El lazo de medianoche
img img El lazo de medianoche img Capítulo 5 La Pregunta Incómoda
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Capítulo 6 El Café Tardío img
Capítulo 7 La Imperfección Rota img
Capítulo 8 El Vínculo de la Matriarca img
Capítulo 9 Investigación Discreta img
Capítulo 10 El Respiro en el Jardín img
Capítulo 11 El Evento Inesperado img
Capítulo 12 Defensa Sutil img
Capítulo 13 La Mirada de la Familia img
Capítulo 14 La Liberación Silenciosa img
Capítulo 15 El Secreto Murmurado img
Capítulo 16 Pistas y Pergaminos img
Capítulo 17 La Revelación en el Cristal img
Capítulo 18 El Secreto como Conector img
Capítulo 19 Tensión Sutil en la Junta img
Capítulo 20 La Venganza Pública y la Revelación img
Capítulo 21 Las Consecuencias de la Revelación img
Capítulo 22 La Intimidad Forjada en la Guerra img
Capítulo 23 La Estrategia del Compromiso Público img
Capítulo 24 La Consumación en Cayo Largo img
Capítulo 25 El Terreno Prohibido img
Capítulo 26 La Prueba de Lealtad y la Llave Final img
Capítulo 27 La Consecuencia Implacable img
Capítulo 28 La Trascendencia del Secreto img
Capítulo 29 El Jardín Oculto en Mendoza img
Capítulo 30 La Sorpresa Silenciosa img
Capítulo 31 La Sangre Compartida img
Capítulo 32 La Misión de Rescate Silencioso img
Capítulo 33 El Precio del Silencio img
Capítulo 34 El Precio del Silencio (Parte 2) img
Capítulo 35 El Eslabón Perdido img
Capítulo 36 La Sombra del Linaje img
Capítulo 37 El Precio de la Sangre img
Capítulo 38 La Paz Armada img
Capítulo 39 La Confesión de los Condenados img
Capítulo 40 El Santuario en el Abismo img
Capítulo 41 La Guarida de la Loba img
Capítulo 42 La Boca del Lobo img
Capítulo 43 El Rey Caído img
Capítulo 44 El Fantasma de la Lluvia img
Capítulo 45 La Terapia img
Capítulo 46 El Contacto img
Capítulo 47 El pacto del Relojero img
Capítulo 48 Muerte de Valeria Montez img
Capítulo 49 Infiltración Nivel 1 img
Capítulo 50 La Cena de los Demonios img
Capítulo 51 Sabotaje img
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Capítulo 5 La Pregunta Incómoda

El pequeño descubrimiento de Valeria sobre la discrepancia en los planos de Cayo Largo le dio a Aarón la coartada perfecta para la escalada. Ya no se trataba de mera observación; era una asociación forzada bajo el estandarte de la protección del patrimonio D'Angelo.

Aarón citó a Valeria en su oficina esa misma tarde. No fue una reunión en la biblioteca, sino en el corazón de su poder, su despacho de cristal y cromo. Quería ver cómo se desenvolvía ella en su territorio, bajo la presión implícita de su autoridad.

Valeria llegó a la hora exacta. Se sentó en la silla de diseño frente al escritorio, su postura era erguida pero no rígida. Llevaba una libreta pequeña, como si estuviera lista para tomar notas de un dictado de negocios.

-Gracias por venir, Valeria. Cierra la puerta, por favor.

Ella obedeció, y el clic de la cerradura resonó en el silencio de la oficina, amplificando la sensación de secreto y exclusividad de su encuentro.

-La discrepancia en Cayo Largo me inquieta -comenzó Aarón, yendo directo al grano-. Podría tener implicaciones legales o fiscales. ¿Por qué crees que Doña Elena no me lo mencionó?

-Con todo respeto, Señor D'Angelo, Doña Elena confía en usted para las grandes decisiones de la empresa -respondió Valeria, su voz mesurada-. Quizás sintió que esta era una anomalía menor y quería evitarle una preocupación innecesaria. O tal vez... solo quería que fuera usted quien la descubriera.

La última parte resonó. Era una verdad que Aarón no quería admitir: su madre era una estratega maestra.

-Necesito que te concentres en este archivo. Buscaremos cualquier correspondencia que se relacione con Cayo Largo entre 1980 y 1985. Puedes usar la base de datos de la casa, pero no involucres al personal de archivo corporativo.

-Entiendo. ¿Algo más?

Aarón sintió la urgencia de su tiempo limitado. Si no la desviaba ahora, ella se iría con la misma eficiencia con la que había llegado.

-Sí. Es un asunto... personal de mi madre. Y mío.

Valeria levantó una ceja, esperando con paciencia profesional.

-Madre te tiene en muy alta estima, Valeria. Ella confía en ti como confía en muy pocas personas. Ha habido mucha... fricción con el personal anterior. Eran demasiado ruidosos, demasiado interesados en los chismes.

