Ariana se encontraba organizando papeles en su escritorio cuando un correo de Recursos Humanos llegó a su bandeja de entrada. Al abrirlo, sus ojos se detuvieron en las primeras líneas: *"Estimado empleado, le informamos que el Sr. Montenegro ha solicitado un chequeo médico de rutina para asegurar el bienestar de nuestro equipo..."* Ariana sintió cómo un frío se apoderaba de su cuerpo. Sabía que este chequeo sería mucho más que de rutina.
El miedo y la incertidumbre comenzaron a mezclarse en su mente. ¿Cómo podría enfrentar esta situación? Sabía que los resultados de las pruebas médicas revelarían sin duda alguna su embarazo, y, aunque aún no estaba lista para hablar de ello, tampoco podía desobedecer una orden directa de su jefe. Fingir desconocimiento sobre su estado era su única salida.
Mientras sus pensamientos giraban en un torbellino, la voz de Daniel resonó desde su oficina:
-Ortega, ven un momento.
Ariana respiró hondo, ajustó su blusa y cruzó el pasillo hacia la oficina de Daniel, intentando mantener una expresión neutral. Al entrar, él la miró con esa intensidad calculada que siempre parecía leer más de lo que ella estaba dispuesta a mostrar.
-¿Recibiste el correo de Recursos Humanos? -preguntó sin rodeos.
Ella asintió.
-Sí, señor, justo ahora lo estaba revisando. Parece un chequeo de rutina, ¿verdad?
Daniel inclinó ligeramente la cabeza, como si evaluara su reacción.
-Es solo una medida de precaución. Quiero asegurarme de que todos estén en óptimas condiciones para el cierre de fin de año. Ha sido un periodo particularmente exigente, y quiero que mi equipo esté saludable. Incluida tú, Ortega -dijo, enfatizando la última parte.
Ariana se forzó a mantener la compostura y le ofreció una sonrisa calmada.
-Claro, lo entiendo. No tengo ningún problema en hacerme los exámenes.
Él asintió, satisfecho.
-Perfecto. He solicitado que se hagan en la clínica que tenemos en el edificio. Será rápido y no interferirá con tus funciones.
-Gracias por la consideración, señor.
Salió de la oficina de Daniel sintiendo que su corazón latía con fuerza. Su plan de fingir ignorancia le parecía ahora la única opción viable, aunque sabía que debía preparar cada detalle. Lo último que quería era levantar sospechas.
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Dos días después, Ariana se encontraba en la sala de espera de la clínica del edificio, observando los cuadros en la pared mientras intentaba calmarse. Sabía que cualquier respuesta evasiva podría interpretarse como una admisión de su embarazo, pero se dijo que debía actuar con normalidad y fingir que era la primera vez que oía cualquier insinuación sobre su estado.
-¿Ariana Ortega? -llamó la enfermera desde la puerta.
Ariana se levantó y la siguió hacia la sala de exámenes. El doctor, un hombre de aspecto serio y amable, revisó su historial brevemente antes de saludarla.
-Hola, Ariana. El chequeo será sencillo, una evaluación general para asegurarnos de que estés bien. ¿Tienes algún problema de salud reciente que debamos saber?
Ella negó con la cabeza, manteniendo su voz en calma.
-No, en general me he sentido bien. Solo un poco de fatiga, pero creo que es normal con el ritmo de trabajo.
El doctor asintió, tomando notas.
-Eso es normal, aunque quiero que sepas que es importante que cuides tu salud -dijo, con una expresión que Ariana no supo si era de simple preocupación o de sospecha.
Siguió las indicaciones del doctor en cada paso del examen, y cuando llegó el momento de las pruebas de sangre, comenzó a sentir la tensión aumentar. Sabía que estas pruebas revelarían su embarazo de inmediato. Su plan de "no saber" que estaba embarazada se volvía más crucial con cada segundo.
Después de un rato, el doctor terminó de tomar las muestras y cerró su cuaderno de notas.
-Perfecto, eso sería todo, Ariana. Los resultados estarán listos en un par de días, y si hay algo fuera de lo común, te informaremos de inmediato.
Ariana asintió, tratando de mantener una sonrisa.
-Gracias, doctor. Estaré pendiente.
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De regreso en su escritorio, intentó concentrarse en su trabajo, pero la posibilidad de que Daniel pudiera enterarse de su embarazo a través de esos resultados la hacía temblar. La única forma de mantener su secreto sería confiar en que el doctor asumiera que, como paciente, ella realmente desconocía su propio estado.
