Amor Mio. Eres Indomable
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Capítulo 9 9

9

Me acerqué a mis amigas, asumiendo que nos quedaríamos aquí por esta noche. Victoria me hizo un huequito en la banca y Jenna se hizo a un lado mientras lloriqueaba.

-Pasaremos en este lugar maloliente. ¿Qué le diré a mi Robert? No puedo creer que estoy aquí, ¡es tan indignante!

Suspiré y la ignoré.

-¿Ya pudiste ocupar tu nueva casa? -le preguntó Emmanuel luego de darle un apretón de manos y un abrazo de despedida.

-No, quería hacerle unos cambios antes de ocuparla, así que contraté una empresa para que lo hiciera por mí antes de llegar. Supongo que en uno de estos días podré usarla.

Ellos siguieron hablando, pero no quise escucharlos más. Al minuto William se despidió definitivamente y antes de irse me miró a los ojos.

-Hasta luego, Julianne.

No le contesté y él sonrió de forma malévola.

-¡Nadie puede saber de esto! -insistió Jenna, cerrándose el suéter con rabia-. Mi Robert se volvería loco, ¡deben prometerme que ninguna dirá nada a nadie! ¿Bien?

Victoria y yo nos volvimos a mirar y suspiramos.

-¡Sí, sí, sí! Ahora, ¿podemos calmarnos? -le pidió la pelirroja-. Tenemos la noche para dormir, al menos descansemos.

-¿Cómo esperas que descanse en este cuchitril? Tengo frío. -Hizo un puchero.

Nosotras dos preferimos no seguir escuchándola, así que me apoyé en la pared y miré al techo para poder distraerme de toda esta mierda.

En medio de aquella intención, pensé en ese tonto guapo rudo. Al menos tenía lindos ojos... y unos brazos grandes... y... Ay, por Dios, ¡el alcohol me estaba enloqueciendo!

A propósito, todo seguía dándome vueltas.

Emmanuel, el también tonto policía, se acercó a la celda para anotar algunas mierdas y, además, declarar el grado de alcohol con el que me encontraba.

Estaba cagada, porque probablemente tendría que pagar una multa.

De reojo vi que Jenna seguía haciéndose la víctima llamando la atención del policía, que estaba más interesado en ella que en el colega que venía llegando, con una delincuente a su cargo.

-No puedo creer que pasaron la noche en un calabozo -se rio Richard mientras manejaba hacia nuestros hogares.

Las tres le dimos una mala mirada, especialmente yo, que estaba harta de reconocer que la culpa había sido mía.

-¿Podemos dejar de hablar de eso, Richard, por favor? -gimió Victoria, que tenía una fuerte migraña.

Él nos miró, más divertido aún, moviendo la cabeza como si no pudiera creer en lo que nos habíamos metido.

-Ustedes... ¡En un calabozo! Como los ladrones y esos grupos anarquistas. -Movió sus cejas y luego nos hizo gestos, como si fuéramos a asaltarlo-. Son malas.

Puse los ojos en blanco, mientras que Victoria le dio un puñetazo en el brazo.

-¿Se dan cuenta de eso? -lloriqueó Jenna-. Somos delincuentes, somos... -Abrió los ojos de sopetón y se aferró al asiento delantero del coche, donde me situaba precisamente yo-. Oh por Dios, mis papeles quedarán manchados, ¡no podré volver a salir del país! ¿Ahora cómo acompañaré a mi Robert a sus viajes de negocio por el caribe? ¡Será un infierno!

-¡Alguien póngale un bozal a Tetas Falsas, por favor! -vociferó Victoria, a punto de estallar.

Me giré para ver a mi rubia amiga y darle una mirada penetrante. Ella se sorbió los mocos y se echó a mis brazos.

-Nadie dirá absolutamente nada de lo ocurrido, ¿bien? Quedará en completo olvido. Y tú -Observé a Richard-. Serás parte del secreto.

Me mostró su meñique y yo se lo rodeé con el mío.

-¿Lo ves, Jenna? -le susurré.

Era mágico cómo la técnica que usaba con mi hijo también funcionaba con Jenna.

-Confío en ti, Julianne.

Cuando nos separamos miré a la carretera, esperando regresar cuanto antes a mi casa.

-No te preocupes por la fianza -le dije finalmente a Richard-, te la pagaré en cuanto tenga acceso a mi laptop.

-Descuida, eso puede esperar, mientras deberían descansar, porque sus caritas se ven fatales.

Cuando llegué a mi casa apenas sentía los pies, los tacones me tenían sufriendo sin remedio. Apoyada en la puerta me puse a revisar mi teléfono celular y descubrí que tenía muchas llamadas perdidas de mi madre, pero también de Jason y de un número desconocido, el que supuse sería de Amanda.

-¿Qué les pasa a estos dementes? ¿No tuvieron suficiente con lo que me incentivaron a hacer ayer?

-¿Julianne? -llamó mi mamá, restregándose los ojos.

Vestía su bata y el pijama debajo.

-¡Hola! -saludé como si no pasara absolutamente nada.

-Te llamé mucho anoche, me tenías preocupada, ¿qué pasó?

Bostezó.

Puse las llaves en la fuente y caminé por el hall, tambaleándome con los tacos.

-Nada, sólo nos emborrachamos y nos pasamos al departamento de Victoria, nada importante.

Ella suspiró y se acercó, sin creerme mucho.

-¿Y esa borrachera fue producto de lo que viste?

Suspiré y ella me puso las manos en los hombros.

-Tú no me engañas, sé que todavía sigues flechada a ese hombre.

¿No crees que ya ha sido suficiente? Ha jugado contigo más veces de las que puedo tolerar...

-Sí, mamá, lo sé muy bien. -Aún recordaba su discurso de anoche, en el que me aseguré de que él jamás me amó, al menos no como yo lo hice-. Fue difícil, pero necesario. -Me encogí de hombros-. Ahora todo está perfecto.

Entrecerró sus ojos, pero no insistió más.

-A Fred le costó montones quedarse dormido anoche -contó mientras caminábamos hacia su habitación.

-¿Otra vez tuvo pesadillas?

Negó.

-Simplemente estaba preocupado. No quería ir a la escuela.

Arqueé las cejas y me pasé la mano por la frente.

-Ay, mamá, ¿te contó algo?

Suspiró y esperó un momento para proseguir.

-Siguen molestándolo. Le dicen fallado, monstruo y... Algo así como maloliente. Creo que tuvo un accidente con su ileostomía, ya sabes que a veces a Fred le cuesta limpiarla.

            
            

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