- Discúlpeme es que no lo vi... - dijo Irene.
- No hay problema, yo tampoco la vi venir. – cuando terminaron de recoger los papeles se miraron a los ojos.
- Gracias – dejó salir Irene casi como un susurro. Observó aquellos ojos expresivos, maravillosamente cautivadores, varoniles, oscuros como la noche, podrían causar miedo si se lo proponían. Ella lo analizó por un instante, mientras él hacía lo mismo. Irene a pesar de su baja estatura, su cuerpo llamaba la atención de los hombres. Sus piernas bien formadas y su manera de caminar eran tan encantadores como sus sentimientos.
- ¿Te he visto antes? – preguntó el chico que la miraba fijamente a los ojos. Inmóvil, muy cerca de ella, impidiendo que ella se marchara.
- No lo creo, yo nunca olvido una cara.
- ¿Y qué es todo eso?
- Trabajo.
- ¿Trabajas aquí? Que bien tu me podrías ayudar.
- La verdad es que acabo de salir de mi entrevista. Si quieres información mejor vas a la oficina que esta allá al fondo. Vez donde dice información, allí. Me tengo que ir disculpa pero es que estoy apurada.
- Es muy buen material lo que tienes ahí. Esas estadísticas son muy buenas ¿verdad?
- ¿Cómo...? Ah si me imagino que si, tienen que ser las mejores.
- Te ayudo a llevarlas, están muy pesadas para ti.
- Si insistes – él cargó todas las planillas y estatutos en sus manos y la dejó libre de aquel peso. Iban caminando hacía el estacionamiento.
- ¿Cómo te llamas? – Preguntó él.
- Irene Maldonado ¿y tu? –
- Vicente Escobar, pero mis amigos me dicen Vincent ¿Dónde esta tu carro? –
- Es que no tengo carro. Voy a llamar un Taxi. Mañana será mi primer día. Gracias por ayudarme. – Cogió todos los folletos y libros y los cargó. Antes él sacó dos o tres de las hojas y la dobló y se las metió el bolsillo mientras ella acomodaba todo el paquete sobre un muro para esperar al taxi.
- ¿Siempre estas tan apurada?
- ¿Siempre tan atento?
- No siempre - sonrió abiertamente - Solo con las damas tan lindas como tu – le extendió la mano. Ella dudo un momento, después le estrechó la mano.
- Ya veo - sonríe de medio lado tratando de que sus mejillas no se sonrojaran.
- En realidad si creo que me puedes ayudar.
- ¿Ah si?
- Si se ve que lo tuyo son lo números. Necesito saber un número telefónico.
- ¿Qué número telefónico?
- El tuyo.
- ¿Realmente crees que te voy a dar mi número de teléfono?
- Si, me pareces simpática, además parece que nos caímos bien. – ella iba a decir algo pero se arrepintió. – Pero si no quieres darme tu teléfono esta bien, sólo pensé que podíamos volver a vernos. – ella lo pensó por unos segundos. ¿Por qué no? Ya era hora de sacarse a Jaime de la cabeza.
- Está bien. Eres muy persuasivo Vincent. Acepto que volvamos a vernos. Mañana comienzo a trabajar y sería bueno alguien me invitara a comer para no sentirme tan nerviosa. Pero lo del número de teléfono no estoy segura, es que vivo con alguien y no me gusta causar molestias.
- ¿Casada?
- Nooo
- ¿Novio?
- Nop
- Ah entonces si me encantaría comer contigo
- Hasta mañana entonces. Aquí a las dos.
- Dos y media, para estar seguros.
- ¡Perfecto!
- Hasta mañana Irene.
- Hasta mañana caballero, y gracias de nuevo por ayudarme con esto. - le da una palmada al monton de papeles.
- De nada ¡Adiós! – se alejó. Irene había marcado el número de el teléfono de la agencia de taxis antes de salir, esperó unos minutos hasta que llegó un carro blanco con cristales bien tintados preguntó si era de la compañía que había llamado, el sujeto se identificó y ella subió al taxi.
