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Karla Domínguez
Al siguiente día
A temprana hora de pronto llega el señor Pablo y nos dice que tenemos que mudarnos urgente.
-¡Señor Pablo, no puede hacernos esto, por favor, mi madre le pagará pronto! -le ha suplicado un buen tiempo, ya estoy a punto de llorar.
-Señorita Karla, discúlpeme, tengo que arreglar cosas graves de ese apartamento. -responde tranquilo mientras se queda de pie en el pasillo frente a nuestra puerta.
-¿Qué cosas, señor Pablo? -indago enseguida porque me extraña su respuesta.
-Cosas que tú no entiendes, hija, las tuberías, por ejemplo.
No me trago esas respuestas, además de que lo observo muy sereno, contrario a alguien que sí querría esto.
-¡Señor Pablo, yo sé que hay algo más...!
Grito, llena de impotencia por este repentino pedido de él, lo cual es abusivo. Han pasado horas sin lograr que se retracte de este atropello.
Mi madre aparece y se acerca a nosotros, luego que ha dirigido a mis hermanos entrar nuestras cosas en el vehículo de la mudanza.
-Tranquila Karla, ya nos iremos. Todo está en el camión de la mudanza. -ella me interrumpe tocando mi hombro mirando a Pablo como si nada estuviera pasando y me parece más extraño que ella actúe y hable así ante esta situación.
Me muevo muy angustiada, y desesperada por esta deprimente circunstancia de la vida.
-¡Mamá! ¿Dónde iremos?, ¡no sabemos a donde ir y esto es un atropello, ni siquiera nos dio un tiempo para buscar otro apartamento!
-Iremos con el señor Caden. La abogada está de viaje y no nos puede ayudar. -expresa mi madre en tono serio, inamovible, sin ninguna expresión en su rostro.
Todo esto me resulta extraño, ya que ella no se inmuta, sino que se queda serena.
-¿Como que con el señor Caden, a que se debe esto?
-Se ha ofrecido a ayudarme en cualquier situación que se me presente. Iremos con él.
-De verdad, esto es tan extraño... Todo esto, de repente. -Indago sin obtener respuestas.
Ella me toma de la mano y camina de prisa, porque ya mis hermanos esperan por nosotras y las personas de la mudanza, mientras el señor Pablo tiene la llave en sus manos.
-Ya no me pregunte ni averigües nada, hija. Vámonos.
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Caden Howard
Este mismo día.
Permanezco más tiempo en la mansión, antes de irme a la empresa.
Luego de desayunar junto a mi madre sigo sentado mientras ella se levanta de la silla.
-Hijo, ¿y por qué no te has ido aún?
-Mamá, tengo cosas que resolver.
-Bien, iré al club. Besos. -ella me da un abrazo y un beso falso en la mejilla.
Mi madre se marcha y al poco tiempo me retiro al estudio a esperar lo que ya he planeado.
Tiempo después
Miro por la ventana que llega la señora María después de mi larga espera con mucha ansiedad, por fin voy a conocer a Karla.
Enseguida bajo a toda prisa, muy emocionado y me poso en la puerta de entrada.
María ha salido del vehículo, de inmediato me acerco a ella.
-¡Oh, doña María!, ¿qué pasa, qué viene usted con una mudanza? -clamo e indago haciéndome el sorprendido.
-Usted sabe bien lo que hizo, señor Caden no se haga. Le pago o no sé qué cosa hizo para que el señor Pablo nos echara del apartamento.
María es inteligente y ya se ha dado cuenta de mi plan.
Muy inquieto miro hacia el vehículo de mudanza porque aún no veo a su hija.
-Doña María, como dice usted eso. Por favor, hable bajo para que no se den cuenta de que me está acusando. -le contesto inquieto porque no quiero que los demás se den cuenta de que fui yo quien hizo esto.
Su hija, Karla, se desmonta del camión y de pronto se acerca a nosotros. <<¡Uy-y, qué linda, Dios mío!>>
-Usted es el señor Caden verdad. Gracias por ayudarnos.
