Abandone el auto y me acomode bien el traje que llevaba para entrar a cobrar mi deuda.
El lugar por dentro no era nada del otro mundo solo una barra, algunas mesas, sillas y varias botellas con algún licor barato.
En el centro se encontraba un hombre viejo y lo digo porque las canas eran más que notorias en su cabello casi inexistente al igual que en su barba y no olvidemos el detalle mas importante, que estaba atado a una silla. Ver como trataba de soltarse me hizo sonreír lleno de satisfacción al saber que tenía más miedo del que pensaba o quería demostrar.
-Caballero, buenas tardes. Lamento mucho la sorpresiva interrupción que hicimos en su bar, pero imagino que sabrá que es una situación de vida o muerte, ¿no es así? – su mirada no se despegó de la mía mientras su cuerpo se mantenía tenso -. ¿Sabes quién soy?
-No, señor – su voz tembló al momento de responder.
-Te contare una breve historia – jale una silla y la gire dejando la parte trasera como apoyo al momento de sentarme en ella -. Hace algún tiempo atrás, había un niño al que su padre entreno como un arma mortal. Se encargó de enseñarle a manejar armas, cuchillos y pelea cuerpo a cuerpo. A los 12 años asesino a una persona por primera vez y unos años después se volvió el tormento del hombre que lo entreno convirtiéndose así en su mayor miedo. En la actualidad lo conocen como ''La Bestia'', nadie sabe su nombre y mucho menos conocen su rostro y aquellos que la conocen son de confianza o no viven para contarlo, pero tu tendrás el placer de conocerlo – camine hasta pararme frente a él.
-Mucho gusto, soy ''La Bestia'' – termino mi presentación apuntando justo en medio de su frente con una sonrisa que más allá de mostrar satisfacción podría asustar a quien sea.
-No me mate, le pagare todo, pero por favor no me mate – no sé qué odie más, si el hecho de que rogara o que estuviera llorando preso del miedo.
-Claro que me pagaras, pero no debiste esperar a que sea yo quien viniera personalmente a cobrarte – apreté el gatillo y una vez la bala se hundió en su frente gotas de sangre me salpicaron la camisa y una que otra en la cara.
-Badour, que se encarguen del cuerpo – salgo del bar y me dirijo al auto para irme a la empresa y actuar como ''alguien normal''.
En el camino aprovecho para cambiarme la camisa que a pesar de ser negra me molestaba cargar con sangre ajena y con ayuda de unos pañitos limpie cualquier rastro rojo de mi rostro.
Una llamada entrante a mi teléfono personal me hizo sacarlo de mi bolsillo.
-Llamada telefónica –
-Dubois, ¿qué quieres ahora? – pregunto.
-Porque tienes que actuar tan frio amigo, deberías valorarme un poco más, recuerda que nadie soportaría tu humor como yo.
-No te pedí que lo hicieras, ahora habla.
- Conseguí tres pases para una fiesta esta noche.
- No ire, estoy demasiado ocupado como para estar cuidando que ustedes dos no se embriaguen.
- Oh vamos, será divertido, además es una fiesta privada y llevaba más de dos meses tratando de conseguir algún pase.
- Me lo pensare.
- Bien eso me basta, te pasare tu invitación por correo – no dije nada más y solo le colgué.
Nia
Eran las 8:00pm cuando me metí a bañar y 40 minutos después ya estaba afuera con la secadora en la mano.
Mi maquillaje era suave y solo me hice unas pequeñas ondas en las puntas de mi cabello.
Había comprado un vestido dorado brillante con una abertura de lado en la pierna derecha y lo quería estrenar hoy, pero no lo encontraba.
-Nana – grite.
Escuche algunos pasos hasta que mi puerta fue abierta.
-Niña, dime – mire a aquella mujer parada en puerta que me brindaba paz cuando todo en mi era una tormenta.
- Nana, ¿has visto el vestido dorado del que nos enamoramos hace unos días?
- Creo haberlo visto colgado en tu closet – se dirigió a él y escuchaba el sonido de los ganchos al chocar cuando movía la ropa -. Aquí esta – saco un gancho con el vestido que necesitaba.