Irene llegó a la casa, subió a la habitación de Vanessa y la encontró tirada en la cama, con los ojos llorosos. Vanessa se tapó el rostro al oír la puerta.
- ¡Hola! – saludó cuando entró. Vanessa la miró y no dijo nada. – ¿Qué pasa?
- Estoy muy paranoica. Cada auto que pasa por la calle creo que es uno de ellos. No he querido salir. Y tengo que hacer un montón de cosas en la universidad ¿Cómo lo hago? Dime...
- Cálmate. Es normal que estés paranoica. Una cosa a la vez.
- ¿Cómo estará Luisa?
- Imagínate. Debe estar igual que tu de nerviosa y asustada.
- No ella sabe disimular bastante bien, ya está acostumbra.
- Bueno. Entonces empecemos a disimular. Tienes que seguir como si nada, decidir cual es el proximo paso.
- Trataré de calmarme.
- Vamos a acabar con ese degenerado.
- De acuerdo.
- Hablando de otra cosa. Hoy me topé con un tipo super atractivo. Cuando salía de la oficina de la Dirección, por cierto me dieron el empleo.
- Que bueno Irene, de verdad ¡me alegro! Háblame del chico ¿que pasó?
- Nos chocamos de frente, fue muy chistoso. Luego me invitó a comer.
- ¿Cómo se llama?
- Vincent, es bien guapo, la verdad. Aunque tiene un toque misterioso.
- ¿Misterioso? Irene ten cuidado, no sabes quien es ese tipo.
- No te preocupes. Si no pretendo casarme con él.
- Ya he oído eso antes. Pero no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que no sabes si es uno de los hombres del viejo verde asesino.
- Realmentes estás muuuuy paranoica. No creo que sea uno de los hombres del viejo asi que tranquilizate. Por otro lado te aseguro que no me voy a dejar llevar por los encantadores labios que tiene, ni los fuertes brazos, ni los ojos hechiceros, ni la espaldota de adonis, ni...
- Mijitaaa, te oigo muy emocionada y solo lo acabas de conocer, bájale un poco a la intensidad y a la confianza, tenemos que estar muy alertas - la interrumpió
-*-*-*-
Sally y los demás chicos de la banda, estaban reunidos en su lugar favorito, al que llamaban la Cueva K, sólo ellos conocían y entraban en aquel escondite. El ambiente estaba pesado, el lugar estaba lleno de botellas de cervezas vacías tiradas en el suelo. Un montón de periódicos viejos que Bruno utilizaba para sentarse y echarse a dormir de vez en cuando, entre otras cosas, un viejo sillon, una mesa y varias sillas. La danda estaba compuesta por seis jóvenes, sin contar a Sally, la cabeza del grupo, y el manipulador en las sombras, Don Alfonso Domecq.
Dentro de la Cueva estaba Bruno esperando, Amelia llegó seguida de Los demás muchachos; Memo y Patty, Hermes y Vincent. Patty y Memo eran novios, Vincent y Amelia tenían una relación complicada. Bruno estaba enamorado de Sally y ella no le hacia caso. Hermes el calculador, mediador de situaciones dificiles. Un chico silencioso. No le gustaban los enredos amorosos.
- Ya que estamos todos aquí mejor comenzar con esta porquería de reunión. – dijo Bruno.
- Tengo buenas noticias. Saqué esto de la Dirección de Control De Precios hoy. – dijo Vicente y sacó los hojas que tenía en el bolsillo. Las puso sobre la mesa.
- ¿Por qué siempre andas haciendo cosas por tu propia cuenta? - preguntó Amelia
- No comiences con lo mismo... ¿vamos a actuar si no? - se defendió Vicente.
- No te pongas así. Es sólo que debemos esperar que nos den las ordenes correctas para poder hacer las cosas bien Vincent. No es cuestión de quien actué sino de seguridad. - explicó Amelia.
