-Hay que irnos. -Le dije acercándome para extender la mano y colocarla sobre su hombro, pero me detuve antes de tocar su abrigo mojado. Di un paso hacia atrás en el último segundo y metí las manos en los bolsillos de mi abrigo. -Es inútil seguir aquí esperando, puede que ni siquiera vuelva a dormir esta noche. Porque no vienes a dormir esta noche a mi departamento y mañana te traeré de vuelta aquí.
Se dio la vuelta para mirarme con los ojos entrecerrados.
-No voy a ir a ningún lado. -Siseo apretando los dientes y sacó el móvil del bolso nuevamente para marcarle. -No voy a ir contigo a ningún lado, no necesito de tu lastima. Ya tuve suficiente de eso. -Me aclaró, girándose hacia la pared, dejando escapar de sus labios un ruego silencioso para que la mejor amiga de su hermana por fin encendiese el móvil.
Estaba furiosa, quizás me había ido de lengua diciéndole exactamente lo que sentía, pero como podría mentirle cuando que era la hermana de...
Lancé un suspiro.
Rebecca, no podía, simplemente no podía dejar que generase falsas expectativas sobre lo que ocurría entre nosotros porque tarde o temprano descubriría que era un hombre roto que solo destruía lo que le importaba.
Me gustaba, sí. Era muy guapa, aun más enfundada en ese vestido rojo que disparó todas mis alertas. Era una belleza de labios carnosos, pechos turgentes y cuerpo espectacular. Además de que yo no era un santo y en cuanto la vi en el club, no pude parar de imaginarla contra la pared mientras me la follaba en uno de los cubículos.
Respiré pesadamente, joder incluso en ese momento, cuando estaba seguro de que hubiese sido más fácil que me asesinara a que me dejase acercarme, sentía como la erección que me provocaba ver su rostro húmedo, la forma en que mordía el labio, era difícil de controlar.
Los pezones se le dibujaban bajo la ropa, era obvio que no llevaba sostén, por lo que me era imposible ignorar la punzada de deseo en la poll@. La sangre me estaba bombeando hacia lugares equivocados y antes de darme cuenta, me pillo recorriéndola con la mirada, sentí sus ojos celestes sobre mí, encendidos, furiosos.
Apretó la mandíbula, sabía exactamente lo que pensaba, que era un cerdo y posiblemente tenía razón. Aunque se equivocaba si pensaba que haría algo para tirármela, no era tan básico como creía y no deseaba lastimarla, nos habíamos convertido en familia, probablemente debería verla en ocasiones especiales. Ella podría hablar de mí con su hermana y no quería eso.
No pude evitar preguntarme, si se sentiría celosa en el caso de que Alessia le contase que tuvimos sexo. Aparte esos absurdos pensamientos, necesitaba sacarla de allí, estaba mojada, cansada, sola.
-Escucha. -Le dije acercándome, esperando que no me cruzase la cara. Lo que estaba a punto de decir era probablemente la peor idea que había tenido en toda mi vida. -Popys, no está y tiene su móvil apagado, seguramente creyó que tenías un lugar donde quedarte. -Ella se sonrojo. -Según lo veo tenemos dos opciones: vamos a buscar un hotel donde puedas quedarte durante esta noche o... -Lo dudé un segundo, ¿estaba absolutamente seguro de poder controlarme? Ni de broma, sin embargo tampoco quería dejarla allí tirada. -Puedes quedarte en mi departamento, es un poco chico. Me mudé hace relativamente poco. - No quería entrar en detalles y tener que decirle que mi anterior ático, había sido un regalo de alguien a quien prefería olvidar. -Puedes dormir en la habitación, yo tomaré el sofá.
Se mordió el labio, nerviosa.
-No tengo ropa. -Sonreí ligeramente, lo esperaba. Alessia me volvió a lanzar una mirada furiosa. -No soy una idiota. -Bramó. -Lo que intento decir. -Desvío la mirada. -Es que debajo del vestido no tengo nada. -«Mierd@». Tragué saliva. -Y estoy empapada...Mi vestido está empapado. -Me aclaró.
Mi cuerpo se tensó, mientras ella esperaba que le diese una respuesta. No lo había dicho con doble intención, estaba seria, distante e inaccesible, lo decía verdaderamente preocupada y yo debería estarlo también, ¿Cómo me iba a controlar con ese cuerpo desnudo a solo metros de mí?
-Puedo prestarte ropa. -Ella asintió. Le ofrecí una sonrisa tensa, mientras la invitaba a acompañarme con la mano.
Alessia, puso los ojos en blanco, solo para darme a entender que no tenía otra alternativa y echó a andar escaleras abajo.
