Amor Mio. Eres Indomable
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Capítulo 10 10

10

Sentí tanta rabia e impotencia. Eran niños de 6 años y Fred sólo tenía una bolsita aferrada al vientre, ¿cómo era tan complejo para todos de entender? ¡Eran niños, y los niños no debían juzgar!

-No sé por qué el equipo médico consideró que era buena idea ingresarlo a la escuela, lo único que lograrán es que Fred se sienta menos querido. No tiene amigos, nunca los ha tenido, sólo estamos nosotras, incluso Jason ha dejado de llamarlo como antes, como si comenzara a quererlo menos...

-No, no digas eso ni seas injusta.

Miré hacia otro lado mientras sentía los ojos bañados de lágrimas.

-Él se hizo cargo de Fred cuando tenía dos, ¿no crees que eso es motivo suficiente? Te sacó de un ambiente de mierda y de vivir con los estigmas que yo tuve que cargar contigo, situación que me habría dolido mucho de ver.

Negué.

-Si se preocupara por todo lo que está pasando con él podría ser un motivo suficiente para no preocuparme, pero ha preferido hablar de su maldito compromiso antes que preguntar respecto a la semana de escuela del que tanto afirma ser su hijo -espeté, pateando los tacones hacia cualquier lugar que fueran a caer.

Mamá no respondió porque sabía que tenía razón.

Me metí a la habitación y miré a mi pequeño, que dormía plácidamente entre sus edredones favoritos, los que tenían muchos colores. Me senté a su lado de la cama y le acaricié el cabello castaño y ondulado, hebra por hebra, espacio por espacio.

No quería que siguiera sufriendo, no podía soportarlo. Pero ¿qué podía hacer? Mi niño no podía adaptarse a este mundo de mierda.

Había pasado una semana desde que destruí el coche de ese extraño llamado William, lo que significaba que apenas llevaba una semana guardando sagradamente el secreto con mis amigas y que, además, ya había pasado una puta semana desde que sentía la hinchazón en mis venas al recordar a Jason y a Amanda.

A este paso ya debía tener una úlcera.

Fred pasó delante de mí, saltando más animado que nunca.

Fruncí el ceño y lo quedé mirando.

-Oye, Terremoto, ¡qué feliz estás! -le dije mientras seguía armando su lonchera.

Él se acomodó en el taburete de la isla y yo le ayudé para que no fuera a caerse. Sus piecitos colgaron en el aire.

-Sí -contestó, acomodándose el gorrito de lana y pompón-. ¿Podría llevar doble ración, mami?

Lo miré extrañada.

-¿Por qué? ¿Te ha aumentado el apetito? -Sonreí.

-Es que... -Se lo pensó bien antes de continuar-. Le conté a Alayne que tú cocinas muy rico y prometí que le daría almuerzo, pero si le doy la mitad de mi almuerzo tendré hambre todo el día.

Mi sonrisa se enanchó y mis ojos se llenaron de lágrimas.

¿Estaba hablándome de una amiga? ¿Una amiga al fin?

-¿Quién es Alayne? -inquirí, presa de la curiosidad.

Me apoyé en la isla, con la barbilla en mi mano empuñada, esperando a que me dijera algo.

-Es una niña de la escuela, llegó este lunes, mami, no tenía amigos, como yo, ¡y le ha encantado mi botón! -exclamó, levantándose el suéter para mostrarme su ileostomía con mucho orgullo.

Me llevé una mano al pecho, sin poder creerlo. ¡Su primera amiga!

-¡Eso es grandioso, cariño! Y dime, ¿todos estos días han estado juntos?

Asintió mientras se bebía el vaso de leche con chocolate.

-Los demás son un poco malos conmigo, pero Alayne me defiende. ¡Qué niña tan linda!, pensé, imaginando lo bien educada que debía ser. ¡Debía agradecerle a sus padres por criar a una niña tan buena!

-Me hace muy feliz escuchar eso, Fred. ¿Lo ves? Te dije que tendrías una amiga muy pronto.

-¡Hoy jugaremos en clase de gimnasia! ¡Y-y nos iremos después a la biblioteca a pintar! -siguió contándome con entusiasmo.

Sentía que mi pecho no daba más de emoción. En cualquier momento iba a ponerme a llorar.

Miré el reloj para huir de mi llanto de madre orgullosa y me di cuenta que faltaba poco para que el autobús escolar llegara.

-¡Ya estamos con poco tiempo! Ve a cepillarte los dientes, yo prepararé una segunda ración para tu amiga, ¿bien?

Asintió y se bajó de un solo movimiento, para luego correr y emerger rumbo hacia el baño.

Moví mi mano, despidiéndome de él. Fred me devolvió el gesto tras la ventana del autobús y éste luego desapareció por el asfalto.

Justo cuando iba a entrar para seguir escribiendo, vi que venía el cartero, seguido de precisamente Jason y Amanda.

-Maldita vida la mía -gruñí.

-¡Buenos días, señorita! -me saludó el hombre, dejando las que debían ser las facturas y revistas de suscripción.

Lo saludé con la mano e intenté escabullirme para no tener que hablar con la feliz pareja, pero ellos ya habían entrado a mi porche cuando estaba dispuesta a cerrar la puerta.

-¡Julianne! ¡Hola! -saludó Amanda.

Como yo le daba la espalda, no pudo ver el gesto de agobio que hice. Respiré y me giré.

-Hola, qué sorpresa. Lástima que Fred ya se haya ido a la escuela, pueden venir despu...

-No veníamos a ver a Fred -respondió Jason.

-Quería venir personalmente a entregarte esto.

Me pasó un sobre de papel de arroz. En la cara principal salían sus nombres de pila junto a un corazón, por lo que no me costó imaginar de qué se trataba.

Por poco y se los rompo en la cara.

-Ya veo, es muy bonita -murmuré a regañadientes.

                         

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