Capítulo 2 Alianzas Forzadas

El aire nocturno se sentía denso en el bosque que rodeaba el campamento licántropo. El crujir de las ramas bajo sus pies era el único sonido que acompañaba el viaje de Lenara y Kael a través de la oscuridad. Aunque el cielo estaba despejado, con una luna llena que iluminaba parcialmente el terreno, la densa niebla que emergía de la tierra parecía estar viva, arrastrándose sobre las raíces de los árboles como un enemigo invisible. Lenara mantenía su paso firme, su mente agitada, pero su exterior impasible.

El dolor de la traición aún punzaba en su corazón, pero la rabia que sentía la empujaba a seguir adelante. No podía permitirse el lujo de rendirse.

Kael caminaba unos pasos delante de ella, sus ojos brillando con una intensidad que solo los licántropos podían comprender. A pesar de la complicada relación entre ellos y su desconfianza mutua, había algo en la forma en que se movía que hacía que Lenara sintiera una incomodidad visceral, como si su presencia fuera un recordatorio constante de la guerra que los separaba. Él no era como los demás licántropos que había conocido; su mirada no mostraba la furia salvaje que solía asociar con su especie, sino una fría determinación que la hacía sentir aún más vulnerable.

-Necesitamos acelerar -dijo Kael, su voz grave cortando el silencio de la noche. No la miraba, pero podía sentir sus ojos en ella, como si estuviera esperando su respuesta.

-¿Acelerarnos a dónde? -replicó Lenara, su tono sarcástico, aunque más por despecho que por verdadera desconfianza. El desgaste de la huida y la constante amenaza de muerte la habían dejado al borde del agotamiento, pero la furia en su interior seguía siendo una llama que no se extinguía fácilmente.

Kael giró ligeramente la cabeza hacia ella, los músculos de su cuello tensándose al hacerlo. Había algo en la forma en que ella lo desafiaba que lo exasperaba, pero también le resultaba intrigante. Durante toda la vida de Kael, nunca había conocido a una mujer tan orgullosa y resistente, especialmente una vampira, cuyo linaje se presumía débil y elitista. En Lenara, veía algo que desafiaba todas las expectativas que tenía sobre su raza.

-A las montañas, donde los cazadores no puedan encontrarnos. La tormenta se acerca. No sobreviviremos si no llegamos a tiempo.

La tormenta era una metáfora de lo que había sucedido en las últimas horas. La tormenta de caos y traición que los había arrastrado hasta ese punto. Aquel mismo día, Lenara había sido entregada por su propio padre a los licántropos, una maniobra estratégica de los Drakov para salvar su linaje y sus tierras. Aunque Lenara no sabía exactamente qué esperaban los vampiros del pacto con los licántropos, sí sabía que su vida era un sacrificio y que su familia había hecho la elección de abandonarla sin el menor remordimiento. Su padre, Lord Drakov, había sido claro: ella era un peón más en un juego de poder mucho mayor.

Lenara se obligó a centrarse en el presente. Aunque la traición seguía ardiendo en su pecho, había algo más urgente: la supervivencia. Tenía que salir de ahí. No importaba que fuera en la compañía de Kael, a quien no podía considerar más que un enemigo. El odio entre sus razas era profundo, y no podía permitirse olvidar eso. A pesar de la situación, ella sabía que no había otra opción más que seguir adelante con él, aunque cada paso en su cercanía le recordara la furia ancestral que se profesaban sus razas.

El suelo bajo sus pies comenzó a volverse más rocoso, y Kael aumentó la velocidad, indicándole a Lenara que lo siguiera. No le costaba moverse rápido en su forma humana, gracias a la agilidad propia de los licántropos, aunque su aspecto era menos imponente que cuando se transformaba. Lenara también era rápida, pero algo en su interior la detenía. La lucha constante por controlar sus emociones y no ceder al odio era una batalla difícil. Su alma estaba dividida entre el deseo de venganza y la necesidad de protegerse a sí misma.