Media hora después estábamos a las puertas del edificio donde vivía, continuaba lloviendo intensamente, por lo que abrí el portal tan rápido como pude y ascendimos envueltos en un silencio incomodo los estrechos escalones hasta llegar al tercer piso. Encajé la llave con dedos temblorosos, para luego invitarla a pasar.
-Me disculpo por el desorden. -Le dije. -Como ves, no exactamente un ático. -Todo me pareció mucho más junto con ella dentro, la cocina estaba pegada a la sala y lo único que las separaba era una barra de madera bastante maltrecha, la habitación un poco más allá, era tan pequeña que apenas si entraba una cama con una mesita de noche, el baño estaba a un lado. La sala estaba repleta de cajas sin abrir, una de ellas con libros estaba sobre el sofá. Alessia se acercó a la caja, dispuesta a tomar uno. Apreté la mandíbula esperando que no fuese a hacer lo que creía. Si lo hizo. -No toques eso. -Le advertí y ella levantó la mano sin mirarme. Por un segundo llegué a pensar que estaba llorando y tuve el fuerte impulso de preguntarle, sin embargo me contuve. -Es privado.
Ella sonrío observando la tapa del primero de los volúmenes que se encontraban en la caja. Luego negó ligeramente.
-Claro, es obvio, no quiero invadirte, -no se molestó en mirarme. -Voy a pasar al baño, si no te molesta. -Negué con la cabeza cuando sus ojos se encontraron con los míos.
-¿Tienes hambre?
-No, prefiero lavarme e ir a dormir.
El silencio nuevamente flotó en el aire.
-Te dejaré, algo de ropa sobre la cama. -Bajo la luz sus ojos me parecieron mucho más claros, casi transparentes.
No dijo nada, se quitó el abrigo húmedo, lo colgó sobre una de las sillas que estaba en la sala, comedor y armario, antes de caminar hacia el baño. No obstante antes de entrar se dio la vuelta para hablarme.
-No tienes que dormir en el sofá. -Le echo una mirada. -Dudo mucho que si quiera entres allí, puedes dormir en la cama, después de todo es tu casa y yo no debería tomarla.
-No estarías cómoda en ese sofá, puedo asegurártelo. -Tomé un par de tazas.
-Entonces, compartamos la cama. Somos adultos. -Evitó mi mirada. -Ni siquiera notaremos la presencia del otro. -Dudaba demasiado que eso fuese posible. -Estoy cansada, muerta de frio, me duelen los pies y ahora mismo me siento la persona más patética del mundo. Lo único que quiero hacer es cerrar los ojos y que todo a mí alrededor desaparezca. Esta noche fue...Horrible, solo quiero olvidarla y mañana conseguir el pasaje más económico que encuentre.
-Alessia...
-Ni siquiera te atrevas a decir nada. -Se dio la vuelta, entró en el baño, sin decir nada más.
Preparé algo de té, pero cuando terminé, me di cuenta de que ya estaba metida en la cama, tapada con la manta hasta la cabeza. Me cambie en la sala y luego la imité, apoyando la cabeza con la almohada dándole la espalda al igual que lo hacia ella. Metí mi brazo izquierdo bajo la cabeza e intenté dormirme.
No había pasado demasiado tiempo desde que había cerrado los ojos cuando la escuché susurrar, asustada.
-Andrew... -Me llamó bajito, aun de espalda.
Abrí los ojos y lo primero de lo que fui consiente fue de su cuerpo pegado al mío, para luego escuchar como alguien intentaba meter a la fuerza sus llaves en la cerradura.
-Andrew...-Volvió a susurrar con voz temblorosa.
-No te preocupes. -Le dije dándome la vuelta para tomarla del brazo y obligarla a mirarme. -Es mi vecino, siempre se confunde de departamento cuando está ebrio.
Ella asintió removiéndose nerviosa, evitando mi mirada y poniéndose roja desde el cuello hasta donde comenzaba su cabello. Contuve el aliento al darme cuenta de que estaba empalmado, tanto que la erección es casi imposible de ocultar.
Se colocó boca arriba, sin decir una palabra, mientras yo me maldecía mentalmente una y otra vez. Estaba seguro de que era su cercanía la que estaba provocando aquello, el roce suave de su trasero contra mi espalda, el aroma que desprendía a vainilla, el recuerdo de como atrapaba su labio carnoso entre los dientes cada vez que me comía con la mirada.
Mi vecino nuevamente intento introducir la llave y Alessia se estremeció. Abrí los ojos y comprobé que ella continuaba con los suyos cerrados, incomoda, muy quieta. El corazón martilleaba en mis oídos. Entonces la vi mojarse lentamente los labios y una erección de campeonato me salto en los pantalones.
