Los días siguientes en la oficina se desarrollaron con una extraña mezcla de tensión y aparente normalidad. Ariana había conseguido, al menos por ahora, mantener su historia de ignorancia sobre su propio embarazo. Sin embargo, sentía las miradas de Daniel posándose en ella cada vez más frecuentemente. Había algo en sus ojos que dejaba ver una pizca de duda, como si sospechara que la situación no era tan simple como ella le había hecho creer.
Esa mañana, Ariana llegó temprano a la oficina, como de costumbre. Su creciente vientre aún era sutil, pero cada vez más difícil de disimular con ropa holgada. Revisó los documentos que Daniel le había pedido preparar para la junta de directivos, organizando cada uno en un orden meticuloso. Justo cuando estaba colocando las carpetas en la mesa de reuniones, escuchó la voz de Daniel detrás de ella.
-¿Todo listo para la junta de hoy?
Ariana giró hacia él, tratando de ocultar la incomodidad que sentía cada vez que lo veía. Desde que se enteró de su embarazo, Daniel parecía haber suavizado un poco su trato, lo cual la confundía y, en parte, la inquietaba.
-Sí, señor Montenegro. Los documentos están organizados y listos para ser revisados.
Él asintió y, con una mirada curiosa, se inclinó ligeramente hacia ella.
-Me alegra ver que el embarazo no ha afectado tu eficiencia, Ariana. Pero... dime una cosa, ¿cómo te sientes? No solo en términos de salud -añadió, observándola con una mirada que intentaba ser casual-, sino en general.
Ariana parpadeó, sorprendida por la pregunta. Daniel nunca se interesaba en cuestiones personales de sus empleados, y mucho menos de ella. Decidió mantener la respuesta lo más neutral posible.
-Bueno, es... un cambio inesperado. Estoy acostumbrándome a la idea y adaptándome lo mejor que puedo. Gracias por preguntar, señor -respondió, intentando no dejar entrever sus emociones.
Daniel pareció evaluar su respuesta durante un par de segundos antes de dar un leve asentimiento.
-Es un cambio, claro, y entiendo que puede ser abrumador. Pero quiero que sepas que, mientras estés aquí, cuentas con mi apoyo. Como te dije, quiero que estés bien para seguir dando tu mejor rendimiento -dijo, en un tono aparentemente profesional, aunque había una cercanía en su mirada que ella no pudo ignorar.
Ariana asintió, incapaz de comprender del todo el motivo de su repentino interés. La relación entre ellos siempre había sido estrictamente laboral, y el hecho de que ahora le mostrara una faceta tan atenta la desconcertaba.
-Gracias, señor. Realmente agradezco la consideración.
Él le dedicó una breve sonrisa antes de apartar la vista.
-No es nada, Ariana. Es lo que cualquier jefe responsable haría por su equipo.
La reunión comenzó y, mientras los otros directivos iban llegando, Ariana se retiró a su escritorio. Los temas discutidos giraban en torno a los proyectos de cierre de año, y ella los escuchaba a través de la puerta abierta, tomando nota de las órdenes que Daniel iba dando a cada departamento. Durante una pausa, recibió un mensaje de texto de una amiga de su anterior trabajo, quien sabía de su embarazo.
*"¿Y cómo va tu embarazo? ¿Tu jefe ya sospecha algo?"*
Ariana suspiró, respondiendo rápidamente antes de que alguien se acercara.
*"No lo sabe. Al menos, no aún. Pero cada vez me resulta más difícil ocultarlo."*
En medio de sus pensamientos, notó que uno de los directivos, Francisco, había salido de la reunión y se dirigía hacia su escritorio.
-Ariana, disculpa la interrupción -comenzó él, con una expresión algo seria-. Daniel pidió que prepares el contrato para el nuevo cliente y que lo tengas listo para revisar antes de que termine la reunión.
-Claro, enseguida lo preparo -respondió ella, reorganizando los papeles sobre su escritorio para encontrar la información.