-Entiendo la necesidad de discreción, Señor D'Angelo. Soy consciente de la posición de Doña Elena.

-No se trata solo de la discreción. Se trata de tu historia. Mi madre te aprecia no solo por tu trabajo, sino por tu... fondo. Ella cree que tienes un alma antigua, que entiendes el peso de la tradición.

Aarón se inclinó hacia adelante, intentando que su mirada fuera inquisitiva sin ser intimidante.

-Los demás asistentes eran de familias de la ciudad, con ambiciones muy transparentes. Tú, Valeria, no pareces tener ninguna ambición que pueda leerse en las páginas del periódico. ¿De dónde vienes?

La pregunta era simple, pero tocó una cuerda tensa. El rostro de Valeria se mantuvo sereno, pero hubo un ligero endurecimiento alrededor de sus ojos, un parpadeo de defensa.

-Vengo de donde vienen la mayoría de las personas, Señor D'Angelo. De un lugar donde el trabajo duro es la única moneda.

-Trabajo duro, sí. Pero la gente de trabajo duro suele ser transparente. Tienen historias que contar. ¿Estudiaste solo fisioterapia?

-Estudié lo necesario para hacer el trabajo que hago. Y un poco más.

Aarón notó la evasiva. Ella le daba la verdad literal, pero nunca la verdad completa. Era como una abogada experta en no mentir, pero tampoco revelar nada.

-Mi madre mencionó que tu madre también fue... asistente de alguien importante en el pasado.

Esta vez, Valeria no pudo ocultar la reacción. Su mandíbula se tensó imperceptiblemente. La sonrisa fugaz que a veces permitía se desvaneció por completo.

-Mi madre trabajó en varias casas a lo largo de su vida. Fue una mujer muy digna y muy trabajadora. Es todo lo que tengo que decir sobre ella.

El tono era definitivo, una puerta cerrada suavemente pero con firmeza. Aarón había tocado un nervio. La historia de la madre de Valeria era, claramente, parte de su muro de protección.

-Entiendo que sea un tema sensible -dijo Aarón, retrocediendo ligeramente, no por derrota, sino para no romper la delgada línea de confianza que estaba construyendo-. Solo quiero entender mejor la sensibilidad de mi madre hacia ti. Ella parece percibir en ti una conexión que yo no logro ver.

Valeria guardó silencio por un momento, estudiando a Aarón. Parecía estar sopesando si era más peligroso responder o guardar silencio.

-La conexión, Señor D'Angelo, es la lealtad -dijo finalmente, su voz baja-. Doña Elena me trató con respeto desde el primer día, a diferencia de otros empleadores. Ella vio en mí no solo a una empleada, sino a alguien que valora la verdad sobre la fachada.

Valeria se detuvo, y en su mirada había un desafío apenas perceptible.

-Y, al igual que ella, he aprendido que las personas que viven en el mundo de las grandes fachadas son las que tienen los secretos más pesados.

El comentario fue un dardo directo a Aarón. Él sintió la punzada de la verdad. Ella no estaba hablando de su madre, estaba hablando de él. Estaba sugiriendo que toda su vida, toda su empresa, era una fachada sostenida por secretos.

-Es una perspectiva interesante, Valeria. Una que no se suele escuchar en esta casa.

-Por eso estoy aquí, supongo -dijo ella, con un tono neutro que ocultaba la audacia de la afirmación.

Aarón se permitió una sonrisa tensa. Esta mujer era peligrosa en su honestidad contenida. La atracción no era solo física; era la atracción del vértigo. Ella era la única persona que veía la grieta en su armadura de CEO.

-Volvamos a Cayo Largo -dijo, reenfocando la conversación en el único lenguaje seguro que tenían: el trabajo-. Te daré acceso a los registros de contabilidad de 1985. Busca cualquier transferencia inusual o pago a contratistas fuera de lo común. Pero recuerda, discreción absoluta. Si alguien más pregunta, estás ayudando a mi madre con la organización de sus archivos de impuestos personales.

Valeria asintió y se puso de pie, su misión profesional restablecida.

-Haré el trabajo, Señor D'Angelo. Siempre soy discreta.

Al verla caminar hacia la puerta, Aarón habló una última vez, su voz baja.

-Valeria... ¿alguna vez has estado en Cayo Largo?

Ella se detuvo con la mano en el pomo de la puerta. Se giró para mirarlo, sus ojos eran pozos de calma impenetrable.

-No, Señor D'Angelo. Pero he leído suficientes mapas como para saber que la verdad a menudo está enterrada donde nadie la busca.

Y con eso, se fue, dejando a Aarón solo en su oficina, con la pesada carpeta de documentos y la certeza de que su intento de "analizar" a Valeria solo había abierto la puerta a más misterios. Había intentado leer sus variables, y ella le había devuelto una compleja ecuación de lealtad, secreto y juicio moral.

                         

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