El lazo de medianoche
img img El lazo de medianoche img Capítulo 2 Un Elemento Ajeno en Casa
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Capítulo 6 El Café Tardío img
Capítulo 7 La Imperfección Rota img
Capítulo 8 El Vínculo de la Matriarca img
Capítulo 9 Investigación Discreta img
Capítulo 10 El Respiro en el Jardín img
Capítulo 11 El Evento Inesperado img
Capítulo 12 Defensa Sutil img
Capítulo 13 La Mirada de la Familia img
Capítulo 14 La Liberación Silenciosa img
Capítulo 15 El Secreto Murmurado img
Capítulo 16 Pistas y Pergaminos img
Capítulo 17 La Revelación en el Cristal img
Capítulo 18 El Secreto como Conector img
Capítulo 19 Tensión Sutil en la Junta img
Capítulo 20 La Venganza Pública y la Revelación img
Capítulo 21 Las Consecuencias de la Revelación img
Capítulo 22 La Intimidad Forjada en la Guerra img
Capítulo 23 La Estrategia del Compromiso Público img
Capítulo 24 La Consumación en Cayo Largo img
Capítulo 25 El Terreno Prohibido img
Capítulo 26 La Prueba de Lealtad y la Llave Final img
Capítulo 27 La Consecuencia Implacable img
Capítulo 28 La Trascendencia del Secreto img
Capítulo 29 El Jardín Oculto en Mendoza img
Capítulo 30 La Sorpresa Silenciosa img
Capítulo 31 La Sangre Compartida img
Capítulo 32 La Misión de Rescate Silencioso img
Capítulo 33 El Precio del Silencio img
Capítulo 34 El Precio del Silencio (Parte 2) img
Capítulo 35 El Eslabón Perdido img
Capítulo 36 La Sombra del Linaje img
Capítulo 37 El Precio de la Sangre img
Capítulo 38 La Paz Armada img
Capítulo 39 La Confesión de los Condenados img
Capítulo 40 El Santuario en el Abismo img
Capítulo 41 La Guarida de la Loba img
Capítulo 42 La Boca del Lobo img
Capítulo 43 El Rey Caído img
Capítulo 44 El Fantasma de la Lluvia img
Capítulo 45 La Terapia img
Capítulo 46 El Contacto img
Capítulo 47 El pacto del Relojero img
Capítulo 48 Muerte de Valeria Montez img
Capítulo 49 Infiltración Nivel 1 img
Capítulo 50 La Cena de los Demonios img
Capítulo 51 Sabotaje img
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Capítulo 2 Un Elemento Ajeno en Casa

Aarón pasó las siguientes veinticuatro horas sumergido en el trabajo, intentando ahogar la imagen de Valeria en un torrente de datos financieros. Había un placer punzante en la negación: concentrarse en los miles de millones de dólares en juego era una manera efectiva de recordarse a sí mismo la gravedad de su posición y la frivolidad de cualquier distracción personal.

Sin embargo, la Mansión D'Angelo, antes un silencioso aliado de su concentración, ahora parecía conspirar en su contra. De repente, su rutina estaba llena de puntos ciegos donde Valeria podría estar.

A la hora del almuerzo, Aarón, que normalmente almorzaba frente a su escritorio, se encontró caminando deliberadamente hacia el ala este, la zona de descanso del personal. Al llegar, se detuvo, fingiendo estudiar la pátina de un jarrón ming. Su mente trabajaba a toda velocidad, creando excusas. Podría preguntar si Valeria necesita algo para el informe de mi madre. O si su asistente necesita nuevos suministros.

La verdad era que solo quería asegurarse de que su presencia en la casa fuera tan real como la acumulación de capital de su empresa.

El cocinero, un hombre corpulento y jovial, se acercó, interrumpiendo su contemplación.

-Señor D'Angelo, ¿busca a alguien? La señorita Montez terminó temprano hoy con Doña Elena. Salió a la calle principal para hacer un recado.

El anuncio le provocó una punzada de irritación irracional. ¿Un recado? ¿Un recado personal? Era absurdo que se sintiera molesto por la agenda de una empleada.

-No busco a nadie en particular -replicó con la sequedad de un informe anual-. Solo reviso la decoración. La próxima semana vienen unos socios japoneses.

El resto de la tarde fue un ejercicio de autocontrol. Aarón se obligó a redactar correos electrónicos y a ignorar el impulso de preguntar a su asistente personal la hora exacta del regreso de Valeria. Se castigó por la debilidad de su enfoque.

Al caer la noche, la atmósfera de la mansión se volvió más íntima, más peligrosa. Después de la cena formal con Doña Elena, Aarón se retiró a su biblioteca para una videoconferencia tardía.

