Capítulo 3 La Revelación

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, y los tonos cálidos de la tarde pintaban el zoco Waqif con una luz dorada que parecía realzar cada color y cada textura. Alicia y Amir continuaban conversando en la pequeña mesa de la cafetería. Para Alicia, la tarde había sido como un sueño; su fascinación por la cultura de Qatar y la presencia de Amir habían creado una experiencia que no habría imaginado. No sabía por qué, pero junto a él, se sentía tranquila, en paz, como si se conocieran de mucho tiempo atrás.

El mesero llegó a la mesa con dos tazas de té de menta, humeantes y aromáticas, y las dejó con una pequeña reverencia. Amir levantó su taza y miró a Alicia, como invitándola a hacer un brindis.

-Por los encuentros inesperados -dijo él, con una sonrisa cautivadora.

Alicia rió suavemente y levantó su taza también.

-Por las aventuras -respondió, antes de llevar el té a sus labios. El sabor era fuerte y refrescante, un poco amargo al principio, pero lleno de matices que nunca había probado antes.

Se sumieron en un breve silencio mientras ambos disfrutaban de la bebida. Alicia observó a Amir detenidamente; había algo en su mirada que seguía pareciéndole intrigante, como si escondiera algo. Cada vez que él hablaba, parecía elegir cuidadosamente sus palabras, como si intentara decir mucho más de lo que las frases permitían.

-Entonces, Amir, cuéntame más de ti -dijo finalmente, decidida a conocer algo más sobre él-. Hasta ahora, sé que te gusta el zoco y el té de menta, pero... ¿a qué te dedicas? ¿Qué te trajo aquí hoy?

Amir se quedó pensativo, mirando su taza de té por un instante antes de responder.

-Digamos que... tengo ciertas responsabilidades en este país. Qatar es mi hogar, y también mi deber. Nací aquí, y siento una conexión muy fuerte con mi gente y mi cultura -respondió, enigmático.

-¿Responsabilidades? -preguntó Alicia, sintiendo que aquella respuesta tan generalizada escondía algo más.

Amir esbozó una media sonrisa, claramente consciente de que había despertado su curiosidad.

-Mi familia está involucrada en los asuntos del país. Por decirlo de algún modo, intento contribuir en lo que puedo para ayudar a que Qatar siga creciendo y conservando su esencia -explicó, como si estuviera dando un vistazo superficial de algo mucho más profundo.

Alicia se quedó en silencio, reflexionando sobre sus palabras. La gente a su alrededor parecía pasar y saludarlo de manera respetuosa, algunos incluso inclinaban la cabeza brevemente. Fue entonces cuando comenzó a sospechar. Quizás no era solo una "persona importante" en términos de negocios, como había pensado al principio.

-No quiero sonar impertinente -dijo Alicia, buscando las palabras-, pero... ¿eres algún tipo de líder aquí?

Amir rió suavemente ante su pregunta, con una sinceridad que sorprendió a Alicia.

-Podría decirse que sí -admitió, al fin-. Mi padre es uno de los príncipes de Qatar. Y en cierta forma, eso también me convierte en príncipe.

Las palabras de Amir flotaron en el aire, y Alicia necesitó unos segundos para procesarlas. Príncipe. La palabra tenía un peso que ella no esperaba, y de pronto, todo el día comenzó a tomar otro sentido. Su cercanía con la gente, su presencia imponente, su manera de hablar... ahora todo encajaba.

-Vaya... -susurró ella, incrédula-. Nunca imaginé... Quiero decir, me pareces tan... normal.

Amir soltó una carcajada.

-Lo soy, en muchos aspectos. Aunque, por supuesto, hay cosas que nunca serán "normales" para alguien en mi posición -respondió, con un tono que denotaba una mezcla de humor y resignación-. Aunque, debo admitir, he disfrutado mucho de esta tarde contigo. No todos los días tengo la oportunidad de hablar con alguien que me trate como una persona común.

Alicia sonrió, y se sintió un poco más tranquila. A pesar de la revelación, la conversación seguía fluyendo de manera natural. Era como si, en realidad, ese título de "príncipe" fuera solo una etiqueta que Amir llevaba con sencillez.

