-El dolor y el placer son dos caras de la misma moneda. -Me susurró con voz ronca acercándose aún más. Nos encontrábamos en una mesa en la zona vip del pub, en una esquina. Me encontraba acurrucada contra la pared. Justo frente a nosotros había un grupo de personas que brindaban con champaña y hablaban animadamente, lo que hacía aquello todavía más excitante. La cabeza me daba vueltas como sí su sola cercanía me intoxicara. Él me examinó lentamente. -Y yo encuentro placer en el dolor. -Su mano recorrió mi espalda, mi costado, haciéndome temblar a causa de ese placer del que hablaba.
-¿Cómo puedes encontrar excitante en el dolor? -Le pregunté justo cuando sus ojos se posaron en mis temblorosos muslos y levantó el rostro para encontrarse con mi mirada.
Bajé la mirada de inmediato, nerviosa. Andrew, se inclinó. Su aroma a whisky y gel de baño me envolvió, su rostro estaba pegado al mío, nuestras narices casi se rozaban. Pensé que me besaría cuando sus labios casi tocaron los míos, pero en su lugar atrapó mi labio inferior entre sus dientes.
Ahogué un gemido cuando me mordió tan fuerte que logró que unas cuantas gotas de sangre cayeran. Se separó apenas un poco.
-¿Sentiste dolor, cachorrita? -Mi aliento se detuvo súbitamente. Asentí con la cabeza porque aunque quisiese no podría hablar. -¿Y quieres que me detenga? -Negué cuando sus dedos rozaron ligeramente el costado de mis muslos. -Exacto. -Ronroneo, su lengua se deslizo a través de mi labio hinchado y saboreo la sangre. -Ahora necesito saber, cachorrita...¿Quieres jugar? ¿Eres lo suficientemente fuerte?
-¿Qué clase de juego? -Mi voz se escuchó rasposa, ahogada.
-Un juego sin reglas...-Me dejó un beso suave en la mejilla. -Dámelo todo y te daré todo lo que pidas. -Un suspiro escapó de mis labios cuando su aliento acaricio el lóbulo de mi oreja.
-Quiero, quiero eso... -Jadeaba ante la expectativa.
Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.
Era peligroso, adictivo, su cercanía era como esas tormentas que rompen en las tardes de verano, arrasando con todo a su paso.
Tomó el vaso de whisky y le dio un trago. Estaba a punto de imitarlo, tomar un trago de mi mojito para recuperar el aliento y ordenar mis ideas. No estaba completamente segura de lo que me hablaba, ¿acaso le causaba placer el dolor de los demás? Era eso. Lo que estaba ocurriendo giraba en mi mente y comencé a sentir que haber ido a buscarlo esa noche era una tremenda estupidez.
Sin embargo, de alguna forma siempre supe que era diferente al resto de los hombres que conocía, eso era lo que me atraía hacia él de forma casi compulsiva. Aunque justo en ese momento me parecía diferente a la noche en que lo conocí, era como si fuese otra persona, alguien más, alguien sombrío.
Acerqué el cristal del vaso a mis labios, aun sentía el sabor ligeramente metálico de mi propia sangre.
Entonces sentí su mano colándose por la abertura del vestido, lo miré con los ojos abiertos, él continuaba bebiendo, incluso parecía indiferente.
Levantó la mano libre para llamar al camarero, que le hizo una señal de que enseguida nos atendía.
Su mano continúo ascendiendo hasta que sus dedos se encontraron con la tela de mis bragas, tomé un largo trago para ahogar un gemido porque me encontré con la mirada de uno de los ocupantes de la mesa que se encontraba frente a nosotros. Era Ben, levantó la mano y me saludo.
Apartó, mis bragas y ohh...Dios...No estaba pasando. Apreté tanto el vaso que creí que estallaría en mi mano cuando sus dedos jugaron en mi entrada.
-Estás muy mojada...Cachorrita. -Sus dedos rasgaron con maestría la piel húmeda.
Vi a Ben levantándose y supliqué que no se acercase a hablarme.
«No, por favor, no». Rogué cuando sus dedos gruesos y largos se movieron de dentro hacia afuera, acariciaron mis pliegues húmedos, realizando círculos acompasados en el botón carnoso. Ohh...Oh...Suspiré.
Ben caminó hacia nuestra mesa.
