piedra u otro objeto que se lanzara en dirección al cen
tro del lago. Cogió un palo y lo tiró para comprobar si se
desviaba también como lo hizo la piedra. Exacto, hizo
lo mismo. Ella con la intriga de saber qué pasaba, vio un
hombre en barca y le propuso que se la dejara a cambio
de un poco de dinero. Valentina fue con la barca hasta el
centro del lago y antes de sobrepasarlo, se paró y se fijó
en el dibujo que había debajo del agua. Era un símbolo,
el cual consistía en un reloj de arena dentro un círculo
con unas letras en latín. La frase era: «Tempus circulo». Se
quedó extrañada porque ese símbolo lo recordaba de
cuando era pequeña. Lo llevaba un hombre que la solía
visitar cuando estaba en el colegio. Quería saber a toda
costa que pasaría si cruzaba ese sello como lo hicieron la
piedra y el palo, y por ello, no dudo en hacerlo.
Se abalanzó con la barca y lo atravesó, pero no pasó
nada. Decepcionada porque no entendía nada, devolvió
la barca y le preguntó al barquero si sabía que les pasaba
16a los objetos que se lanzaban hacia el centro del lago.
El barquero le respondió que hacía tiempo que ocurría,
por lo cual la gente ya no se preguntaba el efecto ex
traordinario del lago. Desilusionada, marchó pensativa
hacia la oficina del abogado, aún con muchas dudas de
lo que había pasado en el lago.
Valentina llegó al despacho del abogado a recoger
su herencia y se dispuso a picar el timbre.
-Hola, buenas tardes. Soy... -Antes de que aca
bara la frase, la secretaria le interrumpió.
-Valentina Hughes. Pase, adelante. En breves mo
mentos le atenderá el señor Hoffman -le respondió.
Empezó a subir las escaleras; llegó a la puerta y la
abrió. La secretaria le ofreció un café y le dijo que espe
rase en la sala. Mientras aguardaba, Valentina se fijó en
la decoración de la oficina y pensó que era otro aficiona
do a la relojería, ya que tenía más de un reloj de cuco y
varios relojes de pared con un pájaro peculiar que nunca
ha visto en la realidad.
La secretaria la hizo pasar al despacho. Valentina,
extrañada por la afición del abogado, planeaba pregun
tarle sobre dicha decoración.
-Hola, señor Hoffman -dijo ella.
-Hola, señorita Valentina. Llámeme Rick -le
respondió.
-De acuerdo, Rick. ¿Le quería preguntar por su
afición a la relojería, eso quiere decir que mi tío le inspi
ró a tenerla y también saber porque tiene tantos relojes
17en forma de un pájaro que parece que no es de este
mundo? -le preguntó.
-Bueno, la idea de los relojes me la dio su tío.
Además, siempre me han gustado los relojes de todo
tipo, cucús y de varias formas. Su tío era un muy buen
relojero y tenía mucha imaginación y precisión. ¡Vaya!
Es la primera que me pregunta por la forma de ese pája
ro tan fantástico. Yo nunca lo he visto, pero le pregunté
a su tío si era real y si lo era que me explicara un poco
sobre él. Me dijo que hace años volaban por el mundo
intentando arreglar los desastres de los humanos, tra
tando de modificar un poco los malos actos y que no
fueran tan terribles. Al cabo de los años fueron perdien
do la fe en los humanos y se ocultaron. Según tu tío,
aún están en busca de alguien que les pueda dar otra vez
esa confianza -respondió el abogado-. Bueno, si no
tiene ninguna pregunta más, empecemos con el papeleo
de la herencia y así le puedo enseñar su tienda.
-Vaya, parece que sea una profecía. Lo raro es que
tengo la sensación de que ya los he visto antes. Bueno,
explíqueme que he heredado, porque en la carta apenas
me dijo todo -le contestó ella.
-Estupendo, empecemos con los papeles. -El
abogado se dispuso a buscarlos-. Aquí los tenemos.
Le explico lo que ha heredado y me dice si está con
forme. Este es el legado, léalo. Si me disculpa, señorita
Valentina, voy hacer una llamada mientras se lo lee todo.
Hasta ahora -le dijo el abogado.
Valentina cogió el papel y lo empezó a leer.
18Yo, Rupert Hughes, dejo mis más altas posesiones
a mi sobrina pequeña, Valentina Hughes. Estas inclu
yen el edificio donde se encuentra mi tienda, la tienda de
relojería, todo el contenido de la misma, mi viejo coche
fabricado en Alemania y un objeto bastante peculiar
que no se encuentra a la vista.
