- No pienses mal, seguro algo que se comió o la jaqueca que le da a ella por el sol, tu sabes como se pone.
- Es que no la entiendo siempre tiene una excusa y casi no nos vemos.
- Entiéndela Jaime - se quedó mirándolo y pensó una vez más como le gustaría tocarlo o besarlo y estar a su lado en el mismo sillón. Jaime dijo algo pero ella no lo escuchó.
- ¿Irene?
- Ah, perdón. Es que estoy muy preocupada por otras cosas, discúlpame ¿si?
- ¿Qué te pasa?
- Es la universidad, ya sabes, me preocupo por todo.
- ¿Qué pasó? – preguntó sinceramente interesado en lo que ella pudiera contarle.
- Mis notas de Estadísticas II no aparecen y el profesor lo sacaron por inepto. Ahora tengo que coger la materia de nuevo ¿tu te imaginas? sólo me quedaban cuatro materias para terminar la carrera y ahora me quedan cinco y no puedo matricularlas todas por que estadísticas es prerequisito de otra ¡que bonito! ¿no?
- Pero busca al profesor ese para que de las notas.
- Nadie lo soportaba, parece que se mudo y cambió de número de teléfono, se lo trago la tierra. Pero ya me resigné a tomar la materia de nuevo, que más da, mejor así, más bien es una ventaja.
- Que positiva eres. Yo necesito que me des parte de ese optimismo. Me voy a juntar más con gente como tu a ver si pierdo la creencia de que todo lo malo del mundo sólo me pasa a mí.
- Ya vez, todos tenemos problemas...
- Menos Vanessa. -
- Ella también, te lo aseguro, solo que ella sabe ocultarlos mejor que nosotros.
- ¿Qué tipo de problemas puede tener? Ella siempre hace lo que quiere y no tiene responsabilidades tan grandes como para que no las pueda dejar de lado cualquier cosa que le de complicaciones. Mira yo soy un ejemplo de ello.
- No sabes lo que dices Jaime. Mira, Vanessa es muy reservada y sabe lo que quiere. Tu eres muy importante para ella pero no trates de controlarla. Por otro lado, no siempre podemos demostrar todo lo que sentimos. A veces es bueno guardarse algunas cosas...
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué Vanessa tiene secretos conmigo?
- No es eso Jaime, simplemente hay cosas que no vas a entender, cosas de mujeres. No seas tan posesivo, eso es señal de inseguridad, demuéstrale que la quieres, ella confía en ti, deberías hacer lo mismo.
- A veces pienso que ella no me quiere lo suficiente, todo lo que ella hace y deja de hacer me afecta Irene, no lo puedo evitar.
- Te aseguro que Vanessa te quiere, no lo dudes.
- ¿Tu te comportarías como ella?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Qué si fueras mi novia me tratarías así? Si después de pasar seis meses sin verme al regresar lo primero que harias es irte de fin de semana con una vieja amiga. O que tuvieras un terrible dolor de cabeza después de dias sin vernos por lo que preferirías acostarte a dormir ¿en lugar de estar conmigo? ¿Siempre pondrías excusas para vernos? dime ¿actuarías así?– Si ella fuera su novia jamás lo dejaría sólo por nada del mundo, pero tenía que apoyar a su prima, no podía dejar al descubierto sus sentimientos por él, ni darle la razón.
- Es que no puedes comparar a las personas Jaime. Ella es como es y tiene su forma de demostrar lo que siente. Tu eres diferente, yo soy diferente...
- Vez, me acabas de dar la razón. Ella no me quiere igual como yo la quiero, por eso le importa un bledo verme o no...
- Jaime... eres demasiado radical. Olvida lo que te dije. Mejor habla con ella, no hagas conjeturas.
- Me gusta hablar contigo, siento que tu me entiendes mejor que ella. Si mi corazón te quisiera a ti, sería muy diferente. Eres tan comprensiva conmigo.
- No hables así. Siempre te quejas y criticas a Vanessa, yo no soy mejor ni peor que nadie, y no creo que el problema sea la chica que está contigo, creo que el problema eres tu, por esas dudas que te atormentan, es que no puedes ver lo bueno de su pareja, solo vez lo malo... - se arrepiente de lo que acaba de decir - Mejor no me hagas caso yo no soy psicóloga.
- Eres una mujer especial Irene.
- La vida está llena de ironías. Antes por lo menos habían grandes influencias que te obligaban a llevar un patrón de conducta, la iglesia, por ejemplo, era un poder sugestivo que te obligaba a guardar ciertas poses, como no robaras, no mentiras, no desearas la mujer de tu prójimo, no mataras, pero hoy en día hay una excusa para todo, las libertades son tantas que la gente se confunde. Nunca se sabe que es lo que está bien y que no.
Las conversaciones con Jaime siempre eran así, largas y profundas. Pero tenía que comenzar a cambiar y alejarse. No era saludable estar enamorada del novio de su prima. Después de unos minutos le dijo que tenía que hacer unas prácticas y preparar el almuerzo para lograr que se fuera.
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Entrada la noche Vanessa salió de su habitación, cambiada y vestida, se había dado una ducha y se sentía menos agobiada con el recuerdo de lo que le había pasado. Se encontró con Irene en la cocina y no se hizo esperar la conversación que estaba pendiente.
- ¿Jaime vino verdad?
- Si
- ¿Qué te dijo?
- ¿No te lo imaginas?
- Vamos Irene ¿qué le dijiste?
- No te preocupes que no le dije nada, sigue molesto porque, según él, siempre tienes una excusa para no verlo.
- ¿Qué le dijiste?
