Capítulo 6 El canto de las profundidades

En un pequeño pueblo costero llamado Cala Serena, los pescadores contaban historias de sirenas que habitaban las aguas profundas del mar. Estas criaturas míticas, con sus voces encantadoras y su belleza inigualable, eran tanto admiradas como temidas. Se decía que su canto podía llevar a los hombres a la locura, o incluso a la muerte, si no resistían su atracción.

Sofía, una joven que había crecido escuchando estas historias, nunca creyó en ellas. Para ella, las sirenas eran solo leyendas, cuentos de viejos marineros que buscaban explicar lo inexplicable del océano. Sin embargo, su perspectiva cambió una noche cuando, durante una tormenta, su padre, un experimentado pescador, desapareció en el mar.

El dolor por la pérdida de su padre hizo que Sofía empezara a cuestionar todo lo que había creído. La última vez que lo vio, él le había hablado de un lugar secreto en el mar, donde las sirenas cantaban para atraer a los navegantes. Desesperada por respuestas, Sofía decidió que debía descubrir la verdad por sí misma.

Una noche, cuando la luna llena iluminaba el océano, Sofía tomó el bote de su padre y se adentró en el mar. Llevaba solo lo necesario: una linterna, una red, y el colgante que su padre siempre llevaba consigo, un amuleto que, según él, la protegería de todo mal.

El mar estaba en calma, pero el aire estaba cargado de una extraña energía. A medida que se alejaba de la costa, Sofía sintió una sensación de inquietud, como si algo o alguien la estuviera observando. Y entonces, lo escuchó: un canto suave y melancólico que parecía venir de todas partes.

Sofía siguió el sonido, hipnotizada por su belleza. Sin darse cuenta, llegó a una zona donde el agua era más clara y el fondo del mar se podía ver con claridad. Allí, bajo la superficie, vio algo que la dejó sin aliento: una sirena.

La criatura era más hermosa de lo que cualquier historia había descrito. Su cabello, de un tono azul profundo, flotaba alrededor de su rostro, y sus ojos, de un verde esmeralda, brillaban con una luz propia. Su cola, cubierta de escamas que reflejaban la luz de la luna, se movía con gracia mientras cantaba.

Sofía, fascinada, se inclinó sobre el borde del bote para ver mejor. La sirena la miró directamente y sonrió, pero su sonrisa no era amigable. Había algo oscuro y peligroso en su expresión.

-Has venido buscando respuestas -dijo la sirena, su voz resonando en la mente de Sofía más que en sus oídos-. ¿Estás preparada para conocer la verdad?

Sofía asintió, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que estaba entrando en un terreno peligroso, pero su deseo de saber qué le había sucedido a su padre era más fuerte que su miedo.

La sirena se acercó más, y con un movimiento elegante de su cola, emergió completamente del agua, quedando a solo unos centímetros de Sofía.

-Tu padre vino aquí, como tú, buscando respuestas -dijo la sirena-. Pero el mar tiene sus propios secretos, y no todos están destinados a conocerlos. Él se rindió a la llamada del océano, y ahora es uno con las profundidades.

Sofía sintió una mezcla de tristeza y enojo. No podía aceptar que su padre hubiera simplemente desaparecido sin dejar rastro.

-¿Por qué lo hiciste? -preguntó con voz quebrada-. ¿Por qué lo atrapaste?

La sirena la miró con una expresión que parecía combinar compasión y crueldad.

-No es cuestión de atrapar, sino de elección. El mar llama a aquellos que están perdidos, que buscan algo más allá de lo que la tierra puede ofrecerles. Tu padre respondió a esa llamada.

Sofía bajó la mirada, luchando contra las lágrimas. Pero entonces, recordó el amuleto de su padre. Lo sacó y lo sostuvo en alto.

-Este amuleto... ¿me protegerá de ti? -preguntó, con una chispa de desafío en su voz.

La sirena retrocedió un poco, sorprendida por la acción de Sofía. Sus ojos se estrecharon, y por un momento, el canto cesó.

-Ese amuleto... contiene el poder de resistir nuestra llamada -dijo lentamente-. Pero debes usarlo sabiamente. No todos tienen la fuerza para soportar la verdad del mar.

Sofía apretó el amuleto en su mano y respiró hondo.

-Quiero saber la verdad. ¿Qué pasó exactamente con mi padre? -demandó.

La sirena asintió y, con un gesto de su mano, el agua alrededor del bote comenzó a brillar. De repente, Sofía fue rodeada por imágenes del pasado, como si el mar mismo estuviera contando su historia. Vio a su padre, navegando en la misma noche de tormenta, escuchando el canto de las sirenas. Vio cómo él, cautivado, se lanzó al mar, buscando algo que ni siquiera él podía explicar.

Pero entonces, la imagen cambió. Vio a su padre luchando, tratando de resistir, pero finalmente siendo arrastrado por las corrientes, hasta que desapareció en las profundidades.

Sofía se dio cuenta de que su padre no había sido víctima de las sirenas, sino de su propia búsqueda interminable de algo más allá de lo humano. El mar no lo había capturado; él se había rendido a su poder.

La sirena, observando el dolor en los ojos de Sofía, habló con una voz más suave.

-Ahora sabes la verdad. Tu padre eligió el mar. Pero tú tienes la oportunidad de elegir tu propio destino. ¿Volverás a la tierra o te quedarás aquí, buscando respuestas que el mar nunca te dará?

Sofía, con el amuleto aún en su mano, miró a la sirena y luego al vasto océano que la rodeaba. Comprendió que el mar siempre tendría sus secretos, y que algunos de ellos estaban destinados a permanecer ocultos.

-Volveré a la tierra -dijo finalmente-. Pero nunca olvidaré lo que he aprendido aquí.

La sirena asintió, y con un último canto, desapareció bajo las olas, dejando a Sofía sola en el silencio de la noche. Con un corazón más ligero, pero con una nueva comprensión del poder del mar, Sofía remó de vuelta a la costa, sabiendo que su padre había encontrado lo que buscaba, y que ahora era su turno de encontrar su propio camino.

            
            

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