- Gracias nana – me acerqué y le di un beso en la frente a lo que ella rodeo mi cuerpo con sus brazos brindándome la calidad que mi propia madre no me había dado nunca.
Ella me paso unas sandalias altas transparentes – me conocía demasiado - y salió de mi habitación.
Cuando estuve lista busque un bolso pequeño y guarde mi teléfono junto a unos cuantos billetes por si las dudas, uno nunca sabe.
Pase a recoger a Catalina, ella es como una hermana de otra madre para mí, además que nuestras familias crecieron juntas y son socios en todo.
- Bitch, ¿cómo estás? - y así es como me demuestra su amor por mí.
- Bien Cata, vamos que estamos tarde.
Después de 20 minutos llegamos a la bodega, había dos hombres vestidos de negro en la puerta encargándose de que nadie se colara en la fiesta. A nosotras también nos pidieron nuestros pases y se supone que a si yo soy la organizadora no debería ser así, pero uno nunca sabe que puede pasar, eso demuestra el nivel de confianza que tengo con el mundo. Si algo aprendí bien es que no puedo confiar ni siquiera en mis ideas por eso siempre hay que tener un plan A, B, C y si es posible hasta un plan D.
Cuando entramos el lugar estaba casi lleno, la música a tope y los tragos iban y venían de todos lados.
Trate de encontrar a Matt con la mirada, pero se me hizo imposible y Catalina desaprecio con algún extraño a penas entramos así que me dirigí a la barra por un trago. Unas manos en mi cintura me hicieron tensar hasta que un perfume llego a mí.
- Estas demasiado guapa – la voz de Matt lleno mis oídos mientras rodeaba mi cintura y pegaba mi trasero a su erección.
- Gracias, diría lo mismo, pero aun no te veo - me solté de su agarre para verlo, llevaba un pantalón jean blanco y una camisa que le quedaba realmente bien.
- Tu no estas nada mal la verdad – jalo mi cintura hacia el para poder besarme.
Si algo odiaba de salir a fiestas con él era su faceta de ebriedad porque sacaba su lado posesivo y yo no era un objeto, pero él parecía no entenderlo hasta ahora.
Aleje nuestras bocas para mirarlo y hacerle entender que odiaba este tipo de actitudes.
- Matt basta, no entiendo para que bebes si luego actúas como un idiota - me molestan esas cosas y lo sabe.
- La verdad yo no entiendo porque eres tan aburrida.
- Sabes que, mejor me voy a buscar a Catalina – me aleje de él y logre ver a Catalina ligando con un tipo así que la deje en lo suyo y me dirigí al otro lado de la barra donde no había nadie.
- Si me hubieran dicho que habría chicas tan guapas como tú, me habría preparado mejor - solo reí y me voltee a ver al dueño de tan usada frase.
No podía negarlo guapo si era, su altura era superior a la mía a pesar de llevar zapatos altos, su cabello oscuro al igual que sus ojos le daban el toque de chico malo, sus labios eran grueso y por lo que pude ver tenia tatuado el cuello, automáticamente mi mente me hizo pensar en que otras partes tendría tatuado.
- Bueno gracias quizás para la próxima pido que incluyan eso en las invitaciones - le sonrío.
- Un gusto, Nathan – estiro su mano hacia mí la cual yo se la recibí y el dio un beso el dorso de esta.
- Nia - me quede un momento con el sin decir nada, pero sin dejar de mirarnos.
- Te dejo, iré a buscar a mi novio - y lo dejé ahí con una sonrisa y empecé a buscar a Matt para avisarle que ya me iría ya estaba cansada de estar aquí, pero no lo encontré por ningún lado y supuse que se había ido a su cuarto de lo ebrio que estaba así que lo fui a buscar.
Nathan
Era consiente que sola no podía estar, no cuando era tan guapa. Su baja estatura se veía perfecta a mi lado y sus ojos marrones claros junto a su cabello que no se podía definir con un solo color la hacían un arma mortal de belleza.