Capítulo 8 8. Una obra de teatro.

-¿Tú? -exclama Alejandro, apretando la mandíbula.

-No disimules tu emoción por verme -expresa con su tono sarcástico Mikel.

-¿Cómo supiste dónde encontrarme? -pregunta Alejandro, preparándose para el interrogatorio de su amigo.

-Me dejaste muy preocupado tras tu mensaje, así que rastreé el GPS de tu teléfono y aquí me tienes -abre los brazos señalándose.

-Gracias -dice Alejandro mientras se sube al automóvil. Tiene una decisión que tomar. Siente que su cabeza quiere explotar-. Necesito un baño y algo de comer.

-Vamos entonces a casa -manifiesta Mikel. Cuando se dispone a arrancar el coche, escuchan dos pequeños golpes en la ventana del copiloto.

Alejandro gira bruscamente su rostro en esa dirección y, por una fracción de segundo, siente cómo se le hiela la sangre. Al voltear hacia Mikel, sabe que los problemas apenas inician.

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En la recámara de Scarlett.

Ella se encuentra bajo la ducha, acurrucada en un rincón, con las rodillas pegadas a su pecho y los brazos rodeándolas. El agua cae con fuerza, mezclándose con sus lágrimas mientras intenta ahogar su llanto, evitando ser escuchada.

La culpa la consume, implacable.

Es un peso que oprime su pecho hasta robarle el aliento, el cruel recordatorio de haber arrastrado nuevamente a su familia a ser blanco de chismes y críticas, a los murmullos llenos de desprecio. Se lleva los dedos a la boca, mordiéndolos con desesperación, intentando callar los lamentos silenciosos que salen.

Su mente es un caos. Cada pensamiento la hunde más y más en un abismo de desesperanza. Siente que se deshace, que su ser se convierte en nada, que la oscuridad la rodea y la devora, mientras el mundo, ajeno, sigue girando sin detenerse.

Quisiera acabar con todo, que su vida dejara de existir, pero le hizo una promesa a sus padres de jamás volver a atentar contra su existencia.

Recuerda aquella vez, a los catorce, cuando su madre la sostuvo durante horas, jurándole que el dolor era pasajero. Esa promesa que hizo entonces, hoy pesa como una cadena de acero.

-Scarlett, hermanita, ¿estás bien? -pregunta Robert mientras toca la puerta.

Él tiene una conexión muy fuerte con su hermana. No sabe si es por haber compartido el vientre, pero puede sentir cuando está triste o en peligro. En este momento sabe que lo que ha sucedido la tiene desecha.

-Voy, dame unos minutos más -responde mientras toma fuerza y se levanta para terminar de bañar su cuerpo.

«Vamos, Scarlett, la vida es una gran obra de teatro; debes realizar tu mejor actuación». «A ellos no les puedes añadir más preocupaciones» se repite con firmeza para sí misma, limpiando las lágrimas de su rostro, con una determinación renovada, preparándose para enfrentar lo que se avecina.

-Te espero en mi habitación. Si tardas más de quince minutos, vendré por ti -pronuncia su hermano en medio de un suspiro de preocupación mientras sale de la habitación. Ella es su hermana, la persona que más adora en el mundo.

-¿Qué te dijo? -pregunta Tessa tan pronto como ve ingresar a Robert a la recámara.

-Pidió que le diera unos minutos más -responde, acercándose a la ventana y mirando hacia el exterior con la mente agitada-. ¿Dime por qué la dejaste sola? -indaga a su prima con furia en los ojos, apretando los puños y cerrando su mandíbula con tanta fuerza que puede escucharse el rechinar de sus dientes.

-No le vi nada de malo en que ella se divirtiera... Es una mujer hermosa y sabes que, después de que anuncié su compromiso, tendrá cien ojos sobre ella. Nunca imaginé que la estarían siguiendo. Ninguno de los guardaespaldas reportó movimientos inusuales -explica aún desconcertada por todo el caos que se presentó.

-Quiero la carta de renuncia de esos ineptos -ordena Robert con ira. Ella asiente.

-¿Qué medidas crees que tomará el tío? -pregunta Tessa con preocupación y arrepentimiento, atormentada. Si no la hubiese alentado, nada de esto estaría ocurriendo.