- Que te dolía la cabeza. Has pensado lo que quieres hacer ¿Le vas a decir a tu mamá? – Karina comenzó a llamar a Lulú ,la perrita. Doña Cecilia estaba en su habitación mirando las noticias. Vanessa en ningún momento acarició la idea de contarle a su madre lo que le había sucedido.
- ¿Contarle a Mami? No... lo que quisiera es olvidarme de todo. Pero me da mucha pena Luisa, esa muchacha a pasado toda su vida sufriendo maltratos, su vida está pendiendo de un hilo en esa casa, ella sabe demasiado y no la van a dejar ir viva. Tengo que hacer algo para ayudarla a salir de ahí.
- ¿De verdad crees que vale la pena hacer algo por ella?
- Escúchame, yo creo que Sally también tiene problemas, debe estar enferma para ayudar a su papá a abusar de sus amigas, tenemos que ayudarla, para mí que su papá también la obliga a hacer otras cosas.
- Entiendo que creas que tu amiga Sally está enferma, pero creo que nadie obliga a alguien a hacer lo que ella te hizo. Mira que llevarte a su casa, para que él se aprovechara de ti, no me cabe en la cabeza.
- Algo me dice que Don Alfonso Domecq no se olvidará de mí. Aunque yo no haga nada en su contra.
- ¿Crees que mande a alguien a hacerte daño o a cualquiera de nosotras en la casa?
- No sé, pero es lo más probable.
- ¿No se lo vas a decir a nadie más? – se quedaron pensativas. Irene le paso un vaso con jugo de toronja. Vanessa se pasó la mano por el cabello.- Por ahora no se lo digas a nadie.
En ese momento entro Karina en la cocina y preguntó por la perrita. Vanessa no era amiga de los perros, pero inmediatamente recordó lo que le había pasado al perrito de Luisa.
- Tengo rato que no oigo a Lulú ¿Viste en el la parte de atrás? – preguntó Irene. Se percató de que Vanessa estaba pálida. Le agarró la mano.
- ¿Qué te pasa? – preguntó
- Es que, el perrito de Luisa estaba muerto...
- Cálmate, Lulú está bien, debe estar por ahí dormida debajo de uno de los sillones.
- Ya busque debajo de los sillones Irene - dijo Karina. Sacó la comida de Lulú y sirvió un poco en el plato de la perrita. Volvió a llamarla. Vanessa no se movía de donde estaba hasta que sonó el timbre. Las tres se miraron.
- ¡Yo abro! – Karina se adelantó y corrió hasta la puerta.
- ¡Cálmate si! Seguro Lulú esta bien.
- Puede ser una señal Irene. Seguro mataron a Lulú para asustarme. – cuando Karina abrió la puerta entró Lulú corriendo. Estaba llena de lodo, se habia salido al patio a jugar. Al pie de la puerta estaba Jaime. Vestía unos pantalones vaquero, color negro, una camiseta blanca de algodón. Olía a colonia, su rostro estaba fresco y mostraba una sonrisa. Debajo de la camiseta resaltaban sus bien formados músculos. Sus ojos brillaron al ver a Vanessa. Vanessa se alegró al verlo. Lo abrazó. Se quedaron así por un buen rato.
Karina agarró a Lulú y la llevo al area de lavado para limpiarla un poco. Irene se metió nuevamente a la cocina.
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Vanessa se aferró a él. Él espero callado, le gustaba sentirla indefensa entre sus brazos. Aunque no quería verlo para no tener que mentirle ni ocultarle como se sentía realmente. Verlo le había dado mucho gusto.
- Jaime ¿sabes cuanto te quiero verdad?
- Me gusta oirlo.
- Yo te adoro.
- Yo te amo mi reina ¿Dime que te sucede? – la separó de sí para mirarle el rostro. – ¿Qué te pasa?
- Nada, te extrañe mucho, eso es todo. –
- Yo también te extrañé, no pensé que realmente me extrañaras tanto.
- Como quiera es malo ¿verdad? ¿Si te digo que te extraño y si no te lo digo? ¿Qué es lo que quieres Jaime?
- Me encantó que me lo dijeras, me sorprendiste – la apretó contra sí. Le dio un beso corto y cerró la puerta. – en ese momento Karina les pasó por el lado corriendo y subió las escaleras.
- ¡Hasta luego Jaime! – dijo escaleras arriba. Irene salió de la cocina y también se despidió dando las buenas noches.
- Irene, si queres te acompaño a ver eso del nuevo empleo. – dijo Jaime.
- No te preocupes. Tienes que resolver otros asuntos. Gracias, hasta mañana, bye.
- ¿De qué empleo hablan? – preguntó Vanessa. Irene desapareció de escena.
- ¿No sabes? Irene tiene una entrevista de trabajo en una de esas oficinas de gobierno. Oficina de control de precios, algo así. Mañana tiene que ir bien temprano.
- No me había dicho nada. – se dirigieron a la terraza.
- ¿Ya te sientes mejor?
- Si, Ya estoy mejor ¿Y tu cómo estás?
- Ven siéntate aquí. – la sentó a su lado y le acarició el cabello. – Lo que más me molestó fue no estar contigo el día de ayer. No se porque sentía una gran necesidad de verte. – la miraba con ternura.
- Ya estamos juntos. – fuera de la casa, a unos cuantos metros estaba un auto estacionado. Un tipo vestido de negro y con lentes oscuros a pesar de ser de noche. El sujeto sacó una cámara fotográfica y enfocó la casa de Vanessa. Con una lente potente y de infrarrojos pudo ver a los que estaban en la terraza.
Sacó varias fotos y luego se marchó.