El agua estaba cristalina, a la temperatura perfecta. Me sumergí y sentí una calma profunda. No necesitaba nada más. El sonido de la cascada, el aire suave que movía los árboles, el canto de los pájaros... Era todo tan tranquilo, tan perfecto.
De repente, la voz de Edgar me sacó de mis pensamientos.
-Anna -dijo, acercándose-. Últimamente no pareces tú misma. Te veo distraída, triste. Dime, ¿qué te pasa?
-No me pasa nada -respondí rápidamente, evadiendo la pregunta.
-Oye -dijo, mientras me daba un beso suave-, ¿y si... nos casamos?
-¿Me estás pidiendo matrimonio? -le pregunté, sorprendida, esbozando una sonrisa.
-Bueno, no veo a nadie más por aquí -dijo con una sonrisa pícara, mientras me besaba de nuevo y deslizaba suavemente su mano hacia abajo.
-Mmm... ¿qué estás intentando hacer?
-Convencerte -contestó, riendo mientras me abrazaba más fuerte.
El momento era perfecto. Pero en mi mente, en algún rincón oscuro, seguía presente ese nombre que no podía borrar.
Me quedo en silencio, tratando de ordenar mis pensamientos, pero no puedo. La idea me encanta, claro que sí, pero hay algo más fuerte que me detiene. Esa vocecita en mi cabeza, susurrando su nombre. Liam. El recuerdo de su risa, su mirada... Me estremezco. No puedo hacerle esto a Edgar, no puedo aceptar sin estar segura de lo que siento. ¿Lo quiero de verdad? ¿O solo quiero escapar de un pasado que nunca me ha dejado en paz?
Edgar nota mi vacilación, y su rostro cambia de la emoción al desconcierto. -¿Hay algún problema, reina? -pregunta, su voz suave pero llena de preocupación. -No... es solo que me he quedado... atónita. -Intento sonreír, pero mi corazón late con fuerza, como si intentara alertarme de algo que no puedo comprender del todo.
Él me mira, esperanzado. -¿Sí? -Su sonrisa vuelve a aparecer, más brillante que antes-. ¡Creo que va a ser un sí!
-Sí... -Mi voz tiembla, casi inaudible, pero lo digo. Lo digo porque en este momento quiero verlo feliz, aunque por dentro me consuma la duda-. ¡Sí! Sabía que dirías que sí, no sabes lo feliz que me haces. Te quiero.
Pasamos el resto del día riendo, planeando lo que será un futuro juntos. Al menos, así debería sentirse, ¿no? Pero en mi mente solo puedo escuchar una batalla que cada vez se vuelve más intensa. Cuando al fin apoyo la cabeza en la almohada esa noche, el silencio me asfixia. ¿De verdad quiero a Edgar? ¿Estoy lista para dar este paso? La confusión me devora, y, aunque Edgar duerme plácidamente a mi lado, yo no puedo conciliar el sueño. Siento que estoy atrapada entre dos mundos.
Al día siguiente, suena el móvil. Es Cris. -¡Hola!
-¡Tía! ¿Dónde estabas metida? -Su tono es ligero, pero yo me siento más pesada que nunca-. Te dije que me iba de finde con Edgar. -¡Ah, sí! No me acordaba. Jajaja. ¿Y qué tal ha ido el finde? -Quedamos para comer y te cuento todo. -No tengo fuerzas para explicarme por teléfono. -Ok, quedamos en "Entre Risueños", el nuevo restaurante que han abierto. -Me parece bien.
Cuelgo el teléfono y suspiro. Cris no tiene idea de lo que estoy a punto de decirle. Cuando le cuente, seguramente querrá darme una buena sacudida. A lo mejor eso es lo que necesito.
Cris es la única que sabe por qué tengo pesadillas, por qué me levanto en la noche. Ha sido la única a quien pude contarle lo que pasó aquella noche de verano. Pienso en esto mientras busco el nombre del nuevo restaurante que me envió Cris, y me doy cuenta de que es el restaurante de Liam.
-¡Cris! -Nos abrazamos como si lleváramos años sin vernos-. ¡Estás loca! ¿Cómo se te ocurre desaparecer todo el fin de semana?
-¡Ja, ja, ja! No sabía a dónde íbamos, y al final resulta que no había cobertura. Lo siento, no volverá a pasar.
Entramos en el restaurante. Estaba muy nerviosa. Al dar el primer paso, sentía que el corazón iba a salirse de mi pecho.
-Por cierto -le comento a Cris mientras caminamos hacia nuestra mesa-, ¿a que no adivinas quién es el dueño del restaurante? ¡Liam!
-¿Qué? ¿Liam Liam?
-¡Sí!
Cuando entramos, no lo veía por ninguna parte. Nos sentamos, y mientras esperábamos la comida, saqué la mano del bolsillo y le mostré el anillo a Cris.
-¡No puede ser! ¿Es en serio o me estás tomando el pelo?
-¡Que sí, tía! ¡Me caso!
-¡Felicidades! -me dijo con una sonrisa, pero antes de que pudiera decir más, otra voz se unió.
-Felicidades -dijo alguien a nuestras espaldas.
Era Liam. Su presencia me dejó sin palabras.