Capítulo 3 Acontecimientos

Siento un ligero beso húmedo en mi frente que me hace querer abrir mis pesados párpados a causa de la sensación que deja en mi piel, el cuerpo me duele horrores, como si me hubiese pasado un camión repleto de concreto por el cuerpo... Unas caricias suaves me incitan a moverme, pero no puedo mi cuerpo no responde y me duele mucho, las caricias no cesan, son suaves, delicadas, llenas de amor, me transmiten seguridad y paz al mismo tiempo; Es como si de un ángel se tratara, no creo que exista una persona que pudiera ser tan delicada, silenciosa y menos que transmita tantas cosas con un simple toque

.

Mis ojos se abren después de un siglo de intentos, pero una luz brillante me ciega inmediatamente...

-¡Dios!...

-No puede ser que estoy muerta...

-¿Esta es la luz del cielo?...

-No seas tonta, Anne.

-No, no creo estar muerta...

Vamos a intentarlo de nuevo... Poco a poco abro mis ojos achicándolos un poco más para que la luz blanca brillante no me ciegue nuevamente. Al lograr abrir mis ojos me doy cuenta de que estoy en un lugar impoluto, totalmente pintado de color blanco, el olor de la estancia es diferente, huele a productos de limpieza, mezclado con medicinas... Pero muy por encima de ese olor medio repugnante, hay un sutil aroma a perfuma... Masculino.

-¿De quién es ese perfume?

Al no encontrar respuesta alguna en mi alocada mente me enfoco en detallar el lugar donde me encuentro, las paredes del lugar son todas de color blanco al igual que el techo que está decorado con las lámparas de luces brillantes también blancas, hay dos ventanas grandes con persianas también en tonos blancos a mi lado izquierdo, una puerta al fondo sin ventana y otra puerta a mi derecha con una ventana cuadrada con cristal, hay una cómoda pequeña cerca de esta de color blanco donde hay un pequeño jarrón sin flores, una jarra de cristal llena de agua y vasos de cristales.

El sonido repetitivo de unos aparatos llama mi atención sacándome de la ensoñación de estar en una habitación del cielo, llevo mi vista a donde se emite el sonido veo los monitores que indican mi presión arterial, el pulso de mi corazón y mi respiración... Indicándome que estoy en un hospital y no en las habitaciones del cielo, lo que me hace celebrar internamente.

Mi brazo izquierdo está insertado por una aguja que conecta con una bolsa de solución salina, en mi dedo índice está él marca pulso...

-¡No me morí!... Grito en mi interior...

-¡Estoy vida!... Suspiro con evidente alivio.

Trato de hablar, pero no puedo las palabras no salen, mi garganta duele y la siento reseca; creo que estoy sola en la habitación porque nadie se ha acercado a la cama donde estoy, así que sin más remedio trato de incorporarme en la cama...

-¡Ay!...

Me quejo.

Mi cuerpo duele una barbaridad incluso me duele más que cuando desperté, mis brazos flaquean tras el esfuerzo realizado y vuelvo a caer como plátano sobre la cama, sin duda alguna fue una idea terrible uno de los monitores hace un ruido extraño y agudo que aturde a mis sensibles tímpanos... En segundos escucho pasos apresurados acercarse a la puerta de la habitación donde me encuentro una hermosa mujer creo que es enfermera, no lleva la habitual bata blanca de doctora entra en la habitación con una tabla, lo que imaginó es mi historial médico; Sé un poco del tema porque mi madre ella es médica. La doctora sonríe de manera amigable mientras se acerca a la camilla donde estoy.

-Señorita Witson, me alegra que haya despertado...

-Soy la Doctora Montoya, mucho gusto.

-Estoy encargada de su caso, ¿Cómo se siente?.

Pregunta en un tono muy amigable para mi gusto.

-Un... Un placer Doctora...

Digo tartamudeando.

-La verdad siento que me pasaron unos cuatro camiones llenos de concreto por encima del cuerpo.

Comento en tono de chiste, ella me sonríe antes de hablar aunque la sonrisa no llega a sus ojos.

-Me temo que no fue un camión, mucho menos cuatro... Fue un auto.

Su expresión en neutra, no demuestra nada al darme la información.

-Señorita Witson usted fue atropellada hace tres días y la trajeron aquí para que recibiera la asistencia necesaria...

¡¿Qué?! Esto debe ser un mal chiste.

-Sus familiares fueron contactados esperan afuera para poder verla, en cuanto la revise y compruebe que todo está bien ellos podrán entrar a verla.

Ella continúa explicando y yo aún sigo en la frase anterior... ¡¿Atropellada?!

-¿Cuántos días he estado inconsciente?

Es la única pregunta que mi cerebro ha sido capaz de formular.

-Lleva tres días aquí.

-¡¿Tres días?!...

Esto es una maldita broma.

-Esto debe ser un sueño...

Digo más para mí que para ella.

-Sabe, ¿quién me trajo?.

Pregunto llena de curiosidad.

-¿Cuándo me dará de alta?.

Es inevitable no hacer la pregunta

-Por lo que me dijeron las enfermeras de guardia esa noche la trajo una persona que se encontraba en la vía en el momento que ocurrió el accidente...

¿Qué persona seria?

-Y antes de poder determinar si la podemos dar de alta necesito examinarla para descartar una lesión mayor, además necesitamos volver a tomar las radiografías para revisar el golpe que tiene en la cabeza.

¡DIOS!

Esto es muy frustrante.

-¿Por qué, duele mi garganta?.

Le pregunto en tono preocupado

            
            

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