-No es nada, Karla, bienvenida. -Quedo extasiado de tan bonita vista, y me nublo la mente mirándola.
-Karla ve a ayudar a tus hermanos, tengo que discutir unos asuntos con el señor Caden.
Su madre interrumpe, tan hermoso momento, entonces la miro de reojo, no me había percatado de que ella tiene su mirada puesta sobre mí.
Pero sigo mirando a Karla mientras se aleja, estoy algo así como anestesiado.
Volteo la mirada a su madre y sonrío.
-Y bien, doña María, ¿qué quiere? Vamos al estudio, por favor. -enseguida le propongo, pues no quiero que nadie más sepa lo que hice.
Camino rápido hacia dentro de la mansión y ella me sigue.
Entramos al estudio y dejo mi saco sobre el escritorio.
-No me vayas a decir, que yo he planeado esto. -nos quedamos de pie y yo me adelanto a la conversación.
-Por supuesto que lo hizo, ¿cómo supo que debíamos dinero ah? -ella me reclama y sé que tiene razón, pero quiero disimular mi gran atrevimiento.
-No sea dramática, doña María.
Ella se postra delante de mí con gran seriedad, mientras esquivo mirar su rostro.
-No lo soy, ¿qué es lo que quiere, señor Caden? Vaya directo al grano y no me ande con rodeos.
Ella es directa, sin máscara y eso de alguna forma me gusta en las personas
-¡Quiero a su hija! -clamo sin problema en forma demandante,
-¡Jamás, señor Caden!
Ella también me grita señalándome con el dedo, así enfrentando mi frenesí, comenzando una guerra.
Me enojo al ver que ella me enfrenta y no cede a mi demanda.
-¡Pueden recoger sus cosas, y largarse!
De pronto ella cambia y su mirada ahora es baja.
-No sabemos a donde ir, señor. -me dice y es lo justo lo que quiero escuchar y saber que está en mis manos.
No me conmuevo ni me interesa desistir de lo que quiero.
-No es mi problema, a menos que acepte un trato conmigo, doña María. -Ella se queda inmóvil y no pronuncia ni una palabra-. Y bien, ¿no quiere aceptar el trato? -Le indago ansioso.
-Dígame, que trato, señor Caden. -responde con sus manos juntas delante y se mantiene cabizbaja.
-Quiero estar con su hija, y que no intervenga usted. -confieso sin pudor alguno.
Ella se sobresalta y era de esperarse con una propuesta de esa magnitud.
-¿Qué? ¡No pretenderá estar con ella, así no más! ¡Tendrás que casarse con Karla!
-Si hay que hacerlo, lo haré... No hay problema con esto, pero ella tiene que saber esto. ¡Ya!
-Aún no, todavía usted tiene que hablar con su madre. ¿Cómo le explicará, porque estamos todos aquí?
Uf. No había pensado en esto, pero creo no debo preocuparme por ella.
-Déjeme eso a mí, yo me entiendo con mi madre Antonia...-Cojo mi saco y me poso frente a ella con rectitud-. Y por favor, no vaya a ser una tontería porque se arrepentirá. Si tengo que hacer que la echen diez veces de algún lugar, lo haré, así que no intente irse de aquí.
Le presiono para que no tome una decisión de marcharse porque temo no volver a mirar a Karla.
-¡No me amenaces, señor Caden, todo lo hace porque tiene dinero y poder y nosotros no tenemos nada! ¡Guárdese sus advertencias!
-¡Más le vale no marcharse!, ahora iré a la empresa, organicen sus cosas en las habitaciones de empleados.
Así concluye esta conversación como si fuese un duelo en el viejo oeste, pero estoy decidido a conseguir lo que quiero a cualquier costo.
Ella queda en silencio, pues no tiene escapatoria a mi demanda, enseguida me marcho y traspaso la puerta del estudio.