sabía usar tan bien.

-¡Qué bien! -contesté-. Vamos a deshacer las maletas y luego bajamos a comer algo, que no hemos desayunado aún.

-Tengo un plan mejor -me susurró al oído mientras me abrazaba por detrás-. ¿Qué te parece si probamos el jacuzzi primero y luego comemos?

-Necesito energía si quieres que probemos el jacuzzi juntos -le respondí, sacándole la lengua.

Bajamos al restaurante del hotel, que también era una pequeña cafetería. Pedimos un par de bocadillos y dos cafés, lo justo para calmar el hambre. Después de comer, cogimos nuestros bañadores y nos fuimos directos al lago.

-¡Es aún más bonito de cerca! ¡Me encanta! -dije, maravillada.

A veces, cuando lo miro, siento que Edgar realmente me quiere, y sin embargo, en mi interior hay algo que no me deja tranquila. Esos pensamientos sobre Liam, esas dudas que no se van.

-¿Qué te parece si nos quedamos aquí? -dijo Edgar, extendiendo nuestras toallas en un lugar apartado.

-Me gusta esta paz -respondí, sentándome junto a él.

-Suerte que no hay nadie cerca, porque ese bikini te hace un cuerpazo de infarto. No quiero que nadie te mire de otra forma.

-¡Jajaja, estás loco! -le dije mientras me levantaba-. Me voy a dar un chapuzón.

            
            

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