La intensidad de lo que sentía me sacudió de tal forma que tuve que abrir las piernas tanto como el vestido me lo permitía. Me tomé de la mesa, mordiéndome el labio cuando las sacudidas dulces y calientes me recorrieron.
-¡Eh! Chica fantasma. -Ben se paró frente a nosotros. -Lamento interrumpir. Soy Ben. -Le extendió la mano a Andrew con una sonrisa franca.
-No interrumpes. -Le contestó, devolviéndole el gesto con su mano libre. -¿Se conocen? -Sínico.
Aquello estaba tan mal y sin embargo lo estaba disfrutando de tantas maneras que era casi irracional.
Me penetró implacablemente. «Sí, justo a así». Me mordí el labio inferior hasta hacerlo sangrar nuevamente para no gritar.
-En realidad nos conocimos hace un momento, abajo. -Se rascó la nuca incómodo. -Estaba sola en medio de la gente, parecía perdida y asustada, no sé, me pareció tan adorable como...
Intenté colocar mi mano sobre la suya para apartarlo. No pude, penetro mi sexo empapado, dejándome sin reacción.
-Una cachorrita. -Andrew, completó su frase, mientras me estimulaba casi de forma furiosa al sentir las paredes palpitando en torno a sus dedos.
-Exacto, justo así. -Ambos rieron, dirigió su atención a mí, lo que era terrible porque lo único que yo deseaba era cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás lanzando gemidos de placer. -Como sea, no quería interrumpir, solo quería darte mi número por si en algún momento visitas. -Miró a Andrew. -Visitan, Nueva York. -Se corrigió.
Masajeo mi sexo a medida que los espasmos se fueron expandiendo suavemente, pero de forma implacable. El clímax comenzó a elevarse, alto, muy alto. Una sensación liberadora, que eclipsaba todo el resto. Me estremecí, temblando bajo su tacto. Las sacudidas fueron menguando lentamente hasta que solo quedó una suave replica. Era algo inexplicable, como si todos mis sentidos hubiesen participado al llegar a la cima, nunca antes nadie me había hecho sentir de esa forma.
Abrí los ojos lentamente, ni siquiera era consiente de que los tenía cerrados, muy apretados.
Andrew me miraba divertido, con una sonrisa de suficiencia.
-Allesia, le decía a tu amigo que tú vives allí. -No apartó la mano, continuo pellizcando suavemente, provocándome.
No tenía idea de cuánto habían hablado o de qué. Solo sabía que tenía la garganta muy seca.
-Sí. -Fue lo único que logré decir con voz temblorosa.
-Gracias por la tarjeta. -Sostuvo la tarjeta en la mano. -Benjamín Hughes. ¿De inversiones Hughes? -Preguntó, interesado.
-Sí, aunque el señor inversiones Hughes es mi padre, para ser sincero. -Se encogió de hombros. -No quiero continuar interrumpiendo. -Alzó la mano a modo de saludo antes de meterlas en los bolsillos de sus vaqueros. -Fue un gusto, espero encontrarte. -Agitó la cabeza, avergonzado. -Encontrarlos. -Se corrigió antes de darse la vuelta para volver a su mesa.
Me di la vuelta para mirar a Andrew furiosa, quería abofetearlo allí mismo.
-¡¿Por qué rayos hiciste eso?! -Le reproché, me sentía completamente expuesta, como si estuviese desnuda frente a todos. ¿Si alguien había notado lo que ocurría?
Apreté los dientes con fuerza.
-Me dijiste que deseabas jugar, jugar sin reglas. ¿Lo olvidaste? -Se mofó con suficiencia y sentí deseos de atravesarle la cara. -Como sea, demostré mi punto y creo que lo disfrutaste. -Me tomó del mentón. -No estás preparada para las ligas mayores. No soy el hombre que le conviene a una cachorrita como tú, no soy un príncipe azul, ni un héroe que te salvara de tu triste realidad. -Apartó su mano bruscamente.
Quería llorar o gritarle, el labio inferior comenzó a temblarme descontroladamente, ¿por qué era tan cruel conmigo?
Lo único que pude hacer fue levantarme y cruzar sobre sus piernas para salir disparada de allí.
Corrí escaleras abajo, aguantando las lágrimas que pujaban paso a paso por salir. Atravesé el local repleto de gente intentando tomar aire a grandes bocanadas, chocando contra todo el mundo, ciega de ira.
Andrew me tomó del brazo cuando estaba cerca del guardarropa y tiró de mí, pegándome a su pecho.
