Capítulo 4 Una Invitación Inesperada

La mañana siguiente, Alicia se despertó con la sensación de que todo lo que había vivido el día anterior había sido un sueño. La figura de Amir, su conversación en el zoco, y su revelación como príncipe de Qatar seguían dando vueltas en su mente, como si su subconsciente no pudiera aceptar del todo lo que había ocurrido. ¿Cómo era posible que, en su primer día en Doha, hubiera conocido a alguien como él?

Intentando despejarse, decidió que lo mejor sería salir y recorrer la ciudad. Después de una ducha rápida, se vistió con una blusa de lino y unos pantalones frescos, lista para enfrentar el calor de la ciudad. Su plan inicial era visitar el Museo de Arte Islámico, un lugar que le habían recomendado como imprescindible para conocer más sobre la cultura de Qatar.

Al salir del hotel, el portero se acercó con una sonrisa.

-Señorita Alicia, disculpe la intromisión -dijo en un tono cortés-. Tengo un mensaje para usted.

Sorprendida, Alicia tomó la pequeña tarjeta que el portero le extendía. La notaba un poco arrugada, como si alguien la hubiera escrito deprisa. Al abrirla, sus ojos recorrieron el texto breve pero cargado de intención.

> *"Alicia, espero que hayas descansado bien. Me gustaría invitarte a una pequeña celebración esta noche en mi residencia. Será una oportunidad para que conozcas un poco más de mi mundo, y yo, de ti. Amir."*

Alicia sintió una mezcla de nervios y emoción al leer las palabras. Era la primera vez que alguien la invitaba a una "residencia" con tanta formalidad, y menos aún alguien de la realeza. Estaba claro que Amir no era una persona común, y que su vida seguramente estaba rodeada de personas importantes y de tradiciones que ella apenas empezaba a comprender.

Pasó el día explorando Doha, intentando distraerse, pero la invitación de Amir era una presencia constante en sus pensamientos. El Museo de Arte Islámico era, en efecto, un lugar fascinante. Alicia se quedó absorta observando las vitrinas con manuscritos antiguos, cerámicas y tejidos que contaban la historia de siglos de arte y cultura islámica. Sin embargo, una parte de ella continuaba pensando en Amir, preguntándose qué clase de evento sería, quiénes estarían presentes y, sobre todo, por qué él había sentido la necesidad de invitarla.

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Al caer la tarde, Alicia regresó a su hotel para prepararse. No tenía ni idea de qué tipo de vestimenta sería adecuada para una ocasión así, pero optó por un vestido largo de color azul oscuro que había llevado "por si acaso". Era sencillo y elegante, y aunque no era de lujo, sentía que le daba un aire sofisticado sin llamar demasiado la atención. Se recogió el cabello en un moño bajo y aplicó un maquillaje ligero.

Un coche negro con chofer la esperaba a la entrada del hotel. El conductor, un hombre de aspecto serio pero amable, la saludó con una inclinación de cabeza y le abrió la puerta. Durante el trayecto, Alicia observaba las luces de Doha, que se multiplicaban a medida que la ciudad entraba en la noche, preguntándose adónde la llevarían.

Finalmente, el coche se detuvo frente a una gran residencia rodeada de jardines. La casa era una mezcla de arquitectura tradicional y moderna, con grandes columnas y un diseño que reflejaba tanto la cultura árabe como la opulencia de la realeza.

-Señorita Alicia, bienvenidos a la residencia Al-Thani -dijo el chofer, ayudándola a salir.

Apenas había puesto un pie en el suelo, cuando una mujer vestida con una túnica elegante se acercó y le sonrió con calidez.

-Bienvenida, señorita. Mi nombre es Mariam. El príncipe Amir la espera en el salón principal. Por favor, sígame.

Alicia siguió a Mariam por un pasillo amplio, decorado con alfombras que parecían bordadas a mano y cuadros que mostraban paisajes del desierto y escenas de la vida tradicional qatarí. La decoración, aunque lujosa, era discreta, como si cada detalle hubiera sido pensado con cuidado.

