Capítulo 5 Pánico

Hora: 7:55 pm

Vanessa estaba en el más profundo de los sueños. No tener pendientes de estudio ni trabajo, tampoco el estrés de encontrarse o hablar con su novio sumado al poder adormecedor del vino lograron fundirla en un agradable sueño profundo toda la tarde.

Sally no volvió a la habitación.

Lentamente se abrió la puerta para dejar aparecer delante de la luz proviniente del pasillo a la penumbra de la habitación, la figura de Don Alfonso Domecq por entre la apertura a medias. Vestía una bata de toalla gris, en el lado izquierdo de la solapa tenía un bordado con las iniciales AD en negro.

El se acercó sigilosamente a la cama, tratando de no hacer ruido, se llevó la mano derecha al pecho y se acarició a sí mismo a través de la apertura de la bata al ver la chica tendida en la cama. Vanessa se movió un poco. Don Alfonso se acostó a su lado lentamente, tomó las manos de Vanessa y las colocó por encima de su cabeza. Después le movió el rostro para poder verla mejor. Acercó su cara al rostro de la joven para quedar a dos centimetros de su boca sin llegar a tocarla pero si podía sentir su tibia respiración. Se quedó en esa posición un momento, luego se alejó un poco para observarla de nuevo más de cerca. Tenía el cabello alborotado y el rostro muy limpio y tentador. Él la contemplaba. Con delicadeza retiró un mechón de su frente con la yema de sus dedos y esa leve caricia si logró despertarla.

Ella entreabrió los ojos al verlo trato de gritar pero su grito quedó ahogado por la boca de ese viejo baboso. La atrapaba con fuerza y no la dejaba moverse. La desesperación se apoderó de ella. Lanzaba patadas, trataba de mover la cabeza para zafarse de aquel asqueroso beso. Él la obligaba a abrir la boca con su lengua, aquello la hizo sentir nauseas. En su mente se aglomeraron miles de alternativas, tenía que liberarse o moriría de un infarto debido a la repulsión.

Todos sus esfuerzos eran inútiles.

El viejo sacó una cuerda del bolsillo de la bata. Dejó de besarla y se concentró en atarle las manos.

- Shhhh no grites, nadie va a venir, créeme yo te voy a dar lo que te gusta - le rasgó la blusa de un tirón. Vanessa rompió en llanto y suplicaba.

- Aaaaahhhh No por favor... no me toque....- sollozaba y gritaba - Suélteme, suélteme...Sallyyyyy

- Ssshhhh ya te dije que nadie va a venir - le tapa la boca con la mano. - Yo se que te gustará, no te resistas - la movió de posición, la colocó debajo de él. Le ató las manos fuertemente de modo que ella no podia defenderse. Solo gritaba y gritaba en vano.

Luisa no se atrevía a salir de su habitación, ya otras veces había oído gritos y nunca pudo hacer nada al respecto. Sally también escuchaba los gritos y sabía perfectamente lo que estaba pasando, aun así, permaneció sentada en aquel sillón, no iba a hacer nada para detener a su padre.

En la habitación, los esfuerzos de Vanessa eran inútiles y la paciencia del viejo estaba a punto de colmarse. Le había rasgado la blusa y ahora le quitaba el sostén de un tirón, dejándola medio desnuda. Comenzó a besarle el cuello y los senos. Le topó la boca para no seguir escuchando sus gritos.

Vanessa sentía que se asfixiaba y quiso morirse al sentir el miembro duro del aquel desgraciado, que trataba de abrirse camino entre sus piernas. Cerró los ojos y las lágrimas corrieron por sus mejillas. Tenía que hacer algo o realmente moriría de asco, de vergüenza, de ira e impotencia. Sin embargo para él era todo lo contrario. Sentía un placer inmenso, al punto de hacerle perder la razón. El viejo se dejó llenar por el calor del cuerpo joven de Vanessa y deliraba de satisfacción.

Pronto la penetraría, disfrutaría solo un poco más antes de quitarle el short y arrancarle las braguitas que tenía puestas. Se quitó la bata, la dejó a un lado de la cama, quedando al descubierto su prominente panza y los boxer de pequeños cuadros azules y blancos. Tenía a la chica inmovilizada bajo su peso ya que estaba subido en ella a horacajadas. Volvió a su tarea de besar toda la piel descubierta de la cintura para arriba.

