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Bar 69
Embistió bruscamente en el interior de aquella mujer castaña, impecable, excitante y caliente al mismo tiempo. Los gemidos de aquella mujer eran música para los oídos de Alexandro. El sexo era el mejor aliado para poder estar alineado con todo lo que él quería y deseaba. Llegar al clímax era lo que más añoró esa noche, quería perderse y no pensar en nada más. Sabía que era un manipulador, que siempre obtenía lo que él quería y lo que se propusiera, pero Ashley no estaba en su lista. Así que tenía que hacer de todo para poder quitarse la imagen de ella en su cabeza que seguía torturándolo.
- ¡Aggr! -gruñó Alexandro cuando llegó a su clímax, sus piernas temblaron y amenazaban con tirarlo ahí mismo en el suelo frío del mármol. La mujer castaña sonrió a la sesión de sexo salvaje, hace mucho quería entrar en una habitación con Asher, había escuchado que era el mejor sexo que podías tener en la ciudad, pero para ello tenía que esperar en la fila ya que muchos lo deseaban. La mujer, se dejó caer a su lado e intentó llevar aire a sus pulmones, su boca se había secado y el deseo seguía palpitando en su parte baja. Tibia. Mojada y excitada de nuevo. Mientras él, jadeaba. Había disfrutado la sesión con la chica nueva, así le decían las demás.
- ¿Quieres otra sesión, bebé? -Alexandro negó sentándose en la orilla de la cama, tomó una toalla húmeda y se limpió.
-Tengo que marcharme. -anuncio, la mujer alzó sus cejas con sorpresa, luego la decepción se plasmó en su rostro, ¿Acaso no era ella buena? ¿No era lo suficiente para él? -Tengo que ir a otro lugar. -anunció Alexandro cambiándose de ropa, miró hacia a ella que se cubrió el cuerpo con la sábana de seda negra. -Estuvo muy buena la sesión, pero tengo ajustado el tiempo.
-Pensé que podría no haber sido lo suficiente.
-Claro que eres suficiente, nunca lo dudes. Eres hermosa, tienes un cuerpo espectacular y te sabes mover. -La mujer se sonrojó más de lo que estaba y sonrió-Eres lo que cualquier hombre podría desear en la cama.
-Nadie nunca me había dicho eso, gracias. -ese era el Alexandro manipulador.
-Así que, ya sabes lo que sigue. -le guiñó el ojo y ella asintió rápidamente.
***
Vio la pantalla con más de diez llamadas perdidas de Ashley, ya iba camino a su edificio después de aquella sesión, estaba relajado y agotado, sabía que llegaría a darse una ducha tibia para luego quedar dormido profundamente. El chófer se detuvo frente al edificio y esperó a que el señor Byrne pagara el viaje. Al hacerlo, Alexandro bajó del auto y cuando se ajustó la gabardina a su cuerpo, se detuvo al ver la figura de Ashley esperando a un lado de la entrada del edificio. Se abrazaba a sí misma y pareció estar furiosa. "Mierda" pensó Alexandro. Cuando ella se enfurecía, -lo cual era rarísimo de ver- explotaba y era otra mujer. Siempre con los puntos a tratar directamente pero saliendo fuego por la boca. Él se acercó mientras que en el bolsillo de la gabardina sus dedos apretaron con fuerza su celular. Lo que menos quería en estos momentos, era que Ashley le dijera hasta de lo que iba a morirse.
- ¿Qué te has fracturado los dedos? -Alexandro se tensó.
-No. -luego arrugó su ceño. - ¿Por qué la pregunta? -eso sí que no se lo esperaba.
- ¿Entonces si puedes escribirme o presionar el puto botón para contestarme? -la voz de ella se quebró, ella había llorado al ver la línea manchada debajo de sus ojos.
- ¿Qué ha pasado? -cortó la distancia entre los dos para mirarla de cerca. - ¿Por qué has llorado? -Ashley rompió en llanto, él tiró de sus hombros para abrazarla, la ira empezó a florecer en él con solo verla, se separó y la miró a los ojos. -Dime quien te ha hecho esto.
-Todos son iguales, Byrne. -más llanto.
-Entremos. -la guio hasta el interior del edificio y entraron al elevador, ella seguía controlando su llanto pero cuando más pensaba lo que había sucedido, el llanto aumentaba, más lágrimas, Alexandro pensó que primero tenía que tranquilizarla, y se hizo una nota mental de no volver a hacerle ese a Ashley, -el no contestar sus llamadas- podría haberle pasado algo malo, por su orgullo o lo que sea, nunca se lo perdonaría. Al entrar al departamento de él, la sentó en el sillón y fue a buscarle una botella de agua y luego se la entregó. -Tranquila, tienes que tranquilizarte, no te entiendo entre tanta lágrima, moco y balbuceo, -quiso usar su humor negro pero al parecer eso lo empeoró, se sentó en la mesa de roble que adornaba el centro de la sala, quedando frente a ella, sus rodillas se tocaban con las de Ashley.
-Él me usó, Alex. -dijo entre sollozo-Me usó y me desechó, -tomó aire bruscamente con sus dedos presionando con fuerza la botella de agua. - ¡A la mierda los antropólogos! -Alexandro suavizó su mirada.
- ¿Recuerdas lo que te dije? Los antropólogos son tóxicos y difíciles. -replicó, ella asintió haciendo un puchero demasiado tierno, los dedos de él vagaron hacia los labios de ella para acariciarlos, ella se quedó congelada en su lugar, hasta las lágrimas habían disminuido, -Pero nunca quieres escucharme. -Ashley sintió un calor ahí abajo, sus pezones se pusieron erectos y rozaban con la tela de su blusa, quería algo pero sabía que era imposible. No con Alexandro Byrne. Él no era el hombre que ella quería para caminar por la vida, no sería un buen compañero. Él no era material para algo serio y duradero. Y sabía que algo ocultaba para ella. Un secreto que ocultaba a la perfección. Los ojos de Alexandro se encontraron con los de ella. Por un momento no se dijeron absolutamente nada. Los dedos de él, comenzaron a deslizarse por su mejilla, limpiando el camino de lágrimas que cesaron, luego por la curva de su cuello, Ashley entreabrió sus labios para tomar aire disimuladamente. La excitación empezó a dispersarse por cada rincón de su cuerpo hasta intensificar el calor en su parte íntima. El recorrido de los dedos de Byrne se detuvo en el primer botón de la blusa de Ashley. Levantó él sus ojos esperando algún tipo de "permiso", lamió sus labios al sentirlos resecos. Era evidente que los dos se deseaban. Pero ninguno...quería ceder.