Sin embargo, mientras realizaba la tarea, no pudo evitar percibir un tono diferente en la mirada de Francisco. Era como si él también estuviera notando algo extraño en su comportamiento o apariencia.
-¿Todo bien, Ariana? -preguntó él, haciendo que ella alzara la vista.
-Sí, todo bien -contestó, esforzándose por sonreír con naturalidad.
-Perfecto, eso me alegra -dijo Francisco, aunque su expresión reflejaba algo de preocupación-. Nos veremos en la junta de fin de año.
Cuando Francisco se fue, Ariana respiró aliviada. Sabía que el embarazo no era aún evidente, pero las miradas y preguntas de sus compañeros la ponían cada vez más nerviosa. El tiempo para mantener su secreto se acortaba, y cada interacción que tenía con Daniel y sus colegas lo hacía aún más claro.
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Al final del día, Daniel la llamó nuevamente a su oficina para repasar algunos detalles finales del proyecto. Pero, esta vez, su tono tenía una mezcla de intriga y firmeza.
-Ariana, ¿me estás ocultando algo?
Ella sintió cómo el pánico comenzaba a hacerse presente en su mente, aunque logró disimularlo manteniendo una expresión tranquila.
-¿A qué se refiere, señor?
Él frunció el ceño, estudiándola con una intensidad que la incomodaba.
-Desde que descubriste tu embarazo, siento que has estado... diferente. Más reservada. Y honestamente, me preocupa que no te sientas cómoda aquí. Si hay algo más, deberías decírmelo.
Ariana luchó por mantener la compostura, temiendo que él pudiera llegar a descubrir la verdadera razón detrás de su silencio. Sabía que si le confesaba su preocupación sobre la paternidad del bebé, todo se volvería más complicado.
-No hay nada, señor. Quizá solo... necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a los cambios, eso es todo. Es un proceso complicado y no estaba preparada para esto, pero estoy haciendo lo mejor que puedo -respondió, dejando entrever una vulnerabilidad que no era común en ella.
Daniel asintió lentamente, como si estuviera sopesando sus palabras.
-Entiendo, Ariana. Y no quiero presionarte, solo que... en nuestra empresa, la confianza es esencial. Siempre he valorado tu trabajo y tu discreción, así que quiero que sientas que puedes confiar en mí, incluso en temas personales.
Su tono, aunque profesional, contenía una cercanía que casi la hizo quebrarse. Sintió que sus barreras se debilitaban, pero no podía permitirse revelarle la verdad. No todavía.
-Gracias, señor. Aprecio mucho su apoyo.
Daniel se quedó en silencio un momento, mirándola como si intentara leer en sus pensamientos. Luego, cambió de tema abruptamente, retomando asuntos de trabajo, lo cual alivió a Ariana. Ella tomó nota de los detalles que le pidió y, finalmente, se levantó para despedirse.
Antes de que pudiera salir, sin embargo, Daniel la detuvo.
-Ariana -dijo en voz baja-, solo una última cosa. Si algún día necesitas ayuda más allá de lo laboral, quiero que sepas que estoy aquí. No solo como tu jefe.
Ella asintió, sintiendo una mezcla de agradecimiento y desconcierto ante sus palabras.
-Gracias, señor. Lo tendré en cuenta.
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Esa noche, mientras Ariana llegaba a su casa, su mente seguía dándole vueltas a la conversación. La actitud de Daniel hacia ella parecía haber cambiado, y no podía entender si era simple empatía o si había algo más detrás de su cercanía. En algún punto, empezó a temer que él comenzara a sospechar sobre el padre del bebé. Aunque no recordaba nada de aquella noche en el bar, Ariana siempre había temido que algo en su subconsciente pudiera traicionarla.
Mientras se preparaba para descansar, un pensamiento no dejaba de perseguirla: Daniel no era tonto, y en cualquier momento podría descubrir la verdad. Tendría que tomar una decisión pronto.