Dolerá. Un error que me condenará, una equivocación que no me permitirá volver a ser el hombre que soy. A pesar de que no valgo nada, ni tan siquiera un céntimo.
En una nueva sumergida la encuentro a escasos metros que me apresuro a hacer desaparecer, quedando delante de un cuerpo sin señales vitales. Sin movimientos, ni burbujas. La peor parte es ver los azulados ojos abiertos al máximo sin transmitir ni una sola emoción, más allá de una agonía que se instalará permanentemente en mi corazón.
Fin de partida.
He pecado de ingenuo creyendo que podía salvar a alguien cuando no puedo ni salvarme a mí.
Abro los ojos de repente, con el móvil sonando a un lado y el cuerpo empapado de sudor, respirando con pesadez junto a un amargo sabor bañando las papilas gustativas.
He de calmarme, ella está aquí, y la pesadilla solo es producto de una fuerte conmoción. Está viva. Ayer estuve a su lado hasta que se durmió, luego vine a dormir a mi cama aunque apenas he podido descansar un par de horas. Nada productivo, más teniendo en cuenta de que ya venía de no dormir la noche anterior y hoy trabajo.
-¿Si? -contesto la segunda llamada, bostezando.
-Buenos días, dormilón -saluda papá con un fuerte acento británico.
-Buenos días -froto los lagrimales y le advierto -No me digas que ha pasado algo, he cerrado el cupo de desgracias por lo que me queda de año.
-Estoy enterado de lo que pasó.
-¿Te lo dijo el agente? -pregunto sentándome, observando lo que me envuelve como si algo no encajará.
-Si. Un viejo amigo -hace una pequeña pausa, meditando las próximas palabras -Sé que la situación será complicada, pero conozco a mi hijo y sabrá sobrellevarla. Sin embargo, si me necesitas, llámame y pídeme lo que quieras. Dinero, tema de abogacía o una conversación con tu padre.
-Estaré bien, creo -encuentro el detalle que no me cuadra, las puertas del armario entreabiertas cuando siempre las mantengo cerradas -Tengo que colgarte o se me hará tarde para ir a trabajar.
Me acerco al armario tras despedirme de papá y cierro las puertas, una manía adquirida desde pequeño porque a mis hermanas les encantaba meterse dentro para asustarme. Y luego...
¿Quién era el niño idiota que le daban miedo los monstruos de los armarios?
Yo era ese niño asustadizo.
Quitando ese lamentable capítulo de mi pasado para centrarme en la actualidad. Si las puertas estaban abiertas es por un único motivo, Karly entró mientras dormía y no se lo pienso consentir.
¡Nadie entra sin mi permiso escrito!
Salgo en bóxer con la única intención de encontrar al pequeño demonio que ya está causando estragos. La busco por cada una de las habitaciones de la primera planta sin resultados, así que decido bajar abajo. Esa intrusa no se va a salir con la suya. Después de esto, recibirá un castigo.
Doy un paso dentro de la cocina de estilo industrial, bloqueandome de cintura para abajo sin ser capaz de avanzar. Karly se encuentra apoyada en la isla de grafito, de piernas cruzadas por la zona de los tobillos. Del cabello húmedo por una reciente ducha, descienden gotas que mojan mi camiseta de Groot. Es la primera vez que admiro a una mujer con algo mío y el pene me traiciona, creciendo en lo que es la segunda erección por ella en menos de veinticuatro horas.
Cometiendo el mismo delito que ayer, voy a sus pequeños pies y empiezo a escalar con los ojos por sus piernas. Hipnotizado por el fruto prohibido, fantaseo con marcar con los dientes ambos muslos. Sigo subiendo por el principio de la camiseta que me priva de perderme por el monte, pero que no me detiene de imaginarla encima de la isla abierta de piernas, deleitándome con un potente desayuno compuesto por sus mieles.
Sabiendo que mi mirada es portadora del deseo equivocado de la lujuria, continuo en ascenso para recordar los pechos expuestos que disfruté ayer y que hoy se mantienen ocultos. Aunque en esta ocasión están más hinchados, todo por culpa de los brazos cruzados debajo de estos, sosteniendo en una mano sin la taza humeante de Star-Lord. Alcanzo su cara dando con una mirada cansada acompañada por ojeras, sólo por eso sé que me encuentro delante de la chica más real que alguna vez haya conocido.
-Esas son mi camiseta y mi taza.
Ladea la cabeza posicionando sus ojos encima de mi paquete marcante, dando un sorbo a la bebida caliente sin desviar la atención.
¿Qué está pensando?
Doy un paso al frente recuperando la movilidad y da otro sorbo para dejar la taza en la isla.
-No entres en mi habitación -antes de que tenga tiempo de reaccionar, me da una bofetada en la cara con la mano abierta. Me toco la mejilla sin dar crédito a lo que acaba de hacer -¿Qué cojones? ¿A qué ha venido esta mierda?
No me merezco este golpe después de todo lo que hice ayer por ella, y lo que estoy haciendo al dejarla quedarse. No estoy pidiendo un premio, pero no quiero violencia en la simpleza de mi rutina.
Karly me señala el cuerpo con determinación, moviendo el dedo índice, de arriba a abajo, hasta cruzarse nuevamente de brazos.
