Amor Mio. Eres Indomable
img img Amor Mio. Eres Indomable img Capítulo 8 8
8
Capítulo 11 11 img
Capítulo 12 12 img
Capítulo 13 13 img
Capítulo 14 14 img
Capítulo 15 15 img
Capítulo 16 16 img
Capítulo 17 17 img
Capítulo 18 18 img
Capítulo 19 19 img
Capítulo 20 20 img
Capítulo 21 21 img
Capítulo 22 22 img
Capítulo 23 23 img
Capítulo 24 24 img
Capítulo 25 25 img
Capítulo 26 26 img
Capítulo 27 27 img
Capítulo 28 28 img
Capítulo 29 29 img
Capítulo 30 30 img
Capítulo 31 31 img
Capítulo 32 32 img
Capítulo 33 33 img
Capítulo 34 34 img
Capítulo 35 35 img
Capítulo 36 36 img
Capítulo 37 37 img
Capítulo 38 38 img
Capítulo 39 39 img
Capítulo 40 40 img
Capítulo 41 41 img
Capítulo 42 42 img
Capítulo 43 43 img
Capítulo 44 44 img
Capítulo 45 45 img
Capítulo 46 46 img
Capítulo 47 47 img
Capítulo 48 48 img
Capítulo 49 49 img
Capítulo 50 50 img
Capítulo 51 51 img
Capítulo 52 52 img
Capítulo 53 53 img
Capítulo 54 54 img
Capítulo 55 55 img
Capítulo 56 56 img
Capítulo 57 57 img
Capítulo 58 58 img
Capítulo 59 59 img
Capítulo 60 60 img
Capítulo 61 61 img
Capítulo 62 62 img
Capítulo 63 63 img
Capítulo 64 64 img
Capítulo 65 65 img
Capítulo 66 66 img
Capítulo 67 67 img
Capítulo 68 68 img
Capítulo 69 69 img
Capítulo 70 70 img
Capítulo 71 71 img
Capítulo 72 72 img
Capítulo 73 73 img
Capítulo 74 74 img
Capítulo 75 75 img
Capítulo 76 76 img
Capítulo 77 77 img
Capítulo 78 78 img
Capítulo 79 79 img
Capítulo 80 80 img
Capítulo 81 81 img
Capítulo 82 82 img
Capítulo 83 83 img
Capítulo 84 84 img
Capítulo 85 85 img
Capítulo 86 86 img
Capítulo 87 87 img
Capítulo 88 88 img
Capítulo 89 89 img
Capítulo 90 90 img
Capítulo 91 91 img
Capítulo 92 92 img
Capítulo 93 93 img
Capítulo 94 94 img
Capítulo 95 95 img
Capítulo 96 96 img
Capítulo 97 97 img
Capítulo 98 98 img
Capítulo 99 99 img
Capítulo 100 100 img
img
  /  5
img

Capítulo 8 8

8

Abrí la boca, anonadada y apreté aún más fuerte las barras.

-¿Usted no sabe quién soy yo? -le pregunté con arrogancia-. ¡Soy Julianne Smith! ¡Escritora y periodista! ¿Usted cree que es correcto tratar así a una profesional respetada como yo? ¿Eh?

Su rostro no se inmutó y siguió soplando su maldito café, pestañeando lento.

-No, no sé quién es.

-¡Iletrado! -insulté.

Jenna vino corriendo hacia mí y me quitó de las barras, moviendo su escote ante la atenta mirada del jefe de policía.

-No tome en cuenta a mi amiga, es un poquito histérica y a veces no se modula -le explicó con la voz suave y dulce.

Emmanuel la miraba, atento a sus movimientos en exceso femeninos y suaves. Parecía que había quedado absorto ante la femme fatale que tenía en frente.

-¿Podría dejarnos salir? ¿Por favor? -Hizo un puchero con sus labios gruesos y el policía levantó las cejas, mirando su gesto.

Victoria y yo nos miramos, asombradas de que diera resultado.

-¡Al fin he podido llegar! -exclamó el mismo hombre al que le había roto el coche-. ¡Hey, Emmanuel! ¿Ya conociste al trío de locas?

El policía salió de su trance y se volvió hacia William para apretarle la mano de manera amistosa.

-Sí, ya me estoy familiarizando con ellas -respondió, moviéndole las cejas y bebiéndose el café.

William volvió a entrecerrar los ojos y se comenzó a acercar a nuestra celda a paso lento, como si disfrutara la postal que tenía frente a él.