Ahora, Valentina, te voy a dar unas pistas que
tendrás que descifrar para encontrar el escondite secreto
de este objeto.
Cuando entres en la tienda y verifiques que no
hay nadie mirando, cierra la puerta y corre las cortinas.
A continuación, te diré las pistas:
Busca en la tienda el reloj de cucú que contenga los
nombres que estén relacionados contigo.
Una vez que lo encuentres, tendrás que poner el
reloj a la hora exacta en que nació el bebé de esa pareja.
Una vez que lo hagas, se abrirá una puerta. Baja
las escaleras.
Cuando estés abajo, verás una caja fuerte con cin
co claves que tendrás que poner. No son números, sino
letras. La respuesta es lo que acabas de preguntar a mi
abogado. Sé que parece raro que te diga esto, pero te lo
explicaran todo en cuánto tengas el objeto.
Y cinco. Una vez que lo tengas, tendrás que darle
al botón que tiene. Te llevarás una grata sorpresa.
Me despido de ti sabiendo que utilizaras el objeto
con cabeza.
Atentamente,
tu tío Rupert
19Valentina se estremeció meditando lo que había leí-
do; no entendía nada, ni que tenía que hacer. Solo pen
saba que era mucha información en muy poco tiempo y
no sabía cómo retenerla.
El abogado volvió al despacho, justo para ver en
ese momento a una Valentina dudosa y con la mirada
pensativa. Los dos abandonaron la oficina y se dirigie
ron a la tienda de relojería. Cuando estaban llegando, de
repente del callejón, salió un perro corriendo, el cual se
lanzó directamente al abogado, cayendo este al suelo.
Valentina se asustó e intentó ayudar a Rick.
De pronto, todo a su alrededor se paró de golpe;
todo el mundo en ese momento se detuvo en el tiempo.
Ella, extrañada, no entendía cómo solo ella se podía mo
ver. Escuchó su nombre proviniendo del callejón donde
salió el perro. Al girar y mirar quien lo decía, solo vio a
alguien con una gabardina y tapado con un sombrero.
En ese momento, Valentina le pregunto quién era y
por qué solo ella y la persona que le hablaba se podían
mover. La persona, perpleja, le respondió:
-Valentina, mi identidad no es de importancia en
este momento. Te voy a dar una pieza y un manual de
instrucciones para que se lo pongas al reloj que vas a
coger ahora mismo en la tienda de tu tío. Es impor
tante que se lo pongas lo antes posible. En su debido
momento, entenderás por qué te doy estas instruccio
nes. Ahora, vuelve a tu normalidad. Yo me tengo que ir.
Adiós, Valentina.
20En ese momento, y antes de que ella pudiera de
cir nada, todo volvió a moverse y el tiempo se resta
bleció. El perro se fue corriendo de nuevo al callejón
y Valentina ayudo a Rick a ponerse en pie. El abogado
se repuso, y al darse este la vuelta, ella escondió lo que
le había dado esa persona en el callejón para que no lo
viera Rick.
Valentina le preguntó si estaba bien o si necesitaba
llamar a una ambulancia por el mordisco del perro, pero
por fortuna este solo era superficial. Se pusieron en
marcha y llegaron a la relojería. Rick, al llegar a la puer
ta, le dio las llaves a Valentina para que hiciera el honor
de abrir su tienda y ser la primera en entrar. Al acceder a
ella, vio todos los relojes en la pared: relojes de bolsillo,
etc. Nunca había visto tantos relojes juntos, tan bien he
chos, y se le iluminó la cara. El abogado le dio todos los
papeles para que los firmara y así completar la entrega.
Rick, entonces, se dispuso a marchar, despidiéndose de
ella dándole las buenas tardes.
Valentina, se puso a mirar la tienda, los relojes, y
empezó a fijarse que en muchos de los relojes de pared
salía el nombre de «Krock» y el pájaro que vio en la
oficina de Rick. No le sorprendió, ya que ahora ya sabía
cómo se llamaba ese pájaro tan extraño. Al seguir mi
rando los relojes, se fijó en uno peculiar: eran un hom
bre y una mujer tallados en madera y debajo de ellos
ponía el nombre de cada uno, «James» bajo el hombre y
«Sheila» bajo la mujer. Ella, pensativa, dijo en voz alta:
21-Se llaman igual que mis padres...