El aire cargado de humedad y la penumbra del amanecer ofrecían una atmósfera opresiva mientras Kael guiaba a Lenara a través de los caminos ocultos del Bosque Prohibido. Cada paso estaba marcado por un tenso silencio, interrumpido únicamente por el crujir de las hojas y el distante canto de criaturas nocturnas que se desvanecían con la llegada de la luz.
Lenara, con su vestimenta desgarrada y el rostro marcado por el cansancio, mantenía su postura erguida. Sus ojos escarlata brillaban con determinación, aunque la fatiga comenzaba a pesarle. Desde su huida inicial, no habían tenido un verdadero momento de descanso. Kael, por su parte, avanzaba con un ritmo constante, manteniendo los sentidos alerta mientras seguía un camino que parecía solo visible para él.
-¿Estamos cerca? -preguntó Lenara finalmente, rompiendo el silencio.
Kael asintió sin mirarla.
-Pronto. Mantente alerta. No todos los que están allí estarán contentos de verte.
Lenara levantó una ceja.
-¿"Allí"? ¿Qué es exactamente "allí"?
Kael finalmente se detuvo, girándose hacia ella con una mirada seria.
-El Refugio de los Renegados. Es un lugar donde licántropos y vampiros que no encajan en sus clanes o familias han encontrado un hogar. Pero no te equivoques, esto no es un santuario de paz. Es un lugar de sobrevivientes, y sobrevivir no siempre significa confiar.
Lenara consideró sus palabras mientras intentaba disimular el nerviosismo que le provocaba la idea. Si este refugio era tan peligroso como Kael insinuaba, debía estar preparada para cualquier cosa.
El Refugio no era lo que Lenara esperaba. Al llegar, lo primero que notó fue el olor a madera quemada mezclado con el metálico aroma de la sangre. El lugar estaba escondido en una pequeña hondonada, rodeada por árboles tan altos que apenas permitían la entrada de la luz. Las cabañas de madera y piedra estaban construidas de manera irregular, como si cada una hubiera sido levantada con lo que había a mano. Grupos de vampiros y licántropos, algunos con cicatrices visibles, otros con miradas vacías, se movían entre las construcciones, susurrando entre sí mientras los recién llegados avanzaban.
Un murmullo comenzó a extenderse cuando los refugiados reconocieron a Kael. Aunque algunos lo saludaron con inclinaciones de cabeza, otros lo miraron con abierto desprecio. La llegada de Lenara, sin embargo, provocó una reacción más fuerte. Los ojos de los renegados se posaron sobre ella, y sus expresiones oscilaron entre la curiosidad y el odio.
-Esto va a ser interesante -murmuró Lenara, sosteniendo la mirada de un vampiro que no dejaba de observarla con hostilidad.
Kael ignoró los murmullos y condujo a Lenara hacia el centro del campamento, donde una cabaña más grande destacaba entre las demás. Antes de que pudieran llegar, una figura alta y de cabello plateado salió al encuentro.
-Kael -dijo el hombre, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos-. Has vuelto.
Kael se detuvo y saludó con un movimiento de cabeza.
-Marek. Necesitamos tu ayuda.
Marek, un vampiro mayor, observó a Lenara con interés, inclinando ligeramente la cabeza.
-¿Y quién es esta? No me digas que ahora recoges vampiras perdidas por el bosque.
-Lenara Drakov -respondió ella con firmeza antes de que Kael pudiera hablar-. Y no soy una recogida. Estoy aquí porque no tengo otra opción.
Marek alzó una ceja, claramente impresionado por su valentía. Luego, su mirada volvió a Kael.
-Sabes lo que esto significa, ¿verdad? No todos estarán de acuerdo con que ella esté aquí.
Kael asintió.
-Lo sé. Pero no tenemos alternativa.
Dentro de la cabaña de Marek, el ambiente era igual de tenso. Lenara y Kael explicaron su situación, detallando la persecución y los motivos detrás de su huida. Marek los escuchó en silencio, sus dedos tamborileando sobre la mesa de madera entre ellos.
-Entonces, el Consejo Vampírico y los licántropos trabajan juntos para cazarlos. Eso no es algo que se vea todos los días -comentó Marek finalmente, con una sonrisa amarga.
-No es una alianza -aclaró Kael-. Es un interés común.
-Como sea -respondió Marek, encogiéndose de hombros-. Esto no será fácil. Ya sabes cómo son las cosas aquí, Kael. La mayoría de los que están aquí han perdido todo por culpa de vampiros o licántropos. Y ahora traes a una Drakov al campamento.
Lenara intervino, con el tono cortante que había heredado de su linaje.
-No estoy aquí para causar problemas. Solo necesitamos un lugar seguro por un tiempo.
Marek la miró con curiosidad antes de asentir lentamente.
-Muy bien. Pero te advierto, si causas problemas, no seré yo quien te salve.
A medida que pasaban los días, Lenara comenzó a entender las dinámicas del Refugio. Aunque había una aparente convivencia entre los vampiros y licántropos renegados, las tensiones estaban siempre presentes. Los conflictos estallaban con frecuencia, y Marek parecía más un mediador que un líder.
Uno de los enfrentamientos más significativos ocurrió entre Lenara y Liora, una joven vampira que había perdido a su familia por un ataque licántropo. Liora no ocultaba su desprecio hacia Lenara, y una noche, mientras Lenara intentaba entrenar con una espada vieja que había encontrado, Liora la enfrentó.
-¿Qué crees que estás haciendo aquí? -preguntó Liora, sus ojos brillando con odio-. ¿Crees que porque eres una Drakov tienes derecho a todo?
Lenara se giró lentamente, manteniendo la espada baja.
-No busco problemas, pero si quieres uno, estaré encantada de dártelo.
Liora se lanzó hacia ella, pero Lenara estaba preparada. El enfrentamiento fue breve pero intenso, y aunque Lenara logró desarmar a Liora, el conflicto dejó claro que su presencia era una amenaza para la frágil estabilidad del Refugio.
Kael, por su parte, lidiaba con sus propios problemas. Su retorno había reavivado viejas heridas entre los renegados, especialmente con Veyra, una licántropa guerrera que nunca había perdonado a Kael por abandonar su manada.
-Sigues siendo un traidor, Kael -le dijo una noche, mientras ambos patrullaban el perímetro del campamento.
Kael suspiró, cansado de la acusación.
-Hice lo que tenía que hacer.
-¿Y ahora? ¿Proteger a una vampira? Eso no es lo que yo llamaría redención.
Kael no respondió, pero las palabras de Veyra lo afectaron más de lo que estaba dispuesto a admitir.
El punto culminante llegó cuando una traición interna puso a todos en peligro. Un grupo de renegados, liderados en secreto por Liora y un licántropo llamado Drayk, intentó entregar a Lenara al Consejo Vampírico a cambio de seguridad. El intento de secuestro ocurrió en medio de la noche, pero Lenara, con la ayuda de Kael, logró defenderse.
El enfrentamiento dejó varias bajas, y aunque Marek castigó a los traidores, el incidente dejó claro que el Refugio ya no era seguro para Lenara y Kael.
Antes de partir, Marek se acercó a ellos.
-No sé si lo que están buscando vale la pena, pero sé esto: el mundo allá afuera no los aceptará. Si sobreviven, será porque aprenden a confiar el uno en el otro.
Lenara y Kael intercambiaron una mirada antes de agradecerle. Con sus pertenencias mínimas y sus heridas aún frescas, dejaron el Refugio atrás, sabiendo que lo peor aún estaba por venir.