cuando empieza la historia y ya hice las presentaciones.
Un día como cualquier otro, Valentina volvía de
trabajar y fue a mirar el buzón. Todo eran facturas, pro
paganda, etc. Entre todo el correo, encontró una carta
que procedía de Lucerna (Suiza); ella extrañada la abrió
y empezó a leerla. Estimada Valentina Hughes:
Me presento, soy el abogado del señor Rupert
Hughes. Escribo esta carta para informarle de que su
tío murió hace una semana. Ha dejado un testamento
en el cual se especifica que usted es la heredera de la
tienda de relojería, así como de un objeto peculiar que se
encuentra dentro de esta. Necesitaría que se presentara
en el término de 4 días en mi despacho para hacerle en
trega de su herencia. Sé que es muy repentino todo esto,
pero él hizo hincapié en que lo tenía que heredar usted.
Estamos en la calle Klosterstrasse, 15.
Gracias y que tenga un buen día.
Atentamente,
Rupert Hughes
Valentina se puso muy nerviosa porque no enten
día nada. Ella no sabía que existiera un tío suyo; siempre
ha vivido con su abuela y esta no le habló de nadie más.
Subió rápido a pedir explicaciones.
-Hola abuela, he cogido esta carta que viene de
Lucerna y no entiendo nada. Léela y dime de que se
trata.
Su abuela al acabar de leer la carta suspiró con cara
de decepción. Y le contestó:-Lo que dice la carta es verdad. Tienes un tío en
Suiza, pero no es lo que piensas. Te lo oculté por tu bien
y para protegerte. No sabes dónde te estas metiendo
Valentina.
Valentina se quedó de piedra y le dijo:
-¿Cómo que es verdad? ¿Tengo un tío en Suiza y
me lo ocultas? Sabes que siempre he querido saber de
mi familia y mis raíces. Dime una razón convincente
para que no vaya a Lucerna.
La abuela le contestó:
-Tu tío Rupert está loco. Decía que se podía viajar
en el tiempo para así poder arreglar los desastres de la
humanidad. Yo no quería que te metiera en estos pro
blemas. Además, son ideas locas de un chiflado, no se
puede viajar en el tiempo y yo no quiero que acabes
cómo él, arruinada y con una tienda de relojería. Menos
mal que ya no está entre nosotros. Te lo pido Valentina,
no vayas.
Después de la conversación con su abuela, se diri
gió a su habitación donde la esperaba su amiga peluda.
Se fue a pasearla por el campo, pero no podía dejar de
lado esa carta; tenía la curiosidad de ir a Lucerna para
saber más. A lo mejor podía averiguar que les pasó a sus
padres, saber de su pasado y entender porque su abuela
no quería que fuera.
11Regresó a casa y buscó vuelos a Lucerna. Empezó
a hacer la maleta, y fue cuando su abuela la pilló en su
habitación le dijo:
-¿Qué estás haciendo Valentina? ¿No pensaras en
irte?
-Abuela, sé que lo hiciste para protegerme, aun
que aún no entiendo de que. Así que me voy a Lucerna
a averiguar sobre mi pasado, mis padres y si tengo que
quedarme allí durante un tiempo, lo haré. No sabes lo
que es vivir sabiendo que solo tienes a tu abuela y, de
repente, un día te enteras de que tienes familia en Suiza.
Necesito respuestas, aun cuando estas sean dolorosas,
las aceptaré -contestó Valentina.
-Yo ahora mismo no puedo detenerte. Eres ma
yor para tomar tus decisiones y no te pararé. Pero yo no
me quedaré con Mia, sabes que no puedo pasearla ni
cuidarla -le respondió su abuela.
-No te preocupes por Mia, se la llevaré a Susana
para que la cuide. Ella tiene campo y estará mejor con
sus amigos peludos -dijo Valentina.
Así, una decidida Valentina se fue al aeropuerto a
coger el primer vuelo a Lucerna con carta en mano. Al
llegar al aeropuerto de Lucerna se fue directa al des
pacho del abogado de su tío. Era la hora de comer así
que se detuvo en un restaurante cerca a hacer tiempo.
Se sentó junto a la ventana y la gente del restaurante la
empezó a mirar. El camarero se acercó y le dijo:
12-Hola, señorita Valentina. ¿Querrá lo de siempre?
Hoy el chef le preparó su plato favorito.
