- ¿se ha ido? – le pregunta la morena de pie a la ventana y luego de cerciorarse de que, por quién pregunta efectivamente había abandonado la casa.
- Debemos parar. – le contesta nervioso y sin despegar los ojos del cuerpo casi desnudo de la joven. – vístete, por favor. – le pide juntando sus manos, pero ella sonríe y se sube a horcajadas en la cama.
- ¡SE QUE LO QUIERES! – grita mientras se abre de piernas y posa una mano en su glúteo derecho y ¡zas! Una nalgueada que provocó en él una erección inmediata.
- Denise, por favor. – susurra para sí mismo, a sabiendas que caería, nuevamente, a los pies de la chica. -¡DEJA DE PROVOCARME! – grita fingiendo enfado. Lo cierto era que moría por cruzar esos pocos centímetros que los separaba y follarla como nunca nadie, en su corta vida, se lo ha hecho.
- ¿provocarte? – se baja de la cama y vuelve hacia la ventana – yo no te provoco. – da dos pasos hacia atrás y extiende sus brazos hacia los costados. – me encuentro en mi casa, se supone que puedo hacer lo que guste. – da media vuelta y se tira en su cama, dejando a su vista una preciosa imagen de sus glúteos desnudos, apenas cubiertos con la delicada tela de encaje azul marino. –
Denisse y Ángel, su vecino eran amantes o por lo menos ese es el nombre que con el que se conoce a la relación que una persona mantiene con otra mujer que no sea su esposa.
Ambos se conocían porque coincidían en lo profesional, él es un abogado penalista en un estudio jurídico bastante importante, aunque su apellido no es reconocido, ella es una estudiante que se inicia en el campo de las leyes y que como tal, desconoce muchas cosas y ¿qué mejor que unas clases de apoyo para ayudarla a comprender ciertos conceptos? Lo que él nuca imaginó, es que Deny, como sus amigas la conocen, tenía otras intenciones y no precisamente tenían que ver con lo académico.
Cómo cada tarde que la esposa de su vecino se salía a su clase de piano y luego natación, porque si había algo que sabía con certeza, eso era cada movimiento que la mujer daba, los días y el tiempo en el que estaba fuera de la casa. El que aprovechaba muy bien para revolcarse con su marido, el mismo que sedujo y siempre se negaba hasta que éste no aguantó más y una mañana sucumbió a sus deseos y desde entonces no ha podido parar.
¿cómo no saltar esa ventana y poseerla? ¿cómo no tomarla entre sus brazos y hacerle el sexo como nunca nadie lo había hecho? Angel no era de esos hombres que puedes ver por las calles devorando con sus ojos a las mujeres que le pasan junto, pero Denisse tenía un poder sobrenatural con él, una conexión que no pudo evitar sentir desde el primer momento en el que la vio en la puerta de su oficina, con su madre, pidiéndole ayuda para entender algunos conceptos de la carrera de derecho. Sucumbió a sus encantos y ese fuego entre sus piernas, en el cual otra vez quería arder.
- No sé que tienes, que me vuelves loco. – susurra con sus labios pegados a su cuello y con todo el peso de su cuerpo recargado en el de ella.
Él había saltado hacía su ventana, que con suerte la distancia era casi mínima a un metro. Su estudio era el único cuarto de la casa que daba a la habitación de la muchacha.
En cuanto estuvo al otro lado, no le dio tiempo a ella de poder reaccionar que él ya se había aventado sobre su cuerpo colocando sus piernas a cada lado de sus caderas, una de sus manos sosteniendo con fuerza su brazo izquierdo y con la otra corriendo el cabello de la morena hacia un costado para pegar su boca a su cuello.
- Sabia que no tardarías un minuto más lejos de mí. – dice ella sintiendo como su erección se quiere abrir pasos entre medio de sus glúteos, pero aún está dentro de sus pantalones.
Él se baja los pantalones hasta lograr que su miembro quede completamente afuera, se coloca un condón y mientras escucha la risa de ella su respiración se va agitando aun más. Está loco por moverse dentro suyo.
Se para sus glúteos y ubica su glande en la entrada de su vagina, ella levanta su pelvis de modo tal que él pueda hacer con su parte delantera íntima, lo que desea.
- Eres guarra. – dice mordiendo su oreja, haciendo que la piel de ambos comience a calentarse, a hervir su sangre.
- Y a ti te gusta. – contesta provocándolo y subiendo un poco más sus glúteos.
- Me fascina. – y en esa última palabra su miembro entro completamente en su cavidad.
- ¡AHHHH! – su gemido retumbó en cada esquina de la habitación haciendo eco en su cabeza. - ¡ohh por dios! – disfrutó ese contacto de su miembro latir dentro de su vagina.
- Me tienes embrujado, mujer. – dice con sus ojos cerrados y sumido en el vaivén de su cuerpo, entrando y saliendo de ella una y otra vez. – cómo me gustas, cómo me encastas. – dice mientras la velocidad de sus movimientos comienza a ser aún mayor. –
- ¡ahh! ¡ahh! Sigue, sigue por favor. –
Sus palabras eran órdenes para él.