Un ruido de ramas quebrándose en la distancia alertó a Kael. Se detuvo de golpe, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse. Lenara hizo lo mismo, poniéndose en guardia al instante. El sonido de pasos pesados en el suelo, mezclados con gruñidos bajos, llegó hasta sus oídos. Los cazadores licántropos ya los habían encontrado.

-Sigue mi ritmo -le dijo Kael, sin apartar la vista del sendero que tenían delante. Su voz era firme, pero no transmitía confianza. Kael sabía que Lenara era una luchadora, pero también sabía que no podía permitirle que se enfrentara a los cazadores. Si lo hacía, corrían el riesgo de perder la ventaja de la sorpresa.

-¿A qué nos enfrentamos? -preguntó Lenara, su tono más controlado que antes. Si Kael confiaba en ella lo suficiente como para decirle que se mantuviera a su lado, no podía fallarle.

-Cazadores licántropos. Alden lidera el grupo. No los subestimes, pero si somos rápidos, podemos evitarlos.

Alden. El nombre resonaba en la mente de Lenara, pero no lo asociaba con nada específico. Sin embargo, el simple hecho de que Kael lo mencionara con tal seriedad dejaba claro que este cazador no era una amenaza cualquiera.

Un grupo de sombras apareció de entre los árboles. Alden era alto, con ojos dorados que brillaban con la ferocidad de un depredador. Detrás de él, otros dos cazadores avanzaban, también licántropos, aunque menos imponentes que su líder. Al verlos, el instinto de supervivencia de Lenara se activó inmediatamente. No podía permitir que Kael y ella fueran capturados de nuevo. A pesar de la tensión palpable entre ellos, el vínculo que estaban comenzando a formar, aunque frágil, parecía ser lo único que los mantenía unidos.

Kael no esperó que los cazadores llegaran demasiado cerca. Se giró abruptamente hacia Lenara y le hizo una señal para que lo siguiera, mientras él se lanzaba hacia un árbol cercano, trepando con facilidad. Lenara lo siguió rápidamente, no sin cierto esfuerzo, y antes de que los cazadores pudieran detectarlos, se hallaban a salvo en lo alto de las ramas. La vista desde allí era limitada, pero les ofrecía la ventaja de la altura.

Alden, con su agudo sentido de olfato, detuvo su marcha justo debajo de ellos. La tensión era palpable. Lenara podía sentir la furia de los cazadores mientras buscaban cualquier indicio de su presencia. Kael estaba completamente quieto, sus ojos fijos en el grupo, midiendo sus movimientos con una precisión fría.

-No huelen a vampiros -dijo Alden, su tono desconcertado pero firme-. ¿Dónde están?

-Tienen que estar cerca -respondió uno de los cazadores, un joven licántropo con un rostro impasible.

Lenara contuvo la respiración. El viento comenzó a soplar con más fuerza, agitando las hojas a su alrededor, pero Kael no movió ni un músculo. Finalmente, Alden dio la orden de continuar su búsqueda en otra dirección. Los cazadores se alejaron, sin darse cuenta de que la presa había estado a solo unos metros de ellos.

Cuando estuvieron fuera de vista, Kael permitió que su cuerpo se relajara por fin, dejando escapar un suspiro largo. Lenara se permitió exhalar también, aunque su mirada seguía fija en la dirección en que los cazadores se habían ido.

-Lo logramos -dijo Kael en voz baja, pero Lenara no podía permitirse el lujo de sentirse tranquila aún.

-Esto no ha terminado -respondió con firmeza, sin apartar los ojos de la ruta por la que habían venido.

Kael la observó un momento, y en su mirada se reflejaba una compleja mezcla de respeto y frustración. Habían sobrevivido a una primera emboscada, pero sabía que los cazadores no dejarían de buscar hasta encontrar una pista de su paradero.

-Nos queda mucho camino -dijo, finalmente. -Y aún no me has dicho por qué deberíamos confiar en ti.

Lenara lo miró, esbozando una sonrisa irónica.

-Eso, mi querido Kael, aún está por verse.

            
            

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