Dos días después, como temía, una notificación de Recursos Humanos apareció en su correo. *"Ariana Ortega, acuda a la oficina del Dr. Fernández para revisión de sus resultados."* Su corazón comenzó a latir con fuerza al leer el mensaje. Ese era el momento en que su mentira tendría que sostenerse o desmoronarse.
Al llegar a la clínica, el doctor la recibió con una expresión algo neutral.
-Gracias por venir tan pronto, Ariana -dijo, invitándola a tomar asiento-. Tus análisis mostraron algo que necesitamos discutir.
Ariana asintió lentamente, esforzándose por mantener una expresión de aparente sorpresa y curiosidad.
-¿Algo fuera de lo común?
El doctor revisó sus papeles antes de responder.
-Bueno, tus niveles hormonales indican que estás en las primeras etapas de un embarazo.
Ariana se llevó una mano a la boca, fingiendo sorpresa, incluso entremezclando algo de alivio y confusión para hacer su actuación más creíble.
-¿Embarazada? No... no lo sabía. Esto... es una sorpresa.
El doctor asintió, viéndola con una mezcla de comprensión y profesionalismo.
-Es comprensible, muchas personas no detectan los síntomas en los primeros meses. Pero esto implica ciertos cuidados y cambios en tus rutinas. Deberás descansar más y tener chequeos regulares.
Ariana asintió lentamente, tratando de asimilar la situación. Su mente estaba dividida entre el alivio de que su actuación parecía haber convencido al doctor y el pánico de cómo se gestionaría esta información en la empresa.
-¿Esto... esto es algo que necesito informar a la compañía? -preguntó con una voz temblorosa, como si realmente desconociera los procedimientos.
El doctor le lanzó una mirada comprensiva.
-Lo ideal es que informes a Recursos Humanos. Ellos podrán ayudarte a adaptar tus horarios y deberes a medida que avance el embarazo.
Ariana agradeció al doctor y salió de la clínica sintiéndose atrapada. Sabía que no podía hacer nada para detener el flujo de información dentro de la empresa. Su embarazo ya no era un secreto.
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Esa misma tarde, Ariana fue convocada a la oficina de Daniel. Al entrar, su jefe la recibió con una mirada que ella no pudo descifrar del todo.
-Ortega, siéntate -dijo en un tono neutral, que no dejaba ver si estaba molesto o simplemente curioso.
Ariana obedeció, sintiendo cómo la tensión en la oficina se hacía palpable.
-Recibí un informe de Recursos Humanos -empezó él, mirándola con una expresión de cautela-. Parece que hay algo que me has estado ocultando.
Ariana respiró hondo, sabiendo que debía seguir con su acto. Mantuvo su expresión de sorpresa y desorientación.
-¿Se refiere a... mi estado, señor?
Él asintió, cruzando los brazos sobre su pecho.
-Exactamente. ¿Cómo es posible que tú misma no supieras que estabas embarazada?
Ella evitó su mirada, fingiendo estar apenada y confundida.
-La verdad, señor, no... no sabía nada. Solo me había sentido un poco cansada y... pensé que era estrés por el trabajo.
Daniel no la interrumpió, observándola con una mezcla de incredulidad y un atisbo de algo que ella no logró identificar del todo.
-Es comprensible que esta situación te tome por sorpresa. Pero ahora que lo sabes, quiero asegurarme de que tengas todo el apoyo necesario en la empresa.
Ariana sintió una mezcla de alivio y extrañeza al escuchar esas palabras. Jamás habría imaginado que él podría ofrecerle ese tipo de apoyo, especialmente después de haberse enterado de un asunto tan personal.
-Gracias, señor. Haré todo lo posible para que mi situación no afecte mi rendimiento.
-Eso es todo lo que espero, Ortega -dijo él, con un leve asentimiento-. Pero asegúrate de cuidar de ti misma. No quiero que esto afecte ni tu salud ni el trabajo.
Ariana asintió, y tras unos segundos de silencio, él le hizo un gesto para que se retirara. Al salir de su oficina, una mezcla de alivio y miedo la inundó. Sabía que el secreto sobre el padre de su hijo seguía siendo suyo... por ahora. Pero la intriga de Daniel y sus palabras de apoyo la hicieron preguntarse cuánto tiempo podría mantener intacta la verdad.