El elegante salón del hotel estaba decorado con luces suaves que brillaban como estrellas, reflejándose en las mesas de cristal y los jarrones de flores frescas. El bullicio de las conversaciones, las risas y el tintineo de las copas de champán llenaban el aire. La música suave sonaba de fondo, mientras los empleados de la empresa se mezclaban con los invitados en busca de un poco de diversión tras meses de trabajo arduo.
Sofía se encontraba cerca de la barra, observando el mar de rostros familiares y ajenos que la rodeaban. Se había tomado un tiempo para arreglarse para la ocasión, eligiendo un vestido sencillo pero elegante. Aunque el evento era, como siempre, una oportunidad para relajarse un poco, Sofía no podía evitar sentirse fuera de lugar entre la multitud. Siempre había sido más cómoda en su oficina, trabajando con datos y números que en eventos sociales llenos de sonrisas y apariencias.
Al fondo, Alejandro Ríos se encontraba conversando con algunos de los inversionistas, su porte inconfundible destacándose entre la multitud. Su figura imponente y su traje oscuro lo hacían parecer aún más inaccesible de lo que ya era en la vida cotidiana. A pesar de la atmósfera festiva, él parecía distante, como si estuviera atrapado en una burbuja de responsabilidades. Carmen, a su lado, lo observaba con una mirada que delataba lo que estaba pasando por su mente.
Ella sabía que esa noche sería decisiva. Desde hacía meses, su desconfianza hacia Sofía había crecido a pasos agigantados. Y esa fiesta sería el escenario perfecto para ejecutar su plan. Carmen había ideado un método sutil pero efectivo para exponer lo que consideraba una "infidelidad", aunque lo que en realidad quería era que Alejandro entendiera quién tenía el control. El plan era simple: hacer que Sofía y Alejandro se enredaran en un juego de culpa que los dejara vulnerables ante sus propios ojos.
Carmen se acercó a la barra y pidió dos copas de champán. Con una sonrisa en los labios, observó al camarero mientras vertía discretamente el contenido de una pequeña botella oculta en su bolso en ambas copas. El líquido, incoloro e insípido, no dejaba rastro. Nadie notaría nada, ni siquiera Alejandro o Sofía. A fin de cuentas, ella no buscaba que sucediera algo visible. Carmen quería algo más sutil, algo que alterara el curso de la noche sin que nadie pudiera demostrarlo.
Con las copas listas, Carmen se acercó a Sofía, quien seguía observando a la distancia, sin involucrarse demasiado en la conversación que giraba a su alrededor.
- Sofía, ¿estás disfrutando la fiesta? - Carmen dijo con una sonrisa que no alcanzó a iluminar sus ojos.
Sofía se giró hacia ella, sorprendida por la cercanía, pero respondió amablemente.
- Sí, todo está muy bonito. - Sofía no podía evitar sentirse incómoda cerca de Carmen, pero trató de disimularlo. - Gracias por preguntar.
Carmen no perdió la oportunidad. Con un gesto suave, levantó las copas de champán que traía en las manos.
- ¿Te gustaría un poco más de champán? - preguntó, alargando una de las copas hacia Sofía. - Es una noche especial, y creo que mereces disfrutarla.
Sofía no vio ningún motivo para rechazarla. Había trabajado sin descanso en las semanas previas, y un poco de champán nunca le venía mal. Tomó la copa de Carmen y levantó la vista hacia ella con una sonrisa cordial.
- Gracias, Carmen. - Sofía aceptó la copa, sin imaginar las intenciones que se escondían tras el gesto de la mujer.
- De nada. - Carmen respondió, su sonrisa un tanto más amplia, más satisfactoria, aunque escondía una nota de preocupación disfrazada de cortesía.
Mientras tanto, Alejandro seguía conversando con los inversionistas, mirando de vez en cuando hacia el lugar donde Sofía y Carmen estaban. La mujer lo notó y decidió no esperar más. Con el pretexto de ir al baño, Carmen se alejó un poco, observando desde lejos cómo Sofía y Alejandro se encontraban en la misma habitación, cada uno con sus pensamientos y preocupaciones, pero sin que ninguno de ellos imaginara lo que estaba a punto de ocurrir.
Una hora más tarde, la fiesta comenzaba a tomar un giro más animado. La música aumentaba de volumen, y algunos empleados comenzaban a bailar, mientras otros se retiraban a pequeños grupos a las esquinas de la sala. Sofía comenzó a sentirse más relajada. El champán había hecho efecto rápidamente, y se sentía algo más ligera, incluso divertida. Había estado hablando con algunos compañeros, pero sus ojos se desviaban cada vez que se encontraba con Alejandro, que ahora estaba mucho más cerca.
Él la observaba de vez en cuando, pero sin acercarse demasiado. Su actitud distante seguía siendo la misma, pero esta vez algo en su mirada parecía diferente, como si hubiera un atisbo de curiosidad. La bebida y la atmósfera relajada parecían haber alterado su habitual control, haciendo que sus movimientos fueran menos calculados, más naturales.
Sofía sintió que el espacio entre ellos se iba acortando. De repente, estaba más cerca de él de lo que jamás había imaginado. Sin embargo, no estaba completamente consciente de lo que sucedía. La bebida había nublado su juicio, y su mente estaba ligeramente embotada por el alcohol. Aún así, la idea de acercarse más a Alejandro, incluso de tener una conversación más profunda, le resultaba intrigante, aunque no se atreviera a actuar.
- Sofía, ¿todo bien? - Alejandro dijo con voz grave, acercándose de manera casi imperceptible.
Sofía sonrió, aún un poco borracha pero no lo suficiente como para no reconocer la situación. Sus palabras salieron más rápidas de lo que quería, un poco dispersas, pero con una honestidad que no había planeado.
- Sí, todo perfecto. Solo... me siento un poco mareada.
Alejandro la observó, y por un momento, un atisbo de preocupación cruzó su rostro, pero rápidamente lo reemplazó su expresión neutral.
- Debes haber bebido demasiado. - dijo, sin querer hacer un escándalo. - Te recomiendo que descanses un poco.
Antes de que Sofía pudiera reaccionar, un extraño mareo la invadió, y la sala pareció volverse más borrosa. Sus piernas cedieron bajo ella, y Alejandro la sostuvo por los hombros, con la firmeza de un hombre acostumbrado a mantener el control de la situación.
- Sofía, ¿estás bien? - preguntó, su tono ahora más preocupado.
Pero Sofía no podía responder. El mareo era demasiado intenso, y sus pensamientos comenzaban a disolverse. De alguna manera, entre la confusión y la niebla en su mente, Sofía supo que algo no estaba bien, pero no podía ponerle nombre a lo que ocurría.
Mientras tanto, Carmen observaba todo desde la distancia, su rostro iluminado por una sonrisa fría. Todo había salido como lo había planeado. Ahora, era solo cuestión de esperar el desenlace.
La noche había comenzado, pero para Sofía y Alejandro, la verdadera prueba estaba por comenzar.