Ella tenía que hacer algo para liberarse, así que, cuando el viejo volvió a besarle la boca le mordió con todas sus fuerzas y lo empujó con tanta fuerza que hizo que se golpeara con la mesita de noche.

- ¡Aaahhh maldita! - se quejó el viejo primero por la fuerte mordida que le había dejado una herida sangrante y también por el golpe en la cabeza que seguramente le dejaría un chichón desagradable. Ella pudo ponerse de pie antes que él y salió corriendo de la habitación, llevándose por delante lo que encontraba a su paso y la bata para poder cubrirse.

- ¿Sallyyyyyy? - Vanessa la llamaba desesperada sin recibir ninguna respuesta - ¿Dónde estas? - corría por el pasillo y miraba a todos lados. en un punto chocó con una mesita de cristal y el estruendo fue mayor. Sally se asustó y saltó del sofá y corrió a ver que sucedía. Nunca antes los gritos llegaron a tanto escándalo.

Luisa también salió a ver. Las cosas no estaban como para quedarse tranquila esperando. Vanessa se fue a la terraza y se escondió. Sally y Don Alfonso se encontraron de frente en el pasillo.

- ¿Qué sucedió? ¡Estas sangrando! - preguntó Sally. Don Alfonso sangraba del labio inferior y tenía una leve hinchazon encima de la ceja derecha. Estaba aturdido y se tambaleaba.

- ¡La voy a matar, la voy a mataaar! - repetía a medida que se limpiaba la sangre del labio y avanzaba por el pasillo en dirección a la terraza.

- Por favor papi, no digas eso ¡calmate! Ella es una amiga querida, no quiero que la mates. - Sally se interpuso en su camino para detenerlo.

- Cállate. Mira nada más lo que me hizo ¿quien se cree que es esa estúpida? No puedo dejar que salga de aquí con vida...

- ¡Espera! - volvió a ponerse de frente y colocó sus manos sobre su pecho para frenarlo. - Podemos evitar que hable, pero si la matamos la familia la va a buscar. Conozco a su mamá y tiene muchos conocidos y gente que la pueden ayudar, más vale que lo pensemos mejor.

- ¿Qué podemos hacer? Esa no puede seguir con vida, se atrevió a agredirme. Esta me las paga. - la esquivó y continuó avanzando hacia la terraza.

- ¡Si le haces algo no cuentes más conmigo! - él se dio vuelta y la miró incrédulo.

- ¿Qué quieres decir?

- Que si le haces más daño no cuentes conmigo para nada más. No más amigas, no más tratos especiales y me voy a ir de la casa con otro, me busco otro que me cuide y me quiera como tu dices quererme...

- Sally... no estarás hablando en serio, nadie te puede cuidar como yo, nadie.

- Vamos a curarte esa herida, deja a Vanessa por ahora. Más tarde nos ocuparemos de ella. - lo convenció. Se dirigieron al baño a buscar con que pararle el sangrado.

Mientras Vanessa estaba escondida, había dejado tirada la bata, no se pondría esa prenda con olor a ese malnacido. Se había soltado las manos. Trató de taparse el pecho con restos que quedaron de su blusa y su brasier. Se asustó al cuadrado cuando escuchó aun más cerca aquellos pasos. La angutia y sentirse sucia la hicieron encongerse en esa esquina detrás de una mesedora.

- Señorita ¡ay Dios mio, mire como está! Venga, párese, yo la quiero ayudar por favor salga de ahí, si no él la encontrara... - Era un mar de lágrimas, temblaba de pies a cabeza pero sintió alivio al escuchar a la criada.

En su mente la alarma de pánico seguía encendida y evitaba con torpeza que Luisa la tocaba para ayudarla a salir de allí. Se encogía cada vez más hundiéndose en la esquina.

- Por lo que más quiera señorita salga de ahí, tiene que esconderse de ellos y aquí la pueden encontrar fácilmente. - trató de ayudarla a ponerse de pie.

- Déjeme, usted está de parte de ellos, usted me quiere engañar, déjeme.