- ¿Entonces que es lo que dice Sally? – preguntó con cara de fastidió por tanto rodeo.
- Me dijo que mañana vamos a limpiar, después, el enganche en el muelle. Creo que esto nos va a ayudar mucho. Cogió los papeles de la mesa y los miró. – Amelia estaba parada al lado de Vincent y los demás escuchaban atentos.
- Estoy seguro que Sally sabe lo que hace. Además ella hace lo que manda el jefe, que mejor seguridad que esa para terminar de limpiar los movimientos. – dijo Bruno. El tipo fornido y torpe, tenía los músculos pero no el cerebro que si tenía Vincent, al igual que Amelia. Memo y Patty eran ágiles con los autos, corriendo autos y en mecánica, eran el equipo perfecto. Ella conducía y el arreglaba los alambres, tuercas y demas piezas mecánicas. Hermes tenía la sensibilidad de una mosca.. Todo lo ve, todo lo oye, y se escapa de cualquier peligro. Servía de vigilante y instrumento de paz. Siempre estaba haciendo crucigramas. Las actuaciones estaban a cargo de Amelia y de Vincent. Cubrían todos los cabos sueltos y sabían como engañar a los demás.
- Lo que tenemos que cuidar es que nada quede fuera de sitio. No puede haber contradicciones entre nosotros. - dijo Vincent.
- Yo estoy contigo hermano – dijo Memo a Vincent.
- Todos somos como uno ¿por qué pelear por quien tome las decisiones? – Intervino Hermes.
- ¡Así es! Vamos a dejar las discusiones para después que hayamos dado el golpe. – dijo Amelia.
- Yo estoy de acuerdo con Vincent, las decisiones siempre las toman ellos y nosotros no opinamos en nada. Por que se creen más sabios e importantes que nosotros, pero la verdad es que sin nuestro trabajo ellos son nada. – Dijo Patty, miró a su alrededor a ver quien estaba de acuerdo. Los demás la miraron extrañados, era raro que ella hablara.
- ¿Pero que es lo que esta pasando con ustedes? – Preguntó Amelia. – ¿Desde cuando quien da las ordenes a sido un problema? Vamos chicos déjense de tonterías y vamos a hacer lo que siempre hemos hecho-
- ¡Siiiii! – la apoyó Bruno
- ¡Cállate! – le dijo Vincent a Bruno.
- ¿Qué, ahora te crees el jefe? – lo retó Bruno, que se irritaba con facilidad. Bruno era muy impulsivo, todo lo solucionaba con golpes. El que Vincent lo mandara a callar no le gustó. Ambos dieron pasos para enfrentarse.
- ¡¡YA BASTA!! ¿Qué pasa con ustedes dos? La situación no es para que se peleen. No hay que llegar a eso muchachos. – Hermes se metió en el medio de los dos.
- Cálmense ya ¡Por favor! – dijo Amelia.
- No hay razón para todo este lío. ¿Será que estan usando algún producto nuevo? – Intervino Memo. – La cosa es quien haga más espuma en el agua ¿O qué vaina? Dejen de chapotear y pónganse a nadar. Esto no es para rebeldes sin causa, esta vaina es seria.
- Bien dicho Memo. – apoyó Amelia.
- ¡Esta bien! – dijo Vincent de mala gana.
- Ok. Mañana pasamos a otra etapa. El cheque falso para sacar los autos del muelle ¿Quién se va a encargar de conseguir los sellos? – Preguntó Amelia.
- Yo los consigo. Mañana tengo que volver a la Dirección. - sonrió de medio lado recordando la razón de su visita a la Dirección.
- De acuerdo. El manifiesto y los recibos están a cargo de Hermes. Memo y Patty consigan un auto para ir a recoger. Bruno acompáñalos. Tu y yo tenemos que hablar – Amelia dijo esto último a Vincent. Los demás entendieron que estando todo claro ya podían irse a cumplir con sus respectivas misiones.
