Sin embargo, hoy había algo diferente en el aire. La presión era palpable. La presencia de Carmen, la esposa de Alejandro, siempre traía una tensión inconfundible al ambiente. Sofía podía sentir la electricidad en el aire antes incluso de que la mujer entrara. Era una sensación que la ponía nerviosa, aunque nunca se había atrevido a admitirlo. Carmen no era una mujer que causara miedo, pero había algo en su mirada que desconcertaba, algo que le hacía sentir como si estuviera siendo observada, analizada. Quizá era su naturaleza posesiva, su control sobre Alejandro. Había algo en la forma en que se movía, en sus palabras, que dejaba claro que nada quedaba fuera de su alcance.
Sofía suspiró mientras se acomodaba en su silla. Aunque siempre se había mantenido al margen de la vida personal de sus superiores, no podía evitar notar las pequeñas dinámicas entre ellos. Carmen y Alejandro no se entendían, eso era evidente para cualquier persona que los observara de cerca, pero lo que Sofía no podía comprender era por qué seguían juntos. No era cuestión de amor, eso estaba claro. Lo que quedaba entre ellos parecía ser una mezcla de deber, responsabilidad y, en algunos casos, una hostilidad latente que se filtraba en cada conversación.
La puerta se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos, y entró Carmen, seguida de un Alejandro que llevaba su habitual postura recta, casi rígida. Su mirada se encontró con la de Sofía al instante. Era una mirada fugaz, rápida, pero cargada de una tensión que Sofía no podía entender del todo. Alejandro, como siempre, parecía estar atrapado en su propio mundo, mientras que Carmen caminaba con paso firme, claramente consciente de su poder en la sala.
- Sofía, - Carmen dijo con una sonrisa falsa que nunca llegaba a sus ojos. - ¿Tienes todo listo?
Sofía asintió, haciendo un gesto hacia los papeles organizados y los dispositivos electrónicos ya preparados. No le gustaba la forma en que Carmen siempre la evaluaba, como si estuviera buscando alguna falla, pero se limitó a responder con amabilidad.
- Sí, todo está preparado. - respondió, manteniendo su tono profesional.
Alejandro se quedó en silencio, observando a ambos con esa mirada tan suya, distante, pero a la vez intensa. Sofía no pudo evitar notar la leve fracción de segundo en la que sus ojos se encontraron. Fue tan rápido que casi pareció un accidente, pero el impacto fue inmediato. En esos pocos segundos, algo cambió. Algo sutil, pero real. Sofía desvió la mirada inmediatamente, sintiendo que su rostro se calentaba, pero Alejandro no dijo nada.
Se acomodaron todos alrededor de la mesa, y la reunión comenzó. Carmen habló en primer lugar, como siempre. Sus palabras eran precisas, controladas, pero había un tono de desdén detrás de su sonrisa. Sofía trató de concentrarse en las cifras, en los puntos que había preparado, pero la presencia de Alejandro la distraía más de lo que esperaba. Cada vez que él se movía, el silencio en la sala se volvía más pesado, y Sofía no podía evitar notar cómo su postura reflejaba cansancio, frustración, o tal vez algo más que no quería admitir.
La reunión avanzaba lentamente. Alejandro no hablaba mucho, como de costumbre, y se limitaba a tomar notas en su iPad, mirando de vez en cuando a Carmen con una expresión neutral. Sin embargo, cada vez que se dirigía a Sofía, su voz era un poco más suave, como si, por un breve momento, estuviera fuera del rol de CEO y volviera a ser simplemente un hombre en una habitación llena de personas.
- Sofía, ¿podrías revisar estos datos antes de la siguiente junta? - le pidió en un momento, su tono profesional pero menos distante.
Sofía asintió rápidamente, el calor de su cercanía haciendo que su pulso se acelerara un poco más de lo normal. La forma en que lo dijo, tan directo pero sin la frialdad que normalmente la acompañaba, la hizo sentir una extraña mezcla de incomodidad y curiosidad. ¿Era esa una invitación a algo más? No, pensó rápidamente. No podía serlo. Alejandro nunca haría algo así.
A lo largo de la reunión, Sofía se dio cuenta de cuán profundamente desconectados estaban Alejandro y Carmen. La forma en que Carmen interrumpía a su esposo, su tono despectivo cada vez que se dirigía a él, y las miradas furtivas que compartían. Sofía no podía evitar sentirse como una intrusa en medio de una guerra silenciosa. Sin embargo, también comprendió algo: Alejandro ya no parecía estar tan involucrado en la defensa de su matrimonio como antes. Lo veía. Su rostro ya no reflejaba la pasión ni la ira de alguien atrapado en una relación infeliz, sino una desidia cansada, como si lo hubiera aceptado como algo inevitable.
Cuando la reunión terminó, todos comenzaron a levantarse. Sofía recogió rápidamente los papeles y los dispositivos, mientras notaba la mirada de Alejandro sobre ella nuevamente. Esta vez fue más prolongada, casi como si esperara algo, pero antes de que pudiera procesarlo, él ya se había dado la vuelta, dirigiéndose hacia la salida con paso firme.
Carmen lo siguió, pero antes de que salieran de la sala, la esposa de Alejandro se volvió hacia Sofía con una sonrisa amarga.
- Sofía, - dijo, como si tratara de ocultar algo, - ¿podrías asegurarte de que esos informes estén listos para la junta de la tarde? Alejandro estará muy ocupado, y no quiero que se distraiga con estos detalles.
Sofía asintió sin decir nada. Era la típica estrategia de Carmen, poner a Sofía en una posición subordinada, asegurándose de que todo estuviera a su gusto. Mientras Carmen y Alejandro salían, Sofía los observó por un segundo más largo de lo que hubiese querido. Había algo inquietante en la forma en que Alejandro caminaba, como si estuviera siguiendo un camino que ya no podía cambiar. Un camino que lo había llevado a un lugar donde todo parecía ser una rutina impuesta.
Cuando la puerta se cerró tras ellos, Sofía se quedó sola en la sala, el peso de la tensión de la reunión todavía en sus hombros. Había algo entre ella y Alejandro que no podía ignorar. Esa breve mirada, esa chispa que había pasado entre ellos, no era normal. Y sin embargo, Sofía sabía que no podía hacer nada al respecto. No podía cruzar esa línea. Alejandro era su jefe. Carmen era su esposa. La diferencia entre lo permitido y lo imposible era demasiado grande.
Pero aún así, algo había cambiado. La línea entre ambos ya no parecía tan clara.