Una Mentira Perfecta: Su Esposa de Muñeca
img img Una Mentira Perfecta: Su Esposa de Muñeca img Capítulo 7
7
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
img
  /  1
img

Capítulo 7

Gia fue trasladada al mismo hospital privado, solo unos pisos debajo de mí. Carlos estaba con ella constantemente, un perro guardián devoto.

La vi una vez, cuando me llevaban a un chequeo. Estaba en una silla de ruedas, luciendo pálida y frágil. Se aferraba a la mano de Carlos, sus ojos muy abiertos con falso miedo. No había marcas en sus muñecas, ni signos de la supuesta sobredosis. Era una actriz, y este era su mejor papel.

"Carlos, tengo tanto miedo", gimió, lo suficientemente alto para que yo la oyera. "¿Y si intenta lastimarme de nuevo? ¿Y si termina el trabajo la próxima vez?".

Era una maestra de la manipulación. Jugaba con su culpa, su obsesión, su desesperada necesidad de ser su salvador. Incluso amenazó con hacerse daño de nuevo si él no podía garantizar su seguridad.

Me miró desde su silla de ruedas, sus ojos brillando con triunfo. Me estaba culpando, pintándome como una amenaza violenta e inestable que la había llevado a esto.

Carlos se lo tragó por completo. Me miró con un nuevo tipo de frialdad, una resolución escalofriante en sus ojos. Estaba atrapado en su red, e iba a hacer lo que fuera necesario para "protegerla".

Más tarde ese día, Gia me envió un mensaje de texto.

*Hará cualquier cosa por mí. Estás acabada.*

Una ola de miedo, frío y agudo, me invadió. Miedo de lo que él era capaz. Miedo de otra cirugía, otra violación. Tenía que salir.

Me vestí, mis costillas gritando en protesta. Arrojé mis pocas pertenencias en mi maleta y me dirigí a la puerta.

Carlos estaba allí, bloqueando mi camino.

"¿A dónde crees que vas?", preguntó, su voz peligrosamente tranquila.

"Me voy", dije, tratando de pasar a su lado.

Me agarró del brazo, su agarre como acero. "No vas a ninguna parte".

"¡Suéltame, Carlos!", le supliqué. "¡No soy una amenaza para ella! ¡Solo quiero que me dejen en paz!".

Le conté sobre el mensaje de texto, sobre las manipulaciones de Gia. No escuchó.

"Ella es frágil por tu culpa", dijo, sus ojos llenos de una certeza aterradora. "No estará a salvo mientras te parezcas a ella. Mientras existas como un recordatorio de este escándalo".

"¿Y qué vas a hacer?", pregunté, mi voz temblando. "¿Matarme?".

Un destello de algo oscuro cruzó su rostro. "No. Soy un cirujano. Arreglo las cosas".

Hizo una pausa, y las palabras que siguieron fueron las más monstruosas que jamás había escuchado.

"Voy a cambiar tu rostro de nuevo. Voy a borrar todo rastro de ella de ti. Te convertiré en otra persona. Alguien simple. Alguien a quien nadie mirará dos veces. Entonces, y solo entonces, Gia estará a salvo".

Hablaba de ello como si fuera una solución, una forma ordenada y limpia de resolver su problema. Iba a mutilarme, a robarme la última pieza de mí misma, todo por ella. Incluso trató de justificarlo, susurrando retorcidas palabras de amor.

"Estoy haciendo esto por nosotros, Alina", dijo, su voz una parodia enfermiza de ternura. "Una vez que tengas un nuevo rostro, podemos empezar de nuevo. Nadie sabrá quién eres. Podemos ser felices". Acarició mi mejilla, la que él había creado. "Te haré hermosa de una manera completamente nueva. Solo para mí".

Retrocedí ante su tacto como si me hubiera quemado.

"Estás loco", susurré.

Luché. Grité. Pateé. Pero él era más fuerte. Me arrastró fuera de mi habitación, por el pasillo, hacia el ala quirúrgica. El personal del hospital solo observaba, demasiado intimidado por el poderoso Carlos Garza para intervenir.

Me llevaba para ser borrada. Iba a destrozar mi rostro, a destruir lo que quedaba de mí, y a llamarlo amor.

Me arrojó a una sala preoperatoria y cerró la puerta con llave. Estaba atrapada.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022