-Papá la obligará a casarse... -dice Robert, recostándose contra la pared y con las manos en los bolsillos mientras exhala el aire. Necesita estar calmado.

-Pero no creo que el padre de Ian lo permita -se apresura a decir Tessa.

-Sabes que esa relación simplemente era un montaje, y el novio no será él -dice pausadamente Robert, mirando el movimiento en el jardín, lo cual le confirma sus sospechas. La organización de la recepción continúa. Las maquilladoras han llegado.

-¿Estás diciéndome que mi tío forzará a Scarlett a casarse con un completo desconocido? -Robert asiente.

-Llamaré a mamá. Ella no lo permitirá -Tessa toma su bolso y saca su móvil para llamar a su madre. Robert se acerca para detenerla. Justo cuando está a punto de marcar, se escucha la voz de Scarlett.

-¡No lo hagas! Debo enfrentar las consecuencias de mis acciones. Si esta boda les proporciona tranquilidad a mis padres, no importa quién sea el novio. Solo deseo que dejen de sufrir por mi culpa.

-Pero... -intenta refutar la rubia; sin embargo, es interrumpida por los sollozos de Scarlett, que se desmorona llorando sin control y buscando consuelo en las dos personas con las que lo puede hacer.

Tessa y Robert se apresuran a su lado, y la envuelven en un abrazo cálido y firme. Ella se hunde en sus brazos, encontrando en su apoyo el refugio que desesperadamente necesita.

-Calma, pequeña, verás que no es tan malo. Alejandro parece un buen tipo -expresa Robert mientras acaricia su cabello, brindándole calma.

-Al menos es guapo e imagino que un buen polvo -dice Tessa, haciendo que su primo frunza el ceño y Scarlett sonría por primera vez en horas.

-Tessa, deberías conseguirte un novio para que dejes de solo pensar en sexo -la recrimina Robert.

-Me lo dice el hombre que cambia cada mes de novia -lo enfrenta la rubia, colocando sus manos alrededor de su cintura.

-Soy hombre -responde Robert, mirando a su prima con desdén.

-¿Y qué pasa con eso? ¿Acaso ser hombre es sinónimo de promiscuidad? -replica Tessa, levantando la voz. Le lanza una almohada que impacta directamente en su pecho, sin disimulo.

Scarlett, acostumbrada a sus discusiones... se mueve sigilosamente y se sienta en la cama. Abre el cajón de la mesita de noche donde sabe que su hermano guarda chocolates, toma un par y comienza a comer mientras los observa.

-Solo disfruto la vida mientras llega la indicada -responde Robert.

-Pues creo que la indicada está más cerca de lo que imaginas, pero cómo te lanzas como perro en celo detrás de todas las zorras que te sonríen...

-Deberías dejar de leer tanta telenovela, porque tu amiguita nunca será la indicada.

-¿A ti quién te dijo que yo hablaba de Leti? -pregunta Tessa, abriendo los ojos sorprendida-. Para tu información, ella no anda detrás de ti. Hay otra persona que realmente pienso que no mereces por ciego.

-¿De quién hablas? -pregunta Robert, visiblemente exasperado por la falta de claridad de su prima, ya que odia las adivinanzas.

-¿No se supone que me estaban era consolando a mí? -llama la atención Scarlett antes de que Tessa revele el nombre de su asistente.

-Disculpa, pero es que mi primo es un cabezadura ciego. ¡A veces me provoca ir a comprarle un cerebro! -expresa la rubia, mostrando su molestia.

-Necesito que me ayuden a redactar el contrato con el Casanova ese. Pienso que lo primero es que deje de trabajar como stripper -dice Scarlett.

Si ya estaba condenada a compartir su vida con un desconocido, al menos lo haría con cláusulas claras y reglas a su favor.

Robert frunce el ceño. No comprende, quiere preguntar; sin embargo, su prima se adelanta haciéndole señas para que no hable. Luego le explicará con detalles.

-¿Robert, le podríamos ofrecer trabajo en la corporación?... ¿Y si en vez de Casanova, lo convertimos en ejecutivo?

¿Alejandro aceptará?

El día apenas comienza.