Elevo la taza de café colocándola en mis labios mientras el sabor invade mi paladar. Todo lo que necesitaba ciertamente.
– Tienes manchas oscuras en los ojos –. Sebastian señala las ojeras que adornan mi rostro –. ¿No descansaste bien?
– No mucho – admito aferrando la taza más de lo que debo –. Supongo que es el cambio – miento.
– Puede ser – accede dejando de darle importancia –. ¿Revisaste el nuevo proyecto? – elevo la mirada.
– Parece ser una buena adquisición –. mis palabras lo ponen de buen humor –. Creo que tiene potencial – agrego.
– Entonces hablarás con tu padre – asume de inmediato mostrándose satisfecho.
– No aceptará la compra sin un trabajo de campo, lo sabes –. Me adelanto a lo que serán las palabras de mi padre, es un hombre que actúa bajo sus métodos, y aunque a Sebastian no le guste admitirlo, son funcionales.
– No tengo tiempo para esas cosas Rossa –. Deja de lado la tablet mirándome fijamente.
– Conoces el protocolo de la empresa – le recuerdo.
Por costumbre mi padre y sus socios antes de adquirir cualquier lugar infiltran a una persona, esta se encarga de verificar que todas las cuentas e informes que las adquisiciones nos brindan sean reales. También verifican qué trabajadores continúan y quienes no nos sirve, es un trabajo efectivo que ahorra problemas a largo plazo.
– Necesitamos personas jóvenes, es evidente –. Entiendo su apuro, Sebastian tiene una buena vista para los negocios, pero a veces es impaciente, algo que mi padre no acepta.
Se levanta colocándose el saco, el clima cada vez más fresco ya que el invierno aquí se aproxima. Su móvil suena anunciando la notificación, el problema es que el mío también lo hace al mismo tiempo.
– Una junta de emergencia – me avisa esperando a ver qué es lo que ha llegado a mi bandeja de entrada, y de antemano ya veo venir el dilema.
– Solicitaron que yo también asistiera –. Su rostro se descompone por completo en tan solo unos segundos.
Ange le interrumpe entrando sin avisar –. ¿Por qué mierda me ha llegado una solicitud de junta? – Muestra su mensaje exactamente igual que el mío.
– Tu padre está planeando una función a lo grande – advierte –. Resuelve esto –. La brusquedad en sus palabras hace que mi hermana lo mire con rabia, rabia que traspasa a mí al ver que no digo nada al respecto mientas él se marcha sin siquiera despedirse.
– Es un imbécil – agrega en cuanto la puerta se cierra.
– Es mi esposo – le recuerdo.
– Tu imbécil esposo – reúne ambos alegatos en una misma oración.
– Solo está estresado –. No tengo ganas de lidiar con estas cosas, no ahora.
– Y por eso te habla así, ¡ya date cuenta! – casi que grita.
– Basta, Ange – le regaño dejando mi desayuno de lado mientras me coloco de pie –. Sé que mi matrimonio no es perfecto, pero el de nadie lo es, ahora estamos teniendo problemas, pero el punto de venir aquí es ese, arreglar las cosas.
Me salgo pasando por su lado mientras mi pequeña hermana fiel creyente de conocer el mundo y decirles a todos cómo deben vivir, se queda detrás enojada conmigo.
– Papá – hablo en el instante en que contesta la llamada.
– Rossa, no hay discusión en esto – me advierte de antemano.
– Revisé el proyecto y es bueno – insisto esperando arreglar todo.
Ese se ha vuelto mi verdadero trabajo, siempre intentando arreglar todo, la casa, mi falta de fertilidad, mi matrimonio, mi familia, mis años invertidos.
– Perfecto, entonces solo asiste a la junta y deja de preocuparte –. Conozco a mi padre lo suficiente como para saber que algo planea.
– Papá – intento hablar, pero no me lo permite.
– Hija, no digo que Sebastian no sea un buen hombre – detiene mis impulsos –. Pero quiero a mi hija de vuelta en la empresa –. El silencio se hace en la línea entre los dos, esta ha sido una conversación demasiado extensa los últimos dos años. Él quiere que regrese, pero eso implica que tendría que quitarle las acciones a Sebastian, y para él eso sería humillante, más aún cuando hace un buen trabajo.
– No puedo, sabes que no es justo ...