- Cómo desees. – se levanto un poco y puso sus manos en sus caderas incitándola a que se ponga en posición en cuatro patas, para poder comenzar a envestirla tan fuerte como su cuerpo podía permitirle. – muerde la almohada. – le ordena y ella sonríe. Si había algo que le calentaba era cómo le ordenaba ciertas cosas en el sexo. Él era un dominante adicto en la cama y a ella le encantaba complacerlo.
- Cómo ordene, señor. –
Era solo escucharla que su miembro se ponía más duro, disfrutaba ese juego de roles con ella ya que con su mujer el sexo era más que básico y con Denisse él podía hacer lo que quiera y ella lo consentía en todo.
Ángel cría dominar la situación y su relación, lo cierto era que ella, tenía el control de todo, inclusive su vida.
- ¡AHHH! ¡AHHH! ¡MÁS! ¡MÁS! ¡NO PARES! ¡NO PARES! – le pide ella en tanto él se mueve con bestialidad dentro y fuera de ella, separando sus glúteos, mirando como su orificio anal se contrae una y otra vez. Sintiendo como al meter su dedo en ese pequeño hoyo ella lo apriete con tanta fuerza que solo muera de ganas por introducirle el miembro allí y de una vez por todas realizarle sexo anal, porque siempre hacía lo mismo, le prometía dejarle poseerla por allí, pero siempre quedaba en eso, en promesas.
- AHH, AHHH . . . – a los gemidos de ella se le unían los de él.
- Ahora es mi turno. – dice ella corriéndose hacia delante y provocando que su polla se salga de su vagina.
Ángel se acuesta a un lado y ella se acomoda encima suyo. se sienta de modo que su miembro logra quedar completamente dentro de ella provocando en él una sensación de puro placer.
- Dime que me deseas. – le ordena ella mientras mueve sus caderas de forma circular.
- Te deseo. – contesta, hipnotizado por sus ojos y las curvas de su cuerpo.
- No me es suficiente – admite ella y sus movimientos comienzan a ser cada vez más ligeros, él echa su cabeza hacía atrás y hunde sus uñas a las caderas de ella acompañando sus meneos.
- Me vuelves loco, me tienes embrujado, soy adicto a tu cuerpo. – ella sonríe al escucharlo y comienza a cabalgar su polla.
- ¿enserio? – a él se costaba responder mientras ella hacía todos esos movimientos con su cuerpo.
- Sí .. ahhh , ahhhh .... Ohhh dios. – se muerden los labios al mismo tiempo en tanto en el ambiente se empieza a escuchar cómo el ruido de sus fluidos y de sus nalgas golpeando la cara interna de sus muslos.
- Dime que me deseas más a que a tu mujer. – le exige y abre sus ojos porque le incomodaba responder aquello. Esa chica solo estaba jugando, en tanto en tanto él se estaba obsesionando poniendo en riesgo su matrimonio que, aunque no tenían hijos, llevaba diez ocho años de casados con Melanie y aunque cada vez que terminaba de follarla sintiera culpa y se prometiera terminar esa locura, caía en la tentación.
- No puedo decirte eso. – confiesa y ella solo ríe . . . –
- No puedes o no quieres decir lo que ya sé. – Denisse sabia perfectamente que él la deseaba mucho más que a su mujer, pero cómo no lo amaba, solo era pura pasión es que no le interesaba más que le de lo que deseaba en el momento en el que quería.
Él abraza sus caderas y se da vuelta dejándola debajo suyo, levanta sus piernas, las lleva a sus hombros y comienza a penetrarla con más fuerza, poniendo toda su energía en cada movimiento, haciendo que sus testículos golpeasen con sus glúteos, provocando que ese ruido lo encienda más.
Su sangre hierve, sus gemidos lo vuelven loco. La manera en la que las paredes de su vagina o envuelven y lo aprisionan queriendo gravar en toda la extensión de su miembro cada detalle de su interior hace que pierna la cordura.
Sus manos aprietan con fuerza sus pechos, clavando sus uñas, marcándole la piel mientras sus embestidas son cada vez más fuertes e intentando ser aun más profundas.
- Ohhh me vengo, me vengo . . . – dice él experimentando esa exquisita sensación de estar a punto de alcanzar el clímax.
De momento a otro y haciendo lo que más les complace a los dos es que saca su miembro, se recuesta en la cama, ella se coloca de manera invertida y se sube sobre él realizando así, la famosa y tan placentera posición sexual del 69.
Ella lame con fuerza y entusiasmo su miembro, llegando hasta el comienzo del mismo, donde nace su polla en tanto él abre con sus manos sus labios vaginales e introduce su lengua allí mientras su pulgar juega con su clítoris.
El placer los envuelve.
Se sientes ardiendo el uno dentro del otro.
Se desean, se tocan, se masturban uno al otro.
Sus besos son tan adictivos que hasta despiertos sueñan con el otro.
Sus fluidos saben tan exquisitos que succionan sus miembros para recibir hasta la última gota,
y en el ultimo movimiento de su lengua sobre sus zonas erógenas, sobre sus puntos más sensibles, el orgasmo los encuentra bebiendo el placer del otro.