ALMA POV:
Paulina se acercó a mí, su rostro fingiendo preocupación, sus ojos brillando con una maliciosa satisfacción. "Alma, querida, ¿por qué lloras? ¿Es que mi música te ha conmovido tanto?" Su mano, adornada con un anillo brillante, se extendió para tocar mi brazo. Su tacto, antes, me provocaba escalofríos de incomodidad, ahora me causaba un profundo asco.
Aparté su mano de un manotazo. Un movimiento brusco, lleno de la rabia que me quemaba por dentro. No podía soportar su hipocresía, su burla.
Paulina soltó un grito ahogado, tropezó hacia atrás con un dramatismo exagerado. Su rostro se contorsionó en una mueca de dolor, sus ojos se llenaron de lágrimas. "¡Ay! ¡Alma, por favor! ¡No me empujes así, sabes que estoy delicada!"
El salón enmudeció. Todos los ojos se posaron en nosotros. Ella había activado su escenario prefabricado, su gran actuación.
Mis padres fueron los primeros en reaccionar. Mi madre me empujó con fuerza, casi haciéndome caer. "¡Alma! ¿Qué te pasa? ¡Paulina está embarazada! ¡No puedes tratarla así!"
Los gritos de condena se alzaron a mi alrededor. "¡Qué vergüenza!" "¡Cómo puede ser tan celosa!" "¡Pobre Paulina!"
Los susurros se convirtieron en un coro de acusaciones. Me sentí como si estuviera bajo un microscopio, cada uno de mis movimientos siendo juzgado, distorsionado. "Necesita un médico" , dijo alguien. "Está pálida." Otro añadió: "Siempre ha sido envidiosa de Paulina" .
Entonces escuché la voz de Rodrigo. Una voz llena de pánico, de preocupación, de un amor que nunca me había dirigido a mí. "¡Paulina! ¡Mi amor! ¿Estás bien?"
Mi corazón dio un vuelco. Lo reconocí al instante, a pesar del tumulto. Rodrigo. Él estaba allí.
Se abrió paso entre la multitud, sus ojos fijos en Paulina. Corrió hacia ella, su rostro una máscara de angustia. La sostuvo con delicadeza, como si fuera la criatura más preciada del mundo. Su mirada, llena de una devoción total, se posó en su vientre, la mentira que había inventado para protegerme. No había disimulo, no había fingimiento. En sus ojos, vi el amor puro, el amor verdadero que sentía por Paulina.
En ese momento, todas mis esperanzas, todas las ilusiones que aún albergaba en el rincón más recóndito de mi corazón, se hicieron añicos. Era real. Él la amaba. Siempre la había amado. Yo era solo un medio para un fin.
Rodrigo levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron. Por un microsegundo, su rostro se contrajo, una sombra de algo cruzó sus ojos. Pudo ser culpa, pudo ser miedo, pero se desvaneció tan rápido como apareció. Su expresión se endureció, se convirtió en una de ira fría.
No había vuelta atrás.