- ¡Entendido! – dijo Hermes y todos salieron de la Cueva.
- ¿Qué es lo que quieres ahora? Siempre defendiendo a tu amiguita ¿Por qué eres tan lambiscona? – dijo Vincent una vez los demás se habían ido.
- Y tu que te crees ¿James Bond? Pues déjame decirte que nada que ver. Yo no tengo por que aguantar tus estupideces.- iba marcharse.
- Y tu que te crees la Reina de Inglaterra, siempre muy honorable ¿¡su alteza!? ¡Pues no! Eres igual que yo, quien sabe si peor, muchachita creida.
- ¡Cállate imbécil! Yo no me creo ninguna reina, ni nada de eso. Lo que pasa es que no te gusta oír la verdad. Eres menos inteligente y menos líder que Sally, eso es todo. Pero quieres sobresalir a la mala. Además yo sé lo que quiero hacer y por que lo hago. No se si tu puedas decir lo mismo.
- ¿Ah, si? ¿Cómo no? Ahora usando la porquería de psicológía inversa que aprendiste el la universidad para sonar inteligente ¡Olvidate! Eres una ridícula llena de aires de grandeza ¡Déjame en paz!
- Si claro. Siempre echándome la culpa de lo no puedes resolver. Tus problemas personales no son de la incumbencia del grupo. Aunque a mí me interesen a ellos no. Yo por imbécil me preocupo por ti, pero si lo que quieres es que te deje en paz ¿Por qué no me lo habias dicho antes? Con gusto te mandaria más allá de tu sabes donde...
- No me jodas con lo mismo. Eres la única con quien puedo discutir. Eres tan fastidiosa, que me encantas, ya te ibas ¿no?
- ¿Fastidiosa yo? Aquí el necio eres tu ¡Estúpido! – se quedó parada esperando que él hiciera algo.
- Me las vas a pagar. Me hiciste parecer un tonto delante de los muchachos.
- ¿Ah, Si? - ella levantó su ceja derecha con arrogancia.
- Te vas a arrepentir de hablarme asi - él dió un paso hacía ella de manera intimidante.
- No me digas - reafirmo su postura sin bajar la mirada ni su ceja.
- Ya veras maldita bruja – se le acercó dando un gran paso de repente, agarrándola por la cintura y besándola un poco salvaje. Sin embargo, ella correspondió aquel ataque improvisado de manera apasionada.
-*-*-*-
Vincent llegó a la Dirección un par de horas antes de lo acordado. Se quedó observando el movimiento por buen rato, después hizo lo que tenía que hacer. Sacar unos cuantos sellos. Unas cuantas copias de recibos de la Dirección. Allí había personas que lo ayudaban a entrar a los archivos y las gavetas de las oficinas.
Depués de hacer lo que tenía que hacer, esperó a Irene en la cafetería cerca del estacionamiento. Revisaba los sellos y lo recibos que acababa de adquirir. Irene también había llegado antes de lo acordado y lo observó con sus sellos y recibos, una cantidad fuera de los normal. Irene se le acercó silenciosamente, espero a que el notara su presencia. Cuando la vio trató de guardar los recibos y los sellos.
- ¡Hola!
- ¡Hola! No te esperaba tan temprano. Estaba, estaba terminando un trabajo. - dijo poniendose de pie a la vez que comenzaba a guardar todo.
- ¿También trabajas aquí? - retiró una silla para sentarse en ella.
- No, no... bueno mas o menos – sonrió, se notaba algo ¿nervioso? Quizas.
- ¿Como así?
- La verdad es que tengo que entregar algunas cosas. Soy vendedor y tengo mucho haciendo negocios con el Director y otros funcionarios. Bien, pero cuentame de ti ¿ya terminaste el trabajo de hoy? - ambos se sentaron quedando frente a frente.
- La verdad es que el primer día es un martirio. Estaba haciendo un reconocimiento de zona, y terminamos temprano. Ya mañana me tocara hacer algunas paradas.