-No te entiendo -vuelve a señalar, esta vez directamente a la erección haciéndose más entendible -Ahora, si. Me deseas -sonrío de lado, con un toque de arrogancia -Bueno, pequeña. Soy consciente del efecto que causo al género opuesto y sabía que podríamos tener este problema -doy otro paso al frente, acortando la escasa distancia mientras hago aparecer mi voz traviesa -¿La quieres notar adentro?
Impido que me vuelva a golpear atrapando sus muñecas por detrás de su cabeza, clavando su espalda arqueada en el borde de la isla, respirando en su cuello la esencia que desprende mezclada con mi champú, haciendo que el pene apriete desesperado en la tela.
-No te comeré, no eres mi tipo de comida predilecta.
Karly blanquea los ojos.
-¿Qué? -pregunto soltandola.
Me acaricia todo el cuerpo sin que se lo pueda impedir, generando un nuevo y potente escalofrío que invade todos los rincones de la existencia. Estoy por retroceder y olvidar el encontronazo cuando me atrapa de la mano, tirando para que le siga. Ante la acción, descarto la idea del sexo y la sigo con la única intención de averiguar lo que realmente quiere.
Subimos arriba y solo se detiene cuando llega a la puerta de mi habitación.
-No entres -ordeno siendo ignorado, tengo que empezar a aplicar normas.
Karly se pierde dentro del armario haciendo volar la ropa, convirtiendo el orden en un completo despropósito.
-Karly...
Me tira en la cara un vaquero oscuro, una camiseta clara y una sudadera negra. Creo que ahora la capto, desde el principio quería que me vistiera, aunque no pienso disculparme por haber entendido lo incorrecto, después de todo, las adivinanzas nunca han sido mi punto fuerte. Siempre pierdo en este tipo de juegos.
Karly me mira un segundo, se tapa los ojos con las manos y se voltea dándome la espalda en un gesto lleno de ternura, provocando mi sonrisa de idiota.
Adorable, pequeña y problemática.
-Tengo que ir a tu casa -digo despreocupado, abrochando el cierre del vaquero con una erección a medio dormir -Recoger ropa y lo que necesites, no puedes ir quitándome las cosas -espero una respuesta mientras me pongo la parte de arriba -¿No dirás nada? -le toco el hombro -Un sí o un no de cabeza. Es tu casa, necesito tu permiso.
Sin una reacción la volteo, apartando las manos de su cara para encontrar su rostro destruido bañado en lágrimas.
-Karly... -mierda.
La abrazo sentándome en la cama, permitiendo que suba en el regazo, escondiéndose en mi torso.
-Tranquila, pequeña. No me tienes que acompañar -susurro con suavidad.
Tratando de buscar su calma por necesidad propia, apoyo la mano en su barbilla para alzar la cabeza en un acción que me arrepiento al segundo. El celeste masacrado de sus iris me quitan las ganas de vivir. Me quema y me reduce a cenizas, aunque no puedo mostrarme débil. Necesita seguridad y se la ofreceré. Desafortunadamente, soy el idiota que escogieron mis amigos.
-Lo siento -me disculpo amargamente.
Sigue llorando por un rato hasta calmarse, permaneciendo tranquila escuchando los latidos inquietos de mi corazón.
-¿Te parece bien que vaya? -pregunto despacio y niega -¿Por qué? -me señala y luego a ella -¿Tú y yo? -asiente -¿Quieres ir conmigo? -vuelve a asentir -¿Estás segura? -me mira con el azul avivado y asiente -Pues iremos juntos.
Tras averiguar que lo único que ha desayunado Karly es un triste café con leche, le preparo un desayuno nutritivo para que tenga fuerzas para ir a su casa. Se lo sirvo y continuo cocinando la comida del mediodía para que no tenga ninguna excusa de no comer dada mi ausencia por motivos laborales.
-Primera norma de esta casa, nada de comida basura -digo sentándome con mi desayuno, dando un primer trago al café americano -Ni bollería industrial, ni comida preparada, ni nada con grandes aportes calóricos que no aportan nada beneficioso a la salud.
Suelta la cuchara retándome con la mirada, hinchando las mejillas y me veo en la obligación de retener la risa. Tengo que ser serio si pretendo que obedezca.
-¿Qué pasa ahora?
En un intento por comunicarse, saca la fruta troceada del bowl y empieza a componer una palabra que me produce una mueca de desagrado.
CHOCOLATE
-No juegues con la comida -le paso una servilleta para que limpie el desastre, pero no le hace ni caso. Me dedica una mirada de cachorro abandonado mientras señala la fastidiosa palabra -Solo dejaré entrar chocolate negro -me da una suave patada por debajo de la mesa -Chocolate con leche, si prometes no abusar -me sonríe sastisfecha y le correspondo el gesto.
Una palabra.
Peligrosa.
Karly se encarga de recoger la mesa y limpiar los cacharros, después de que yo haya sido el que ha cocinado. En pocas palabras, esto es lo más cercano que estaré del matrimonio.
-Iremos a tu casa cuando salga del trabajo -me pongo la chaqueta de cuero por encima de la sudadera, atrapo lo imprescindible y me dirijo a la entrada, siendo acosado por el pequeño demonio -¿Estarás bien? -asiente y la despeino, disfrutando de su suave tacto -Regresaré a las cinco. Entretente con la televisión, come la comida que te he dejado en la nevera y no entres en mi habitación -asiente a cada palabra -No me causes problemas.
Forma un cero con los dedos y no la creo, sé que me acaba de mentir y tendré que lidiar con las consecuencias de dejarla sola una vez que regrese. Espero que el resultado no sea nefasto.
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