-¿Por qué estás tan molesta? -Inquirió sosteniéndome por la muñeca. Lancé una carcajada amarga. Debía de ser una put@ broma. -Lo que hice fue por tu bien, cuando veas esto en perspectiva me lo agradecerás. Te lo prometo. No soy bueno para ti, ni para nadie, Allesia.
-¡No me toques, pervertido! -Grité sobre la música dándole un empellón. -Eres una mierd@, me humillaste. Nunca, nunca te lo voy a perdonar. -Me solté para escabullirme nuevamente entre la gente.
Cuando llegué al guardarropa, pedí mis cosas a toda prisa, mirando de soslayo esperando que no me siguiese. Busqué con la mirada la salida más próxima y vi la puerta de madera que llevaba al aparcamiento que había visto cuando el Uber me llevaba a aquel maldito sitio.
Sentí una especie de abatimiento mortal cuando abrí la puerta, porque estaba segura de que una vez que me marchase de allí nunca más podría mirarlo a los ojos sin recordar cómo es que realmente.
Me coloqué el abrigo y salí al exterior, llovía a raudales, lo que no me extrañaba en lo absoluto. Casi había alcanzado la salida que me llevaría hasta la calle cuando sentí su voz grave tras de mí.
-¡Allesia! -Gritó a todo pulmón y aceleré el paso. -¡Allesia, detente por favor! No quiero que te vayas de esa forma, necesito disculparme...
Aminoré el paso y me volví lentamente hacia él. Tenía el rostro empapado, lo que era una suerte porque no quería que me viese llorando.
-¿Qué es lo que quieres, Andrew? -Le pregunté sin moverme de donde estaba. -¿Te apetece humillarme nuevamente? ¿Es eso?
Apretó la mandíbula.
-Me dijiste que querías jugar, aceptaste las reglas.
Pestañee sin dar crédito a lo que acababa de decir, bueno si acepté, aunque claramente fue un error y podía enojarme, tenía todo el derecho porque aun sin reglas, nunca mencionó que se trataba de un juego sucio. Uno donde solo él podía mantener el control, dominar sin pensar en la otra persona.
-Sí, lo hice, pero no porque quisiera ser parte de tus put@s perversiones, sino porque quería estar contigo. -Sacudí la cabeza, al darme cuenta de lo ridícula que sonaba. -Que estúpida... -Dije más para mí misma que para él.
Ni siquiera lo conocía realmente, todo lo había basado en una idea errónea formada en base a los recuerdos de una noche que sentí mágica.
-¿Por qué querrías algo así? -Me miró confundido dando un paso hacia mí, yo di un paso hacia atrás de forma casi instintiva.
Sacudí la cabeza frustrada.
-No lo sé, porque creí que no me mirabas como el resto de los hombres, creí que me veías a mí, no a mi rostro o mi cuerpo. No sé, solo pensé que eras diferente. -Comencé a llorar tan fuerte que la lluvia ya no podía camuflar el raudal de lágrimas que caía de mis ojos.
Abrió la boca para decir algo, no obstante de inmediato la cerró. Me pareció tan vulnerable que sin saber que era lo que estaba haciendo caminé hacia él y le coloqué la mano sobre el pecho para animarlo a hablar.
Sus ojos se clavaron en los míos.
-No debí...-Emitió un suspiro. -Yo no me di cuenta de que deseabas algo más que sexo, pensé que queríamos lo mismo. Si sientes algo más, no puedo, debes irte, porque... -Levantó la mano para apartarme. No lo dejé, necesitaba escuchar lo que quería decir, lo necesitaba. -Por favor. -Gimió.
El dolor que se reflejaba en el gris de sus ojos de alguna forma hizo que todo lo ocurrido se volviese difuso: la rabia, la humillación, su mierd@ de juego...Todo desapareció.
Apoyé mi mano en su nuca atrayéndolo hacia mi rostro, hasta que nuestros labios casi se tocaron y cerré los ojos, no quería encontrarme con su mirada nuevamente. Sentí como la lluvia seguía calándome los huesos.
-¿Por qué? -Le pregunté sintiendo que me desmoronaba, ya sabía la respuesta. Aun así, necesitaba escucharlo.
Emitió un gemido de dolor, como si lo que iba a decir le quemase desde lo más profundo.
-Porque no eres ella. Lo siento. -Musito bajito. -No eres tu hermana.
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