- No, no, no señorita. Por favor confíe en mi. Yo quise decirle lo que planeaban pero no fue posible. Usted parecía tan confiada y la niña Sally parecía tenerle tanto cariño que no pensé que le fueran a hacer daño. Párese de ahí y venga a mi cuarto, ellos nunca la buscaran allí. Venga que debe tener mucho frío, yo le voy a contar todo lo que sé.

-¿Qué está pasando? ¡Por Dios! Ese hombre del diablo me quería violar.. ¿Qué carajos son ustedes?... - le reprochó sin dejar que la tocara pero comenzando a enderezarse para ponerse de pie.

- Venga conmigo, le voy a contar, pero tiene que evitar que la encuentre ahora. - avergonzada por su estado de vulnerabilidad y aun sientiendo las ganas de vomitar ante el recuerdo de lo recien vivido. Se puso de pie y fueron a la habitación de la criada.

Ya en la habitación de Luisa, Vanessa no dejó llorar por un buen rato. Luisa la cubrió con una manta y se sentó a su lado, asegurándole que no permitiría que nadie se le acercara. Luego Luisa comenzó a hablarle de su pasado.

- Al principio todo era perfecto, la señora Domecq era quien cuidaba de todo y era muy especial conmigo. A penas tenía trece años cuando me fui de mi casa y los Domecq me acogieron ya hace casi seis años -

- ¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué no te vas? Podemos salir de aquí juntas.

- Si nos vamos juntas nos atraparan, antes de encontrar ayuda, estamos muy lejos de cualquier carretera y las villas cercanas son casas de vacaciones para gente rica y a lo mejor tan perversa como el señor Alfonso. Quiero que tenga bien claro de lo que ésta gente es capaz. Mire, hubo una joven, así como usted, amiga de la señorita y todo, que vino a la casa a pasar un fin de semana, era muy linda, así como usted, pero algo pasó y la muchacha amaneció muerta en la piscina...

- ¿Muerta? - aquello parecía una película de terror.

- Si, muerta. - afirmó. Vanessa no podía creer lo que escuchaba. - La historia que contaron a todos era muy convincente. Supuestamente la joven tenía una enfermedad, no me acuerdo cual, pero era algo muy grave, eso creo, y sufrió uno de los ataques cuando se metió a la piscina muy tarde en la noche y para su malisima suerte, o según dijeron, estaba sola. Qué conveniente ¿no? Pero lo que realmente pasó está gravado en un vídeo. El señor tiene unos videos medio extraños, guardados en su estudio. Según parece la joven había encontrado uno de esos videos. Su curiosidad la llevó a la muerte.

- ¡Ay no lo puedo creer!

- Bueno, apuesto que nunca pensó que el padre de una amiga suya le haría daño ¿verdad? Y menos que su amiga estuviera de acuerdo.

- ¡Qué dices! ¿Sally está de acuerdo?

- Así es. Es difícil de creer . Ojalá podamos sacarla de aquí. Sé que para mí va a ser muy difícil escapar, él nunca me dejaría en paz, sé demasiadas cosas... pero usted puede...

- Tenemos que avisar a la policía.

- No, policia no

- ¿Cómo que no? Podemos conseguir esos videos que dices -

- Debe comprender algo joven. Ellos no son los únicos, no están solos, mucha gente esta detrás de lo que hace Don Alfonso Domecq, gente de todo tipo, en todas partes ¿me comprende?

- ¿Entonces? ¡Esto es una locura! ¡Dios mío sácame de aquí! - una vez más al borde de las lágrimas, Vanessa se sentía acorralada.

- Ya deje de llorar, mejor descanse un rato...

- Dime Vanessa, por favor deja de tratarme como si fuera una de ellos.

- Esta bien. Trataré.

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Hora: 6:30 am

El interior de la casa seguía oscuro y silencioso. Al parecer podían descansar un poco antes de emprender la huida. Vanessa no pudo dormir ni un poco, tampoco Luisa, al entrar el primer rayo de sol.

- No dormiste nada.

- Tu tampoco.

- ¿Cómo lo haremos? Deben estar detrás de la puerta esperando que salga para agarrarme y cortarme la cabeza. Esto va ha ser difícil, muy difícil. - pensaron en las posibilidades y nada era factible.

- Yo no puedo irme y estoy segura que no me harán nada. Saldré a ver como esta el ambiente y regreso a avisarte.

            
            

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