-¿Y cuál te pareció más ruda? -sonrió, contemplándome con malicia-. ¿La rubia, la pelirroja o la morena? Son el trío perfecto, ¡las Chicas Superpoderosas!

Yo apreté la mandíbula y miré hacia otro lado. No me iba a dejar amedrentar.

-La morenita arrogante -contestó Emmanuel.

William se rio y se pasó una mano por el desordenado cabello cobrizo, viéndose sexy y malévolo.

-Bingo, Emmanuel, has elegido a la persona correcta -ronroneó.

-Para que sepas, tengo nombre, uno distinguido y que podría perjudicarte, Ed... -Pestañeé, sin recordarlo bien.

Suspiró y miró al techo.

-Estás tan borracha que ni recuerdas mi nombre. Soy William, un nombre que no olvidarás bajo ninguna circunstancia desde ahora en adelante.

Él acercó su rostro en medio de las barras, haciéndome frente y respirándome en la cara. Desde nuestra cercanía podía oler el cuero de su chaqueta, su perfume masculino y su aroma natural.

Tragué.

-Y tú deberías que mi nombre es importante -afirmé, entrecerrando mis cuencas con una promesa de odio.

-¿Ah, sí? ¿Y cuál es?

Enarqué una ceja, intentando fijar mi mirada aún inestable.

-Julianne Smith.

Suspiró, cansándose.

-Bien, Julianne, imagino que si eres tan importante, tu público o quién sea que te conozca, debe imaginar que no serías capaz de hacer lo que hiciste con mi coche, ¿no es así?

Puse los labios en una línea recta.

Diablos, tenía razón.

-Dijo que es escritora y periodista -le contó Emmanuel, que tenía los labios manchados con azúcar producto de la dona que comía de forma despreocupada-. Y que quería hacerlo con el coche de su... ¿ex novio o ex marido?

Yo puse los ojos en blanco y no les contesté.

William sonrió.

-Ummm, ya veo -ronroneó-. Imagino entonces que tiene un público que la respeta, Srta. Smith, ¿les importará enterarse que usted rompe coches ajenos y que además dormirá en un calabozo por esta noche?

Levanté las cejas, desesperada.

-¡No, por favor! ¡Si los demás se enteran mi nuevo libro... !

-Veo que sí le importa.

Vi malicia en su expresión.

-¡Por favor, arreglemos esto de otra forma! Yo puedo pagarle el taller a su coche y-y si quiere un cheque no tengo problema en entregárselo. ¿Qué me dice?

Él me sonrió de manera ladeada, dispuesto a hacerme sufrir.

-Por favor, tengo un niño de 6 años que despertará sin su mamá supliqué.

Su mirada se ablandó un poco.

-Nos veremos en la justicia, Julianne, no puede romper coches a diestra y siniestra.

Le di una mala mirada. ¿Ahora me estaba dando cátedra de vida? ¿Se creía mi padre?

-Por favor -volví a suplicar, llamando su atención. Odiaba suplicar, pero a los hombres como él, malvados y rudos, les gustaba-. Puedo hacer lo que sea para que todo esto se solucione.

-¿Lo que sea? -inquirió, entrecerrando sus ojos, mirándome levemente el vestido. Enarcó una ceja.

Miré el arete que pendía de su oreja y luego cómo el cabello desordenado le hacía juego a su varonil rostro cincelado.

Emmanuel sonrió de manera pícara y le dio un codazo a su amigo.

Asentí, aunque no estaba segura si estaba dispuesta a llegar tan lejos para salvarme el pellejo esta vez, no con todos estos testigos.

-Ya veo -susurró-. Tengo una idea que podría ayudarnos a ambos.

Esperé paciente a que hablara, extrañamente entusiasta por lo que podría ser nuestra tregua.

-Usted pasando un día en el calabozo y luego siendo notificada por la justicia. -Se alejó con poderío-. Emmanuel, amigo, espero puedas hacerles escarmentar que la propiedad ajena cuesta -le dijo al policía, que disfrutaba de la escena apoyado en su escritorio-. Y que a veces no sólo se puede pagar con influencias o... -Me miró nuevamente de pies a cabeza-. Bueno, ya sabes.

-¿Ya te vas? -inquirió el policía.

-Sí -bufó-. Llevo sólo un día y medio en esta ciudad y ya tengo el coche destrozado. Necesito descansar.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022