– Lo que no es justo es que tu juventud se pierda dentro de las paredes de su casa esperando procrear como si fueras un animal de granja –. Su voz es más dura que sus propias palabras –. No te crie para estar a la sombra de nadie, siquiera a la de un buen hombre, aunque ese sea tu esposo –. Simplemente cuelga dejándome con el sabor amargo de lo que será un día demasiado largo mientras a las notificaciones llega la confirmación de la hora de la junta, una de la tarde.
Tengo tres horas para disfrutar de la poca paz que me queda.
Si es que eso existe...
– Estoy cansada –. Me observo en el espejo viendo a la mujer que tengo en frente, una pequeña lágrima se me escurre con lentitud. Esta jodida sensación de vacío en el pecho, esta hambre de todo pero sin tener el valor de hacer nada, solo sé una cosa, estoy cansada de luchar por todo y sentir que no consigo nada.
Sebastian es un buen hombre, pero esta no era la vida que quería para mí, siendo la mujer que siempre espera por su regreso, porque tenga tiempo para una caricia, porque me mire tanto como a su teléfono, por recordar lo que se siente sentirse mujer, creo que ya no sé ni lo que se supone que significa eso.
– Tengo que ir – me resuelvo.
El aviso era claro, se pospondría hasta que todos los miembros estuviéramos si alguno no iba, no hay brechas esta vez.
Me preparo sin darle mucha vuelta a lo que voy a ponerme, se supone que el resto de mi equipaje llega en estos días, así que tiro de lo que hay. La puerta de mi habitación se abre dejando ver una cabellera castaña corta –. Ya estoy –. Ange se para en el umbral aguardando.
– Bien, vámonos entonces –. La videollamada nos conectará a todos los miembros, nosotras debemos ir a la empresa desde donde participaremos de la reunión.
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Las puertas del edificio se abren dejándonos pasar mientras algunas miradas se posan sobre nosotras cuando entramos al elevador exclusivo que solo lleva a un sitio, la última planta perteneciente a mi familia. De inmediato al abrirse la secretaria se acerca brindándome lo que sea que desee, yo solo quiero acabar con esto. Le dejo llevarme hacia donde debe ser la sala de juntas.
La amplia puerta da paso hacia su interior –. Tu padre ya está listo para comenzar –. Sebastian siquiera se molesta en verme mientras toma su lugar en la mesa, la pantalla se enciende mientras de apoco los miembros se muestran en ella y apenas si tengo el tiempo preciso para respirar, al parecer hoy todos tienen prisa.
Ange y yo ocupamos nuestros lugares, y para mi sorpresa, mi madre también está en la junta, justo al lado de mi padre.
– Creo que ya estando todos, podemos dar inicio –. Mi padre toma las riendas –. Como primer punto, hablaremos de las nuevas redes de adquisiciones.
– ¿Red de qué? – Hago un gesto a Ange para que guarde silencio, es sabido para todos que nunca le ha importado nada de esto. Desde que es mayor de edad adquirió sus acciones en la empresa, pero es nuestro padre quien la maneja ya que a ella nada le importa de esto.
Mi padre continúa obviando su interrupción –. Nuestro hilo adquisitivo siempre ha sido funcional, restaurantes, hoteles – menciona –. Pero los clubes nocturnos son algo nuevo – denota y más de uno parece estar de acuerdo con él.
– La juventud hoy en día no quiere ir a un aburrido restaurante –. Sebastian interfiere –. Quieren cosas más ... atrevidas, simples de una forma diferente.
– No podemos solo invertir por eso, la juventud es demasiado cambiante – mi padre le advierte.
– Por ello El Atrevido es una buena opción, nos permite manejar varios tipos de públicos en un mismo lugar –. No es menos cierto –. Nos ayuda a optimizar esfuerzo y gastos teniendo todo, Rossa estudió el proyecto – me menciona y yo solo deseo que no lo hubiera hecho, ya que todas las miradas se posan sobre mí –. Está de acuerdo con que es prometedor – me incita a que apoye su idea ante todos, o más bien, me deja sin opción.
Todas las miradas aguardan por una respuesta de mi parte.
– El Atrevido no es un mal lugar – admito, y aunque es una compra riesgosa, tiene futuro si la empresa sabe aprovechar las ventajas –. La ubicación es buena, una clientela variada, lo que asegura una rentabilidad en las tres temáticas del local, solo necesita un empuje.