- Entiendo. ¿Que quieres ordenar aquí o nos vamos a otro sitio? Conozco un lugar donde venden la mejor lasaña del planeta.
- Si me encanta, vamos a comer lasaña. Pero antes debo dejar estos reportes y nos vamos. – así que Irene subió dejó los reportes y se marcharon.
Llegaron el Restaurant Del Rio. Hermes consiguió los papeles del manifiesto y estaba comiendo en el mismo lugar. Pero al ver a Vincent acompañado no lo saludó. Irene y Vincent se sentaron cerca del balcón para poder ver el río. A Irene la estaban siguiendo. Don Alfonso tuvo la precaución de mandar a vigilar toda la casa y todas las personas que entraran y salieran de la casa de Vanessa. Irene era una de ellas. Un sujeto vestido de negro y con lentes oscuros le tomaba fotos a ella entrando al lugar con Vincent. Luego sentados a la mesa. Después se fue. Tenía que informar todo lo que había visto.
- No conocía este lugar, es muy bonito. - dijo metiendo una pequeña porción de su lasaña en la boca y saboreandolo con mucho gusto.
- Te lo dije. La mejor lasaña del mundo la hacen aquí ¿verdad?
- Mmm... - asintió disfrutando el bocado y no hablar con la boca llena. Luego tragó y tomó un trago de su copa de vino tinto - ¿Cuéntame que es lo que realmente haces? – la pregunta lo tomó desprevenido – Digo que es lo que vendes ¿Como funciona eso?
- No me gusta mezclar la comida con el trabajo. Es un trabajo como cualquier otro ¡Me explotan! Eso es todo - se sonríe.
- Entiendo - ella tambien sonríe
- Hablemos mejor de lo linda que estas. La verdad es que me causaste una gran impresión.
- Eres un mentiroso – cada frase que ella decía era como si lo descubriera por dentro. Tenía que tener más cuidado con esa chica. – Sólo lo dices por cumplido.
- Cada cosa que digo me la rebates sin más ni más ¿Es que no crees en la gente?
- La verdad, no.
- Vaya, que sincera. Entonces vamos a comer y dejemos la conversación para otro momento. No quiero arruinar el día.
- ¿Que quieres decir?
- ¡Olvídalo! Ya somos dos los que no confiamos mucho en la gente.
- Era una broma
- Esta bien. Vamos a disfrutar de la comida y después entramos en confianza, digo hablamos de la confianza ¿de acuerdo? – Irene sonrió y no dijo nada más hasta que terminó su delicioso plato. Salieron del pequeño comedor. Subieron al auto.
- Te llevo a tu casa.
- Prefiero que no. Además quisiera volver a la Dirección a buscar unos boletines que debo leer para estar al corriente de los movimientos de los precios a nivel nacional. Ya sabes siempre hay diferencias que hay que conocer.
- Si claro. – no insistió y la llevó a la Dirección. Antes de salir del auto él le pidió el teléfono una vez más. Ella no quiso dárselo. Él era atractivo, muy sexy, pero no tenía tema de conversación. Muy diferente a Jaime, pensó.
- Vincent espero que no sea la última vez que nos veamos – le dijo al bajar. Dio la vuelta al coche y se inclinó en la ventanilla.
- Tal parece que eres tu quien no quiere que nos volvamos a ver.
- Si quiero. – anotó rápidamente el número de su teléfono el un pedazo de papel y se lo dio. – Llama en horas razonables, ya sabes que no es mi propio teléfono.
- ¿Cuando puedo llamarte?
- De seis a nueve, como dice la canción – rió suave mientras se alejaba lentamente.
- ¿Que canción? – estaba muy lejos para seguir la conversación. Le hizo señas de que luego le decía. Vincent la observó hasta que se perdió dentro de la casa. Las piernas más hermosas que había visto. Eso si era verdad. Para Vincent las mujeres eran atractivas pero ninguna lo entendía, ninguna como Amelia, pero eso ni él lo sabía.