Capítulo 4 El perfume

Tras la exasperante y minuciosa revisión de la doctora Montoya, que además ordeno las mencionadas radiografías, exámenes de rutina y medicinas para el dolor... Agradezco las medicinas, ya que realmente no aguanto el dolor en mi cuerpo, pero el pensar en tantos exámenes me da jaqueca, nunca me han gustado los hospitales, los detesto tanto, para mi son una tortura mucho peor que comer los alimentos de aquí; Es como si una pequeña parte de mi memoria guardara un mal recuerdo de estos sitios, como si hubiese sufrido mucho en un hospital. Una muy educada enfermera me trajo una bandeja con comida...

Bueno en realidad era una triste sopa de vegetales, que estaba insípida, una gelatina sin azúcar y agua; Definitivamente, la comida de los hospitales es un asco... Nunca he sido de las personas que se quejan de la comida, pero es una realidad creo que universal, la comida que entregan en los hospitales debería estar prohibida por el gobierno, debería ser un delito que una persona convaleciente se alimente con esos platos... Por llamarlos de una manera decente... Aunque me queje peor que niña pequeña, agradezco el hecho de poder tener algo de alimento en mi estómago, ya que según tenia tres días sin despertar lo cual implica en que no había ingerido alimento alguno durante este tiempo.

El sonido de la puerta de la habitación del hospital me saca de mis lamentos con la alimentación deprimente de los hospitales... Al girar mi rostro hacia la mencionada puerta me encuentro con el rostro preocupado de mi madre, entra a la habitación con una sonrisa tímida, sus ojos se ven un poco enrojecidos al parecer estuvo llorando, no puede ser posible, Katherine nunca llora, desde que tengo memoria nunca la he visto llorar y menos por mí, se me hace absurdo incluso pensarlo. Ella termina de entrar cerrando la puerta detrás de ella y se acerca a la cama donde estoy, toma mi mano y vuelve a sonreír antes de hablar.

-Mi niña... ¿Cómo te sientes?...

Comenta mi madre mientras me acaricia mi mano, de sus ojos caen algunas lágrimas transmitiendo su preocupación por mí.

-Me duele todo mamá. Pero, estoy viva.

Digo en voz baja por el dolor físico que siento en este momento.

-¡Ay! Mi niña... Casi me muero de un infarto cuando la Doctora Montoya me llamo para informarme que estabas aquí porque habías sufrido un accidente.

Su voz apenas es audible a causa de las lágrimas que aún caen por sus mejillas.

No puedo evitar sorprenderme, jamás la había visto así...

-¿Conoces a la Doctora Montoya?

Pregunto sorprendida ante tal revelación, mi madre no trabaja en este hospital, será coincidencia causalidad que me hayan traído justo aquí.

-Sí, mi amor, es una colega... También tiene un consultorio en la clínica donde trabajo.

Katherine, contesta como si fuera lo más obvio de la vida.

-¡oh!...

Exclamo con evidente sorpresa aun ante el hecho de que se conozcan.

-Ya me informo de tu estado... Es delicado, pero estarás bien, mi amor. Van a venir a tomarte las radiografías aquí, les pedí que no te movieran de la habitación hasta estar seguros de que no tienes traumas graves en el cuerpo.

Obviando todo lo que dice sobre mí, le pregunto por mi padre, ya que me extraña mucho que no esté aquí.

-¿Dónde está mi papá?

-Él... está en casa... debe venir en un rato.

Su voz suena con evidente preocupación, pero hay algo más que no logro descifrar del todo, podría ser inquietud, miedo... No estoy segura.

-Entiendo...

Comento sin ganas de entrar en muchos detalles, aunque mi mente no deja de preguntarse que estará haciendo que no está aquí, todavía me cuesta mucho creer que me hayan atropellado y lo peor es que no recuerdo nada...

Debo admitir que ahorita mismo mi accidente me importa un carajo, me perturba la ausencia de mi padre, es muy extraño para mí que no se encuentre aquí, él es muy apegado a mí... Incluso más que mi madre, por esa razón pensé que él era la persona que me acariciaba hace un rato, por el olor a perfume masculino que me dio... Aunque según mis recuerdos olfativos mi padre no usa perfumes Armani, pero quien sabe, quizás lo cambio; No quiero pensar tonterías, pero si no fue él entonces quien; Será mejor que le pregunte a mi madre...

-Madre...

La llamo y ella voltea dándome toda su atención ya con el rostro limpio y libre de lágrimas.

-Mi papá, estaba aquí antes de que me despertara hace un rato.

-No, mi niña... no nos dejaron ingresar hasta que despertaras. La doctora Montoya quería asegurarse de que estuvieras tranquila y relajada. ¿Por qué?

Su voz está cargada de curiosidad e incertidumbre.

-He, Por simple curiosidad, madre, nada importante...

Prefiero ocultarlo lo sucedido hace un rato, no quiero que comience con su preguntadera y sus nervios sin sentido aunque debo admitir que la curiosidad sobre quien habrá entrado en mi habitación mientras estaba dormida, me tiene de los nervios. ¿Habrá sido un sueño?, pero, y ese perfume...

Además, la Doctora Montoya comento que me trajo una persona que estaba en la calle esa noche, pero según lo poco que recuerdo que es casi nada, no había nadie esa noche, las calles estaban desiertas, eran pasadas las nueve de la noche creo... Este episodio no tiene congruencia alguna, nada concuerda, y detestó no poder recordar claramente. Adicional a eso es sumamente raro que cosas así sucedan aquí, vivimos en una ciudad muy tranquila, nunca ocurre nada, desde que tengo uso de razón ha sido así, es una ciudad pequeña al norte de suiza llamada Delémont; Aquí viven muchas personas de alta alcurnia, la mayoría de las urbanizaciones tienen vigilancia y no hay actos criminales, en ocasiones si es un poco extraña en cuanto a los silencios que se producen en las noches y en cuanto a la cantidad de mitos y leyendas que en galardonan las historias de los habitantes de la ciudad.

Sin embargo, es una ciudad con poca población en comparación a otras del país, es muy hermosa, sus paisajes son un espectáculo digno de admirar, más con las historias que se han contado le dan un toque de misterio; Al principio me llenaba de susto los mitos narrados por los habitantes, pero luego de tantos años me acostumbre al misterio y a la paz que hay aquí, aunque realmente no sé por qué mis padres se mudaron a este lugar, luego de vivir tantos años en Estados Unidos, donde estaban muy cómodos según me contaron hace años, ambos eran muy reconocidos en Seattle, a lo que dijo mi padre para justificar su partida es que estaban cansados de tanto reconocimiento y alboroto querían algo más tranquilo cuando se enteraron de que mi madre estaba embarazada de mí.

Unos toques en la puerta de la habitación me sacan de mis pensamientos, mi madre se incorpora dando el pase a la persona que da los toques en la mentada puerta, tres enfermeros entran a la habitación, todos sonríen amablemente; Parece ser un requisito del hospital que todos deben sonreír como el gato Cheshire, terminan de ingresar y comienzas a preparar el equipo para tomarme las muestras de los exámenes...

            
            

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