Al entrar en el salón principal, la música suave de un *oud* llenaba el ambiente, y varias personas charlaban en grupos pequeños. La mayoría vestía túnicas tradicionales, y se notaba que cada uno de ellos pertenecía a un mundo de elegancia y distinción. Alicia sintió una punzada de nerviosismo, pero pronto localizó a Amir, quien se encontraba hablando con un hombre de barba blanca que vestía una túnica decorada con bordados dorados.

Amir levantó la vista y sonrió al verla, dejando su conversación para acercarse a ella.

-Alicia, me alegra mucho que hayas venido -dijo, con una mirada sincera y cálida que la tranquilizó al instante-. Estás... radiante.

-Gracias, Amir. La verdad, estaba un poco nerviosa -confesó, riendo suavemente.

-No tienes nada de qué preocuparte. Ven, quiero presentarte a algunas personas.

La llevó hasta un grupo de personas, entre ellas un hombre que resultó ser el embajador de un país vecino y su esposa, quienes la recibieron con una amabilidad que la hizo sentir más cómoda. A lo largo de la noche, Amir no se separó de su lado, explicándole algunas de las tradiciones que observaban y contándole anécdotas sobre las personas presentes.

En un momento, Alicia y Amir se encontraron solos en uno de los balcones de la residencia, desde donde se podía ver la ciudad iluminada. La vista era impresionante, con las luces de Doha reflejándose en el mar y los rascacielos resplandeciendo en la distancia.

-Es un mundo muy diferente al mío -dijo Alicia, sin apartar la vista del paisaje.

-Lo sé -respondió Amir, apoyándose en la barandilla a su lado-. Pero, en realidad, en el fondo no somos tan diferentes. A veces, lo que separa a las personas es simplemente la percepción de sus mundos.

Alicia lo miró, sorprendida por la profundidad de sus palabras.

-¿Y tú sientes eso, Amir? -preguntó, curiosa-. ¿Sientes que también estás atrapado en una percepción?

Él se quedó en silencio por unos segundos, mirando la ciudad antes de contestar.

-A veces, sí. Mi vida tiene ciertas limitaciones, ciertos compromisos... Pero también tiene grandes recompensas. Hay días en los que me siento libre, y otros en los que siento el peso de las expectativas sobre mí -admitió, con un tono honesto que Alicia no esperaba.

La noche estaba en calma, y el sonido de las olas en la distancia le daba un toque mágico a la conversación.

-Debe ser difícil. No puedo imaginar lo que es llevar esa carga -dijo Alicia, sintiendo empatía por él.

Amir la miró, sus ojos brillando con una intensidad que la hacía sentir vulnerable, como si él pudiera ver más allá de lo que ella mostraba.

-Alicia, desde que te conocí, he sentido que puedo hablar contigo como no puedo hacerlo con nadie más. Es extraño, pero liberador. Es como si... me permitieras ser solo yo, sin títulos ni obligaciones.

Alicia se ruborizó, sorprendida por la sinceridad de sus palabras. No sabía qué responder, pero sentía lo mismo. La conexión que habían establecido era tan natural y profunda que, por un momento, olvidó quién era él y quién era ella.

-Yo también siento eso, Amir. Contigo... todo parece más sencillo -dijo, intentando expresar lo que sentía, aunque las palabras se le quedaban cortas.

La conversación fue interrumpida por Mariam, quien se acercó con una inclinación respetuosa.

-Príncipe Amir, disculpe la interrupción, pero su padre lo espera en el salón privado.

Amir asintió y miró a Alicia, disculpándose con una sonrisa.

-Debo irme, pero por favor, disfruta del resto de la noche. Eres bienvenida aquí siempre, Alicia.

Ella asintió, comprendiendo. Lo vio alejarse y, aunque intentó mezclarse de nuevo entre la gente, se quedó observando el balcón por un largo rato, pensativa. Amir era un enigma, un misterio que la atraía cada vez más, y aunque sabía que sus mundos eran diferentes, sentía que había algo innegable entre ellos, algo que no había sentido antes.

Mientras la noche avanzaba, Alicia supo que aquel encuentro la había marcado, y que quizás, aquella historia con Amir era mucho más que una coincidencia.

            
            

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