-Perdón, ¿cómo sabe lo que quiero y cómo me
llamo? -preguntó sorprendida Valentina-. Es la pri
mera vez que vengo a este país. Y ¿me podría decir que
plato me preparó el chef?
-Se llama Valentina Hughes, tiene 19 años. Nació
aquí en Lucerna, pero se ha criado con su abuela Thalía
en España, concretamente en Gerona. Además, la re
lojería de esta misma calle es suya -contestó seguro el
chico-. Por cierto, el plato que le preparó el chef es
tortilla francesa con mermelada de fresa. ¿Quiere que se
la traiga? Y de beber, ¿una Sprite sin hielo?
Valentina se quedó de piedra. ¿Cómo un chico de
un país que ella pisó por primera vez, podría saber tanto
de ella?
Sin saber que decir, asintió la cabeza y le respondió:
-Sí, por favor.
-De acuerdo, entonces. Con su permiso, le retiro
la carta señorita Valentina. Por cierto, a veces la respues
ta más simple la tienes delante, sólo hay que fijarse y
mirar a su alrededor para entenderlo. Ahora mismo le
traigo su comida, un placer volverla a ver -acabó di
ciendo el camarero.
Al marcharse el camarero, ella empezó a pensar lo
que este le había dicho sobre ese restaurante y miró a
su alrededor. Al ver a la gente que estaba en las mesas,
comenzó a entender lo que le había dicho ese camarero.
13Todos eran científicos y gente importante del pasado,
pero no entendía que estaba sucediendo. De golpe se
levantó y fue a mirar el letrero del restaurante para sa
ber cómo se llamaba. En el letrero ponía: «Pause dans le
temps».
Volvió a entrar, se sentó y miró la decoración del
local. Mientras esperaba la comida echó un vistazo a
todo y en su cabeza se repetía «¿Pause dans le temps? ¿Pause
dans le temps?». De golpe, se levantó diciendo:
-¡Ahora lo entiendo! Pausa en el tiempo. Eso
quiere decir que aquí no pasa el tiempo para vosotros.
Pero ¿cómo podéis estar en esta epoca ¿Es que podéis
viajar en el tiempo?
Valentina se queda mirando a todo el mundo y se
levanta Albert Einstein dirigiéndose a ella.
-Señorita Valentina, cada día a esta hora hace lo
mismo una y otra vez. Sería un placer que dejara de dar
estas voces y solo se centrara en comer. Todos aquí,
como usted podemos viajar en el tiempo. Además, para
su información, cuando usted entra en este restaurante
el tiempo no corre. Mire su reloj y lo entenderá. Quiero
añadir que mi gran sentido pésame por su tío Rupert,
era un buen hombre y un gran amigo. Lo que dicen las
malas lenguas de él no se lo crea. Cuando entre en la
reunión con su abogado lo entenderá, sólo disfrute de
su comida como lo hacemos todos. Un placer volverla a
ver señorita Valentina Hughes. Que aproveche.
Valentina se sentó y acabó diciendo:
14-Gracias Albert y siento las molestias que les he
causado a todos.
El camarero le trajo la comida con la Sprite y empezó a comer. Al acabar, llamó al camarero y le dijo:
-¿Me podría traer la cuenta por favor? Y aunque
aquí me conocen todos, yo todavía no sé cuál es su
nombre.
-No se preocupe, señorita Valentina, invita la
casa. Y me llamo Thierry Paulin, para servirla -le respondió el camarero.
Valentina salió del restaurante y miró su reloj. Era
verdad lo que le dijo Albert Einstein, las manecillas empezaron a moverse otra vez. Se acordó que entró a las
15:43 y salió a la misma hora, aun cuando estuvo más de
una hora allí dentro.
Se fue pensativa a hacer una visita turística por
Lucerna. No entendía lo que ocurría. ¿Por qué su abue
la tenía tanto miedo si en el fondo había disfrutado comiendo en ese restaurante?
Por el camino al centro, Valentina encontró una
oficina de turismo. Entró un momento a coger un
mapa y se dispuso a ver todo lo típico de Lucerna. Fue
a visitar el emblemático puente sinuoso y ornamentado Kapellbrücke, luego Spreuer Bridge, Hofkirche
St. Leodegar y, por último, el monumento al león de
Lucerna.
Se sentó en un banco mirando hacia la escultura
tallada del león; era un sitio tranquilo y relajado.