-Entonces, ¿qué significa ser un príncipe aquí? ¿Tienes que cumplir con muchas obligaciones? -preguntó, intrigada.

-Podría decirse que sí. Qatar es un país con una historia muy rica y un futuro lleno de promesas, pero también con muchos retos. Mi familia y yo tenemos la responsabilidad de apoyar a nuestro pueblo, de preservar nuestras tradiciones mientras avanzamos hacia la modernidad. Es una tarea que implica tomar decisiones difíciles, mantener una visión clara de quiénes somos, y sobre todo, no olvidar nuestras raíces.

Alicia asintió, tratando de imaginar la presión que debía sentir. Ella no tenía ninguna responsabilidad parecida, y, sin embargo, podía ver en sus ojos la carga que él llevaba.

-Debo confesarte que admiro eso. Es decir, la idea de tener un propósito tan claro, de saber que estás ayudando a construir algo más grande que tú -dijo ella con sinceridad-. Es algo que no todos pueden decir.

-Gracias, Alicia. Significa mucho escuchar eso de alguien que no forma parte de este mundo -respondió Amir, mirándola con una mezcla de aprecio y admiración-. A veces, la gente solo ve el lujo, la riqueza, pero no comprende la parte de sacrificio que conlleva.

Hubo un momento de silencio, un instante en el que ambos se miraron, conscientes de la conexión que se había establecido entre ellos en tan poco tiempo. La intensidad de sus miradas hizo que Alicia sintiera una especie de electricidad en el aire.

Amir fue el primero en romper el contacto visual, como si necesitara aclararse. Bajó la mirada y se aclaró la garganta antes de continuar.

-Es curioso, ¿sabes? Hoy solo vine al zoco buscando algo de paz, un respiro de las obligaciones. Y te encontré a ti -dijo, con una sonrisa suave que revelaba algo más profundo-. Es como si el destino hubiese decidido que nos conociéramos aquí, entre el bullicio y la calma del mercado.

Alicia sintió que su corazón latía más rápido. Había algo en sus palabras que resonaba en su interior, como si, de alguna manera, ella también hubiera estado buscando algo, aunque no supiera qué. Era una extraña sensación de familiaridad, como si aquel momento hubiera sido predestinado.

-Quizás ambos estábamos buscando algo -respondió ella, mirando sus propias manos, insegura de si debía o no sostener su mirada.

Amir asintió lentamente, con una expresión pensativa.

-A veces, las respuestas llegan de las formas menos esperadas -dijo, su voz suave, pero firme-. A veces, un encuentro fortuito puede cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Alicia no sabía qué responder a eso, así que simplemente bebió un poco más de su té, saboreando la menta que le dejaba un frescor en la boca. Sintió que quería preguntarle mucho más, conocer más sobre él, sobre su vida, sobre cómo era ser príncipe en un país como Qatar. Pero no quería apresurarse, no quería que él sintiera que ella estaba ahí solo por curiosidad o por interés.

Finalmente, Amir se levantó y miró hacia el horizonte, donde la noche comenzaba a caer sobre Doha. Las luces de los rascacielos se encendían poco a poco, creando un contraste impresionante con el cielo anaranjado y violeta.

-Me temo que tengo que irme -dijo Amir, volviéndose hacia ella con una sonrisa-. Mis responsabilidades me llaman, como siempre. Pero me gustaría que volviéramos a vernos, si estás de acuerdo.

El corazón de Alicia dio un salto ante aquella propuesta inesperada, pero al mismo tiempo, inevitable. No podía explicar por qué, pero algo dentro de ella sabía que su historia con Amir apenas estaba comenzando.

-Me encantaría -respondió ella, con una sonrisa que no podía ocultar.

Amir se inclinó ligeramente, en un gesto que parecía tanto un saludo como una promesa.

-Hasta pronto, Alicia.

Y con esas palabras, Amir se despidió y se alejó, dejando a Alicia sola en aquella pequeña mesa de la cafetería, con su taza de té vacía y el eco de sus palabras resonando en su mente.

Mientras veía su figura desaparecer entre la multitud, Alicia supo que nada volvería a ser igual.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022