No recordaba cuando había sido la última vez que había deseado tan desesperadamente a alguien, solo quería tomarla y hundirme dentro de ella. Sin pensarlo le tomé su muñeca, levantándola para pegarla a la almohada, la sostuve así unos segundos, antes de comenzar a tocar suavemente sus venas con mi pulgar, dibujando cada trazo azul en su piel, conteniendo la respiración, sintiendo como temblaba ligeramente bajo mi tacto.
El calor de su piel rozando la mía, me hizo también estremecerme.
-¿Qué estás haciendo? -Me preguntó agitada, frunciendo el ceño ligeramente, atacada por la sorpresa y la contrariedad.
No supe que decirle, ni siquiera yo estaba seguro de porque la estaba sosteniendo de esa forma. La solté muy suave, aunque mi rodilla continuaba rozando su pierna, lo que me hacía sentir turbado, nervioso y muy caliente.
-Quiero follarte. -Le solté de pronto, Alessia abrió los ojos de par en par, pero no me miro. Continuo con la vista clavada en el techo.
Podría haberle mentido, haberle enredado con mis palabras, sin embargo decidí ser franco.
-¿Qué? -Se veía confundida. -¿Estás jugando conmigo? -Su pecho subía y bajaba rápidamente.
-No, quiero follarte ahora mismo, nunca antes me había sentido así de duro y es por ti. -Alessia se mojó nuevamente los labios dejándolos brillantes y a mí al borde del clímax.
Jadee, desesperado por llenar de aire los pulmones.
Su silencio fue suficiente para saber lo pensaba, lo mejor para todos es que me fuese a dormir al sofá o quizás darme una ducha de agua fría. Me incorporé para levantarme y ella me tomó de la muñeca sosteniéndome con fuerza, sofocada, observándome con la mirada turbia.
Me volví hacia ella trepando por su cuerpo. Su mirada se concentró en mi boca antes de abrir las piernas ligeramente dejando que me acomodase.
-Estamos cometiendo un error... -Se estremeció bajo mi cuerpo.
-Me importa una mierd@ -Le dije pegando sus labios a los míos, invitándola con un golpe de lengua.
Su boca se abrió dejando que mi lengua la invadiese azotando la suya con urgencia, jadeamos en un frenesí de mordiscos, saboreándonos, gimiendo cada vez más fuerte. Sus piernas me presionaron justo cuando me froté con fuerza contra su sexo y sus dedos se aferraron a mi cabello, tirándolo.
Mis manos buscaron la tela de la camiseta dispuestas a hacerla triza, pero ella se la quitó en un solo movimiento dejándome ver sus senos erectos que reclamaban mi lengua. Los manosee, lamí, mordí y chupé hasta que ella se convirtió en una masa suave de gemidos y humedad.
No dejé de moverme con ella y contra ella, friccionándola, mientras gruñía de placer. Arrastré mis manos contra su cintura hasta coger sus nalgas con brutalidad, alzándola hacia mí para moverme más duro y rápido.
El pulso se me disparó, estaba a punto de reventar lo sabía por las venas hinchadas y palpitantes, además de la humedad humedeciendo mi glande. Necesitaba más y cuando se contoneo, supe que no podría soportar mucho más en embestirla. Me quité los pantalones y el bóxer de un tirón, antes de buscar quitarle el que llevaba puesto para dormir.
Sentí como un sonido gutural escapó de su boca cuando metí dos dedos en su coño rosado y empapado. Su pelvis se movió mientras la penetraba implacablemente disfrutando de lo deliciosamente mojada que estaba. Con mi otra mano rodee mi eje para frotar mi dureza.
El deseo y la culpa nos consumían cuando la besé mordiéndole el cuello, al tiempo que coloque mi miembro en su entrada resbaladiza.
-Dios...-Gimió bañando mi miembro que a esas alturas estaba a punto de explotar palpitando contra su sexo.
Extendí la mano buscando torpemente un preservativo que estaba en la mesita, rompí el envoltorio para colocármelo. Una pequeña pizca de cordura me hizo sentir culpable, aquello solo era un polvo, algo que no repetiría, la cura para la tensión sexual que nos envolvía. Aunque temía que para ella no significase lo mismo, sin embargo no dije nada, en su lugar le mordí el cuello deslizándome dentro de ella en su solo envite.
Apenas si podía respirar, estaba tan deliciosamente mojada y caliente, lista para ser follada. No me moví esperando que se adaptara a mi longitud.
-Por favor...-Pidió, clavándome las uñas en los brazos y la complací.
