Capítulo 10 Todo lo mío es tuyo

Se dirigieron a la tienda de sushi.

Varios coches negros de lujo se detuvieron delante de la discreta tienda e inmediatamente llamaron la atención de los transeúntes. Algunas personas llegaron a sacar sus teléfonos para tomar fotos y ver quiénes eran.

Un hombre alto abrió la puerta del Maybach negro y una mujer vestida de negro con un estilo informal salió del coche después de él.

"¿Qué sabor quieres, Carlos?", preguntó Cassandra mientras esbozaba una amable sonrisa.

Él apretó la puerta del coche con fuerza porque su cautivadora sonrisa lo había pillado desprevenido. Era encantadora y consiguió tranquilizar su mente durante un momento.

Él estaba a cargo de vigilar al Clan Yan. Sabía lo mucho que Cassandra se había resistido a casarse con Martin y que había llegado a ponerse en huelga de hambre para intentar evitar la boda.

Martin y él estaban convencidos de que ella aún no había pasado página desde lo de Roger. Por eso, dudaba de sus intenciones y se mantenía cauteloso con ella.

'¿Qué era lo que planeaba?

¿Había olvidado realmente a Roger o solo estaba fingiendo?'.

A continuación, Carlos se recompuso rápidamente y bajó la mirada. "Gracias, es muy amable de su parte, pero no tengo hambre".

Tras hacer una mueca, ella caminó varios pasos hacia la tienda pero luego volvió hacia el coche a toda prisa. Le tendió la mano a Martin y dijo: "Martin, he olvidado traer dinero. ¿Podrías dejarme tu cartera?".

Entonces, Martin levantó los ojos para mirarla, sacó su cartera de cuero negro y se la puso en la mano. "Lo que es mío es tuyo".

'¿Qué diablos? ¿Está intentando coquetear conmigo otra vez?

No me había dado cuenta de que se le daba tan bien coquetear con las mujeres'.

Cassandra agarró la cartera y se giró para irse, pero se irguió tan rápidamente que se golpeó la cabeza contra el marco de la puerta.

'¡Mierda! ¡Qué daño! ¿Pero qué me pasa?'.

Cassandra sintió el impulso de maldecir debido al dolor, pero estaba decidida a mantener su imagen, así que decidió soportar el dolor estoicamente. Justo entonces, una mano fría se acercó a su rostro y frotó suavemente el punto de la cabeza donde sentía el dolor.

En cuanto la palma de la mano hizo contacto con su piel, la intensidad del dolor disminuyó inmediatamente como por arte de magia.

"¿Aún te duele?", preguntó Martin con el ceño fruncido. Ella lo miró aturdida.

De repente, Cassandra recuperó el control de sus sentidos y asintió moviendo la cabeza. "Sí, me sigue doliendo. Quizás debería ir al hospital".

"Vamos al hospital ahora mismo", asintió Martin.

"Señor, vamos con bastante retraso", dijo Carlos con una mirada que mostraba su preocupación.

Al oír esto, el rostro de Martin se ensombreció y le lanzó una fría mirada. "¿Y qué?".

Siempre se comportaba así. En todo lo relacionado con Cassandra, estaba dispuesto a tirar todo por la borda sin importarle nada en el mundo.

Carlos quiso convencerlo, pero al final, bajó la cabeza y no dijo nada.

En Serene Garden.

Serene Garden era una antigua propiedad construida en un bello paraje con ríos y montañas. La finca era modesta pero lujosa.

Los jefes y los ancianos del Clan Lu vivían en Serene Garden. Por lo general, los ancianos no interferían en los asuntos familiares a menos que sucediera algo importante.

En un patio de Serene Garden.

El patio estaba rodeado por preciosas orquídeas que florecían durante todo el año. Un anciano con una túnica de color púrpura estaba sentado bajo un árbol con un semblante sombrío.

Con una mirada feroz, preguntó: "¿Qué has dicho? ¿Martin ha llevado a la mujer al hospital? ¿Pero en qué estaba pensando?".

Entonces, un hombre se arrodilló en el suelo delante del anciano. Iba totalmente vestido de negro y llevaba una máscara que le cubría la nariz y la boca.

Ante las palabras del anciano, el hombre se estremeció de pánico. "Sí. De acuerdo con nuestro plan, si se acercaban serían eliminados. Pero no esperábamos...".

Antes de que el hombre pudiera terminar de hablar, el anciano agarró una tetera de la mesa y le golpeó con ella en la cabeza. "¡Todos ustedes son unos incompetentes! ¡Habíamos planeado esto desde hace mucho tiempo! ¿Cómo han dejado escapar a ese bastardo?".

Justo entonces, la cabeza del hombre empezó a sangrar profusamente. Como el anciano estaba tan enfadado, no se atrevió a gritar de dolor.

"¡Lo siento! ¡Por favor, castígueme!", dijo el hombre de negro mientras apretaba los dientes.

En ese instante, los ojos del anciano relucieron fríamente mientras frotaba suavemente con el dedo el anillo de jade que llevaba en el pulgar. "Él dejó cojo a mi nieto, así que ¡debe pagar con su vida! Hoy ha tenido mucha suerte pero sigo teniendo otras formas de ocuparme de él".