Capítulo 8 El Reino Oculto de Sylphora

En el mundo de Sylphora, las hadas no eran pequeñas criaturas aladas como en los cuentos comunes, sino seres magníficos de diversos tamaños y formas. Cada hada pertenecía a un reino elemental, y su magia estaba ligada a las fuerzas de la naturaleza: el agua, el fuego, el aire, la tierra y la sombra. Vivían en perfecta armonía, cada reino contribuyendo a la prosperidad del mundo, hasta que un evento extraño amenazó con destruir su equilibrio.

En el centro de Sylphora, donde las raíces de todos los bosques convergían y los ríos cantaban al unísono, se encontraba el Árbol de la Vida, un coloso cuyas hojas brillaban con el fulgor de las estaciones. Este árbol era el corazón de Sylphora, y de él emanaba la magia que nutría a todos los reinos. Sin embargo, un día, el Árbol comenzó a marchitarse. Sus hojas, que nunca habían caído, se tornaron grises, y una grieta oscura apareció en su tronco.

El Gran Consejo de las Hadas se reunió, liderado por los monarcas elementales: Thalina del Agua, Ignarion del Fuego, Aeris del Aire, Sylvana de la Tierra y Umbros de la Sombra. Cada uno ofreció su ayuda, pero nadie sabía qué estaba causando el problema ni cómo resolverlo. Las discusiones se tornaron tensas. Algunos sugerían que las sombras habían invadido el Árbol, mientras que otros acusaban al fuego de haber quemado su esencia.

Mientras los líderes discutían, una joven hada llamada Nymira, aprendiz de los guardianes del Árbol, observaba desde lejos. Nymira tenía alas de un azul brillante que parecían reflejar las estrellas, y su magia era una mezcla única de todos los elementos, algo nunca antes visto. Aunque era pequeña en comparación con los grandes monarcas, su curiosidad y valentía la llevaron a investigar por su cuenta.

Una noche, mientras todos dormían, Nymira descendió hasta las raíces del Árbol de la Vida. Allí encontró algo inquietante: una niebla negra, densa y silenciosa, estaba envolviendo las raíces, drenando la magia. Pero más allá de la niebla, escuchó un débil susurro. No era un sonido aterrador, sino un llamado desesperado.

-¿Quién eres? -preguntó Nymira, extendiendo su luz hacia la oscuridad.

De la niebla surgió una figura tenue, una antigua hada olvidada llamada Nyxaria, quien alguna vez había sido guardiana de la magia de las sombras. Nyxaria explicó que hace siglos, las hadas de Sylphora temieron su magia y la exiliaron, sellando su energía en lo profundo del Árbol de la Vida. Pero el equilibrio del Árbol dependía de todas las fuerzas, incluso de las sombras. Al ser excluidas, la magia del Árbol comenzó a debilitarse con el tiempo.

Conmovida por la historia, Nymira supo que debía actuar. Convocó a los monarcas al amanecer y les contó lo que había descubierto. Aunque al principio desconfiaron de Nyxaria, las palabras de Nymira los hicieron reflexionar. Sylphora no podía prosperar si una parte de su esencia era negada.

Unidos por primera vez en siglos, los líderes elementales combinaron sus poderes con el de Nyxaria. Agua, fuego, aire, tierra y sombra se entrelazaron en un ritual antiguo, guiados por Nymira, cuya magia servía de puente entre ellos. La grieta en el Árbol comenzó a cerrarse, y sus hojas recuperaron su brillo.

Desde entonces, las hadas aprendieron a abrazar la diversidad de su magia, entendiendo que incluso la oscuridad tiene un propósito en el equilibrio de la vida. Nymira y Nyxaria se convirtieron en guardianas conjuntas del Árbol de la Vida, y Sylphora resplandeció más que nunca, un recordatorio de que la verdadera fortaleza nace de la unión de todas las fuerzas.

El Árbol de la Vida floreció nuevamente, y bajo su sombra, las hadas cantaron canciones que hablaban de aceptación, perdón y la magia de la reconciliación. Así, el mundo de Sylphora se convirtió en un ejemplo eterno de equilibrio y esperanza.

            
            

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