Capítulo 9 No va a lavarse

Ya en casa, Brooke estaba completamente agotada por haber salido tanto tiempo.

Ella sintió como su batería se recargaba al recibir un mensaje de su novio, en el cual le explicaba que había tenido ciertos problemas para llegar a la casa de su tía y se estaba quedando en un hotel.

Añadía que no se preocupara y que dentro de poco podría encontrarse con la señora Leonilde, además de eso, que tendría que caminar un par de horas para llegar a su casa de campo, el problema era la poca recepción que había.

-Así que al final de cuentas, no podré hablar adecuadamente con Andrew- se quejó dejándose caer a su cama.

El olor a vino trajo a su madre hasta la puerta de su habitación, le preocupaba que su hija se hubiese embriagado tanto que no pudiera levantarse al día siguiente a causa de la resaca.

-¿Cómo te fue hoy, hija? - preguntó la mayor tomando entre sus manos el rostro de su unigénita -¿Bebiste? - indagó olfateando cerca de ella, intentando saber si el olor provenía de la boca de su criatura o simplemente uno más de los accidentes que a la joven Brooke siempre rodeaban.

-No, mamá, no he bebido- se sentó de repente -¡Mi vestido decidió beber por mí! Mira como ha quedado el fruto de cinco noches sin sueño- lloriqueaba como aquella pequeña niña que permanecía en la memoria de su madre. -Por lo menos, esta noche no fue tan desastrosa como pensé. ¡No podrás creerlo! Me encontré con ella- anunció señalando al póster que estaba colgando en su habitación.

-¿Cuál de todas las chicas que están ahí? - preguntó su madre intentando dar con la persona de la que su hija estaba hablando.

-Ella- se levantó señalando a la acuerpada y alta fémina, cuya presencia no solo era bastante notoria en sus fotografías, sino que además de eso, su dulzura resaltaba en la vida real.

Una sonrisa tranquila se posó en los labios de su progenitora. Ella sabía lo mucho que aquellas mujeres habían inspirado a su hija a seguir su sueño y aunque, no necesariamente Brooke quisiera ser modelo, poder diseñar algo que ellas pudieran vestir y mostrar al mundo era una de sus razones para vivir.

-Déjame adivinar- susurró su madre posando su dulce mirada sobre su hija -¿No vas a bañarte el resto de tu vida o a lavar la mano que ella haya estrechado? - elevó una de sus cejas intentando contener la risa.

Su hija en ocasiones salía con algunas ideas para nada comunes, era como si un payaso anduviera en motocicleta en su cabeza.

-No, no- sacudió la cabeza de un lado a otro -este vestido se quedará, así como está- sonrió modelándolo para su madre. -Margaret lo tocó, además ¡Lo halagó mamá! - se dejó caer por segunda vez a la cama, siento que ya podré morir feliz- suspiró extendiendo sus manos y pies.

-No, no vas a morir feliz aun, primero debes enterrar a tu madre ¡¿Cómo crees que viviría sin ti y sin tus extrañas anécdotas?! - exclamó rememorando cada uno de los accidentes que su hija había tenido tiempo atrás: las veces en las que se atoró en el sanitario o cuando olvidó que no había clases, incluso, cuando fue al colegio en pijama... dos veces. En momentos se cuestionaba si era realmente la madre de esta desastrosa chica.