Todos escuchan cada palabra sin interrumpir, la sonrisa en los labios de mi padre se plasma como muestra de orgullo –. Pero aun así no podemos confiarnos –. Su interrupción es acompañada del asentimiento de algunos miembros –. Necesitamos un trabajo de campo para estar seguros –. La sugerencia es más que aceptada, y parece no disgustarle demasiado a Sebastian, por lo que me relajo un poco.
– Tenemos unos meses para que el antiguo contrato termine y podamos adquirir el porcentaje que está a la venta del local, es un hecho – Sebastian accede, sabe que yendo en contra no conseguirá nada, esta gente no es de los que dan pasos en arena movedizas –. Así que elijan a quien deseen para el trabajo de campo, me encargaré de recibir a la persona personalmente –. Se brinda y realmente me alivia que esto esté yendo bien.
– Eso no será necesario – mi padre lo corta y la mirada de Sebastian se achica por un momento –. La persona designada ya se encuentra en Montevideo –. Sonríe y solo ruego porque no diga lo que creo –. No hay nadie mejor que Rossa para esto.
Mierda...
Todo en la sala queda en absoluto silencio, siquiera las personas en sus videollamadas de atreven a moverse, y yo solo puedo pensar en una cosa, esto me costará una buena discusión con mi esposo.
La carcajada truena por toda la sala, y solo sé algo, proviene del hombre que está sentado a mi lado. Se toma el tiempo de ponerse de pie mientras jadea por aire y seca sus lágrimas dado el buen chiste que acaban de hacerle.
– Eso no va a pasar –. La sonrisa se le pierde mientras asegura mirando directamente a mi padre.
– Creo que esa es decisión de mi hija –. El hombre en la pantalla le devuelve.
– Robert –. Mi madre intenta hacerlo razonar –. Rossa ahora es una mujer casada con una casa y un esposo que atender.
– Mi hija es más que la mujer de alguien y la encargada de una casa – la silencia con una sola mirada, mi padre nunca tuvo nada en contra de Sebastian, no puedo decir lo mismo en cuanto a nuestra decisión de que dejara de trabajar. Creo que ese día comenzaron las rencillas entre ellos dos, mi padre no le perdona ni a él ni a mí eso.
– Se razonable, cariño – renueva su suplica, pero no lo detiene.
– Dijiste que Rossa revisó tu proyecto –. Sebastian asiente.
– No entiendo a qué viene eso – le habla –. Pero lo hizo.
– Bien, como sabes, aquí tenemos un protocolo de compras – prosigue –. Si quieres la palabra de mi hija como seguro para tu adquisición, entonces es ella quien debe encargarse del trabajo de campo.
– Sugieres que Rossa se infiltre en el local –. Cada palabra que dice luce hacerle gracia – Ella ya no puede con eso – simplifica como si la sonrisa no fuera suficiente.
Elevo la mirada observando al hombre a mi lado, su seguridad ante mi falta de capacidad, y, sobre todo, la certeza y la diversión en su mirada al hablar de ello.
– ¿Por qué crees eso? – Le observo y mi cuestionamiento le toma por sorpresa, Sebastian mira a su alrededor viendo que todos son participes de esta circunstancia –. ¿Crees que soy una incompetente? – Mi voz es suave, pero clara.
– No dije eso – aclara –. Lo sabes.
– Yo creo que sí puede, ¿por qué tú no? – la intervención de Ange a mi lado solo lo hace ponerse más a la defensiva.
– No dije eso – rectifica, pero no retiro mi mirada de él, ambos sabemos que sí lo hacía –. Solo es que llevas mucho tiempo alejada de todo esto – señala.
– Y aun así entregó un informe del lugar mejor detallado y estructurado y en solo una noche –. Mi padre es firme mientras abandona a Sebastian y tan solo me observa a mí –. Esperaremos una respuesta de tu parte, pero te advierto que, si no estás a cargo del trabajo de campo, no nos arriesgaremos –. La llamada finaliza dejándonos a todos inmóviles.
Sebastian con la furia brillándole, Ange disfrutando del espectáculo, y yo, solo deseando que el mundo se me termine de derrumbar encima sin con ello consigo escapar de sus miradas.
No puedo ir a ese lugar, yo ya no me siento preparada para estas cosas, y, aun así, hay un pequeño latido de emoción en mi pecho, silencioso y pequeño, pero ahora está diciendo que por qué no hacerlo...