A las once de la noche, su conferencia terminó. Necesitaba estirar las piernas. Y necesitaba saber si ese elemento ajeno había regresado.

Caminó por el largo pasillo alfombrado, notando el silencio denso. Doña Elena ya dormía. El personal de servicio se había reducido al turno nocturno. Era el momento de la casa en el que los secretos se sentían más cómodos.

Pasó por el estudio de su madre. La luz estaba encendida.

Valeria estaba allí, pero no estaba trabajando con documentos de negocios. Estaba sentada en un sillón, leyendo un libro de bolsillo, con una manta ligera sobre sus rodillas. Había una taza de té humeando sobre la mesa auxiliar. Era una imagen de placidez doméstica que no encajaba con la Mansión D'Angelo.

Aarón se detuvo en el umbral, su presencia -aunque silenciosa- era una declaración.

Valeria levantó la vista, sin sobresaltarse. Su reacción fue de calma, no de sorpresa.

-Señor D'Angelo -dijo, cerrando el libro con suavidad y poniéndose de pie de inmediato.

-No te levantes -ordenó Aarón, casi impulsivamente. Su voz era más suave de lo que pretendía-. Solo... pasaba. Pensé que ya te habías ido.

-Doña Elena me pidió que revisara su agenda para mañana antes de retirarme. Y yo... bueno, me tomé un momento para leer.

-¿Te quedas en la mansión? -Aarón sabía la respuesta; su madre le había asignado un cuarto en el ala de invitados hace semanas, pero necesitaba una excusa para extender la conversación.

-Sí. Es más práctico para las terapias matutinas de Doña Elena.

Hubo una pausa, densa y llena de preguntas no formuladas. Aarón no podía justificar su presencia allí.

-Mi madre mencionó que le estás ayudando con unos informes personales... ¿algo sobre la historia de la casa? -mintió con fluidez corporativa.

Valeria se mordió ligeramente el labio. Aarón notó el gesto; no era de nerviosismo, sino de evaluación.

-Son más bien transcripciones de algunas anotaciones antiguas de Doña Elena -respondió Valeria con cautela. Sus ojos oscuros no mentían, pero su boca mantenía la línea profesional-. Ella valora mucho la privacidad de esos documentos.

-Por supuesto. Yo la entiendo -dijo Aarón, acercándose a la mesa auxiliar. Vio el libro que ella estaba leyendo: una recopilación de mitos y leyendas antiguos. Era otro contraste con el entorno y la profesional que supuestamente era.

-Supongo que no son materiales de fisioterapia -comentó Aarón, intentando un tono ligeramente más personal.

Valeria permitió una pequeña sonrisa, fugaz.

-No. Son mi... escape. Es importante tener un mundo que no tenga nada que ver con el trabajo.

-¿Y tu mundo es de leyendas?

-Me gusta la idea de que debajo de la realidad, hay historias enterradas -explicó, mirando el suelo de mármol pulido-. A veces, lo que creemos que es sólido y verdad, solo es la versión reciente de una historia mucho más compleja.

La frase golpeó a Aarón con una extraña resonancia. La versión reciente de una historia más compleja. ¿Se refería al secreto que Doña Elena había insinuado, o solo a su libro?

-Los negocios son lo opuesto a las leyendas -dijo Aarón, su voz retomando su tono formal-. Son números duros. Hechos sólidos.

-Pero, Señor D'Angelo, ¿no hay siempre una historia no contada detrás de cada hecho sólido? ¿Un riesgo oculto, una promesa rota? Lo que le da valor a un negocio no es solo el número, sino la historia de quién lo construyó, y a quién le costó.

Aarón sintió un escalofrío. Era la primera persona en mucho tiempo que le hablaba sin la máscara de la adulación, y la primera que lo desafiaba con filosofía, en su propia casa. Esta mujer no era solo la asistente de su madre. Tenía una profundidad peligrosa.

-Me das mucho que pensar, Valeria -admitió Aarón, usando su nombre por primera vez con intención, no como una repetición de su madre.

El sonido de su nombre pronunciado por él pareció hacer que el aire se hiciera más espeso.

-Es solo mi opinión. Si necesita algo más de mí o de mi asistente para la agenda de Doña Elena, no dude en contactarme a través de mi móvil de trabajo.

Valeria había vuelto a trazar la línea profesional, justo cuando Aarón había estado a punto de cruzarla. Su calma era su arma, y Aarón se dio cuenta de que si quería penetrar esa barrera, tendría que hacerlo bajo el pretexto de los negocios, el único lenguaje que ella estaba dispuesta a compartir con él.

Salió del estudio más intrigado que nunca. No solo por el secreto de la "Propiedad Oculta" de su familia, sino por la mente que acababa de chocar con la suya.

            
            

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