Comencé a moverme sin ningún tipo de cuidado, aferrándome de sus caderas para entrar tan profundamente como me era posible, le mordí los labios, deslicé mi lengua hasta uno de sus pechos para succionarlo, marcándola.
Apreté sus nalgas con las manos atrayéndola hacia mí, embistiéndola con un ritmo incendiario, quemándome por dentro y por fuera. Perdí el control cuando sentí que sus músculos me engullían mientras la penetraba de una forma salvaje y animal.
-Andrew... -Gritó. -Por Dios... -Elevó sus caderas para encontrarme, justo cuando comencé a sentir como sus músculos se contraían, masajeándome, haciendo que me corriese más fuerte de lo que nunca me había corrido antes, sumiéndome en un placer doloroso y culpable.
Rugí echando la cabeza hacia atrás a punto de perder la conciencia cuando cometí el peor error de mi vida, mientras me descargaba en ella.
-Joder, Becca, te amo. -Jadee, antes de darme cuenta de lo que acababa de decir.
Mis palabras quedaron suspendidas en el aire de la habitación.
Me aparté bruscamente, envuelto en sudor, evitando su mirada. ¿Qué podía decir que cambiase lo que acababa de decir? ¿Acaso había forma de solucionar aquello?
Alessia se dio la vuelta intentando cubrirse con las sabanas, se acurrucó como una niña y se quedó muy quieta.
Me incorporé despacio, con el corazón desbocado, como cuando hemos presenciado un accidente terrible.
No podía quedarme allí, me levante y salí de la habitación, me puse los bóxer y me apresuré a buscar algo para tomar, algo fuerte, algo que me hiciese sentir menos hijo de put@. Si es que eso era posible.
Saqué un vaso, luego de tomar una botella de bourbon de la alacena y lo llené tomándolo de un trago. Cuando el sonido de mi propio corazón menguo, comencé a escuchar los sonidos del ambiente. Las paredes eran tan delgadas que podía escucharla llorar, ahogando sus gemidos contra la almohada. Apreté el vaso con fuerza, antes que dejarlo con un golpe sonoro en la mesa de café.
Entré a la habitación, seguía acurrucada, sollozando en silencio, aun así podía escuchar los gimoteos débiles golpeándome.
-Lo siento. -Murmuré en la puerta, su rostro continuaba oculto tras las sabanas y no se dio la vuelta. -Esto que ocurrió, no fue tu culpa, no lo provocaste. El único culpable aquí, soy yo...Sé que no sirve de nada pedirte perdón.
-No. -La escuché decir sin darse la vuelta. -¿Lo sientes? -Me preguntó con voz rota. -No deberías sentirlo porque yo sé que extrañas a alguien más. Yo sé que estás en pedazos, sangrando por dentro y aun así...-Sollozo. -Me dijiste que disfrutabas del dolor y no te escuché. Supongo que en eso nos parecemos. Creo que yo tampoco puedo evitarlo porque tal vez no me amo lo suficiente, ya que nuevamente elijo a alguien que me va a romper y no puedo hacer nada para evitarlo. -Sus dientes castañearon.
-No es así, -me senté en la cama y el colchón se hundió bajo mi peso. -Es que desde que tengo memoria, desde que lo recuerdo, todo en mi vida es destrucción y creo que esa niebla espesa se ha vuelto tan densa que difícilmente puede entrar la luz, hasta...-Guardé silencio un momento y finalmente dije:-No quería lastimarte y aun así ahora no puedo parar de hacerlo.
-Alguien tiene que irse. -Se lamentó. -Pero no aun, puedes quedarte, solo, no quiero estar sola...-Suspiró profundamente.
Cerré los ojos un par de segundos, antes de acostarme tan lejos de ella como me era posible, hasta que la sentí respirar acompasadamente.
Ese era mi verdadero ser, el que ocultaba de todo, de todos. Una fuerza destructiva, tan roto que lastimaba a todas las personas que intentaban repararme. No tenía arreglo, no tenía fuerzas para intentarlo, porque me encontraba atrapado en aquel sitio oscuro y frio que crecía en mi interior. No podía salvarme, pero podía intentar salvarla a ella de la destrucción que significaba tenerme cerca.
Me vestí a toda prisa, busque un juego de llaves que guardaba en la encimera, para dejarlo junto a una nota sobre la almohada.
En una mochila vieja, coloqué las pocas cosas que me importaban, ya no podía continuar quemando a todos los que se acercaban, debía irme, debía dejar de sembrar dolor. Aquella había sido la gota que derramó el vaso. A partir de esa noche, ella no volvería a saber de mí.