¿Alguna vez te lanzaste a los brazos de un desconocido?
¿Cómo fue tu experiencia?
Déjame decirte que la mía fue pésima.
¿Sabes? Tengo que dejar de escribir como si fueras una persona, lo siento... son cosas que iré cambiando, de hecho, ni sé por qué me estoy disculpando. No es como si fueras a decir: Oh, sí. Te perdono, Mía. No te preocupes.
¿Ves? Ya empecé a divagar.
El caso es que yo estaba sucia, adolorida y además...cansada.
-¿Qué demonios te pasa? -me preguntó aquel chico apartándome de él con sus manos. Las mías se habían enredado con sus audífonos y su celular había caído en un golpe seco.
‹‹Auch›› pensé viendo al pobre estrellado contra el piso.
Lo recogió chasqueando la lengua y lo escondió en su chaqueta; se acomodó de nuevo los audífonos en el cuello y me observó. En sus ojos (aún no podía descifrar bien el color) iluminaba un tenue brillo de curiosidad y de asombro, esperando una respuesta.
-Lo, lo siento -comencé a decir entre jadeos-. Es que me iban a robar. No era mi intención...
Jadeaba mucho porque de verdad me encontraba cansada por mi pequeño pero intenso ejercicio, y no se podía decir que yo era una chica fitness.
-¿Quién demonios? -preguntó mirando de un lado al otro desorientado, luego volviendo a mí.
Me escrutaba curioso pero enojado, como si no se hubiera dado cuenta de que me perseguía alguien. Yo tampoco estaba muy segura de lo que había ocurrido, a veces dudaba de las cosas que veía y ese tipo se había alejado tan rápido como había aparecido entre la noche.
-El zombi de la bicicleta -respondí algo tosca, señalando a la nada.
Él me observó como si hubiera dicho algo verdaderamente estúpido.
Y lo había hecho.
-Estás loca. -Río incrédulo mientras se sobaba el pecho con delicadeza, justo donde mi cabeza había chocado-. Me hiciste daño y... mi celular.
-Lo...lo siento -susurré.
Volteó los ojos.
-Como sea.
¿Te digo algo? Odio. que. me. volteen. los. ojos.
-¡De verdad lo siento!
Más que sentirlo ya estaba medio enojada, aquel chico no era para nada cortés. Según las películas los hombres deben rescatar damiselas en peligro ¿no?
-No lo sientas -dijo rígido dando media vuelta, deshaciéndose de mí-. Adiós...
Lo vi alejarse unos cuantos pasos, observé a mi alrededor y el miedo de estar sola de nuevo entre tanta oscuridad se apoderó de mí.
-Demonios -me dije lo suficientemente bajo para que él no escuchara. No podía creer que este tipo me abandonara a mi suerte; yo, siendo una damisela en peligro, si es que a mí se me podía llamar de tan benévola manera. Él tampoco parecía un caballero, vestía de negro y tenía una cazadora de cuero algo grande para él.
-Espera -objeté-, solo un segundo...-El chico se detuvo en seco así que aproveché el momento. Estuve a punto de agarrar su antebrazo pero me arrepentí-. No te vayas, te necesito...
Sí, eso sonó algo dramático.
-¿Para qué? -inquirió este volteando hacia mí, dejándome ver el color de sus ojos a detalle, eran como el ámbar. Bonitos.
Sacudí mi cabeza alejando pensamientos estúpidos.
-Eh...-¿Qué demonios podía decirle a este tipo para que no me abandonara?- Me, me lastimé el tobillo -inventé con una sonrisa inocente-. ¿Auch?
Aquella no era una buena excusa pero no podía llegar a casa sola, podía encontrarme con el individuo de la bicicleta y prefería caminar con un idiota antes que con un ladrón.
-¿Y ese es problema mío? -preguntó sarcástico. Al ver mi rostro de incredulidad exhaló fastidiado-. Estás loca, de verdad. Eres una desconocida ¿por qué haría eso?
«Genial -pensé-. di con el mejor personaje de todos››.
No me dejó responder, porque ya había empezado a caminar.
Entorné los párpados, y pensé. Si tan solo me hubiera encontrado con el Crush de mi vida no habría estado inventando dolores como una niña. Se notaba desde los veinte metros que nos alejaban que era amable, responsable y bondadoso, nada que ver con este aparecido.
A pesar de todos mis pensamientos negativos en su contra corrí tras él y le bloqueé el paso.
-Por favor -Junte mis palmas suplicante-, acompáñame. El tipo de la bicicleta vendrá por mí, y esta vez no escaparé.
-El zombi imaginario, querrás decir -comentó sonriendo mordaz.
Intentó proseguir su marcha pero yo le bloqueé el paso de nuevo.
-Mira...te queda de camino, ¿Por fis?
Él chasqueó la lengua observándome desdeñoso, como si no tuviera otra opción y sonreí ilusionada.
-¿Eso es un sí? -pregunté.
-¿Dónde está tu casa? -inquirió cruzando los brazos.
-Tres calles más -mentí con rapidez.
Mi casa mínimo quedaba unas cuaantas calles más, pero eso no lo tenía que saber él ¿No?
Me observó a mí y luego a la calle, en una discusión interna entre dejarme a mi suerte o acompañarme de verdad.
-Bien, te sigo -respondió dedicándome una ojeada rápida, llena de fastidio. Pasó por mi lado sin atreverse a decir una palabra, aquello hizo que quisiera hablarle al tipo de la bicicleta y ¿Por qué no? tal vez tomar un café entre la penumbra. No, olvida eso.
Él dejó de caminar y se giró.
-Te sigo, dije -reiteró con el ceño fruncido.
Empecé a caminar satisfecha de mí misma, después de todo había logrado mi objetivo. Proseguimos la marcha unas cuantas calles y él no dijo ni una sola palabra. No era ni de cerca una grata compañía, me hacía sentir incómoda, y caminaba muy lento.
Cuando llegamos a casa, levantó una ceja y sonrió a mis pies.
-No se te notó ni una vez el dolor ¿Sabes? -dijo con el sarcasmo brotando en cada palabra-. Eres una mentirosa.
‹‹¡Estúpida!››
Jamás había entendido la frase:
''Antes se coge a un mentiroso que a un cojo''
Hasta ahora.